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Los combatientes kurdos en las filas del ELS acusan a las facciones de complicidad con el régimen y amenazan con dirimir cuentas cuando acabe la guerra

«La próxima batalla será contra el PKK»

Fuentes: Periodismo Humano

El bajo de un anónimo edificio del barrio de Salahadin, el más conservador de la ciudad de Aleppo y foco del grueso de combates y bombardeos que atenazan a la capital comercial siria, alberga a una brigada -como los rebeldes denominan a cada unidad- poco convencional. El mayor de sus miembros tiene 62 años y […]

El bajo de un anónimo edificio del barrio de Salahadin, el más conservador de la ciudad de Aleppo y foco del grueso de combates y bombardeos que atenazan a la capital comercial siria, alberga a una brigada -como los rebeldes denominan a cada unidad- poco convencional. El mayor de sus miembros tiene 62 años y es padre, abuelo o tío del resto de sus componentes, porque la Brigada Salahadin Ayoubi se caracteriza por dos cosas: por ser kurda y por ser un asunto de familia.

«Aquí somos 80 hombres, todos con el mismo apellido», explica Hajj Omar, su responsable y el hijo del anciano Abu Omar, que acaricia su fusil de asalto kalashnikov tumbado en el diwan. El abuelo sirvió cinco años en el Ejército de Hafez el Assad, y combatió contra Israel en la guerra de 1973. El hijo, de 48, luchó contra el enemigo sionista en 1982 en las filas de los fedayin, pero también tomó las armas por órdenes de Hafez al Assad en el Chad durante la guerra que libró Libia. Su amplia experiencia militar le hace el líder incuestionable de esta brigada, parte de Liwah al Salahadin, el movimiento que engloba a la resistencia kurda en las filas del Ejército Libre de Siria, pero también el hecho de tener a sus cuatro hermanos y a uno de sus hijos varones en su equipo.

«Nos sobran motivos para combatir», explica hajj Omar. «El régimen de los Assad nos robó la vida a los kurdos. Yo no tengo derechos por el hecho de ser kurdo. Ni siquiera puedo tener propiedades bajo mi nombre», lamenta mientras sus hombres asienten al unísono.

La existencia misma del Movimiento Salahadin y de otros grupos armados kurdos en las filas del ELS revela la complejidad de la situación siria, donde las diferencias entre las comunidades se agravan a medida que se deteriora la situación interna. La comunidad kurda, un 10% de la población, participó tímidamente en las manifestaciones iniciales y, con el objetivo de desactivarlas, Bashar Assad aprobó un paquete de medidas destinadas a aliviar su situación de profunda desigualdad. Pero para kurdos como los miembros de esta brigada, no fue suficiente.

«Bashar Assad ha comprado a los kurdos. En 2011, cuando comenzaba la revolución, el Baaz autorizó a los kurdos a celebrar por primera vez el Nurouz (año nuevo). Antes, si salíamos a celebrarlo, nos disparaban las fuerzas de Seguridad. Ahora el presidente nos felicita por televisión. ¿A quién quiere engañar?», lamenta hajj Omar.

«Combatir al régimen es una cuestión de conciencia, no de etnia. Es el régimen quien creó las diferencias para enfrentarnos», dice. También es una cuestión de interés. El principal partido kurdo en Siria, el Partido de la Unión Democrática (PUD), rama local del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), ha impuesto una realidad sobre el terreno que sólo se comprende con un acuerdo tácito del régimen. Las tropas regulares se han retirado de las zonas kurdas permitiendo que la formación asegure sus áreas e imponga un sistema de gobierno semi-autónomo, parecido al que llevan reclamando desde hace décadas. Ante la ausencia del Gobierno central, el vacío de poder ha permitido el surgimiento de centros educativos y culturales o centrales propias de policía, y son sus milicias quienes imponen el orden e impiden la entrada del Ejército Libre de Siria, para malestar de muchas de las facciones que lo componen.

En lugares como Aleppo, donde dos grandes barrios -Ashrafiyeh y Sheikh Maqsoud- están controlados por el PUD, las diferencias se han llegado a dirimir a tiros. Hace pocos días, un intercambio de prisioneros se saldó con la muerte de una líder militar kurda, poniendo en tensión a las partes. «Acaban de llegar a un acuerdo para calmar la situación y los combates han parado», explica una activista involucrada en las manifestaciones que aún se siguen celebrando en Siria, kurda y procedente de ese barrio. «Pero no sabemos por cuánto tiempo».

Ante la ausencia de una unidad en las filas de la oposición, los partidos kurdos han formado su propio Consejo Supremo Kurdo mediante el Acuerdo de Erbil, firmado el pasado julio entre el PUD y el Consejo Nacional Kurdo (CNK), formado en 2011 bajo la supervisión del líder del Partido Democrático del Kurdistán iraquí Masoud Barzani, para contrarrestar el peso del PKK, y que agrupa a 15 facciones kurdas de Siria.

Sobre el terreno, el pacto sólo ha reforzado al Partido de la Unión Democrática para preocupación del Gobierno de Ankara, que ve en su frontera sur cómo la guerra civil siria permite a los kurdos sirios asociados con el PKK, su tradicional enemigo, una situación de semi-autonomía que sirve de peligroso precedente para su propia población kurda.

Los analistas consideran que el Acuerdo de Erbil es papel mojado, y que lo único que mantiene la paz civil en las zonas kurdas de Siria es que el CNK no tiene poder militar para enfrentarse y derrotar a la rama local del PKK.

En el frente nacional, muchos kurdos no se sienten representados por el Consejo Nacional Sirio como muchos rebeldes no sienten que la población siria kurda comparta sus aspiraciones de un solo país. «Estamos orgullosos de nuestra nación y en contra de la partición de Siria», brama Bewar Mustafa desde su posición militar en el barrio de Karm al Jabel. En esta zona de Aleppo, en plenos combates entre el régimen y la facción rebelde, este capitán desertor de Liwah al Salahadin se expresa sobre la división entre las filas kurdas con una contundencia que produce temor. «Si no existiera el PKK, seríamos todos uno con el Ejército Libre de Siria», dice el oficial de 32 años. «El PKK es la carta que juega el régimen para dividirnos ahora. Son una mafia, una banda de criminales que no se atreve a enfrentarse con el ELS porque sabe que controlamos la situación sobre el terreno. Eso explica que se haya llegado a un acuerdo con ellos para no combatir, pero le aseguro que cuando acabemos con Bashar, la próxima guerra será contra ellos».

«El PKK, la organización más fuerte de la comunidad kurda, nos impedía desde el principio manifestarnos», apunta Hajj Omar desde Salahadin. «A nuestra familia, en Al Bab, nos llegó a cortar el suministro de agua por participar en las protestas. En octubre de 2011, cuando apareció el FSA en nuestra zona, nos sumamos de inmediato», continúa mientras las explosiones sacuden su vivienda. «El PKK ha sido peor en la represión de las manifestaciones que el propio régimen», confirma el capitán.

Los conflictos entre facciones kurdas han sido una constante desde el principio de la revolución. El CNK acusa al PUD de estar detrás de secuestros y asesinatos que han tenido como objetivo a líderes de sus facciones asociadas -como Mustafa Jumu’ah, responsable del Partido Azadi, o Nasiradin Piro- mientras que la Unión Democrática denuncia la supuesta complicidad del Consejo Nacional Kurdo con los rebeldes sirios en acuerdo con Turquía. Los rifirrafes entre facciones se han multiplicado en los últimos meses, y la situación amenaza con degradarse.

«Ha sido la existencia misma del PKK la que nos ha convertido en desertores», prosigue el capitán Bewar ante sus hombres, todos kurdos, guarecidos en un bajo entre las ruinas de Karm al Jabel. El barrio, de mayoría suní, es hoy una sucesión de edificios bombardeados y ennegrecidos por el fuego. Montañas de escombros y automóviles convertidos en chatarra dificultan un paso que los milicianos del ELS reservan sólo a sus miembros y a la prensa.

La presencia de francotiradores -como en Salahadin, los disparos son constantes en las calles más expuestas- hace temerario cualquier regreso de civiles, incluso de aquellos que sólo intentan recuperar pertenencias de sus domicilios, abandonados apresuradamente bajo las bombas, para protegerse del invierno. Dos mujeres, una de ellas enfermera en el hospital Al Shifa, logran convencer a uno de los combatientes para aventurarse en lo que un día fue su calle: hoy, animales muertos, cristales rotos y escombros sirven de antesala a la visión de la destrucción total. «Mire cómo lo han dejado, han destruido todo. Han destruido mi casa, mi barrio, están destruyendo Siria», se desespera.

En Salahadin, cuyo estado es aún peor que el de Karm al Jabel, hajj Omar no se muestra sorprendido del desproporcionado volumen de violencia que está empleando el régimen. «Verá: no me esperaba que Bashar fuera peor que su padre, pero tampoco creo que él esté controlando la guerra, más bien Irán y Hizbulá le controlan a él». «No es un hombre militar, es un doctor educado en Londres, y por eso pensamos que podría ser mejor. Aunque es hijo de Hafez, y eso lo explica todo», apunta su padre.

El responsable de la Brigada Salahadin en el barrio del mismo nombre temió desde el primer momento que el régimen dirigiese sus armas contra su propia población. «Sé muy bien lo que hicieron en Líbano, alimentó la tensión interna hasta dividir a la población local para debilitar el país y poder controlarlo. Sabía que haría algo así también en Siria». Eso explica que se sumase a la revolución en cuanto el Ejército Libre tuvo presencia en su zona, en octubre de 2011.

La brigada Salahadin ya ha perdido a cuatro hombres, y un quinto, hijo de su responsable, es dado por muerto tras ser arrestado por las fuerzas de Bashar Assad. Hajj Omar no se emociona al contarlo. «Soy un combatiente y tengo el corazón muy duro», reflexiona. «Cuando mi hijo Mohamed fue detenido sabía muy bien que sería su final. Eso no impide que, cada vez que combatimos, envíe a mis hijos a la primera línea para que nadie crea que hago distinciones entre ellos». «En esta revolución, Siria ha perdido a decenas de miles de hijos. Los míos no son mejores de los demás».

Fuente original: http://periodismohumano.com/en-conflicto/la-proxima-batalla-sera-contra-el-pkk.html