Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Días después de los ataques del 11-S, George W. Bush informó a los estadounidenses: «Esta cruzada, esta guerra contra el terrorismo, va a tomar un rato». En su calidad de ex estudiante de historia en Yale, Bush debiera haber conocido el motivo de las cruzadas medievales: cristianos contra musulmanes, sobre todo por el control de Palestina, combatidas con toda la brutalidad y la duplicidad reflejada en el reciente filme «El reino de los cielos». Era seguro que el explosivo término incitaría la ira y la alarma de los musulmanes, y protestas de todas partes (me imaginaría, hasta del Departamento de Estado), llevaron a Bush a dejarlo de lado en su retórica febril. Pero sí, señoras y señores, se trata por cierto de una cruzada, de un proyecto anti-musulmán dirigido por un centro de comando judeocristiano de un tipo particularmente nefasto. No importa en qué medida funcionarios de la administración profesen su respeto por el Islam, negando todo carácter religioso de la guerra, y por mucho que expresen una sorpresa con cara de inocentes por el hecho de que los musulmanes puedan malinterpretar la «guerra contra el terrorismo» como una guerra anti-musulmana, se trata en realidad de una «guerra santa» con carácter de cruzada – por los siguientes motivos:
Después del 11-S el presidente Bush encontró una oportunidad para atacar Irak, lo que, como testimonian los libros de Richard Clarke y Paul O’Neill, había esperado y tenía la intención de hacer en todo caso. No hubo conexión entre el 11-S e Irak, y tampoco armas de destrucción masiva (aunque hay quien pueda seguir teniendo fe en que puedan encontrarlas). Pero los agentes de al-Qaeda, en su mayoría iraquíes, y la mayoría de las gentes en el «Gran Medio Oriente» – ese vasto eje central estratégico rico en petróleo de la geopolítica – son musulmanes. Hasta un 80% de los estadounidenses son cristianos, y la base política de Bush es la derecha cristiana fundamentalista. Muchos fundamentalistas cristianos creen que el Islam es un enemigo, una falsa fe. Esa creencia puede ser explotada políticamente.
Desafiando la razón, la administración Bush insistió en que un ataque contra un Irak débil, desangrado por las sanciones, ayudaría a impedir el que mentes musulmanas llenas de odio en Bagdad ejecutaran otro 11-S contra EE.UU., gente, cristiana en su abrumadora mayoría, que Bush sabía que era «gente buena». ¡Cómo halagó a las pretensiones de superioridad moral de los que creen que han sido «salvados»! El bien contra el mal. «Estáis con nosotros o contra nosotros», advirtió a un mundo estupefacto en noviembre de 2001. Bush repitió las palabras de Cristo en Mateo 12:30 «El que no es conmigo, contra mi es, y el que conmigo no recoge, desparrama». Y así el predicador hombre reunió a su propio rebaño que aulló estruendosamente «amén» a su proyecto de cruzada.
Es una guerra basada en la fe, con toda la irracionalidad de la cruzada medieval, o de las guerras de religión que acompañaron a la Reforma. Los fundamentalistas, por supuesto, son fanáticos de la Reforma, pero total y absolutamente opuestos a la Ilustración que vino después. No sólo hostiles a Diderot y Voltaire y Kant, sino a Thomas Jefferson que declaró heréticamente: «Cuestionen con bravura incluso la existencia de Dios; porque si lo hay, debe más aprobar el homenaje de la razón que el del temor ciego.» [Thomas Jefferson]. Hostil también a las normas de las relaciones internacionales prevalecientes en los siglos recientes. Uno puede considerar el Tratado de Westfalia (1648) como punto medio entre las guerras de religión lanzadas por la Reforma, y el amanecer de la razón en la Ilustración. Ese tratado posicionó al estado soberano como unidad básica de la política mundial y promovió la no-intervención a fin de mantener la paz- Todo muy racional. Pero la derecha cristiana, algunos de cuyos miembros quieren tirar a la basura la constitución e imponer su sagrado «dominio» sobre nuestra vida, están satisfechos con tirar a la basura cientos de años de derecho internacional para atacar irracionalmente al mundo. ¡Todo en nombre de Dios! Su héroe, George Bush, dijo específicamente sobre su invasión ilegal en 2003: «Dios me dijo que golpeara [a Sadam Husein] y lo golpeé».
De manera que así es, es una cruzada, dirigida por Bush, el elegido por Dios, contra al-Qaeda, Sadam Husein, la resistencia iraquí – y tantos otros que tienen poco en común excepto el que emergen de sociedades primariamente musulmanes. Siria e Irán son los dos objetivos para «cambios de régimen». Lo mismo en el caso de la Autoridad Palestina, dirigida por el difunto Yasir Arafat, que se vio obligado a nombrar un primer ministro aprobado por EE.UU. a fin de mantener el contacto diplomático con Washington y Sharon. (Fue a ese primer ministro, Mahmoud Abbas, al que Bush confió su divina misión de «golpear» a sus enemigos.) Es una cruzada contra Hezbolá, el partido musulmán más popular de Líbano. Una guerra contra Hamás, que goza de amplio apoyo de los palestinos musulmanes.
Es una cruzada que explota de manera brillante los prejuicios étnicos y religiosos en EE.UU. Mezcla el triunfalismo más-santo-que-tú de los que creen en el Fin de los Tiempos con sueños tanto judíos como cristiano-sionistas de un Medio Oriente transformado por el poder de EE.UU. La formulación «con nosotros o contra nosotros», tomada del lenguaje del Nuevo Testamento, enfrenta el «nosotros» judeo-cristiano contra todos los demás (incluyendo a Cuba, Corea del Norte y a los movimientos izquierdistas), pero en la actualidad sobre todo contra el mundo musulmán. Esas vagas categorías de resonancia religiosa de «terrorismo» y del «mal», fueron utilizadas hábilmente para transformar a bin Laden en Sadam; pueden ser utilizadas para refundirlos con los ulemas iraníes. La Guerra contra todo el mal en el cosmos comienza con objetivos musulmanes, pero en un cierto punto el ataque religioso puede ser desviado también contra el comunismo impío.
Por el momento, en todo caso, el enfoque se concentra en el Islam, y en la promoción agresiva – en realidad, la exigencia – de cambio político en el «Gran Medio Oriente». Esto, supuestamente, para proteger a EE.UU. «Vamos a construir un tipo diferente de Medio Oriente», dijo Condoleezza Rice a soldados estadounidenses en marzo pasado, «un tipo diferente de Medio Oriente más amplio que va a ser estable y democrático y donde nuestros niños no tendrán que preocuparse un día por el tipo de ideologías de odio que llevaron a esa gente a lanzar esos aviones contra esos edificios el 11 de septiembre». ¿Qué tiene Medio Oriente que alimenta las «ideologías del odio» – aquellas identificadas como tales por la administración, que incluyen al secular baazismo, al terrorismo de al-Qaeda y al chiísmo político iraní? Lo único que vincula a esas ideologías dispares aparte de su hostilidad a la política de EE.UU. es su componente musulmán. El subtexto en este caso es que el mundo musulmán, tal como es, es inadecuado. Un peligro para nuestros niños. Así que necesitamos una cruzada por el bien de los niños.
En todo el mundo, no sólo en el mundo musulmán, la reputación de EE.UU. se derrumba. Pero especialmente en los países musulmanes, un 20% de la población mundial. La odiosa conducta de EE.UU. hacia los musulmanes en Afganistán, Irak y Guantánamo provoca inevitablemente el odio de musulmanes con visiones del mundo tan diversas como las que se encuentran entre cristianos. No se necesita compartir una «ideología del odio» para oponerse al ataque no provocado contra un estado soberano, la humillación pública deliberada de su líder derrocado, las torturas y las humillaciones de Abu Ghraib. O para responder con indignación a la arrogancia e hipocresía de todo el asunto. El ocupante de Irak exige a Siria que termine su ocupación de Líbano o confronte las consecuencias. La potencia que quiere violar el Tratado de No-Proliferación para producir bombas atómicas tácticas le dice a Irán que no se le permite enriquecer uranio, una actividad permitida por el Tratado. Es como si la administración Bush quisiera ser odiada. Lo que le permite volverse hacia el pueblo de EE.UU. y decir: «¡Ven, esa gente nos odia! ¡Por lo tanto tenemos que cambiar sus gobiernos e instituciones y sistemas de educación y sus costumbres, imponiéndoles nuestro sistema, para terminar con su odio y protegernos contra ellos!»
Las cruzadas de las que leemos en los libros de historia se refirieron todas Palestina, a Jerusalén. Los cristianos (el Imperio Bizantino) habían perdido control de esa región en 638, que pasó a los árabes musulmanes, pero los cristianos habían sido generalmente tolerados bajo los califatos. Por cierto, el patriarca Sofronio, que entregó la ciudad al comandante árabe Omar, había recibido garantías por escrito de que los cristianos mantendrían el control de los sitios sagrados cristianos y practicarían su fe sin obstáculos. Acuerdos con los reyes francos o los emperadores bizantinos, habían facilitado el mantenimiento de sitios sagrados cristianos en la ciudad y los peregrinajes de cristianos europeos. Hubo un breve período de persecución cristiana a partir de 1009, pero mientras las autoridades musulmanas locales permitieron los peregrinajes cristianos, las relaciones entre el cristianismo y el Islam fueron serias y cordiales. Esto cambió cuando los turcos de Seljuk conquistaron a los árabes, tomaron Jerusalén en 1070, y luego comenzaron a zamparse el Imperio Bizantino y la mayor parte de Asia Menor. El Bizancio cristiano, aunque enemistado con la Iglesia Católica Romana, apeló al papa romano a que le ayudara y a toda la cristiandad para rechazar la marea turca.
El papa Urbano II satisfizo a los bizantinos declarando una guerra santa. En el Concilio de Clermot en 1095 llamó a los cristianos europeos «hombres de todos los rangos, caballeros así como soldados de a pie, ricos así como pobres, a apurarse a exterminar esa vil raza de las tierras de nuestros hermanos.» ¡Esa vil raza! Se refería a los turcos recientemente islamizados. «¡Cristo lo manda!» agregó. Así comenzó una campaña europea por recuperar para el cristianismo una región que había pasado a manos islámicas cuatro siglos y medio antes.
Pero igual que en la actual cruzada, el objetivo no tardó en volverse muy borroso. ¿Por qué decidieron masacrar a los judíos en el valle del Danubio? No tenían nada que ver con los turcos. ¿Por qué tuvieron lugar los sangrientos combates de los cruzados contra los eslavos en 1097? Los cruzados tomaron Jerusalén en 1099, masacrando a todos sus habitantes sin tener en cuenta su edad o su sexo. ¿Por qué? ¿Por qué sitiaron Constantinopla (cristiana) durante la cuarta cruzada en 1204? Los soldados con la cruz de Jesús grabada sobre sus túnicas cometieron horribles atrocidades, no sólo contra los musulmanes, sino contra la humanidad en general. Tal vez forma parte de la naturaleza de una cruzada el que se amplíe con el tiempo, que encuentre nuevos enemigos, que aproveche el potencial del fanatismo y del salvajismo religioso.
Hubo siete cruzadas entre 1096 y 1254. Los cruzados perdieron, los musulmanes vencieron, y al final otorgaron gentilmente a los cristianos el derecho a comerciar y a visitar como peregrinos mientras la Europa cristiana continuaba con sus inquisiciones religiosas y sus pogromos. La actual cruzada de Bush dice a los musulmanes que no pueden continuar con su modo de vida – porque Cristo ordena a través de Bush que cambien para que no asusten a los niños estadounidenses. Mientras los militares de EE.UU. desdeñan el recuento de civiles muertos en Afganistán o Irak, el teniente general William G. Boykin, Secretario adjunto de Defensa, dice: «Somos una nación cristiana» y «el enemigo es un tío llamado Satanás». El mentor religioso de Bush, Franklin Graham llamaba al Islam «una malvada, diabólica religión». Graham padre e hijo son bien conocidos por sus extravaganzas televangélicas, que ellos llaman -¿podía ser otra cosa? – «cruzadas». Chicos vueltos a nacer de comunidades creyentes marchan al mundo musulmán como respuesta al 11-S, como sus predecesores cristianos (campesinos, niños, caballeros) partieron de Europa hace siglos, díscolamente, muchos de ellos camino a la muerte. Marchad, soldados de Jesús, «con la cruz de Jesús a la cabeza».
Pero desde luego hay cristianos que rechazan la mentalidad de cruzados, ahora y hace un milenio. ¿Por qué Saladino, que combatió contra Ricardo Corazón de León a fines del Siglo XII, fue tan celebrado en los romances medievales europeos? El guerrero musulmán kurdo (presentado de manera destacada en «El Reino de los cielos») impresionó a todos por su racionalidad y magnanimidad. Esto en el Siglo XII, cuando el mundo islámico era mucho más ilustrado, inclusivo y tolerante que la Cristiandad. Puede ser que el actual mundo islámico no ofrezca un paradigma alternativo atractivo al occidental. Pero ninguno de los dos es la encarnación del mal. La comprensión de esta realidad y de que el mundo no es simple significa un desafío a muerte a la mentalidad del cruzado. Incluyamos a los buenos cristianos de entre nosotros en nuestro rechazo de esa mentalidad asesina.
Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufos, y profesor adjunto de religión comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in in the Cities of Tokugawa Japan»; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan»; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900». También contribuye a la despiadada crónica de las guerras contra Irak, Afganistán y Yugoslavia, «Imperial Crusades» de CounterPunch.
Su correo es: [email protected]
http://www.counterpunch.org/leupp05272005.html