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La justicia según la fuerza

Fuentes: Rebelión

(Reflexiones en torno a una carta de intelectuales)

Estados Unidos no es una potencia enemiga de los cubanos. No hay malevolencia en sus actos. Nada personal, dirían los hombres de negocio. La ética es un rezago de la modernidad. Los daños que Estados Unidos produce debido a su corpulencia de niño grande, son colaterales. En 1898 intervino y ocupó Cuba para asegurar su libertad. Y algunos intereses materiales, lo cual está bien. Como ahora en Irak, o en tantos otros países. Los que auspician el bloqueo económico estadounidense a Cuba, saben que es más importante asegurar la libre realización de esos intereses, que el bienestar de los cubanos. La libertad del más fuerte es un valor occidental insoslayable. Por eso a veces estos «defensores» de los derechos humanos mezclan las consignas. En Miami desfilaron a favor del bloqueo a Cuba y en apoyo a la invasión de Irak. Ejecutan o aplauden los actos terroristas contra países incómodos o rebeldes. El más fuerte puede ejercer el terrorismo a discreción o declarar guerras preventivas, hablar de la democracia representativa y organizar fraudes presidenciales o golpes de estado contra gobiernos democráticamente elegidos. Pero está claro: Estados Unidos quiere arreglar el mundo. Quiere arreglarlo según los intereses de la libertad. Es decir, todos somos libres, pero se trata de que prevalezcan (así debe ser) los intereses del más libre, que es por supuesto el más fuerte.

Estados Unidos tiene derecho a defenderse. A tener armas de destrucción masiva, químicas y biológicas, y a usarlas. Los estados más débiles, aún aquellos en peligro de ser invadidos, deben destruir sus armas. Estados Unidos se siente amenazado. Comprendo ese sentimiento. He nacido y vivido toda mi vida en un país amenazado. Puede legislar leyes de excepción. La Ley Patriótica de Estados Unidos, por ejemplo, permite arrestar, juzgar y condenar al acusado a prisión o a ser ejecutado sin las tradicionales garantías civiles. Más de mil personas han sido arrestadas por ese procedimiento desde el pasado 11 de septiembre. Nada o muy poco se sabe de ellas. No se han formulado cargos. Se ha denunciado la tortura física. Cuba no puede adoptar leyes que garanticen su seguridad. La Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba viola la libertad que deben tener los agresores para actuar impunemente. Estados Unidos esgrimió durante la llamada guerra fría la real o supuesta colaboración con una potencia extranjera para encauzar a sus ciudadanos. En ocasiones llevó a la silla eléctrica a inocentes, como los esposos Rosemberg. Desde entonces, desde siempre, mantiene a un ejército de espías en todo el mundo para sostener o derrocar gobiernos, y lo proclama abiertamente. Pero los cinco héroes cubanos que se infiltraron en organizaciones terroristas para impedir sus actos en suelo patrio, han sido condenados a largas o perpetuas condenas por la justicia estadounidense.

Cuba no debe encauzar a los ciudadanos de su país que reciben dinero, computadoras, propaganda subversiva, y aliento para delinquir de una potencia extranjera. Los arrestos provocan la indignación del Gobierno agresor. Los conspicuos intelectuales de derecha saben distinguir. Bien organizados, claman por la inmediata liberación de esos asalariados. Supongo que entre tantas denuncias justas que se agolpan sin solución en este mundo injusto, algunos habrán asumido el alegato sin premeditación y con inexcusable ligereza. Pero me alarma, como cubano, la existencia de intelectuales cubanos capaces de organizar una cruzada internacional de respaldo a la potencia que declara su intención agresora. La existencia de un proyecto cultural supuestamente cubano que incita, alienta, promueve la condena a Cuba, su incorporación al ridículo eje del mal, en momentos históricos en los que cualquier pretexto es suficiente para desencadenar una invasión, revela hasta donde conducen los sinuosos caminos del odio. El principal promotor dice con cinismo, en referencia a los firmantes: »Va a ser difícil para el gobierno cubano repetir ahora que se trata de figuras manipuladas por el imperialismo norteamericano». Espuria victoria. Me abstengo de juzgar la limpieza de intenciones de cada uno de ellos. La historia juzgará los hechos. ¿Aplaudirán alguna vez la invasión de Cuba, como han hecho con Irak, quienes hoy la acusan de organizar su defensa?