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Cumbre de los Pueblos Río+20

La ONU y los pueblos chocan por la economía verde

Fuentes: IPS

El director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Achim Steiner, cree que él y la Cumbre de los Pueblos coinciden en que el actual modelo económico causó el colapso ambiental. Pero el diálogo sobre cómo sustituirlo se volvió un áspero debate. El encuentro con el alemán Steiner fue el […]

El director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Achim Steiner, cree que él y la Cumbre de los Pueblos coinciden en que el actual modelo económico causó el colapso ambiental. Pero el diálogo sobre cómo sustituirlo se volvió un áspero debate.

El encuentro con el alemán Steiner fue el más esperado de la Cumbre de los Pueblos: un alto representante de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20, se desplazó al otro lado de esta ciudad brasileña, para discutir con ecologistas y activistas sobre economía verde.

La economía verde se propone como una gran transformación de los modelos de producción y consumo para detener la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales, Para los movimientos sociales, sin embargo, no es más que otro color para disfrazar el capitalismo.

Esa propuesta es una de las principales que contiene el documento para la conferencia, que en su etapa cimera congregará a jefes de Estado y de gobierno entre el miércoles 20 y el viernes 22, la misma jornada en que concluirá el foro paralelo de la sociedad civil, inaugurado el día 15.

«La Cumbre de los Pueblos es crítica de la economía verde, porque somos los pueblos que sufrimos la crisis del capitalismo y de ese modelo de producción que cuanto más se agrava, más avanza sobre nuestros derechos», lanzó al inicio la brasileña Fátima Mello, una de las organizadoras del encuentro.

«Entendemos que la economía verde, que se basa en la mercantilización de bienes naturales, está ligada estrechamente a una economía marrón», de contaminación y depredación, argumento la también brasileña Larissa Packer, de la organización Terra de Direitos.

La verdadera «economía verde no es el dólar verde, como la ven nuestros gobernantes. Es nuestra Amazonia verde», expuso el indígena boliviano Edwin Vásquez, que acusó a las corporaciones transnacionales de invadir y saquear los recursos naturales.

El argentino Juan Herrera, de la red internacional La Vía Campesina, propuso un modelo de «economía popular, solidaria y campesina» que sustituya el actual gran agronegocio pues este «generó verdaderos desiertos de soja y maíz donde los campesinos ya no tienen ni un lugar».

Ante estos pronunciamientos y críticas, Steiner, un experto en políticas ambientales, se confesó «sorprendido».

«En el PNUMA establecimos que el modelo económico actual no es el modelo del futuro. Estamos de acuerdo con ustedes en eso», sostuvo al orientar a los participantes a «leer» el documento oficial de esa agencia de las Naciones Unidas, y que aborda las diferentes interpretaciones sobre economía verde.

Despojado de sus habituales traje y corbata, Steiner explicó que el «fracaso» de no haber evitado la degradación natural «tiene que ver con el paradigma económico del mundo que trata al planeta como la minería: extraer, extraer y extraer».

Y casi adoptó el mismo lenguaje que su contrincante platea, al declararse crítico de «la capacidad del mercado de alcanzar el desarrollo sustentable», y especificó: un mercado basado, como si fuera una «ley de la física», en la libre oferta y demanda.

«El atún de aleta azul vale hoy en el mercado 4.000 dólares. Por eso (las empresas) podrían capturar hasta el último pez», ejemplificó para justificar que el «mercado no ayuda a administrar el planeta de forma sustentable».

Las diferencias surgieron al buscar opciones a ese modelo. Entre otras propuestas, Steiner planteó dar un valor económico al ecosistema, para promover «leyes que protejan la naturaleza o negocios que no sean destructivos».

Además, se refirió a nuevas tecnologías «buenas y posibles», como las energías limpias y renovables, que no generarían desempleo sino que, al contrario, «dan más empleos que la industria automotriz».

Sus argumentos no convencieron al experto en biodiversidad Pat Mooney. Este activista canadiense citó tecnologías dañinas propuestas por la economía verde, como la biología sintética, que modifica microorganismos, o el desarrollo de variedades transgénicas, que concentró el control de las semillas en un puñado de empresas multinacionales.

Mooney se dijo espantado por una economía verde que ahora busca controlar la biomasa del planeta.

Tampoco quedó convencido el exembajador de Bolivia ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Pablo Solón, que acusó a Steiner de «no haber sido honesto». «Detrás de ese concepto está el asumir que la naturaleza es un capital», alzó la voz Solon, y sostuvo que «no nos estamos inventado eso» que está en el borrador que discuten los gobiernos en Río+20.

Steiner «dice que buscan desacoplar el crecimiento con el deterioro ambiental. ¡No se puede crecer eternamente, el límite es la biodiversidad! ¡Lo que necesitamos es redistribuir la riqueza!», polemizó. «No porque levante el tono de voz y el de la platea, todo lo que usted dice es correcto», replicó Steiner.

En esa polarización entre el capitalismo y el anticapitalismo «el mundo no avanzará», sostuvo el funcionario al argumentar lo difícil que es lograr consensos entre todos los estados miembros de la ONU.

El debate dejó un sabor amargo.

Proponer una economía verde sin reglamentar el mercado financiero causará lo contrario de la conservación: «una burbuja financiera impredecible», dijo la brasileña Packer a TerraViva.

«Cuando hay escasez de una mercadería, su valor sube. Por lo tanto, cuanto más se destruya la naturaleza, mayor será el valor de los activos naturales», advirtió.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100985