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La reserva federal y las guerras

Fuentes: Rebelión

El hecho de que una élite invisible controle el Gobierno de Estados Unidos ha sido atestiguado desde los años 30 del pasado siglo por muchas personalidades en condiciones de hacerlo, altos dirigentes del gobierno nominal incluidos. El Presidente Franklin D. Roosevelt señaló en carta que escribió a un asistente suyo el 21 de noviembre de […]

El hecho de que una élite invisible controle el Gobierno de Estados Unidos ha sido atestiguado desde los años 30 del pasado siglo por muchas personalidades en condiciones de hacerlo, altos dirigentes del gobierno nominal incluidos.

El Presidente Franklin D. Roosevelt señaló en carta que escribió a un asistente suyo el 21 de noviembre de 1933 que «la verdad del asunto es, como usted y yo sabemos, que el elemento financiero ha poseído al gobierno desde los tiempos de Andrew Jackson». No en balde se ha dicho que todo lo que se necesita para controlar efectivamente un gobierno es tener control sobre el dinero de la nación: un banco central con un monopolio de la oferta de dinero y crédito.

El profesor de la Universidad de Georgetown Carroll Quigley, quien ejerció fuerte influencia sobre el expresidente William Clinton cuando estudió en ese centro de alta docencia, consideraba que el objetivo de los banqueros de inversión que controlan los bancos centrales es «…crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto…»

Thomas Jefferson escribió: «el Banco Central es la institución más mortalmente hostil a los principios y a nuestra Constitución… Si el pueblo estadounidense permite a los bancos privados controlar la emisión de su moneda, primero por la inflación y luego por la deflación, los bancos y las corporaciones que crecerán alrededor de ellos privarán al pueblo de todos sus bienes hasta que sus hijos despierten sin techo en el continente que conquistaron sus padres». Estados Unidos vivió sin un banco central hasta principios del siglo XX, cuando, según el congresista Charles Lindbergh, Sr., «la desconfianza por la seguridad del dinero provocó el pánico de 1907 y obligó al Congreso a crear una Comisión monetaria nacional encabezada por el Senador Nelson Aldrich, suegro de John D. Rockefeller, Jr., que recomendó la creación de un banco central.

Pese a que la Constitución de Estados Unidos señala que sólo el Congreso debe tener la facultad de acuñar moneda y regular su valor, en diciembre de 1913 fue aprobada el Acta de la Reserva Federal, institución constituida como propiedad privada de los bancos miembros, que hace sus propias políticas y no está sujeta a supervisión por el Congreso o el Presidente.

Aunque su papel fundamental es el de estabilizar la economía y evitar situaciones de pánico en el terreno financiero, la gran depresión y numerosas recesiones posteriores evidenciaron bien pronto que la Reserva Federal (generalmente conocida como Fed) produce inflación y acrece la deuda federal cuando así lo desea, pero no aporta estabilidad.

El congresista Louis Mc Fadden, Presidente del Comité de la banca y la moneda entre 1920 y 1931, advirtió entonces que «cuando se aprobó la ley de la Reserva Federal, el pueblo de los Estados Unidos no percibió que se estaba estableciendo aquí un sistema de banca mundial. Un superestado controlado por banqueros internacionales e industriales… actuando conjuntamente para esclavizar al mundo… La Fed se esfuerza por ocultar sus poderes pero la verdad es que la Fed ha usurpado el Gobierno.»

Como supervisor y proveedor de las reservas, la Fed da a los bancos acceso a fondos públicos, con lo que éstos aumentan su capacidad de préstamo.

Una de las facultades más importantes de la Fed deriva de su derecho a comprar y vender valores del Gobierno y proporcionar préstamos a los bancos miembros, por lo que también puede comprarlos. Esto le proporciona un mecanismo de préstamos que incrementa la deuda pública para beneficio de los bancos.

Como método para asegurar el pago de la deuda, se resolvió hacerlo mediante impuestos a la población. El «income tax» trasladó la deuda a toda la población pero tenía el defecto de incluir entre los afectados a los más ricos, motivo por el cual hubo que legislar de forma tal que quedara una puerta abierta para la evasión de los más ricos y a ese fin surgió, entre otros, el sistema de las fundaciones exentas de impuestos.

Teniendo a su disposición los medios para prestar enormes sumas al gobierno (la Reserva Federal), el método para cobrar la deuda (los impuestos) y un mecanismo para que los más ricos puedan evadir tales impuestos (las fundaciones), todo lo que viene faltando es la excusa para que el gobierno pida nuevos préstamos. Y esa excusa la proporcionan las guerras.