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La inmigración como chivo expiatorio del neofascismo estadounidense

Fuentes: Voz Económica

Este artículo explora cómo la demonización de los inmigrantes se utiliza como una herramienta estratégica para encubrir la decadencia de un sistema económico y político que no logra abordar las necesidades de la mayoría de la población, perpetuando desigualdades y alimentando un discurso de odio que amenaza con repetir los errores más oscuros de la historia.

La construcción del enemigo: Inmigración como distracción
Históricamente, los movimientos fascistas han prosperado en momentos de crisis económica y social, cuando las élites buscan desviar el descontento popular hacia un enemigo externo o interno fácilmente identificable. En el caso del neofascismo estadounidense, los inmigrantes, particularmente los provenientes de América Latina, han sido señalados como la causa de los males económicos y sociales que aquejan al país. Esta narrativa no es nueva; desde los años 30’s, cuando se culpaba a los judíos en Europa, hasta los años 80’s y 90’s en Estados Unidos, con campañas contra los afroamericanos y otras minorías, la creación de un «otro» ha sido una táctica recurrente para consolidar poder.
En la actualidad, el discurso antiinmigrante ha sido amplificado por figuras políticas y medios de comunicación que pintan a los inmigrantes como responsables del desempleo, la inseguridad y la pérdida de la «identidad americana». Sin embargo, los datos contradicen esta narrativa: según un informe del Centro de Investigación Pew de 2019, los inmigrantes indocumentados contribuyen con aproximadamente $79.7 mil millones en impuestos anuales, incluidos $27 mil millones en impuestos federales y estatales. Además, un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de 2017 encontró que los inmigrantes tienen un impacto positivo neto en la economía a largo plazo, al ocupar empleos esenciales y fomentar el crecimiento económico.
A pesar de estas evidencias, la verdad económica es secundaria frente al poder emocional de un enemigo visible. Al culpar a los inmigrantes, se desvía la atención de problemas estructurales como la desigualdad de ingresos, el estancamiento de los salarios y la precariedad laboral, que son consecuencia directa de un sistema capitalista que prioriza el lucro sobre el bienestar humano.

La decadencia del sistema capitalista
El capitalismo estadounidense, que alguna vez fue presentado como el modelo de prosperidad global, muestra signos evidentes de agotamiento. Desde la crisis financiera de 2008, la recuperación económica ha beneficiado desproporcionadamente a las élites. Según datos del Instituto de Política Económica, en 2023, el 1% más rico de la población poseía el 31.8% de la riqueza total del país, mientras que el 50% inferior apenas controlaba el 2.6%. Esta disparidad ha crecido exponencialmente: entre 1980 y 2020, la participación de los ingresos del 1% más rico aumentó un 179%, mientras que los ingresos del 90% inferior crecieron solo un 28%.
Además, los salarios reales han permanecido prácticamente estancados durante décadas. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los salarios reales ajustados por inflación crecieron solo un 0.2% anual promedio entre 1979 y 2022, a pesar de un aumento del 59% en la productividad laboral durante el mismo período. Este desequilibrio refleja un sistema que canaliza las ganancias hacia las corporaciones y los ejecutivos, mientras los trabajadores enfrentan un panorama de inseguridad económica. El acceso a servicios básicos como la salud y la educación también se ha vuelto prohibitivo: en 2022, el 8.6% de los estadounidenses (28 millones de personas) carecían de seguro médico, según la Kaiser Family Foundation.
Esta decadencia no es un accidente, sino el resultado de políticas económicas que favorecen la desregulación, la concentración de riqueza y la explotación laboral. Sin embargo, en lugar de abordar estas fallas estructurales, el neofascismo estadounidense ha optado por canalizar la frustración popular hacia los inmigrantes. La narrativa de «la invasión extranjera» se ha convertido en una herramienta poderosa para desviar la ira de una clase trabajadora empobrecida hacia un grupo vulnerable, en lugar de hacia las corporaciones y las políticas que perpetúan la desigualdad.

La maquinaria propagandística del neofascismo
El neofascismo no podría sostenerse sin una maquinaria propagandística efectiva. En Estados Unidos, esta maquinaria opera a través de una combinación de medios de comunicación, redes sociales y discursos políticos que amplifican el miedo y la división (he aquí un ejemplo). Los inmigrantes son retratados como criminales, invasores y parásitos que amenazan el «estilo de vida americano». Esta retórica no solo deshumaniza a los inmigrantes, sino que también crea un sentido de urgencia y peligro que justifica medidas autoritarias, como la militarización de la frontera, las deportaciones masivas y la construcción de muros.
Las redes sociales, en particular, han jugado un papel crucial en la difusión de esta narrativa. Algoritmos diseñados para maximizar la atención amplifican contenido sensacionalista y polarizante, lo que permite que teorías conspirativas, como la del «gran reemplazo», ganen atracción entre sectores como los fanáticos de MAGA, los blancos y conservadores extremistas. Esta teoría, que afirma que los inmigrantes están reemplazando a la población blanca, ha sido adoptada por sectores del neofascismo estadounidense para justificar políticas xenófobas y movilizar a sus bases. Sin embargo, estas narrativas ocultan el hecho de que la verdadera amenaza no proviene de los inmigrantes, sino de un sistema económico que concentra el poder y la riqueza en manos de unos pocos.

La repetición de la historia
La demonización de los inmigrantes no es un fenómeno aislado, sino parte de un patrón histórico que se repite en momentos de crisis. En la Alemania nazi, los judíos fueron culpados por la hiperinflación y el desempleo; en la Italia fascista, los socialistas y otros disidentes fueron señalados como traidores. En el Estados Unidos contemporáneo, los inmigrantes sirven como el chivo expiatorio perfecto para un sistema que no puede justificar su incapacidad para proveer prosperidad compartida.
Las estadísticas son claras: mientras la riqueza del 1% más rico ha crecido un 179% desde 1980, el 90% inferior apenas ha visto un aumento del 28% en sus ingresos, y los costos de vida esenciales han superado con creces el crecimiento de los salarios reales. Y según el Instituto de Política Económica, el ingreso medio de los hogares en 2022 fue un 2.3% menor que en 1979, ajustado por inflación, mientras que los costos de vivienda y educación han aumentado un 170% y un 1200%, respectivamente, desde 1980.
Este paralelismo histórico es particularmente aterrador porque muestra cómo las democracias pueden dirigirse hacia el autoritarismo cuando la frustración popular es manipulada. Las políticas antiinmigrantes, como la separación de familias en la frontera o la criminalización de los indocumentados, no son solo medidas prácticas, sino también símbolos de una ideología que valora la exclusión y el control sobre la justicia y la humanidad.

La resistencia y el camino hacia adelante
Frente a esta narrativa neofascista, la resistencia debe centrarse en desmantelar los mitos que sustentan el discurso antiinmigrante y en abordar las causas estructurales de la desigualdad. Esto implica no solo defender los derechos de los inmigrantes, sino también educar a la población sobre cómo el sistema económico actual beneficia a una minoría a expensas de la mayoría. Los movimientos sociales, las organizaciones comunitarias y los medios independientes tienen un papel crucial en esta lucha, al amplificar las voces de los marginados y ofrecer una visión alternativa basada en la solidaridad y la justicia. El caso de Zohran Mamdani, respaldado por la mayoría de los votantes de clases media y pobre en la Ciudad de Nueva York, es un ejemplo de ello.
Además, es fundamental construir coaliciones amplias que unan a los trabajadores, los inmigrantes y las comunidades marginadas en una lucha común contra la desigualdad. La historia ha demostrado que la unidad es la mejor defensa contra el fascismo. En lugar de permitir que los inmigrantes sean utilizados como chivos expiatorios, debemos reconocer que los verdaderos enemigos son las estructuras de poder que perpetúan la pobreza, la explotación y la exclusión.

No hay que ignorar las señales
Este fenómeno no solo amenaza a las comunidades inmigrantes, sino también a los principios democráticos que sostienen una sociedad justa. La historia nos advierte que ignorar estas señales puede llevar a consecuencias devastadoras. Sin embargo, también nos ofrece lecciones de resistencia y solidaridad. Al rechazar la narrativa del odio y abordar las fallas estructurales del sistema, podemos construir un futuro donde la diversidad sea celebrada y la justicia económica sea una realidad para todos. La pregunta no es si la historia se repetirá, sino si tendremos el coraje de cambiar su curso antes de que sea demasiado tarde.

*Richard David Wolff es un economista estadounidense conocido por sus trabajos sobre metodología económica y análisis de clases. Es profesor emérito de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst y profesor visitante en el programa de posgrado en Asuntos Internacionales de The New School.

Fuente: https://youtu.be/67TT70-KkkM

Tomado de La Tribuna Hispana USA: https://www.latribunahispana.com/2025/07/la-inmigracion-como-chivo-expiatorio-en-el-neofascismo-estadounidense/