Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Tenemos que recordar que en Yarmuk hay todavía atrapados 18.000 seres humanos, y aunque actuemos con tanto retraso, hay que hacer algo, cualquier cosa.
Los miembros de mi familia que vivían en Yarmuk, Siria, desparecieron hace muchos meses. No tenemos ni idea de quién está muerto ni quién está vivo. A diferencia de otro de mis tíos y sus hijos en Libia, que escaparon de la guerra de la OTAN y aparecieron con vida unos meses después tras haber estado escondidos en alguna parte del desierto, la familia de mi tío en Siria desapareció por completo como si se los hubiera tragado un agujero negro, como si hubieran pasado a otra dimensión.
Elijo la analogía del «agujero negro» en oposición a la utilizada por el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon -«el círculo más profundo del infierno»- que recientemente pronunció en referencia a la terrible situación de los palestinos en Yarmuk tras los avances de las infames milicias del Estado Islámico (EI) a primeros de abril. Si hay algo de justicia en el más allá, ningún refugiado palestino -incluso aquellos que no rezan cinco veces al día o no van a la iglesia cada domingo- se merece estar en ningún «círculo del infierno», profundo o superficial. El sufrimiento que llevan soportando en este mundo desde la fundación de Israel sobre sus pueblos y ciudades en Palestina hace 66 años es suficiente como para redimir todos sus pecados colectivos, pasados y presentes.
Sin embargo, por ahora, la justicia es algo que sigue estando fuera de su alcance. Los refugiados de Yarmuk -cuya población superó en otro tiempo los 250.000, reduciéndose hasta 18.000 según iba avanzando la guerra siria- es un microcosmos de la historia de toda una nación, cuyo perpetuo sufrimiento nos avergüenza a todos, no puede excluirse a nadie.
Los refugiados palestinos (algunos desplazados en varias ocasiones) que escaparon de la guerra siria al Líbano, Jordania o se encuentran desplazados dentro de Siria, están experimentando la cruel realidad bajo los terrenos duros e inhóspitos de la guerra y de los regímenes árabes. Muchos de los que se quedaron en Yarmuk murieron despedazados por las bombas de barril del ejército sirio, o acosados -y ahora decapitados- por los grupos mezquinos y violentos que controlan el campo, incluyendo el Frente al-Nusra y, últimamente, el Estado Islámico.
Los que de alguna manera han logrado evitar las lesiones corporales están muriéndose de hambre. La muerte por inanición en Yarmuk es también responsabilidad de todas las partes implicadas y las «condiciones inhumanas» en las que a duras penas sobreviven -sobre todo a partir de diciembre de 2012- es una marca vergonzosa en la frente de la comunidad internacional en general y de la Liga Árabe en particular.
Estos son algunos de los culpables del sufrimiento de Yarmuk:
Israel
Israel tiene una responsabilidad directa en la grave situación de los refugiados de Yarmuk, al igual que en la de otros cinco millones de refugiados desperdigados por todo Oriente Medio. Los refugiados de Yarmuk son en su mayoría los descendientes de los refugiados palestinos de la Palestina histórica, especialmente de las ciudades del norte, incluida Safad, que está ahora dentro de Israel. El campo se estableció en 1957, casi una década después de la Nakba -la «Catástrofe» de 1948-, que supuso la expulsión de Palestina de casi un millón de personas que se convirtieron en refugiados. Tenía que haber sido un refugio temporal pero se convirtió en hogar permanente. Sus residentes nunca renunciaron a su derecho al retorno a Palestina, un derecho consagrado en la Resolución 194 de las Naciones Unidas.
El campo de refugiados de Yarmuk se estableció en 1957
Israel sabe que la memoria de los refugiados es su mayor enemigo, por eso cuando los líderes palestinos le pidieron a Israel que permitiera que los refugiados de Yarmuk se trasladaran a Cisjordania, el Primer Ministro de Israel Benjamin Netanyahu puso una condición : que tenían que renunciar a su derecho al retorno. Los palestinos se negaron. Los refugiados se negaron. La historia ha mostrado que los palestinos han soportado indecibles sufrimientos sin renunciar a sus derechos en Palestina. El hecho de que Netanyahu pusiera esa condición no sólo da un testimonio del miedo de Israel ante la memoria palestina, también del oportunismo político y la auténtica crueldad del gobierno israelí.
La Autoridad Palestina (AP)
La Autoridad Palestina se creó en 1994 en base a una clara carta estatutaria donde un pequeño grupo de palestinos «volvió» a los territorios ocupados, estableció unas cuantas instituciones y desvió miles de millones de dólares de la ayuda internacional a cambio de renunciar al derecho al retorno para los refugiados palestinos y de ceder cualquier reclamación de auténtica soberanía y nacionalidad palestina. La nación palestina se convirtió en lo que la elite política palestina deseó que fuera. La nueva «Palestina» no tenía fronteras definidas, excluía a la comunidad de la diáspora y a millones de refugiados, consideraba a los palestinos en Israel como un asunto interno israelí, dividía Cisjordania y Gaza y no tenía capacidad para desarrollar ningún empeño democrático.
No sólo abandonó completamente a los refugiados, salvo en algunas menciones pasajeras, la AP dejó a su suerte al medio millón de refugiados en el Líbano, encerrados en campos de refugiados donde no se les permitía crecer o desarrollarse, sin voz ni representación política.
Cuando la guerra civil en Siria empezó a engullir velozmente a los refugiados y aunque tal realidad era de esperar, la AP del Presidente Mahmud Abbas hizo como si el asunto no tuviera importancia o no tuviera que ver con el pueblo palestino en su conjunto. Sí, Abbas formuló unas cuantas declaraciones pidiendo a los sirios que ahorraran a los refugiados lo que era esencialmente una lucha siria, pero no mucho más. Cuando el EI tomó el campo, Abbas despachó a Siria a su ministro de Trabajo, Ahmad Majdalani. Este hizo una declaración señalando que las facciones palestinas y el régimen sirio deberían unirse contra el EI, lo cual, de ser cierto, es probable que asegure la desaparición de unos cuantos cientos más.
Si Abbas hubiera invertido el diez por cien de la energía que gastó en su batalla en los medios de comunicación de su «gobierno» contra Hamas o una pequeña porción de sus inversiones en el frívolo «proceso de paz», podría al menos haber atraído la tan necesitada atención y apoyo internacional para que se abordara con alguna urgencia la dramática situación de los refugiados palestinos en Yarmuk. En cambio, los dejó morir solos, mientras la AP se mantenía segura en su burbuja de Ramala, indiferente ante los gritos de huérfanos, viudas y hombres heridos.
El régimen sirio
Cuando los rebeldes capturaron Yarmuk en diciembre de 2012, las fuerzas del Presidente Bashar al-Asad bombardearon sin piedad el campo mientras los medios sirios no dejaban de hablar de liberar Jerusalén. Las contradicciones entre las palabras y los hechos en lo que a Palestina se refiere es un síndrome árabe que ha afectado a todos los gobernantes y gobiernos árabes desde que Palestina se convirtió en la «cuestión palestina» y los palestinos en el «problema de los refugiados».
Siria no es una excepción, pero Asad, como su padre Hafiz antes que él, es especialmente astuto a la hora de utilizar Palestina como grito de guerra con el único objetivo de legitimar su régimen mientras se hace pasar por una fuerza revolucionaria que combate el colonialismo y el imperialismo. Los palestinos no olvidarán nunca el asedio y masacre de Tel al-Zaatar (donde los refugiados palestinos en el Líbano fueron asediados y masacrados, muriendo también de hambre como consecuencia del asedio y la masacre perpetrados por las milicias derechistas libanesas y el ejército sirio en 1976), como no olvidarán ni perdonarán tampoco lo que está sucediendo en estos momentos en Yarmuk.
El ejército sirio impuso un asedio sobre Yarmuk hace unos dos años para estrangular a los rebeldes. Muchas de las casas del campo quedaron convertidas en escombros gracias a las bombas de barril, los proyectiles y los ataques aéreos de Asad. Atrapados dentro de un asedio hermético y de las luchas internas de las milicias, padeciendo por la carencia de alimentos, sin acceso a la electricidad, al agua potable o a los suministros médicos, los refugiados perecieron lenta y dolorosamente. Mientras tanto, la televisión siria seguía aun ofreciendo planes para liberar Palestina.
Los rebeldes
El denominado Ejército Libre Sirio (ELS) nunca debería haber entrado en Yarmuk, no importa lo desesperados que estuvieran por conseguir alguna ventaja en su guerra contra Asad. Fue criminalmente irresponsable considerando el hecho de que, a diferencia de los refugiados sirios, los palestinos no tenían adonde ir y nadie a quien recurrir. El ELS atrajo la ira del régimen y ni siquiera pudo controlar el campo, que cayó en manos de varias milicias que están conspirando y regateando entre sí para derrotar a sus enemigos, que posiblemente puedan convertirse en aliados en sus próximas y patéticas batallas callejeras para controlar el campo.
El acceso a Yarmuk conseguido por el EI fue al parecer facilitado por el Frente al-Nusra, que es enemigo del EI en todas partes menos en Yarmuk. Al-Nusra está confiando en que el EI derrote a la resistencia local en el campo, organizada por Aqnaf Beit al-Maqdis, antes de entregar de nuevo las riendas del asediado campo al grupo afiliado a al-Qaida. Y mientras las bandas criminales politiquean y regatean, los refugiados palestinos están muriendo a montones.
Las Naciones Unidas y la Liga Árabe
Los gritos de socorro desde Yarmuk llevan años resonando pero no se ha atendido ninguno. Recientemente, el Consejo de Seguridad decidió celebrar una reunión y discutir la situación allí como si el asunto no fuera una prioridad urgente desde hace años. Dejando a un lado las declaraciones grandilocuentes y los comunicados de prensa, la ONU ha abandonado en gran medida a los refugiados. El presupuesto para la UNRWA, que se ocupa de los casi sesenta campos de refugiados palestinos existentes en Palestina y Oriente Medio, se ha reducido de forma significativa y la agencia se encuentra a menudo al borde de la bancarrota.
La Agencia para los Refugiados de la ONU, ACNUR, mejor financiada y equipada para hacer frente a las crisis, hace poco por los refugiados palestinos en Siria. Las promesas de transferir fondos a la UNRWA, que francamente podría haber hecho mucho más para dar a conocer y hacer frente a la comunidad internacional por su desinterés por los refugiados, rara vez se cumplen.
La Liga Árabe es incluso más responsable aún. La Liga se fundó en gran parte para unir los esfuerzos árabes en la respuesta a la crisis en Palestina y se suponía que era una defensora incondicional de los palestinos y de sus derechos. Pero los árabes también reniegan de los palestinos y están intensamente concentrados en conflictos de intereses más estratégicos: creando un ejército árabe con intenciones claramente sectarias que en gran medida piensan dedicar a ajustes de cuentas.
Muchos de nosotros
El conflicto sirio ha introducido una gran polarización dentro de una comunidad que una vez pareció unida a favor de los derechos palestinos. Aquellos que adoptan el campo del régimen sirio no concederían ni por un momento que el gobierno sirio podría haber hecho algo más para reducir el sufrimiento en el campo. Los que se sitúan en el campo anti-Asad insisten en que todo el mal es obra de él y sus aliados.
No sólo esa polarización lleva a conclusiones irracionales mientras selecciona determinadas pruebas e ignora otras. También es contraproducente. Esta inútil lucha refleja un hecho decepcionante, que mucho de quienes se consideran «propalestinos» están impulsados por eslóganes y pensamientos de grupo, no por derechos humanos; por ideologías complacientes, no por el bienestar de los refugiados; por políticas obcecadas, no por la justicia en sus formas más puras.
Esas personas son también responsables de la pérdida de tiempo, de confundir la discusión y malgastar energías que podían haberse utilizado para lanzar una campaña internacional bien organizada para crear conciencia, fondos y mecanismos prácticos de apoyo a Yarmuk en particular y a los refugiados palestinos en Siria en general.
Nos corresponde a todos parar un momento y ponernos a pensar en silencio, pero también con vergüenza, sobre todo lo que se ha abatido sobre Yarmuk mientras en medio de nuestras disputas nos quedamos mirando y sin hacer nada.
Pero deberíamos recordar que aún hay 18.000 personas atrapadas en Yarmuk y organizarnos en su nombre para que, aunque tan a destiempo, hacer algo, tenemos que hacer algo, cualquier cosa.
Ramzy Baroud – ramzybaroud.net – es doctor en Historia de los Pueblos por la Universidad de Exeter. Es editor-jefe de Middle East Eye, columnista de análisis internacional, consultor de los medios, autor y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, Londres).
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/my-missing-family-syria-naming-and-shaming-yarmouk-936480330