Mientras King y Newton cuestionaron al capitalismo, la mayoría de los líderes de los derechos civiles que participaron en el 50 aniversario de la Gran Marcha a Washington abrazan al capitalismo y no ofrecen un desafío serio al sistema económico de los Estados Unidos.
Estados Unidos. Estamos en el 50 aniversario de la gran Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad (FRA), y llama la atención un fenómeno peculiar: la fase de Poder Negro de la lucha afroamericana por la liberación no consigue hacerse de amor en la memoria. La mayor parte de nuestro recuerdo y reconocimiento a la FRA se deriva de los actos de derechos civiles (1964) y derecho al voto (1965) que fueron aprobados después. Hace unas semanas, cuando la Suprema Corte invalidó disposiciones clave de la Ley de Derechos Electorales, se nos recordaron aquellos sacrificios valientes de los selectos soldados por los derechos civiles que marcharon, se sentaron y se enfrentaron a Jim Crow para luchar por los derechos fundamentales.
Pero al igual que los estadounidenses tienden a truncar la vida y el mensaje del Dr. Martin Luther King Jr. después de su discurso «Yo tengo un sueño», el recuerdo de la historia de la lucha contra las múltiples formas de opresión contra el pueblo negro de Estados Unidos también parece detenerse en ese punto crítico. Incluso cuando tratamos de recordar el período posterior a 1963, lo hacemos con sorna. Ejemplo de ello es la película recientemente de Lee Daniel, «The Butler», que representa la fase de Poder Negro de la lucha afroamericana por la liberación como una caricatura y de forma casi despectiva.
Un área que clarifica las lecturas superficiales y la comprensión inicial de ambos movimientos es el hecho de que tanto el Dr. King como Huey P. Newton (fundador del Partido de las Panteras Negras) atacaron las «virtudes» del capitalismo. Mientras tratamos de presionar para cerrar la brecha de raza en el empleo, la mayoría de los activistas convencionales de los derechos civiles actuales casi han perdido de vista las afiladas críticas al capitalismo de King y Newton.
En su libro La fuerza de amar, el Dr. King argumentó: «Debemos admitir que el capitalismo ha dejado a menudo una brecha entre la riqueza superflua y la miseria, ha creado condiciones que permiten la necesidad de tomar de los muchos para dar lujos a unos pocos, y ha animado a los hombres pequeños de corazón a convertirse en fríos y sin conciencia por lo que… son impasibles ante el sufrimiento y la humanidad empobrecida».
En su autobiografía Suicidio Revolucionario, Huey P. Newton proclamó: «No tengo ninguna duda de que la revolución triunfará. Los pueblos del mundo prevalecerán, tomarán el poder, se apoderarán de los medios de producción, acabarán con el racismo, el capitalismo, el intercomunalismo-reaccionario – suicidio reaccionario. La gente ganará un nuevo mundo…. Si el mundo no cambia, todos sus habitantes se verán amenazados por la codicia, la explotación y la violencia de la estructura de poder del imperio estadounidense. Está escrito en los muros. Los Estados Unidos están poniendo en peligro su propia existencia y la existencia de toda la humanidad».
Mientras King y Newton cuestionaron la capacidad global del capitalismo para crear condiciones económicas sanas, prósperas y sostenibles, la mayoría de los principales líderes de los derechos civiles que participaron en las marchas de este 50 aniversario abrazan al capitalismo y no ofrecen un desafío serio a la corrosiva y cancerosa forma del sistema económico de los Estados Unidos. El capitalismo estadunidense – que tiene sus raíces en la oligarquía de Wall Street y la plutocracia corporativa – amenaza el bienestar de todos los estadounidenses, y no solamente de los afroamericanos. Pero cuando el capitalismo norteamericano se combina y entrelaza con el racismo estructural, crea disparidades raciales no sólo en el empleo, sino en la riqueza, que es el indicador más importante de la salud económica.
Cerca del 4 de abril de 1967, el Dr. King conectó los puntos entre los derechos civiles y los derechos humanos. Dio el salto entre la política interior y la política exterior. Atravesó el abismo filosófico que separaba artificialmente los derechos civiles y los movimientos del Poder Negro cuando predicó en su sermón Más allá de Vietnam: Un tiempo para romper el silencio: «Estoy convencido de que si vamos a estar en el lado correcto de la revolución mundial, nosotros, como nación, debemos pasar por una revolución radical de valores. Tenemos que empezar con rapidez… debemos comenzar rápidamente la transición de una sociedad orientada por objetos a una sociedad orientada a las personas. Cuando las máquinas y las computadoras, el afán de lucro y derechos de propiedad son considerados más importantes que las personas, los trillizos gigantescos del racismo, el materialismo extremo y el militarismo son incapaces de ser derrotados».
Exactamente un año después, el Dr. King fue asesinado en Memphis. ¿Una coincidencia? King se había unido al creciente coro -del Comité Coordinador Estudiantil No Violento y el Partido de las Panteras Negras- en dar testimonio de los peligros de los Estados Unidos como imperio, no sólo como nación. Estados Unidos como imperio amenaza a todo el mundo y a toda la vida humana. Estados Unidos como imperio extrae la riqueza de las naciones del «Tercer Mundo», apoyando a dictadores brutales, causando que naciones sean subdesarrolladas, y que cientos de millones de personas mueran de hambre. La mayoría de los líderes convencionales que luchan por los derechos civiles no ofrecen hoy una crítica ética sostenida al nivel de King y Newton.
Hay otro sentido en que simplificamos en exceso los movimientos de los derechos civiles y del Poder Negro: el mito de la no violencia como una estrategia ganadora. Lance Hill terminó con este mito en su espectacular libro Los Diáconos para la Defensa: Resistencia Armada y el Movimiento de Derechos Civiles; lo que derrotó a la organización terrorista conocida como el Ku Klux Klan en el sur no fue la no violencia. Fue un grupo de hombres negros organizados, conocidos como los Diáconos para la Defensa y Justicia. Cuando los negros empezaron a armarse y a mostrar su voluntad de defenderse del terrorismo del Klan (y la policía), fue el punto en el que el gobierno federal entró a evitar el derramamiento masivo de sangre y aplastó al Klan.
La mayoría de la gente tampoco recuerda el nivel de terrorismo racial sufrido por los negros durante la época del movimiento de derechos civiles. Menos de un mes después de la Marcha sobre Washington, cuatro niñas (Addie Mae Collins, Cynthia Wesley, Carole Robertson y Denise Miller) murieron en el bombardeo a la iglesia de la Calle 16. Menos de tres meses antes de la Marcha sobre Washington, el líder de derechos civiles Medgar Evers fue asesinado enfrente de su propia casa por un miembro del Consejo de Ciudadanos Blancos, Byron De La Beckwith. Este es el tipo de terrorismo que los Diáconos para la Defensa fueron capaces de enfrentar y derrotar en el sur, aunque muchos Panteras Negras fueron asesinados en otras zonas del país por la operación terrorista doméstica del FBI conocida como Cointelpro. Por lo tanto, a menudo olvidamos la manera en que el gobierno federal funcionó -como santo y pecador -en cuanto a los derechos civiles y los movimientos del Poder Negro.
Otra forma en la que simplificamos demasiado la lucha por los derechos civiles y el Poder Negro es que no hacemos lo necesario para dar el debido crédito a sus precursores. Estas personas que normalmente no reciben ningún protagonismo en estos momentos de recuerdo y celebración son: Fannie Lou Hamer, organizadora y co-fundadora del Partido Liberal Democrático de Mississippi; Ella Baker, organizadora suprema, estratega, y mentora de muchos líderes en el movimiento de derechos civiles; la activista y conferencista anti linchamientos Ida B. Wells-Barnett; Robert F. Williams, defensor y practicante de la autodefensa armada en el condado de Monroe, Carolina del Norte, en 1959, y cuyas acciones pudieron inspirar a Malcolm X y a los Diáconos para la Defensa; Asa Philip Randolph, líder obrero que encabezó la marcha original, el Movimiento de Washington, entre 1941 y 1945, para eliminar la segregación en las fuerzas armadas y ofrecer oportunidades de empleo equitativas para los afroamericanos -él fue la cabeza de la marcha de 1963 en Washington; W.E.B. Du Bois, estudioso y activista, escribió obras innovadoras que llaman la atención sobre el racismo y la supremacía blanca, el sexismo y el capitalismo, y quien murió un día antes de la Marcha del 28 de agosto en Washington. Los derechos civiles y los movimientos del Poder Negro no surgieron de la nada. Hubo muchos otros que pudimos haber nombrado, soldados sin nombre en la lucha por la justicia y la liberación. Tenemos una tendencia a ver la historia del movimiento de derechos civiles a través de una lente mesiánica, como si Cristo hubiera llegado en forma de rey y hubiera pagado el precio por nosotros. Pero la realidad es que hay un precio que debemos pagar cada uno hoy en día, porque el trabajo aún no ha terminado.
Nos encontramos en un momento que profetizó poderosamente el maestro y artista de rythm and blues Stevie Wonder, cuando cantó: «Cuando crees en cosas que no entiendes, entonces sufres. La superstición no es el camino». Si queremos superar verdaderamente y garantizar la justicia social y la equidad racial, si vamos a triunfar sobre el mal triple del racismo, el materialismo y el militarismo, si vamos a tomar el poder sobre los oligarcas de Wall Street y plutócratas corporativos, entonces debemos dejar de lado la lectura y la comprensión superficial y supersticiosa de la lucha de liberación afroamericana, que es dominante pero peligrosa.
Cuando reconocemos las lecciones más profundas que ambos movimientos transmitieron, significa que luchamos no sólo por el empleo, sino también por la devolución de la riqueza, la tenencia de la tierra y el final de las guerras de Estados Unidos. Esto significa que necesitamos más que la no violencia si queremos proteger no sólo a nuestros Emmitt Till y Trayvon Martin de la brutalidad policial y los «justicieros», sino también para confrontar la tremenda violencia en los medios de comunicación, la música y los barrios y lugares abandonados. Necesitamos una nueva mentalidad, una nueva humanidad y una nueva masculinidad para enseñar a nuestros niños a respetar a las mujeres y cuidar uno del otro, sobre todo en entornos urbanos abandonados. Por último, hay que reconocer que todo el mundo tiene un papel, no sólo aquellos cuyos nombres constituyen los libros de historia.
Cuando hacemos estas cosas y cuando entendemos los éxitos y fracasos de los derechos civiles y los movimientos del Poder Negro, podemos crear movimientos y estructuras que nos permitan alcanzar la equidad y la liberación de los negros… y la justicia para todos.
Traducción: CLAYTON CONN