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Cronopiando

La ilógica del cambio

Fuentes: Rebelión

Nadie en sus cabales aceptaría que a los padres de un niño con evidentes señales de maltrato, abusos sexuales, desnutrido y enfermo, se les confirmara su pretendido derecho a la custodia. Ni siquiera en el caso de que se confesaran arrepentidos de los hechos podría alguien que no fuese un canalla, permitir que ese niño […]

Nadie en sus cabales aceptaría que a los padres de un niño con evidentes señales de maltrato, abusos sexuales, desnutrido y enfermo, se les confirmara su pretendido derecho a la custodia. Ni siquiera en el caso de que se confesaran arrepentidos de los hechos podría alguien que no fuese un canalla, permitir que ese niño siguiera expuesto a los mismos dolores y en manos de los mismos delincuentes, por más progenitores que se digan.

Al margen de las responsabilidades penales que la justicia determinase en el caso, esos padres son los menos indicados para criar y educar a un niño, y cualquier ciudadano sensato estaría de acuerdo en la necesidad de proteger a ese niño de sus padres.

Pero esa general repulsa que no acepta discrepancias en relación a un menor maltratado y violado por sus propios padres, no se expresa, sin embargo, con la misma lógica y contundencia, respecto a otros maltratos y atropellos.

En relación al cambio climático, por ejemplo, no hay cabales que valgan, ni justicia que intervenga, ni sensatez que hable o común que imponga su sentido.

Los mismos responsables de haber conducido al planeta al calamitoso estado en que se encuentra, de haberlo exprimido hasta la extenuación, de haber generado los cambios climáticos que hoy se lamentan y que apenas son los primeros síntomas del desastre que se avecina, se arrogan el deber y el derecho de reconducir los pasos de ese maltratado, hambriento y enfermo niño.

Los mismos responsables de haber hundido bancos y confianzas, de vaciar las arcas del estado para aliviar las penas del negocio, de quebrar economías y naciones, de haber despilfarrado los ahorros de millones de incautos, hoy se erigen en salvaguarda del desastre causado, hoy aseguran tener las soluciones de las crisis que han venido provocando, mientras multiplican los beneficios que les depara la ruina general y sus medios de comunicación hacen apología del más grosero despilfarro, del más absurdo consumo.

Pero nadie desconfía de su buena voluntad, de la bondad del modelo de desarrollo impuesto. El menor violado, maltratado, desnutrido, debe seguir a cargo de sus padres.

Los mismos intereses que han convertido la vida en un mercado, que han secuestrado todos los conceptos, que han precintado sueños y prostituido conciencias, que han desatado hambrunas y matanzas que son, al mismo tiempo, oráculos de Dios y del Diablo, fariseos que viven de la bolsa, torturadores con licencia, honrados genocidas, se otorgan el derecho y el deber de seguir guiando los pasos de ese maltratado, abusado y hambriento niño.

Y nos trazan, también, las normas de pensamiento y convivencia que deberá observar la ciudadanía para superar la amenaza terrorista, la amenaza del paro, la amenaza de la droga, la amenaza de la indigencia, la amenaza de la violencia, la amenaza de las nuevas amenazas que nadie como ellos conocen y practican.

Ellos están, precisamente, para hundirnos y rescatarnos, para preservarnos de todos los peligros que su ambición desate.

Los grandes medios de comunicación se encargan de transmitirnos el relato. La gente, agradecida, asiente y reconoce la importancia del disparo preventivo, la eficacia de la bomba de rutina, lo oportuno de la guerra humanitaria, lo aconsejable que es la paz castrense, y celebra y aplaude la terapia puesta en práctica con ese niño maltratado, enfermo y hambriento.

Nadie pone en duda la exaltación de la mentira o la difamación de la verdad.

A ese niño violado, maltratado, vejado, hay que dejarlo con sus padres.