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Legitimidad y falsedad de los retornos palestino y judío

La vergonzosa realidad del llamado «Derecho al Retorno» judío a Palestina

Fuentes: Rebelión

Una de las falacias más escandalosas de la idiología y de la propaganda sionistas es la que afirma la existencia de un tal «pueblo judío» que resulta que tiene derecho a la Alía, o «retorno» a Palestina (Israel para el Sionismo) de donde este pretendido pueblo, también según el sionismo, fue arrojado hace más de […]

Una de las falacias más escandalosas de la idiología y de la propaganda sionistas es la que afirma la existencia de un tal «pueblo judío» que resulta que tiene derecho a la Alía, o «retorno» a Palestina (Israel para el Sionismo) de donde este pretendido pueblo, también según el sionismo, fue arrojado hace más de 20 siglos. Nada en la Historia documentada y académica rubrica la exitencia de tal pueblo ni su derecho a regresar a ninguna parte y mucho menos a Palestina, tierra donde este imaginario pueblo, según sus propias mitologías y sus propios textos sagrados, había pisado la tierra de Palestina como invasor, ocupante extranjero y usurpador, y donde estuvo siempre en guerra con la población autóctona palestina que existía allí y que poseía una gran civilización y fortificadas ciudades desde hacía 7.000 años antes de la llegada allí de los judíos en 1240 a.c.

En estos momentos se encuentra estancada y a punto de estallar en mil pedazos la actual ronda de demenciales negociaciones entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel, que se prevé que llegue a su fin dentro de un mes. Ni la insistente intervención personal de Brarak Obama ni los maratonianos e incesantes viajes a Oriente Próximo de su secretario de estado, John Kerry, están sirviendo para rescatar a estas negociaciones. La causa de este irremediable fracaso -como del fracaso de estas negociaciones a lo largo de 20 años de sesiones y rondas surrealistas desd los acuerdos de Oslo- es, entre otras cosas, la insistencia de Israel en la necesidad de que los palestinos reconozcan a Israel como «estado exclusivamente judío» y, al mismo tiempo, abandonen el derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus tierras y casas en Palestina, de donde fueron expulsados en 1948 a punta de metralleta y mediante numerosas matanzas por el entonces recién implantado estado de Israel. Dos exigencias israelíes estas, además de otras no menos insultantes (como que el espacio aéreo y las fronteras exteriores del futuro estado palestino estén bajo dominio israelí) que hacen imposible cualquier entendimiento entre los palestinos ocupados y los ocupantes israelíes.

El presidente del Gobierno israelí, Benjamin Netanyahu, viene insistiendo últimamente en la necesidad de que la comunidad internacional reconozca la identidad exclusiva judía del estado de Israel. El propio presidente de Estados Unidos, Barak Obama, en un discurso pronunciado en Jerusalén Occidental el pasado 21 de marzo 2013, ante jovenes israelíes, exigía a los palestinos que reconozcan que Israel es un estado judío. Vergonzoso por parte de Obama y de Washington, pero normal y rutinario si tomamos en cuenta que el sionismo es el dueño y señor de la Casa Blanca y de quienes la habitan. Lo increíble en todo esto es que ni la Administración estadounidense ni ninguna otra potencia o país occidental han reconocido nunca oficialmente a Israel como estado exclusivamente judío .

Esta ilusoria y diametralmente irracional postura de Israel viene a significar que el sionismo, que es la única fuerza que en realidad manda en Israel, quiere arrogarse el derecho indiscutible de traer a la tierra de Palestina a invasores y colonos de todas partes del mundo bajo el necio pretexto de que son judíos. Estadounidenses, polacos, rusos, alemanes, argentinos, marroquíes, chinos, etíopes, etc. llegaron y siguen llegando a Palestina ocupada para ser dotados de todos los derechos de ciudadanía israelí, de inmediato, con el simple y muy falso pretexto de que son desciendetes de unos judíos que vivían en Palestina hacía más de dos mil años. Al mismo tiempo, esta mentalidad sionista, criminal se tome por donde se tome, insiste en despojar a los palestinos, expulsados por el propio estado de Israel hace tan sólo 65 años, del derecho a regresar a sus tierras y a sus casas, donde ellos y sus antepasados vivieron a lo largo de más de 10.000 años. ¿Cómo se puede negociar con quienes tienen una mentalidad y una ideología tan sucia, inhumana y racista como es la sionista? (La resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, aprobada el 10 de noviembre de 1975 , equiparó al sionismo con el racismo en general y con el apartheid sudafricano en p articular, y llamó a su eliminación, entendiéndola como una forma de discriminación racial). La comunidad internacional no reconoce a Israel como estado exclusivamente judío porque eso llevaría irremediablemente a la expulsión del país del millón y medio de palestinos que son musulmanes y cristianos. O sea, una nueva limpieza étnica como la de 1948. Además llevaría a la expulsión de los palestinos de Jerusalén Oriental, ocupada por Israel y anexionada unilateralmente al estado racista en desde 1984, sin que esa anexión haya sido reconocida por ningún país.

¿Retorno del «Pueblo Judío» a Palestina?

Pero centrémonos aquí en esa grandísima falacia sionista de la que hablábamos al principio: Un pretendido «pueblo judío» que regresa a «su patria» que Dios mismo se la ha adjudicado en propiedad. ¿Existe acaso un tal pueblo judío? Veamos.

En mi artículo publicado recientemente, bajo el título de «Jerusalén, ciudad santa del Islam y del Cristianismo — La Falsedad de la Historia Judía de la Ciudad», creo que quedó demostrado a través de numerosas fuentes judías que nada en la ciudad de Jerusalén ni en todo el territorio palestino presenta un sólo indicio fehaciente y documentado de la presencia de resto arqueológico alguno de los judíos en Palestina. No niego ni afirmo que los judíos hayan estado en Palestina a partir de una fecha próxima al 1240 a.c. pero siempre en su condición de invasores y ocupantes extranjeros que, según sus propias escrituras sagradas, llegaron en aquellas fechas a una tierra, Canaán (Palestina) que entonces tenía una larguísima y arraigadísima civilización que venía de 7.000 años atrás. A lo largo de su estancia en Palestina, los judíos estuvieron en guerra con las poblaciones autóctonas palestinas que luchaban por expulsar a los extranjeros hebreos.

El semanario francés, Le Monde Diplomatique, en su número del 16 de Agosto 2008, hacía una interesantísima exposición del libro de Shlomo Sand, profesor de historia de la universidad israelí de Tel Aviv, titulado «La Invención del Pueblo Judío«.

«¿De dónde viene esta interpretación de la historia judía?», se pregunta el autor de la señalada exposición acerca de esta historia imaginaria, fantasiosa y meticulosamente encadenada del pueblo judío que se inicia con Abraham y finaliza con el «retorno judío» a Palestina. «Es obra -prosigue el autor- desde la segunda mitad del siglo XIX, de talentosos reconstructores del pasado, cuya imaginación fértil inventó, en base a fragmentos de memoria religiosa, judía y cristiana, un encadenamiento genealógico continuo para el pueblo judío.En síntesis, en sesenta años (de existencia de Israel) la historia nacional maduró muy poco, y seguramente no evolucione en el corto plazo. Sin embargo, los hechos actualizados por las investigaciones plantean a priori, a todo historiador honesto, asombrosos interrogantes que son sin embargo fundamentales. ¿Puede considerarse la Biblia un libro de historia? Los primeros historiadores judíos modernos, como Isaak Marcus Jost o Leopold Zunz, en la primera mitad del siglo XIX, no la consideraban así: a sus ojos, el Antiguo Testamento se presentaba como un libro de teología constitutivo de las comunidades religiosas judías tras la destrucción del Primer Templo».

También niegan que el Torah y el Antiguo Testamento sean fuentes históricas mínimamente fiables historiadores judíos de nuestros días de la talla de Isaac Asimov («La Tierra de Canaán», Alianza Editorial), Raphael Patai (autor con Robert Graves de «Los Mitos Hebreos» Alianza Editorial), arqueólogos americanos como Neal Asher Silberman e israelíes como Israel Finkelstein (Silberman y Finkelstein son autores conjuntos de «La Biblia desenterrada: Nueva visión arqueológica del antigo Israel y el origen de sus textos sagrados«, Ediciones Siglo XXI ), Shlomo Sand (La invención del pueblo judío – Editorial Akal), etc. Además de un sinfin de historiadores e investigadores occidentales no judíos que también niegan cualquier valor histórico o académico al Torah y al Antiguo Testamento.

«En los años 80 la tierra tiembla, haciendo tambalear estos mitos fundacionales. Los descubrimientos de la nueva arqueología contradicen la posibilidad de un gran éxodo en el siglo XIII antes de nuestra era. Del mismo modo, Moisés no pudo liberar a los hebreos de Egipto y conducirlos hacia la «tierra prometida», por la sencilla razón de que en esa época «la tierra prometida» estaba en manos de los egipcios. Además, no se observa ninguna huella de una revuelta de esclavos en el reinado de los faraones, ni de una conquista rápida del país de Canaán por parte de un elemento extranjero. Tampoco existe signo o recuerdo del suntuoso reino de David y Salomón. Los descubrimientos de la década transcurrida muestran la existencia, en esa época, de dos pequeños reinos: Israel, el más poderoso, y Judea. Los habitantes de esta última tampoco sufrieron el exilio en el siglo VI antes de nuestra era: sólo sus elites políticas e intelectuales debieron instalarse en Babilonia. De este encuentro decisivo con los cultos persas nació el monoteísmo judío. En cuanto al exilio del año 70 de nuestra era, ¿se produjo efectivamente? Paradójicamente, este «hecho fundacional» en la historia de los judíos, que origina la «diáspora», no dio lugar a la menor obra de investigación. Y por una razón muy prosaica: los romanos nunca expulsaron a ningún pueblo en la región oriental del Mediterráneo». (Fuente: La Invención del pueblo judío, Shlomo Sand).

Según Moshé Machover, matemático, filósofo y autor israelí nacionalizado británico, la ídea de un pueblo judío es «una falsa idea promovida por la ideología sionista: el mito de que los judíos en todo el mundo son una nación antigua, exiliada por la fuerza de su antigua patria, la tierra de Israel«.

En un artículo titulado «Mitos sionistas: ¿hebreos o judíos?», publicado por sinpermiso.info , el pasado 7 junio 2013, Machover insiste en que » la totalidad de los judíos no constituyen una nación en el sentido moderno del término, ni han sido una nación en ningún sentido contemporáneo desde hace más de 2.000 años». Machover es autor junto al socialista israelí emigrado al Reino Unido, Akiva Orr, del libro Paz, Paz cuando no hay Paz, que es una obra contraria el proyecto sionista de un Estado judío. (Pblicado en Israel en hebreo en 1961, reeditado en Israel en 1999 por Ediciones Bokhan y publicado en inglés, en Canadá, en 2009).

Estas y otras autoridades académicas, israelíes, judías no sionistas y no judías, tratan en realidad de desmontar el falso concepto inventado y promovido por la ideología sionista, que es la más racista que jamás haya existido en nuestro mundo, basado esencialmente en el mito de que los judíos que existen hoy en todo el mundo son una única nación antigua, que hace la friolera de 2.000 años fue exiliada por la fuerza de su antigua «patria«, la tierra de «Israel«, a la que ahora «ha vuelto«, gracias al proyecto sionista.

¿Quién es judío?

Le Monde Diplomatique resume el capítulo cuarto de «La Invención de Los Judíos» de Shlomo Sand, resumen del cual extraemos aquí los dos siguientes textos entrecomillados, por su máximo valor a la hora de aclarar que la inmensa mayoría del pueblo judío actual y de los pueblos judíos posteriores al año 70 (destrucción de Jerusalén y del segundo templo judío por el romano Tito), nada tienen que ver con origenes semitas, abrahámicas ni hebraicas, entendiendo con este último término aquél grupo de invasores de Canaán que atravesaron el río Jordán bajo el mando de Josué (o Yehoshúa) , tras la muerte de Moisés, según lo narrado por el Torah (o Torá o Pentateuco) y el Antiguo Testamento, aunque, subrayando, que numerosos historiadores y arqueólogos judíos y no judíos del siglo XX y de lo que va del presente siglo, como hemos expuesto aquí, niegan que Tito haya expulsado de Palestina a ningún grupo de sus habitantes:

«A falta de un exilio desde la Palestina romanizada, ¿de dónde vienen los numerosos judíos que pueblan el Mediterráneo desde la antigüedad? Detrás de la cortina de la historiografía nacional se esconde una sorprendente realidad histórica. De la revuelta de los macabeos en el siglo II antes de nuestra era, a la revuelta de Bar Kojba en el siglo II después de Cristo, el judaísmo fue la primera religión proselitista. Los asmoneos ya habían convertido a la fuerza a los idumeos del sur de Judea y a los itureos de Galilea, anexados al «pueblo de Israel». Partiendo de este reino judeohelenista, el judaísmo se propagó en todo Medio Oriente y en el Mediterráneo. En el primer siglo de nuestra era surgió, en el actual Kurdistán, el reino judío de Adiabeno que, fuera de Judea, no fue el último reino en «judaizarse»: otros lo hicieron más tarde. Los escritos de Flavio Josefo no son el único testimonio del ardor proselitista de los judíos. La Mishná y el Talmud autorizan esta práctica de la conversión. La victoria de la religión de Jesús, a comienzos del siglo IV, no puso fin a la expansión del judaísmo, sino que empujó el proselitismo judío a los márgenes del mundo cultural cristiano. En el siglo V apareció así, en el actual territorio de Yemen, un reino judío vigoroso con el nombre de Himyar, cuyos descendientes conservaron su fe tras la victoria del islam y hasta los tiempos modernos. Del mismo modo, los cronistas árabes dan cuenta de la existencia, en el siglo VII, de tribus bereberes judaizadas: frente al avance árabe, que alcanza África del Norte a fines de ese mismo siglo, aparece la figura legendaria de la reina judía Dihyael Kahina,quien intentó frenarlo». (Sand)

«La conversión masiva más significativa se produjo entre el mar Negro y el mar Caspio: comprendió al inmenso reino jázaro en el siglo VIII. La expansión del judaísmo del Cáucaso a la Ucrania actual engendró múltiples comunidades, que las invasiones de los mongoles del siglo XIII rechazaron en gran medida hacia el este de Europa. Allí, con los judíos provenientes de las regiones eslavas del sur y de los actuales territorios alemanes, sentaron las bases de la gran cultura yidish. Estos relatos de los orígenes múltiples de los judíos figuran, de manera más o menos imprecisa, en la historiografía sionista hasta los años 60: progresivamente irán siendo dejados de lado antes de desaparecer totalmente de la memoria pública en Israel». (Sand)

Eso quiere decir, simplemente, que desde la aparición del judaismo, cualquiera, de cualquier raza, podía, y puede hoy, convertirse a esta religión.

Por otra parte, si tomamos a aquellos judíos que creen en las profecías y mitos abundantes que pueblan las páginas del Torá y del Antiguo Testamento, muchos de estos niegan rotundamente que Dios (Jehová , Yahveh o Yahvé) haya prometido a los judíos el regreso a Palestina en nuestro tiempo, sino que se refería siempre, como en Jeremías 29:10-13, 30:1-3 y 31:5-25 al regreso de los judíos a Jerusalén desde Babilonia a donde habían sido llevados en el 587 a.c. por Nabucodonosor II . Lo mismo dicen estos judíos negacionistas del Estado de Israel que Yahvé nunca dijo una palabra respecto a la reconstrucción en la Jerusalén de hoy día de ningún templo judío, sino que se refería a la reconstrucción del segundo templo tras el retorno judío de Babilonia, y así fue . (Jeremías 30:18)

En esta misma línea explican muchos teólogos cristianos los textos biblicos señalados, como es el caso del Instituto Teológico de la Laguna, en México, que el 24 de noviembre de 2009, publicó en su WEB un larguísimo texto, detallado, en este sentido, diciendo, por ejemplo: » Dios restauró a los judíos de Babilonia, como Ezequiel y otros profetizaron, y así, estas promesas fueron cumplidas como Dios había dicho. No debemos, entonces, buscar un tiempo aún futuro cuando Dios vaya a restaurar los judíos a su patria. Él cumplió todas estas promesas durante el tiempo del Antiguo Testamento y no le queda ninguna obligación de darles a los judíos una patria. Tal idea requiere que uno saque de estos pasajes lo que nunca estuvo presente. El hecho de que una parte de aquellas tierras que antes pertenecían a los judíos les fueron dadas hoy en día no es de ninguna manera un cumplimiento de profecía. Dios no ha dicho nada de que iban o no iban a tener su antigua tierra». Como vemos, en estos textos sus redactores se refieren a Palestina en la antigüedad como «su antigua tierra» y expresiones similares, cuando en realidad nunca lo fué, y, además, cuando ellos estuvieron allí nunca estuvieron solos sino junto a los pueblos autoctonos de Canaán que luchaban contra los invasores hebreos sin cesar. Quien da una vuelta por las páginas del Antiguo Testamento (concretamente por

Los últimos cuatro libros del Pentateuco) se da cuenta enseguida del número de matanzas y destrucciones llevadas a cabo por los hebreos en las tierras de Canaán y en las filas de su pueblo que, repito, había alcanzado un gran nivel de civilización a lo largo de los 7.000 años anteriores al 1240 a.c. fecha del inicio de la invasión hebrea de Palestina.

Sea como sea, los judíos de hoy no tienen derecho ninguno sobre Palestina

Como vemos, queda más que probado, documentado y académicamente respaldado el hecho de que los judíos de hoy día no tienen el menor derecho a poseer el territorio palestino y mucho menos a implantar en él, por vía militar, el estado de Israel. O sea, y sin dar la menor importancia a la veracidad o no de los contenidos del Torah y del Antiguo Testamento, ningún judío de fuera de Palestina tenía o tiene derecho alguno a instalarse en Palestina, quedando todos los pretextos y alegaciones sionistas al respeto en meras alucinaciones que no tienen valor alguno ni para los palestinos, ni para ningún otro pueblo árabe o islámico, y mucho menos para la comunidad internacional cuya postura ha quedado diafanamente expuesta al respecto por el conducto de la Legislación Internacional, como veremos más adelante.

El sionismo e Israel tienen una lógica y una política de abuso sin límites que practican habitualmente frente a la comunidad internacional, violando a sus anchas la legalidad internacional. Esto es así sólo gracias al apoyo ilimitado de Washington, sin el cual Israel no valdría en este mundo ni la cascara de una cebolla, ni hubiera durado en el tiempo más que un caramelo en un jardín de infancia. Esta lógica y esta política sionistas han conducido a que haya una legislación israelí tan racista que permite a cualquier judío de cualquier parte del mundo «retornar» y obtener de inmediato la nacionalidad israelí. Toda persona que tenga al menos un abuelo judío y no haya cambiado de religión obtiene la nacionalidad israelí por ley y sin apenas papeleos.

O sea, cualquier vecino de Buenos Aires puede convertirse al judaísmo un martes y «retornar» el jueves siguiente a Israel para reclamar los derechos en Palestina de unos supuestos y remotos «antepasados» en Canaán y empezar, una vez instalado en un asentamiento judío en las afueras de la ciudad ocupada de Nablus, por ejemplo, a matar palestinos impunemente. Es exactamente así de absurdo, de surrealista y de criminal, sin exageración alguna, aunque sea difícil de creer. Si no, preguntarles a esos autores israelíes, apellidados Grossman, Wiesel, etc. tan lloriqueantes a la hora de rechazar el retorno de los palestinos y defender el de los judíos, si uno sólo de sus antepasados de antes del siglo XX haya pisado alguna vez la tierra de Palestina.

Sin embargo, claro que hay judíos genuinamente palestinos, como los hay en todo el mundo árabe. Los judíos de Palestina han estado siempre, y siguen estando, en Palestina o en los países de los alrededores. Judíos palestinos ha habido siempre y son tan palestinos como el resto de los palestinos musulmanes y cristianos. De niño conocí de cerca a los judíos samaritanos (palestinos) del monte Garizim, en Nablus (Cisjordania), antes de que esa zona fuera ocupada por Israel en 1967. Siempre han estado allí, palestinos como los demás, nadie les maltrató a lo largo de muchos siglos. El pasado 19 de octubre 2013, la agencia de noticias británica, Reuters, publicaba un despacho fechado precisamente en el monte Garizim, sobre la celebración de la minoría judía de los samaritanos de las fiestas del Sukkot (Tabernáculos) conmemoración de la travesía del desierto de los judíos al mando de Moisés tras su salida de Egipto . En este despacho , el gran rabino de los samaritanos, Abdallah Wasef, dijo a Reuters que estas fiestas «son la conmemoración de la salida de Moisés de Egipto, acompañado de 70 personas». Subrayo esto de 70 personas tan solo. El rabino Wasef continuó diciendo: «Nosotros los de la comunidad samaritana no nos vemos como una minoría en la sociedad palestina, pues somos parte del pueblo palestino. Es verdad que somos una pequeña comunidad pero somos parte de este pueblo».

Otros judíos se sienten también palestinos y enarbolan la bandera de Palestina, hecho este celosamente ocultado por los propagandistas de Israel. En este ámbito es notorio el caso de la secta judía, Neturei Karta, fundada en Palestina en 1938.

«El nombre de Neturei Karta fue dado a un grupo de Judíos ortodoxos en Jerusalén que se negaron -y todavía se niegan- a reconocer la existencia o la autoridad del llamado «Estado de Israel» e hizo -y todavía lo hace- un punto de demostrar públicamente su posición, la posición de la Torá y del judaísmo auténtico sin adulterar». (Fuente: el portal de Naturei Karta Internacional http://www.nkusa.org). Los miembros fundadores de esta comunidad eran descendientes de jud íos húngaros asentados en Jerusalén a principios del siglo XIX. No hay cifras fiables sobre el número de sus miembros en la actualidad pero varias fuentes israelíes afirman que cuentan con varios miles de judíos.

En una manifestación de religiosos ortodoxos judíos, organizada recientemente por Naturei Karta frente al consulado de Israel en Montreal (Canadá) el portavoz de los manifestantes califica al estado de Israel como «Una terrible tragedia para la Humanidad y crimen contra la santa Torá del judaísmo»  (http://www.youtube.com/watch?v=JX3SKlBf8M0).

Por que emigran los judíos a Palestina

En cuanto a los judíos occidentales ¿Quién les ha impedido «retornar» a Palestina a lo largo de los últimos veinte siglos? Que contesten a esta pregunta. ¿Quién les ha impedido «retornar» a Palestina desde que esta pasó a ser árabe en tiempos del califa Omar Ben Al-Jattab, hace 14 siglos? Es harto sabido que los sucesivos gobiernos musulmanes, tanto en Oriente Próximo como en cualquier otra parte del mundo, incluida la España de Al Andalus -que es el mejor testigo- han brindado a los judíos siempre un trato exquisito permitiéndoles alcanzar altos puestos oficiales. Y cuando los judíos europeos sufrían persecución, por ejemplo en España, huían a países musulmanes como Marruecos, Turquía, Túnez, Marruecos, Egipto, etc. donde se convertían en unos ciudadanos más, incluso gozando de la protección de los califas o gobernantes de turno.

Está claro entonces que los judíos europeos y norteamericanos nunca se han sentido descendientes de aquellos judíos semitas y que Jerusalén era para ellos, y sigue siéndolo para millones de judíos que se siguen negando a instalarse en Israel, un lugar de peregrinación y espiritualidad, nada más. Pero con la aparición del movimiento sionista, a finales del siglo XIX, les entró a ciertos judíos occidentales la «fiebre del retorno» que es idéntica a aquella «fiebre del oro» que un día sacudió a los colonos del Far West americano. La mayoría de los judíos que hiceron caso a la ideología sionista y emigraron a Israel eran aquellos judíos que estaban pasando por situaciones extremas de persecución política o social, o por situaciones de pobreza extrema, en sus correspondientes países. El sionismo les prometía, en la falacia de la «tierra prometida» dinero, casas, terrenos y condiciones de vida bastante cómodas, siempre gracias al torrente de dinero estadounidense y europeo que inundó a los seguidores del movimiento sionista desde el principio y siguió inundando a Israel hasta nuestros días. El dinero tenía, y sigue teniendo, tres fuentes inagotables: los fondos públicos estadounidense, los fondos públicos europeos, especialmente de Alemania y las donaciones de grandes mafiosos judíos de Estados Unidos, como Meyer Lansky, y de grandes familias multimillinarias judías de Occidente, como los Rotchild, los Warburg, los Lehman, los Goldman, Mosés Israel Seif, los Koch , George Soros, los Bloomberg, los Fridman , los Bronfman, los Safra , los Dassault, los Rosenbaum, etc. Estas familias ayudaron y siguen ayudando a la causa sionista, tanto voluntariamente como bajo amenazas y coacciones procedentes del sionismo y de Israel.

En cuanto a los bienes que esperaban y siguen esperando, a los emigrantes judíos a Israel, como terrenos y casas, allí estaban los bienes de la población palestina expulsada de su país en 1948 que fueron «regalados» a esos inmigrantes judíos que llegaban procedentes de la Europa nazi y post-nazi, haraposos y sin tener donde caerse muertos, para apoderarse, armas en la mano, de ciudades enteras, de pueblos, de aldeas, de terrenos, de empresas, de infraestructuras, casas, medios de transporte, cultivos y toda clase de bienes palestinos (dinero, alhajas, joyas, muebles, etc.) en el atraco a mano armada más espectacular y sangriento de la historia moderna. Israel nunca detuvo su criminal política de confiscar tierras y bienes palestinas, que ha seguido practicando a diario, hasta hoy día.

Si nos fijamos en las emigraciones habidas hasta ahora de judíos a Palestina, vemos que recién implantado por la fuerza este cuerpo extraño llamado Israel, el imperio británico, validor del proyecto sionista desde que se produjo la Declaración Balfour, el 2 de noviembre de 1917, se ha encargado de llevar a Israel a decenas de miles de judíos yemenitas e iraquíes, que vivían en condiciones de pobreza similares a las que vivía el resto de la población de Yemen e Irak que en aquel tiempo se encontraban bajo mando británico. Mientras, Francia se encargaba de llevar al recién implantado estado a decenas de miles de judíos marroquíes y tunecinos, aprovechando también las condiciones de pobreza de su vida en aquellos países entonces bajo su dominio. La desesperación, la pobreza o la miseria han sido siempre los elementos que empujaron a los judíos a emigrar al nuevo Far West de Oriente, llamado Israel, donde a estos judíos les esperaba el maná de los Rotchild y de las enormes ayudas económicas que llegaban a Israel desde Estados Unidos y Europa, con lo que aquella ya aludida fiebre del oro estaba más que justificada.

Estos factores: desesperación, pobreza y miseria continúan siendo los principales factores que empujan o convencen a los judíos a emigrar a Israel, y nunca los argumentos del Pentateuco ni las mitologías del resto del Antiguo Testamento. Sin embargo, el sionismo ensordece al mundo con que estos judíos «retornan» a Israel en cumplimiento de las promesas de Yahvé, y estos inmigrantes que llegana Israel hacen como que se creen estas falacias cuando todo el mundo está viendo a lo largo de muchos años que los que emigran a Israel, en la inmensa mayoría de los casos, son judíos necesitados y sin medios de vida en sus países de origen, y precisamente por eso emigran.

En este sentido, la revista Jeune Afrique, en su número 1.966 (15 al 21 septiembre de 1998) informaba que la crisis política y económica que asolaba Rusia entonces incitaba a los judíos de este país a emigrar masivamente a Israel: «100.000 lo habían hecho en lo que iba del año 1998, frente a la mitad en 1997». Según esta revista, la cifra récord de emigración judía proveniente de las ex Repúblicas soviéticas había alcanzado con el derrumbe político y económico de la URSS, en 1990-1991, (entre 150.000 y 200.000 cada año) en el momento en que Gorbachov acordaba con Washington inducir el flujo migratorio hacía Israel en vez que hacía los destinos preferidos de los propios judíos, EEUU, Canadá y Europa occidental.

Jeune Afrique ponía allí el dedo en la llaga más dolorosa que sufre el sionismo: Los judíos deseperados, pobres y muy necesitados no quieren en realidad emigrar a Israel, sino a cualquier país próspero de Occidente. Nada de «Tierra Prometida» y majaderías sionistas afines. Eso no les entra en la cabeza ni se lo cree la inmensa mayoría de los judíos del mundo.

Israel y Estados Unidos obligaban a los judíos soviéticos a emigrar a Israel y a ningún otro país, tal como lo hicieron Estados Unidos, Gran Bretaña y la Agencia Judía con el éxodo de judíos de la Alemania nazi, de Polonia y de otras partes de Europa durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces Estados Unidos y Canadá (está última aun entonces, como ahora, perteneciente a la corona británica y fuertemente presionada siempre por Washington) cerraron sus puertas a la emigración judía que no le quedaba entonces otro destino a donde dirigirse salvo a Palestina. Con el derrumbe de la Unión Soviética, Gorbachov, EEUU, Canadá e Israel repitieron la jugada de la misma manera, obligando a los judíos a emigrar a Israel, y solamente a Israel.

Así, una crónica titulada (Israel sólo concederá visados a judíos soviéticos que emigren por Rumanía) fechada en Bonn, firmada por Herman Tertsch y publicada en el español diario El Mundo el 29 de junio 1988, justo en plena operación de desmantelamiento de la URSS a manos de Gorbachov, empezaba así: » La decisión del Gobierno israelí de canalizar la emigración judía de la Unión Soviética exclusivamente a través de Rumanía ha levantado fuertes protestas de grupos de defensa de los derechos humanos. Israel sólo concederá a los judíos que deseen emigrar de la Unión Soviética visados que hacen obligatorio el paso por Bucarest, y no por Viena como era habitual hasta ahora. La medida tiene como fin evitar que muchos emigrantes decidan en Viena no proseguir viaje hacia Israel, como viene siendo habitual. Judíos soviéticos portadores de visados hacia Israel aprovechaban la escala en la capital austriaca para establecerse en este país u optar por trasladarse a Estados Unidos, Canadá u otros países».

Según Tertsch (en 1988):» La inmigración de judíos en Israel es decreciente desde hace años. A través de Bucarest es prácticamente imposible a un emigrante de la URSS cambiar el destino de su viaje. Que se queden en Rumanía tampoco es una opción que deban temer las autoridades israelíes, a la vista de la situación política y económica de este país».

Sin embargo, en aquellos días, sólo se trataba de entre 200 y 300 emigrantes judíos rusos emigrados a Israel, número que aumentó en 1989 a poco más de mil emigrantes, según un informe de Tribuna Israelita, recogido por Jinuj.net, organo de «instructores en Movimientos Juveniles Judíos» el 17 de agosto de 2001 . Según esta fuente israelí , desmontada ya la Unión Soviética en 1990 y destruida trágicamente la Economía de Rusia, el número de inmigrantes judíos rusos llegados a Israel se disparó a 184,493. En 1991 y 1992 se superó esta cifra. Como hemos visto, se les obligaba a los judíos rusos a emigrar a Israel si querían conseguir salir de la Unión Soviética.

Demostrando reiteradamente la falsedad de las falacias sionistas sobre el «anhelado retorno» judío a Israel, encontramos a Eli Aflalo, ministro israelí para la Inmigración y la Absorción, recorriendo el mundo con atractivas ofertas para que los judíos se trasladen a su «tierra prometida» ofreciendo a los judíos que emigren a Israel 30.000 dólares, empleo y cursos de hebreo. (fuente:mediterraneosur.es. febrero 2009).

Por lo tanto, lo que Israel viene haciendo desde 1948, y lo que el sionismo suele hacer desde albores del siglo pasado, es sobornar a los judíos pobres para que se vayan a Israel. Sin embargo, y según esta última fuente,» en Israel viven más de un millón de inmigrantes soviéticos. Gran parte de esa comunidad no ha logrado su integración en la sociedad israelí, formando una subcultura lejana de los signos distintivos judíos». Eso está empujando a los judíos soviéticos, obligados en 1990-1991 a emigrar a Israel, a retornar años más tarde a su país de origen, Rusia. «Durante décadas, la Unión Soviética y los países resultantes de su disolución fueron la principal fuente de emigración hacia Israel. Sin embargo, los problemas políticos de este país y la recuperación económica rusa han invertido la tendencia: cerca de 200.000 judíos han regresado a una tierra que dejaron cuando era parte del bloque. (Fuente: El Tiempo.com, 18 abril 2009).

Siguiendo en esta misma línea nos vamos a Argentina, donde en diciembre del 2001, coincidiendo con el derrumbe económico registrado en aquel país, el Gobierno del presidente, Fernando de la Rúa, impuso la restricción de la libre disposición de dinero en efectivo en bancos y cajas de ahorros, lo cual se prolongó a lo largo de un año. O sea, el año 2002 fue el año del «corralito» que es como se llamó popularmente en Argentina a aquellas medidas restrictivas. Pues precisamente en ese año, el 2002, la emigración de judíos Argentinos a Israel se disparó extraordinariamente, hasta 6.300 personas, lo cual hacía de ese año «un año fuera de serie» en lo que a la emigración judía argentina se refiere, según declaraciones de Arie Azulai , presidente de la Comisión de Absorción de Inmigración de la Agencia Judía , al diario argentino Clarín, publicadas el 26 de enero del 2004. «Hay que entender que el promedio de inmigrantes argentinos en los años 90 fue de 800 ó 900 al año«, agregaba Azulai. Dinero, dinero y dinero…no hay más motivos para que un judío emigre a Israel, en la inmensa mayoría de los casos.

Los judíos españoles, unos 40.000, tampoco se escapan a esta mezquina realidad. La crisis económica que azota España desde el 2008 ha disparado el número de judíos que han emigrado desde entonces a Israel. Según lo publicado en el diario español El Mundo (elmundo.es) el 25 de junio 2013, las emigraciones anuales de judíos españoles a Israel en el quinquenio anterior a 2008 se situaban en torno a la treintena, elevándose a en 47 en 2009, 45 en 2010 y 67 en 2011. Una de estas emigrantes es Luna Chacón, madrileña de 19 años que en 2011 se estableció en Tel Aviv «para sortear la precariedad laboral». Chacón declaraba lo siguiente a El Mundo: «Lo que más influyó en mi decisión fue la crisis. La sensación de que ahora en España cuando acabas los estudios lo más a lo que puedes aspirar es a un puesto en el Mercadona «. (Mercadona es una cadena de supermercados en España). Según El Mundo, Chacón reconoce que «nunca se había planteado demasiado en serio» convertir Israel en su nueva casa «hasta que la crisis tiñó de negro la palabra futuro » en su país de origen, España, donde el paro general roza el 25% y el juvenil, el 53%.

Con estos ejemplos de la Alemania y Polonia de los años 40, Yemen, Irak, Marruecos y Túnez, recién implantado el estado de Israel, Rusia, Argentina y España del último cuarto de siglo, creo que enarbolar a Jahvé, Abraham, Moisés, Jeremías y demás mitologías del judaismo -para justificar el flujo migratorio judío hacía Israel- hace aguas ya por todas partes y no encajaría ni con todas las proezas propagandisticas que tan brillantemente caracterizan al sionismo y a Israel, que sin su formidable propaganda quedarían con la más mísera y ridícula de las imágenes, la cual es su imagen real.

El Derecho al Retorno de los refugiados palestinos

Nosotros, los palestinos, tenemos en nuestras filas a las mismas personas que fueron expulsadas de Palestina, así como a sus descendientes directos (hijos y nietos) que llevan decenas de años luchando por retornar a su patria. 

Los israelíes ocultan muy celosamente ante la opinión pública occidental, especialmente a la estadounidense, que es quien les da de comer y les protege, sus horrendas matanzas contra los palestinos cometidas desde 1937 hasta 1948, luego desde 1953 hasta 1956 y que han seguido cometiéndose hasta hoy día y a gran escala, especialmente en Líbano (Sabra y Shatila) y en Gaza, que sigue sufriendo matanza tras matanza. Eso sin olvidar por un instante las numerosas matanzas israelíes contra otros pueblos árabes como el egicpio, el libanés, el jordano y el sirio.

Sí, los palestinos que quieren regresar a Palestina (ellos, sus hijos y sus nietos) fueron expulsados a punta de fusil por las organizaciones terroristas judías como Stern (o Lehi)de Isaac Shami; Irgun, de Menahem Beguin y Haganah, de Ben Gurion, que perpetraron espeluznantes matanzas para aterrorizar a la población palestina antes de obligarla a abandonar el país. Matanzas como la de Deir Yasin cometida bajo mando de Menahim Beguin el 9 de abril de 1948 y en la que los criminales de Irgun llegaron incluso a abrir en canal los cuerpos de mujeres embarazadas. De esta y otras matanzas perpetradas por los judíos en Palestina (la de Ain Azzaitun en abril 1948, la de Salahiddin, en el mismo mes, Iqret en diciembre 1951, Attireh, julio 1953, Abu Gosh, septiembre 1953, Kafr Qasem, octubre 1956, etc.) existen un sinfín de documentos.

A este respecto, el historiador israelí emigrado al Reino Unido, Ian Pappe, profesor de la Universidad de Exeter, decía en un artículo suyo publicado en Between The Lines , en octubre de 2002:  «en 1948 se unieron el momento más glorioso y el más perverso de la historia judía. El más glorioso fue el milagro de tener un Estado o alcanzar el sueño del retorno a la tierra después de lo que ellos contemplaban como 2000 años de exilio. El más perverso fue la colonización, las masacres, las violaciones y la quema de aldeas palestinas, porque los judíos hicieron en Palestina lo que no habían hecho en ningún lugar durante los 2000 años anteriores. La memoria colectiva israelí ha borrado el momento más perverso, distorsionando la historia de los acontecimientos del 48: términos como (limpieza étnica) o (expulsión) de palestinos no existen, y han sido reemplazados -en los libros de texto, en los contenidos académicos y en el discurso político- por una historia de liberación nacional y de gloriosas campañas, repletas de heroísmo, coraje y superioridad. Y esa memoria colectiva lucha contra cualquiera que intente recordarle la realidad, tanto fuera como dentro de Israel».

Además, a diferencia del alegado «retorno judío», basado en mitologías carentes de apoyo alguno legal o académico, el derecho al retorno palestino goza del respaldo pleno de toda la comunidad internacional desde que la Asamblea General de la ONU emitió su resolución 194, el 11 de diciembre de 1948, que exige el retorno a sus tierras de los cientos de miles de palestinos que habían sido expulsados de su patria meses antes por Israel, además de indemnizales. Esta resolución de la ONU fue reconfirmada desde entonces en 135 ocasiones por el organismo internacional, sin que se haya enfrentado a ninguna oposición, salvo la del Estado de Israel. Despues de los acuerdos de Oslo de 1993 y 1995 Estados Unidos empezó a oponerse a esta resolución.

En la resolución 194 de la ONU el organismo internacional se refiere a la cuestión del retorno de los refugiados palestinos como una cuestión exclusivamente humanitaria. Sin embargo, este concepto evolucionó en 1970 cuando la resolución de la ONU 2649 ( 30 noviembre 1970 ) se refería al derecho de los palestinos al retorno no sólo como cuestión humanitaria sino, y por primera vez, como perteneciente a un pueblo que posee derechos legales inalienables de autodeterminación.

Por otra parte, el derecho de retorno de los palestinos a sus tierras y casas está plenamente respaldado por las leyes internacionales sobre propiedad privada, que es inviolable y de ninguna manera eliminable bajo ningún concepto y mucho menos por la ocupación militar del territorio donde se encuentran esos bienes. Se trata de un derecho que tampoco desaparece con el paso del tiempo, por más que se alargue la espera hasta el retorno de los dueños de esas propiedades privadas o de sus descendientes. 

Además, el derecho de los palestinos a retornar a su tierra está plenamente garantizado por la Declaración Universal de derechos Humanos, aprobada por la ONU un día antes de aprobar la mencionada resolución 194, osea, el 10 de diciembre de 1948. El artículo 13 de la Declaración Universal de DDHH garantiza el derecho de toda persona a regresar a su país. La legalidad internacional garantiza que este derecho no puede ser materia de negociación, acuerdo o tratado político, por lo que no serviría para nada a Israel obligar a la Autoridad Nacional Palestina a firmar el abandono de este derecho en las negociaciones en curso entre ambas partes, tal como está pretendiendo Israel.

Más aun, el derecho del retorno de los palestinos es un derecho colectivo, basado en el principio de la Autodeterminación de los pueblos que fue confirmado por la ONU en 1946 para todos los pueblos del mundo. En 1969 la ONU confirmó nuevamente este derecho inalienable (el de la autodeterminación) para el pueblo palestino.

En la resolución 3236 de la Asamblea General, 1974, el organismo universal reiteraba nuevamente que el derecho al retorno del pueblo palestino es un derecho no apto para ninguna negociación de ninguna clase.

A esto se añade que el artículo 2 del cuarto Tratado de Ginebra, de 1949, establece que cualquier acuerdo entre la fuerza ocupante y el pueblo ocupado o sus representantes carece de legalidad alguna, en caso de que afecte negativamente a los derechos del pueblo ocupado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.