Los adictos a la política como yo nunca han visto algo igual. Con una desventaja de 20 puntos, tan solo a una semana de la primaria de Carolina del Sur, Newt Gingrich se catapultó a la cabeza del montón y terminó por derrotar a Mitt Romney por 12 puntos. Es casi como para convertirlo a […]
Los adictos a la política como yo nunca han visto algo igual. Con una desventaja de 20 puntos, tan solo a una semana de la primaria de Carolina del Sur, Newt Gingrich se catapultó a la cabeza del montón y terminó por derrotar a Mitt Romney por 12 puntos. Es casi como para convertirlo a uno en creyente.
Es más, este tour de forcé de 32 puntos en solo siete días es aplastante, dado que Gingrich, cuyo personal completo de campaña lo abandonó el verano pasado, quedó en un penoso cuarto lugar en Iowa y Nueva Hampshire. Es aún más sorprendente cuando uno se da cuenta de que toda su campaña se basa en tres grandes mentiras; él es ajeno a Washington; no es un cabildero; y es un conservador que favorece un gobierno pequeño. ¡Mentiroso, mentiroso!
Solo si se define a un «ajeno» como alguien que no nació en Washington podría Gingrich no ser considerado como parte del establishment de Washington. Fue elegido como miembro del Congreso en 1979, y desde entonces no ha abandonado Washington. Sirvió en el Congreso durante veinte años, cuatro de ellos como presidente de la Cámara de Representantes, a dos pasos de la presidencia del país. Desde que renunció avergonzado del Congreso, ha operado dentro de la Circunvalación sirviendo en varias juntas y comisiones, asesorando al secretario de Defensa Donald Rumsfeld, fundando y dirigiendo varias compañías de asesoría pagada y apareciendo como comentarista a sueldo de Noticias Fox. Vive con su esposa Callista en McLean, Virginia, uno de los suburbios más elitistas y caros de Washington.
En otras palabras, Newt Gingrich es exactamente el modelo de lo que Washington está lleno. Los pueden ver todos los días en The Palm, el Capitol Grille o el hotel Four Seasons: viejos hombres blancos que alguna vez fueron conocidos. Llegaron a Washington de jóvenes, tuvieron puestos importantes hasta que renunciaron o fueron despedidos, y nunca regresaron a casa. Andan por aquí, en todos los abrevaderos favoritos en espera de que alguien los reconozca. Si Newt no es parte del establishment de Washington, entonces no hay establishment de Washington.
Y si Newt no es cabildero, tampoco hay cabilderos en Washington. No importa si en realidad fue al Capitolio y se «inscribió» como cabildero. Tiene una oficina en Calle K. Se reúne con miembros del Congreso y legisladores estatales para discutir legislaciones que afectan a compañías que le pagan muy bien -incluyendo $25 000 de manos del cabildero en jefe de Freddy Mac -para que los represente. En otras palabras, hace lo mismo que Bob Livingston, Larry Craig, Dick Gephardt y Trent Lott. Abre puertas y vende su influencia en toda la ciudad. Basta ya de juegos tontos de palabras. Es un cabildero.
Newt también trata de apelar a los del Tea Party al presentarse como un auténtico Ron Paul, conservador, favorable a un gobierno pequeño, al estilo de Ronald Reagan -lo cual, si cualquier otro reclamara para sí, sería condenado por Newt como «tonterías hipócritas». A lo largo de su carrera, Gingrich siempre ha promovido ideas a favor de un gran gobierno. Votó por la creación del Departamento de Educación y apoyó a Medicare Parte D. Fue el campeón de la atención universal de salud, con un mandato individual. Junto con Nancy Pelosi, hizo un llamado al Congreso para que diera pasos en contra del calentamiento global. Ha defendido una nueva iniciativa federal acerca de investigaciones del cerebro. Se autodenomina un «republicano al estilo de Theodore Roosevelt».
Apenas la semana pasada, Newt dijo a electores de la Florida que si era elegido presidente fundaría una colonia norteamericana en la luna -y comenzaría un servicio regular de enlace desde y hacia Marte) para 2020. Al mismo tiempo, está preparado para declarar la guerra a Irán y Cuba. No ha presentado evidencia de cuánto constarán esas nuevas iniciativas, ni de dónde sacará el dinero. Aunque como miembro del Congreso fue el autor de la «Ordenanza Noroeste para el Espacio», que permitía a los residentes de la luna, una vez que llegaran a la cifra de 13 000, solicitar al Congreso convertirse en nuestro estado número 51.
En cuanto al presidente Reagan, aunque Newt lo invoca a menudo, no siempre ha sido tan elogioso. En el Congreso acusó a Reagan de «impotencia e incompetencia». Y desbarró de la reunión cumbre de Reagan con el líder soviético Mijaíl Gorbachov como «la cumbre más peligrosa para Occidente desde que Adolf Hitler se reunió con Neville Chamberlain en 1938 en Múnich». Por su parte, el presidente Reagan solo menciona a Gingrich una vez en su diario, al decir que las ideas de Newt acerca de una congelación del presupuesto «paralizarían nuestro programa de defensa».
Como presidente de la Cámara, Gingrich recibió tantas críticas por parte de sus colegas republicanos que una vez él preguntó a Bob Dole, líder del Senado: «¿Por qué desagrado instantáneamente a la gente?» Dicen que Dole explicó: «Porque ahorran tiempo». Fue verdad entonces; es verdad ahora.