Mientras somos testigos en vivo y en directo de un nuevo episodio en la historia colonial del Estado de Israel contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza, la cual ha dejado a más de 219 personas muertas, de los cuales han sido 63 niños, la impunidad del gobierno sionista de Benjamín Netanyahu se vuelve una costumbre y la hipocresía de la llamada comunidad internacional con respecto a este genocidio pasa a ser más de lo mismo.
Si bien se ha hablado y escrito mucho sobre la ocupación ilegal del Estado de Israel sobre territorios palestinos, la expansión de un colonialismo de asentamientos y la imposición de políticas de apartheid y limpieza étnica, desde la Nakba de 1948, la discusión sobre salidas a esta brutalidad, se han centrado, ya sea en la negación del otro o en el mejor de los casos a garantizar la creación de dos Estados independientes.
De ahí que buena parte de las corrientes más progresistas, de izquierda y antisionistas en el mundo, sigan apostando a que la solución pasaría por la retirada del Estado de Israel de los territorios ocupados y en un reconocimiento oficial de parte de éste a un nuevo Estado de Palestina.
En otros casos, en mucha menor medida, también se plantea la idea de un Estado Binacional (israelí-palestino) o de crear incluso un Estado Plurinacional, que incluya a una diversidad de comunidades de distinto tipo, no solo israelíes y palestinos, en donde haya distintas autonomías territoriales.
No obstante, se ve cada vez más improbable una alternativa así, mientras la ultraderecha racista israelí siga gobernando aquel país y el integrismo islámico de Hamas siga controlando Gaza autoritariamente, a través del terror.
Por eso, pareciera que nos estamos dando vueltas en alternativas modernas que han fracasado no solo en aquel lado del mundo, mal llamado Oriente Medio por el discurso eurocéntrico, sino también en América Latina (Abya Yala), en donde la profundización del capitalismo, colonialismo y patriarcado se han ampliado por todos los territorios.
Planteo esto, ya que alternativas sostenibles desde los territorios y por fuera del Estado moderno hace rato se vienen tejiendo, pero siguen siendo muy invisibilizadas por las grandes corporaciones mediáticas privadas y estatales, las cuales prefieren continuar con disputas que solo benefician a pequeños grupos de poder.
Los casos de la lucha en las últimas décadas del movimiento zapatista (Ejército Zapatista de Liberación Nacional-EZLN) y del movimiento kurdo (Partido de los Trabajadores de Kurdistán – PKK), son un claro ejemplo de cómo es posible construir formas de organización horizontal, no estatales, en donde convergen miradas ecologistas, anarquistas, indígenas, feministas y anticoloniales desde las mismas bases.
En ambos procesos políticos, muy influenciados por personas como Carlos Monsiváis y Murray Bookchin, hay una ruptura con la izquierda histórica de carácter centralista, patriarcal, productivista, antropocéntrica y eurocéntrica, en donde la toma del Estado, a través de la guerrilla, fue usada durante todo el siglo XX como forma de hacer transformaciones profundas, frente a la expansión del capitalismo global.
No obstante, la experiencia totalitaria de los socialismos reales, las persecuciones, encarcelamientos y pérdida de vida de millones de seres humanos, la expansión de un modelo industrial depredador de la Madre Tierra y la creación de grandes estructuras burocráticas, manejadas por caudillos y una partidocracia corrupta y llena de privilegios, se hizo cada vez más evidente.
Ante esto, se vuelve muy revolucionario lo impulsado a través de los Caracoles y Juntas de Buen Gobierno (JBG) de parte del movimiento zapatista, en donde a través del mandar obedeciendo, se han dedicado a gobernar media docena de municipios de manera rotativa, en donde quienes lo ejercen están obligados a rendir cuentas y ser revocados en cualquier momento, al ser en la práctica servidores y no gobernantes del pueblo.
Lo mismo con respecto al Confederalismo Democrático del movimiento kurdo, el cual al igual que la forma de organización zapatista, se impulsa un municipalismo libertario por fuera del estadocéntrico tradicional, a través de distintos consejos de mujeres y de juventudes, en donde a través de la autogestión se construye una economía comunal basada en la no acumulación ni sobreproducción.
Si bien los nombres de Rafael Guillén en el movimiento zapatista (ex Subcomandante Insurgente Marcos y actual Subcomandante Galeano) y Abdullah Öcalan en el movimiento kurdo (Presidente del PPK y encarcelado a cadena perpetua por el Estado de Turquía y el criminal de Recep Tayyip Erdoğan) han sido fundamentales, solo han sido vocerías de movimientos colectivos, en donde prima lo relacional y colectivo por sobre liderazgos individuales.
De ahí la importancia de la rotación de vocerías, la participación activa de mujeres y que ámbitos como la salud, educación, justicia y alimentación no se delegue a representantes finalmente, sino que se trabaje siempre desde los territorios y de manera directa a través de la comunidad, lo que lo hace algo completamente distinto a como los Estados nación modernos, sean estos europeos, latinoamericanos, árabes, de izquierda o derecha, han construido y distribuido el poder político.
Frente a esto, ambas experiencias pueden convertirse en un horizonte sostenible de muchos pueblos en el mundo oprimidos y en resistencia, como el palestino por ejemplo. Me parece que la situación en Gaza y Cisjordania en la actualidad no da para más, por lo que se necesitan pensar formas distintas de gobernar, ya que nos han mal acostumbrado partidos y organizaciones palestinas e israelíes corruptas y criminales, que solo buscan imponer su fuerza a sus respectivos pueblos.
Si bien los casos zapatista y kurdo son solo ejemplos y no recetas políticas para aplicar en Palestina para colectivos de judíos, cristianos y musulmanes, podrían comenzar a ser referencias transformadoras para esos millones de seres humanos, condenados a vivir de las migajas de Estados y autoridades para sí mismas, que poco y nada les interesa el bienestar de las comunidades y territorios.