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La Nakba, catalizadora del panarabismo

Fuentes: Al Jazeera

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

 

Uno de los relatos que a menudo se repite en occidente es que los Estados árabes enviaron a sus ejércitos para aplastar al naciente Estado de Israel en 1948. A pesar de ello, milagrosamente la diminuta entidad emergió victoriosa sobre «los ejércitos organizados» de siete países árabes. Pero hay un relato diferente que es capital en el desarrollo del nacionalismo panarabista moderno y de la memoria colectiva árabe: «los grandes ejércitos», fundamentalmente de Jordania, Egipto e Iraq, no estaban bien equipados ni realmente eran independientes.

El ejército jordano estaba bajo el mando de los militares británicos, mientras que Egipto – bajo el rey Farouq – e Iraq – bajo el rey Faisal II – actuaban bajo la influencia política británica. Los palestinos no encontraron ayuda en los ejércitos árabes, los cuales no pudieron impedir ni la desposesión ni la pérdida de la tierra de su patria.

Las causas de la derrota no hay que buscarlas en la supuesta cobardía de los soldados árabes, sino que tienen relación con el continuo legado de colonialismo y de complicidad de los gobiernos árabes que convirtieron la intervención de todos estos ejércitos en una trágica broma en la memoria árabe.

La complicidad árabe

En 1948 el rey Abdullah I de Jordania se comprometió a permitir la creación de Israel a cambio de que los sionistas y los británicos aceptaran la continuidad del reino hachemita en la ribera este del río Jordán.

El padre de Abdullah, Sherrif Hussein bin Ali, el que fuera el orgulloso y patriota dirigente de la Gran Revuelta Árabe de 1916, se había negado categóricamente a transigir en relación a la cuestión de la unidad árabe y había luchado con vehemencia para mantener y asegurar la identidad árabe de Palestina.

Su firme postura respecto a Palestina le hizo merecedor de la ira de las potencias occidentales, que finalmente lo exiliaron a Chipre; el destacado papel que había desempeñado en expulsar a los otomanos de Transjordania y en impulsar los acuerdos de Sykes-Picot quedó completamente olvidado.

Y en Egipto e Iraq los gobiernos pro-occidentales no tenían los medios para actuar de manera independiente debido a su fuerte dependencia de los británicos.

Egipto y Jordania iban a sofocar más tarde la continua lucha palestina para establecer una entidad palestina en Cisjordania y la franja de Gaza.

La supresión de los movimientos y de la identidad palestinos se iban a convertir en requisitos previos para la supervivencia de ambas monarquías, que más tarde se convertirían en Estados de primera línea y en las únicas naciones árabes que han firmado acuerdos de paz con Israel.

El grito cohesionador

La Nakba o catástrofe, que ha llegado a simbolizar el desarraigo de los palestinos y la destrucción de sus pueblos y ciudades, y la sustitución de estos por inmigrantes y ciudades judíos, se ha convertido desde 1948 en el grito cohesionador del nacionalismo árabe, tanto contra Israel como contra los gobiernos pro-occidentales. El fracaso de los gobiernos árabes al no poder impedir la Nakba impulsó la formación de un movimiento ideológico panárabe nacionalista.

Los nacionalistas calificaron a los derrotados gobiernos árabes de «lacayos del imperialismo» y consideraron su derrocamiento un requisito previo para acabar con el colonialismo y liberar Palestina. Ambos objetivos de derrocar a los gobiernos respaldados por occidente y de liberar Palestina se convirtieron en el grito cohesionador de todos los movimientos nacionalistas, desde el Partido Baath hasta los movimientos panarabistas nacionalistas ( Qawmeyoun Al Arab ) y sus ramificaciones. Estos movimientos no creían que Israel hubiera sido fundado para proporcionar un hogar a los judíos, sino para crear, fortalecer y mantener una estructura colonial en el corazón de Oriente Próximo.

Estados panárabes

La Nakba llenó de amargura a los árabes y de deseos de un cambio drástico.

En lo que era casi un efecto domino los gobiernos árabes fueron cayendo en manos de movimientos virulentamente nacionalistas poco después del asesinato en 1951 en Jerusalem del rey Abdullah I por un joven palestino nacionalista.

A esto siguió en 1952 el derrocamiento del rey Farouq de Egipto y la emergencia del fenómeno de Gamal Abdel Nasser, el derrocamiento de la monarquía en Iraq en 1958 y el establecimiento del Partido Baath en este país y en Siria. Para estos tres gobiernos post-revolucionarios no había una causa mas fuertemente unificadora para el panarabismo que la liberación de Palestina. Proporcionaba un objetivo específico y era considerada como un testimonio contra un arraigado dominio colonial sobre las tierras árabes. El propio Israel, que era considerado una entidad extraña, construido sobre las ruinas de los hogares y de la identidad palestinos, se convirtió en una manifestación física del poder colonial.

Nacimiento de la OLP

La causa palestina fue considerada como parte esencial del objetivo árabe de independencia y unidad. Pero hasta que los palestinos no se desilusionaron de los nuevos regímenes panárabes nacionalistas no decidieron tomar el control de su propia causa y establecer su propio movimiento de liberación. Sin embargo, esto no se materializó completamente hasta la ruptura organizativa real entre un movimiento panarabista y un movimiento palestino aparte tras la rotunda derrota árabe en 1967. Grupos palestinos independientes y clandestinos, dirigidos por Fatah fueron asumiendo gradualmente el poder en la Organización para la Liberación de Palestina (PLO), creada por gobiernos árabes en 1964. Aunque la Nakba era el principal ímpetu para empujar a los movimientos panárabes organizados a la primera plana de la vida política árabe, la guerra de 1967 fue, en efecto, el inicio de su declive y la emergencia de un movimiento palestino aparte.

Enlace con el original: http://english.aljazeera.net/NR/exeres/634BE029-AEF7-4068-9C6A-17F908F586C9.htm