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La suerte de la oposición

Fuentes: La Jornada

En 1939, en su «Informe ante el XVIII Congreso del P. C. (b) de la URSS», Stalin respondió de la siguiente manera a quienes argumentaban que, dado que ya no existía la burguesía, el Estado debía dejar de existir: «no han comprendido la situación internacional actual, han pasado por alto el hecho del cerco capitalista […]

En 1939, en su «Informe ante el XVIII Congreso del P. C. (b) de la URSS», Stalin respondió de la siguiente manera a quienes argumentaban que, dado que ya no existía la burguesía, el Estado debía dejar de existir: «no han comprendido la situación internacional actual, han pasado por alto el hecho del cerco capitalista y los peligros que de él derivan para el país del socialismo». Y agregaba: «revelan también que se desconoce el papel y la importancia de los Estados burgueses y de sus órganos, que envían a nuestro país espías, asesinos y saboteadores y que aguardan la ocasión para atacarlo militarmente…». Y renglones adelante Stalin añadía: ¿No es acaso de extrañar que nos hayamos enterado de las actividades de espionaje y de conjuración de los cabecillas trotskistas y bujarinistas sólo últimamente, en los años 1937 y 1938, aunque como se ve por la documentación, estos señores eran espías de los servicios extranjeros y desplegaban sus actividades de conjuradores ya en los primeros días de la Revolución de Octubre?» (Las cursivas son mías, y también un pequeño recordatorio: más de diez años antes del informe de Stalin ya había surgido en la URSS, abiertamente y contra éste, la Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky.)

Unas páginas después de las citas anteriores, Stalin decía, respecto de las fases por las que había transitado el Estado soviético, que «ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplastamiento militar dentro del país, porque la explotación ha sido suprimida, ya no existen explotadores y no hay a quien aplastar. En lugar de la función de represión, surgió la función, para el Estado, de salvaguardar la propiedad socialista contra los ladrones y dilapidadores de los bienes del pueblo.» (Las anteriores citas se pueden leer en J. Stalin, Cuestiones del leninismo, México, Ediciones Sociales, 1941, pp. 710-715.)

Con base en los archivos de la GPU, OGPU y NKVD de 1921 a 1939, que se localizan en Gosudarstvenny arjiv Rossisskoi Ferderatsi (GARF), f. 9.401, op. 1.d.4.157, II, 201-205, citado por J. Arch Getty y Oleg V. Naumov en su reciente libro titulado La lógica del terror (Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939), se llevaron a cabo detenciones por «crímenes contrarrevolucionarios» y por agitación «antisoviética», entre 62 mil 817 (la cifra más baja, en 1926) y 638 mil 509 (la cifra más alta, en 1938). De estos, fueron condenados a fusilamiento, campos y prisión, deportación y otros, 17 mil 804 en el mismo año de 1926 y 554 mil 258 en 1938. De estos, fueron fusilados por razones políticas, por no entender «los peligros del cerco capitalista» y el papel del Estado soviético, vigilante celoso de la construcción del socialismo, únicamente 328 mil 618 ciudadanos rusos sólo en el curso de los 365 días del año 1938.

Como puede apreciarse, a pesar de que ya no había explotadores y que no había «a quien aplastar», fueron liquidados cientos de miles de soviéticos que, a juicio de Stalin y de su tenebroso jefe del NKVD (Lavrenti Pávlovich Beria), eran contrarios al socialismo, espías del extranjero, provocadores, conspiradores y algunos otros calificativos que, por cierto, no han pasado de moda. Vale decir que Beria fue ejecutado después de la muerte de Stalin en 1953.

Federico Engels (en Marx y Engels, Obras escogidas, 2 tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1966, tomo I, p. 671), escribía: «Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios.» ¿Por cuánto tiempo? Engels no dio respuesta a esta pregunta; de esto se encargó la realidad. Si la revolución rusa había triunfado ya para 1919, y en 1939 ya no había explotadores que aplastar, ¿por qué Stalin llevó a cabo la persecución de sus opositores y la muerte de no pocos de ellos? ¿No era desmedido, para decirlo suavemente, que 20 años después del triunfo revolucionario se siguiera actuando como si todavía hubiera necesidad de aplastar a los opositores? ¿Qué clase de «nueva sociedad» se había construido que sus opositores se contaban por cientos de miles, si no de millones? ¿Por qué sólo comenzó a haber libertad de prensa y de asociación 70 años después, durante el gobierno de Gorbachov? ¿Qué legitimidad tiene un gobierno que no puede permitir la oposición ni la libertad de prensa?

Si un régimen supuestamente de izquierda y socialista, como el cubano, no permite oposición y encarcela a quienes son de derecha, ¿esto quiere decir que en un régimen de derecha, como el mexicano, los periodistas de izquierda deberíamos de estar en la cárcel con juicios sumarios de fin de semana?