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La medalla de Ramón y Cajal

Fuentes: Nueva Tribuna

Al celebrarse su centenario, el 1 de mayo de 1952, Eladio Esparza, subdirector del golpista Diario de Navarra, se deshizo en elogios por el “patriotismo” de Cajal y por su “empinada cima científica conseguida”. Pero lamentaba que “no fuera católico, a pesar de ser un devoto lector de Menéndez y Pelayo y de Balmes”. Esparza no entendía que, tal y como “él (Cajal) pensaba políticamente de la situación de España en 1934 en que solo un milagro de Dios veía la salvación, no creyera en ese Dios que trajo la salvación a España”. ¿Significaba este comentario que Cajal era, entonces, republicano y de izquierdas? Republicano, sí, pero lo de izquierdas dejémoslo estar y sigamos.

Es interesante recuperar la imagen de ese mayo de 1952 en el que las autoridades franquistas navarras pretendieron hacer suya la figura de Cajal sin conseguirlo. Asistieron a Petilla de Aragón un desolado donde no se habían acercado en su vida, como les recordó el párroco. Ni luz eléctrica había en el pueblo. Pero allí estaban a sacarse la foto: Luis Valero, Gobernador civil, Miguel Gortari, vicepresidente de la Diputación Foral; los diputados Marco y Adrián; José Javier Uranga y Eladio Esparza de la Institución Príncipe de Viana y el jefe Provincial de Sanidad, Viñes, Carlos Ciganda, del colegio de Médicos… De Madrid, estuvieron Laín Entralgo, en representación del ministro de Educación Nacional; Jesús García, decano de la facultad de Medicina; Juan Sanz Ibáñez, catedrático de Anatomía Patológica, representando al Instituto Ramón y Cajal; Luis Telgell, jefe del distrito universitario de Madrid. Además de otras personalidades políticas y académicas de Zaragoza.

Muchos fueron los que intervinieron en el homenaje. Ninguno consiguió llevarse a Cajal a su bolsillo. Esparza tuvo que reconocer que Cajal “no era católico”, para él, dijo, “la verdad católica dejó de ser verdad”, y “tuvo motivos para no sentirse navarro”. Ni una palabra de la relación de Cajal hacia la República. Solo que fue patriota y un defensor de la unidad española y defensor de que “España se realizase en la Historia Universal con autoridad y autonomía”, que dijo Laín Entralgo. Solo le faltó añadir que, caso de vivir en 1952, Cajal “hubiera sido falangista”.

De hecho Cajal por mucho que le pese al navarrismo andante, el nobel nunca se sintió navarro, aunque es verdad que en alguna ocasión llamó a Navarra “la noble Navarra”. Y con las derechas, lo mismo. Cajal nunca fue de los suyos. Amó a España y fue un patriota como la copa de un pino, pero fue la España republicana a la que defendió. Si hubiera vivido en 1936, tras el golpe de Estado, habría corrido la misma suerte que sus discípulos y compañeros de travesía de su Instituto. Por ateo, por masón y por científico en otra dirección a la que marcarían las “élites culturales” franquistas, qué menudas élite y culturales. 

DN. 2.5.1952

Al cumplirse ahora los 170 años de su nacimiento (1.5.1852), no diremos que el Gobierno actual ha hecho como estos navarros de 1952, apoderarse de Cajal, no haciéndolo pasar por militante socialista, pero emparejarlo con el borbón parece una broma de muy mal gusto. Veamos el porqué. 

Digamos que en principio, el Gobierno ha declarado este año como “Año de investigación Santiago Ramón y Cajal 2022″. Su vicepresidenta, Nadia Calviño, firmó y publicó una orden en el BOE dando a conocer la acuñación de una moneda en plata, cuyo anverso y reverso respectivamente, reproducen el retrato de Felipe VI, rey de España, y el de Santiago Ramón y Cajal, Nobel de medicina.

BOE RAMON Y CAJAL

Curiosa decisión, porque en el “Programa de apoyo a la celebración del acontecimiento de excepcional interés público “Año de Investigación Santiago Ramón y Cajal 2022”, publicado en septiembre por el Ministerio de Ciencia e Innovación, en su propuesta de actividades y actuaciones”, sí es cierto que aparece la creación de Monedas siendo su proponente el Ayuntamiento de Petilla de Aragón, pero no se especifica el contenido de esa moneda, menos todavía la referencia al Borbón actual, que no aparece por ningún lado. Sin lugar a dudas, la figura del rey nos la ha clavado la ministra por la espalda, vía Boletín Oficial del Estado.

En la solicitud de la estampación y reproducción de la medalla ha colaborado la Unidad de Innovación Social de Navarra, perteneciente al Gobierno de Navarra. No en vano Cajal nació en Petilla de Aragón, lugar perteneciente a Navarra desde los primeros años del siglo XIII aunque sin contacto territorial con Navarra. Nació en Petilla por puro azar, como la mayoría de nosotros hemos nacido en el lugar en que lo hicimos.

NAVARRA Y MONEDAS

Hay que recordar que el rostro de Cajal ya había aparecido estampado en los billetes de 50 pesetas durante la segunda República en 1935. Era, pues, una gloria nacional. 

Que en este homenaje al ilustre histólogo y Premio Nobel le acompañe Felipe VI en el anverso de dicha medalla, no solo nos parece un mal chiste socialista, sino una puñalada trapera, porque ni siquiera formaba parte de ese plan anunciado por el Ministerio. Per nos parece más grave constatar que la memoria gubernamental parece olvidar que este Borbón subió al trono, tras la abdicación de su padre, quien, a su vez, lo hizo por el dictador. 

En cuanto a lo que pudiera deducirse de la opinión del franquista Esparza relativa a lo que Cajal “pensaba políticamente”, es pertinente recordar que el histólogo navarro fue presidente de la Junta para la Ampliación de Estudios (JAE) desde su fundación en 1907 hasta su muerte en 1934. Que dicha junta se creó bajo la inspiración de la Institución Libre de Enseñanza –institución que la derecha de este país odió con saña con el fin de promover la investigación y la educación científicas en España. Y que fue desmantelada y expropiada en 1939 tras la derrota republicana en la Guerra, siendo, entonces, su subdelegado el eminente cardiólogo Luis Calandre. 

JAE fue el organismo que más impulsó el desarrollo y difusión de la ciencia y cultura españolas gracias a un programa de intercambio de profesores y alumnos. Estableció y concedió becas para estudiar en el extranjero (pensionados). Una medida eficaz e inteligente, además de práctica, para salir del ominoso pesimismo decimonónico y abrirse al extranjero, con el fin de mantener un diálogo con los países más avanzados de Europa y camino del avance cultural y científico. 

Esta labor fue liderada por su presidente, Santiago Ramón y Cajal, sin olvidar a su secretario y eminencia gris, José Castillejo. En la JAE se formaron los mejores intelectuales y científicos de España entre 1907 y 1939: Francisco Tello, Rafael Altamira, Odón de Buen, Américo Castro, Samuel Gili y Gaya, María de Maeztu, Tomas Navarro Tomás, Juan Negrín, Severo Ochoa, Federico de Onís, José Pastor, José Royo, Julio Rey Pastor, Luis Zulueta, Pío del Río Hortega y Luis Calandre, secretario de la institución durante 1938 a 1939, como ha recordado Cristina Calandre Hoenigsfeld, su nieta, y gran conocedora de la JAE. 

Tratándose de un Año de Investigación, lo lógico hubiera sido que el vallisoletano Pío del Río Hortega acompañara a Cajal en el anverso de esa moneda, pues este, y no el Borbón que sepamos, sí realizó aportaciones fundamentales sobre las células gliales, parte esencial del sistema nervioso, siendo nominado dos veces para el Nobel de Medicina y rechazado por ser republicano y homosexual. Fue compañero de Cajal, aunque terminaron enemistados.

Hagamos memoria. El gobierno de Burgos decretó la disolución de la JAE el 19 de mayo de 1938 (BOE, 20.5.1938) publicando una ley completamente ilegal, porque la Junta seguía funcionando en la zona republica con Luis Calandre como eficaz subdelegado. Curiosamente, dicha ley franquista aún no ha sido derogada, ni por Felipe VI, ni por la Ley de Memoria Democrática.

Al terminar la guerra, una ley del 24 de noviembre de 1939 dispuso la creación del CSIC. En ella se lee que “todos los Centros dependientes de la disuelta Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, de la Fundación de Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas y los creados por el Instituto de España, pasarán a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas”.

Seamos claros. CSIC y JAE fueron dos instituciones antagónicas. Al nuevo CSIC golpista le acompañaba “la voluntad de renovar su gloriosa tradición científica asentándola sobre la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruidas en el siglo XVIII.” Y acusaba a la JAE de “pobreza y paralización de la ciencia proponiendo como alternativa “la recuperación de las energías espirituales de la hispanidad a fin de crear una cultura universal”. 

CSIC 1939
CSIC FRANCO

Habrá que suponer que esta indigencia científica se haría extensiva a Cajal.

Más evidencias de este distanciamiento entre JAE y CSIC. En octubre de 1940, el discurso inaugural fascista de su primer presidente, José Ibáñez Martín, entonces ministro de educación, lo dejó muy claro. CSIC se fundó para “liquidar todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia… Nuestra ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y como imperio, quiere ser, ante todo católica”. Al frente del Instituto, que no cambió de nombre porque le daba prestigio, se nombró a José María Albareda, del Opus Dei, especialista en edafología “ciencia del suelo”, con el tiempo se ordenaría sacerdote. En 1941, el director de la institución, que antes presidía el nobel, sería Juan Marcilla, un ingeniero agrónomo experto en vinos.

La JAE, o por decirlo de otra manera, la “escuela de Cajal”, fue desmantelada por el franquismo, sus miembros represaliados, encarcelados, multados, depurados y exiliados. Dos ejemplos.

G. Rodríguez Lafora, jefe del laboratorio de Fisiología experimental del Sistema Nervioso creado por Cajal, lo condenó el Tribunal de Responsabilidades Políticas a ocho años de inhabilitación especial para ejercicio de cargos públicos y al pago de una multa de 50.000 pesetas. Se exilió en México. Allí fundó el Instituto de Enfermedades Mentales. Al doctor Tello, que había sustituido a Cajal al frente del Instituto, en el proceso de depuración que se le endilgó “fue acusado de ser ateo, de haber mantenido su puesto durante la guerra, de haber firmado el manifiesto de intelectuales contra el Ejército nacional tras el bombardeo de Madrid, de haber ocupado puestos altos como el de decano de la Facultad de Medicina y de no haber cooperado con el triunfo del Glorioso Alzamiento”. Y así se dijo de la mayoría que tomaron rumbo al exilio.

En definitiva. Se quiera o no se quiera reconocer, Felipe VI es heredero de la devastación de dicha escuela, hecha con premeditación y alevosía por Franco y secuaces, gracias al cual, el Borbón puede ser hoy rey de España y Jefe del Estado. 

Parece inconcebible, por tanto, que la sensibilidad política del Gobierno se manifieste de forma tan grosera y nada respetuosa con la memoria de quienes un día formaron parte de la Escuela Cajal y fueron vilmente represaliados por quienes, con el tiempo, impondrían la monarquía actual, siguiendo sin salirse una coma de los imperativos del Glorioso Movimiento Nacional.


Ateneo Basilio Lacort: Pablo Ibáñez, Carlos Martínez, Carolina Martínez, Clemente Bernad, José Ramón Urtasun, Orreaga Oskotz, Laura Pérez, Ángel Zoco, Jesús Arbizu, Txema Aranaz, Víctor Moreno.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/investigacion-2022-medalla-ramon-cajal-franquismo-republica/20221004171940203516.html