Al vicepresidente Francisco Santos lo han dunciado por conformar y financiar bloques paramilitares varios jefes paramilitares en sus confesiones a la fiscalía. Primero el 15 de mayo de 2007, lo denunció Salvatore Mancuso. Después, en agosto de 2009, lo confirma el capo paramilitar «El Alemán». Más tarde, en enero de 2010, Noticias Uno confirma que […]
Decía Iván Cepeda (El Espectador, noviembre 3 de 2009):»En un foro realizado en Cali, poco antes de la adopción de la Ley de Justicia y Paz, el vicepresidente de la República, Francisco Santos, proponía la creación de un ‘tribunal de la reconciliación’. Esta instancia, conformada por prestantes ciudadanos, debería ayudar a resolver el ‘problema’ de los efectos judiciales que podrían tener las confesiones de los jefes paramilitares… En presencia del arzobispo sudafricano Desmond Tutu, el Vicepresidente llamaba a reemplazar las confesiones ante los fiscales por ‘confesiones morales’. En ese mismo discurso Santos decía que la sociedad colombiana necesitaba entender que personas como Salvatore Mancuso también fueron víctimas y ‘les había tocado irse para la guerra’.
Según Mancuso, en esos años Francisco Santos sostuvo varias reuniones con la cúpula de los grupos paramilitares. Incluso una de ellas habría tenido lugar en las instalaciones del periódico El Tiempo para explicar el sentido de la estrategia de las AUC. Para Santos, el nuevo «proyecto contrainsurgente» era un movimiento político-militar ‘con arraigo en distintas clases sociales -incluso las populares-‘. Un proyecto que surgía, según él, ‘de las entrañas de la violencia guerrillera’ ante el ‘vacío del Estado’… De hecho las tesis de este creador de paramilitarismo han sido tristemente adoptadas por la opinión pública, trabajada por los mass-media (Santos es propietario de varios de ellos), al repetir incansablemente que el fenómeno paramilitar nace «en respuesta a la violencia guerrillera», cuando está claro que no es así, pues el proyecto paramilitar es ante todo un proyecto de mercenariado, instigado y financiado desde las cúpulas oligárquicas. Este tipo de escuadrones de la muerte mercenarios son de uso continuo en la historia de Colombia por parte de la oligarquía, y existen antes que las actuales guerrillas: fundamentalmente el Paramilitarismo es una Herramienta de guerra sucia, usada por la oligarquía en su guerra declarada a la población empobrecida: la lucha de clases que adelanta la clase enriquecida lleva consigo a estos escuadrones de la muerte, a más de contar con las fuerzas represivas oficiales del Estado. Recordemos los llamados «pájaros» que en los años 40-60 masacraban al pueblo colombiano, para gran alegría de grandes latifundistas que ya en ese entonces ensanchaban sus tierras acaparando las tierras de las víctimas del paramilitarismo de la época, que ya trabajaba, claro está, con el ejército oficial.
Es todo lo contrario: la guerrilla nace de la violencia de la oligarquía, violencia ejercida por el ejército nacional y sus paramilitares de diversos nombres, contra el campesinado y la población en su mayoría. Pero el querer invertir la realidad es típico de la oligarquía colombiana, y para hacerlo cuenta con sus mass-media.
Ahora, luego de que se han producido las confesiones de los jefes paramilitares (esas confesiones que señalan a apellidos como el suyo como responsables de la conformación de escuadrones paramilitares, esas confesiones que intentaba evitar el Vicepresidente con el discurso de la «reconciliación nacional»), su lenguaje se ha tornado más abierto y directo. A los magistrados los acusa de llevar a cabo una ‘justicia espectáculo’. A los defensores de derechos humanos de formar parte de una asociación con los delincuentes. Ahora Mancuso ya no le parece el jefe de un «movimiento político-militar» digno de visitar la redacción de El Tiempo ni una «víctima que tuvo que entrar en la guerra». Ahora, lo cataloga de «delincuente y narcotraficante que no merece ninguna credibilidad».