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La OLP, ¿por qué una alternativa y por qué el pánico?

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Cuando el 28 de enero, el dirigente de Hamas Jaled Mashaal declaró, ante una multitud que le vitoreaba en Doha, Qatar, que era necesario un nuevo liderazgo, sus palabras desataron el pánico entre los dirigentes de la Autoridad Palestina en Cisjordania, así como entre las tradicionales elites dirigentes palestinas estacionadas en diversas capitales árabes.

La reacción al llamamiento de Mashaal exhibió mucha más furia que la mayoría de las declaraciones emitidas por la AP y sus patrocinadores durante los veintitrés días de la masacre israelí contra la Franja de Gaza que mató e hirió a miles de gazatíes inocentes.

Mashaal, que habló triunfalmente en Qatar, defendió con mucho énfasis que la AP «en su actual estado no tiene autoridad». «Expresa un estado de impotencia y de abusos; y como herramienta sólo sirve para profundizar en las divisiones», subrayó. Llamó a la creación de una nueva estructura de liderazgo que incluyera a todos los palestinos.

Mashaal se mantuvo intencionadamente ambiguo en relación a la naturaleza de la nueva estructura, quizá para examinar las reacciones a su llamamiento antes de mover ficha con algún plan tangible.

Como era de esperar, la Vieja Guardia, que en gran medida permaneció muda durante la carnicería de Gaza, reaccionó con furia a lo que interpretaron como el intento de Hamas de ignorar a la OLP, que, para ellos, representa un ámbito de estatus y apalancamiento personal. Sin embargo, hubo algunas personas fuera del aparato de la Vieja Guardia de la AP que rechazaron una alternativa a la OLP por lo que la organización representó durante tanto tiempo: una plataforma que guió y defendió las aspiraciones nacionales palestinas durante muchos años.

Pero, ¿por qué una alternativa a la OLP y por qué tanta furia por un llamamiento a una nueva estructura de liderazgo?

Las dos principales facciones palestinas, Hamas y Fatah acordaron en El Cairo en 2005 reformar la OLP, lo que permitiría que se incorporaran a ella Hamas y otras organizaciones que operan fuera de sus estructuras políticas. Pero el acuerdo no llegó nunca a activarse. Cada parte acusaba a la otra de retrasar la muy necesaria reforma. El desacuerdo parecía entonces de tipo faccioso y político y opuesto a uno ya validado, basado en principios clave.

Pero la guerra de Israel contra Gaza ha creado una realidad política que no puede desecharse como facciosa. En efecto, las reverberaciones de la post-guerra de Gaza pueden sentirse por todo el Oriente Medio e incluso más allá, y llevará algún tiempo poder comprender totalmente el impacto político y no político causados por la guerra. Sin embargo, en cuanto se refiere a la política interpalestina, la guerra contra Gaza ha producido dos grupos claramente diferentes, por un lado, uno al que cada vez se refieren más como «facciones de la resistencia» (Hamas, la Yihad Islámica y otros grupos nacionalistas y socialistas) y, por otro, las facciones de Oslo (principalmente Fatah, pero hay también unos cuantos grupos menos conocidos), así apodadas porque abrazaron la cultura del «proceso de paz» de Oslo dentro de la sociedad palestina. Fatah domina en la OLP, que a su vez incluye facciones que se sienten solidarias con Hamas en Gaza y en Damasco.

La AP se estableció en 2003, tras la firma de los Acuerdos de Oslo, con una jurisdicción limitada, si es que tenía alguna, en detrimento de la OLP, a la que anteriormente se consideraba como la organización que representaba a todos los palestinos en todas las partes. La autoridad de esta última, el significado internacional y la importancia política se fue disipando con el tiempo, hasta el punto de convertirse en una institución que simplemente representaba a sus miembros o como mucho a una facción específica, Fatah. La OLP resurgiría de vez en cuando para sellar las políticas de la AP, y desde hace mucho tiempo había cesado ya de representar a todos los palestinos o de jugar cualquier rol importante a la hora de conformar las realidades políticas de la Palestina ocupada o de cualquier otro lugar.

El estado de inactividad de la OLP es un fenómeno relativamente nuevo. La OLP se estableció en 1964, a instancias de Yamal Abdul-Nasser de Egipto. En aquel momento desarrolló un papel complementario, pero se fue haciendo cada vez más independiente de Egipto, aunque no totalmente independiente de la política árabe o de la hegemonía de dirigentes y partidos específicos. Sin embargo, la OLP cumplió una papel importante con el transcurrir de los años, porque fue encarnando a varias instituciones palestinas tales como el Consejo Nacional Palestina (CNP), el Ejército para la Liberación de Palestina (ELP), el Fondo Nacional Palestino (FNP) y otras.

Pero Oslo exigió un nuevo acuerdo político que suponía, por razones obvias, que una nueva entidad no democrática representara a los palestinos. Así, la OLP se vio casi enteramente marginada. Los palestinos de la Diáspora, especialmente los que sobrevivían en los campos de refugiados del Líbano, Jordania y otros lugares, se sintieron especialmente repudiados, porque la AP no les representaba y la OLP ya no era una entidad formidable con peso e importancia a todos los niveles. Sin embargo la OLP seguía existiendo en las mentes de algunos como símbolo de un organismo unificado que representaba las aspiraciones políticas de una nación. Para otros, era una útil herramienta a la que se apelaba para que endosara, cuando era necesario, la agenda política de la AP. Por ejemplo, bajos las presiones de EEUU y Arafat, los miembros del CNP se reunieron para anular las cláusulas de la constitución palestina que negaban el «derecho de Israel a existir», y de nuevo, en 1998, bajo presiones israelíes y en presencia del ex Presidente Bill Clinton se les convocó para que afirmaran el derecho de Israel a existir.

Desde aquel momento, el CNP no ha mantenido ninguna otra reunión.

La Vieja Guardia percibió la aparición de Hamas como poder político en 2006 como una grave amenaza, porque la inclusión de Hamas representaba el riesgo de que se cancelaran todos los «tantos» que la OLP se había anotado desde Oslo. Así, el retraso en poner en marcha el Acuerdo de El Cairo.

La guerra contra Gaza, que intentó aplastar a Hamas, envalentonó y potenció al movimiento y a sus seguidores, que insisten ahora en que cualquier unidad nacional tendrá que acomodarse a las realidades post-Gaza. Es decir, que se afirmará la «resistencia» como «opción estratégica». Y aún más, una OLP que se renueve basándose en compromisos que satisfagan a ambos campos podría también significar el fin de los privilegios y la dominación de la rama de Ramala sobre los asuntos palestinos. De ahí el alboroto provocado por la declaración de Mashaal.

Muchos palestinos confían aún en que la OLP pueda renovarse sin necesidad de nuevas fragmentaciones. Sin embargo, ya que ni la actual OLP ni la AP son organismos realmente independientes, uno ha de preguntarse cómo, en las actuales circunstancias, va a ser posible la unidad nacional.

Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es autor y editor de PalestineChronicle.com. Sus trabajos han aparecido publicados en muchos periódicos, revistas y antologías por todo el mundo. Su libro más reciente es «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle» (Pluto Press, London).

Enlace con texto original:

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=viewArticle&code=BAR20090214&articleId=12302