Las Naciones Unidas han descrito las muertes y la devastación en un Yemen asolado por la guerra como el «peor desastre humanitario del mundo», causado principalmente por los generalizados ataques aéreos contra la población civil por parte de una coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
Pero como sucede casi siempre, el mundo ha dejado fuera de las denuncias a los principales vendedores de las armas, en este caso principalmente Estados Unidos y el Reino Unido, que permiten esos ataques, que han ocasionado más de 100 000 muertes civiles desde 2015.
Esas ventas no han parado pese a las acusaciones de «crímenes de guerra» de la coalición saudí por parte de las organizaciones de derechos humanos.
Los homicidios se producen sobre todo a los ataques aéreos contra bodas, funerales, casas particulares, pueblos y escuelas. Además, más de 130 000 personas adicionales han muerto, en gran parte debido a la escasez de alimentos y atención médica relacionada con la guerra.
Arabia Saudí, que tuvo el dudoso honor de ser el mayor importador de armas del mundo en el periodo 2015-2019, aumentó sus importaciones en 130 %, en comparación con el quinquenio anterior, y representó 12% de todas las importaciones mundiales de armas, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri).
Y a pesar de la oficial preocupación de Washington y Londres por la intervención militar de Arabia Saudí en Yemen, ambos proveedores de armas continuaron exportando armas al gobierno de Ryad, representando Estados Unidos 73 % de sus importaciones de armas y Reino Unido 13 %.
Pero la nueva administración de Joe Biden ha amenazado con detener algunas de las ventas de armas de Estados Unidos acordadas por la anterior administración de Donald Trump, que mantuvo una relación política y militar muy amigable con los saudíes.
Las ventas en suspenso incluyen 478 millones de dólares en municiones de armas de precisión a Arabia Saudí y 23 000 millones de dólares de armas a los Emiratos Árabes Unidos (EAU), incluyendo 50 aviones de combate F-35 y 18 drones Reaper.
El arsenal militar saudí incluye aviones de combate F-15, helicópteros Apache, misiles tierra-aire Stinger y Hellfire, y sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples, aportados por Estados Unidos, junto con cazabombarderos Tornado, aviones a reacción Bae Hawk y helicópteros de combate Westland, adquiridos en Reino Unido, junto con helicópteros y sistemas de defensa aérea Aerospatiale comprados a Francia.
A EAU, Estados Unidos han vendido entre otros equipos y sistemas aviones de combate F-16, cazas Stealth F-35, helicópteros Blackhawk y misiles Sidewinder y Maverick, mientras que las ventas de Reino Unido incluyen bombarderos Typhoon y Tornado y municiones de racimo.
Ese país también está equipado con cazas Mirage-2000 de fabricación francesa, quizás actualizados a la versión Mirage 2000-9.
Todas estas armas y muchas más han sido utilizadas para bombardear a los civiles en Yemen en el conflicto que ya dura seis años en ese país del sur de la península arábiga, a escasas millas náuticas del continente africano, que contaba con 32 millones de habitantes al comenzar la guerra.
Stephen Zunes, profesor de Política y Estudios Internacionales de la estadounidense Universidad de San Francisco y director fundador del programa de Estudios de Medio Oriente, dijo a IPS que la decisión de Biden de cortar el apoyo directo a la guerra de Arabia Saudí en Yemen era necesaria desde mucho antes.
El legislativo Congreso de Estados Unidos, dijo, había intentado cortar esa ayuda el año pasado aprobando una prohibición por una gran mayoría bipartidista. Sin embargo, Trump declaró el Estado de emergencia anulando al poder legislativo.
Desgraciadamente, Biden se ha comprometido a seguir proporcionando armas para apoyar lo que el gobernante llama las necesidades de defensa de Arabia Saudí contra la supuesta agresión iraní, a pesar de que el presupuesto militar de Ryad es cinco veces mayor que el de Teherán y, por lo tanto, es perfectamente capaz de defenderse», señaló.
Biden también ha prometido ayuda para proteger al reino saudí de los ataques de los rebeldes hutíes, que ocasionalmente han lanzado cohetes contra su territorio, aunque esos ataques solo se han producido en respuesta a los masivos ataques saudíes al territorio yemení.
Además, «Biden ha pedido que se sigan respaldando las operaciones antiterroristas saudíes, lo que es preocupante dada la tendencia de la monarquía a calificar de terroristas incluso a los opositores no violentos», dijo Zunes, que es reconocido como uno de los principales expertos estadounidenses en la política de Washington en Medio Oriente.
y es analista político principal del proyecto Foreign Policy in Focus del Institute for Policy Studies.
A eso se suma la negativa de Biden a imponer sanciones al príncipe heredero Mohamed bin Salman, pese a que informes internos estadounidenses ratificaron en febrero su papel clave en el asesinato del periodista Jamal Khasoggi, residenciado en Estados Unidos, junto con el conciliador diálogo telefónico del presidente con el rey Salmán bin Abdulaziz, también el mes pasado.
Son hechos que “plantean serias dudas sobre si Biden está realmente interesado en enfrentarse al régimen saudí”, dijo Zunes, también analista principal del proyecto de Política Exterior del Instituto para Estudios Políticos, con sede en Washington.
Por su parte, Human Rights Watch y otras 41 organizaciones humanitarias solicitan al presidente Biden que imponga las sanciones que están en su mano al régimen saudí, con base en la Ley Global Magnitsky de Responsabilidad por los Derechos Humanos, a los funcionarios del más alto nivel de la administración de Ryad, incluido Bin Salman.
Esa ley es una norma interna que desde 2016 faculta a Estados Unidos a perseguir en todo el mundo a extranjeros acusados de violar los derechos humanos o de corrupción.
La alianza de organizaciones humanitarias afirma que las violaciones de las leyes de guerra cometidas por la coalición liderada por Arabia Saudí equivalen a «crímenes de guerra».
Simon Adams, director ejecutivo del Centro Global para la Responsabilidad de Proteger, una organización de derechos humanos que trabaja en la prevención de crímenes de guerra y otras atrocidades en el mundo, dijo a IPS que “la dramática crisis humanitaria en Yemen no es el resultado de un terremoto o algún otro desastre natural, sino que está totalmente causada por el hombre”.
“La hambruna es el resultado de los ataques aéreos y de una guerra despiadada que ha destruido completamente la vida de la gente», añadió. La conclusión es que Estados Unidos no debería vender armas a ningún Estado que haya sido responsable de atrocidades en Yemen, afirmó.
Una y otra vez, dijo, los EAU y Arabia Saudí han sido responsables de crímenes de guerra.
“Estados Unidos es cómplice de estos crímenes si sigue suministrando las bombas, los aviones no tripulados y los aviones de combate utilizados para bombardear a los civiles yemeníes», dijo Adams.
Su Centro ha participado a título informativo en sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU desde que comenzó la guerra en Yemen, argumentando que la impunidad de los crímenes de guerra por todas las partes ha creado la mayor crisis humanitaria del mundo.
En un artículo de opinión publicado en febrero, Alon Ben-Meir, profesor de relaciones internacionales en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York, escribió: «Innumerables niños yemeníes están muriendo de hambre y enfermedades mientras el mundo observa desvergonzadamente en silencio, como si se tratara de una historia de terror de otro tiempo y de un lugar lejano, en el que un país es asolado por una guerra sin sentido e imposible de ganar mientras toda una generación perece ante nuestros ojos».
A los gobernantes del país árabe “¿Qué les queda por gobernar?”, se preguntó.
“Veinte millones de yemeníes están hambrientos, un millón de niños están infectados por el cólera, y cientos de miles de niños y niñas mueren famélicos, sin dejar ningún rastro ni marca que diga al mundo que han estado aquí. Y el país más pobre de este planeta Tierra sigue sumido en la ruina y la más absoluta desesperación”, se respondió Ben-Meir.
Según datos del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC): cuatro millones de personas han sido desplazadas por la guerra desde 2015, 60 % de la población yemení, cerca de 20 millones de personas, necesita algún tipo de ayuda, la mitad de la población, 16 millones, pasará hambre este año.
Se estima que más de 5 millones de personas están a un paso de la hambruna en Yemen, solo la mitad de los centros de salud y dos tercios de las escuelas funcionan actualmente, mientras la infraestructura de suministro de agua y saneamiento funciona con eficiencia solo en cinco por ciento