Ganador del American Book Award, la presión de editores internacionales logró su puesta en libertad tras su arresto en Gaza hace un año: “No hay ningún idioma que pueda expresar el horror del genocidio contra mi pueblo”.
“Mi nombre es Mosab Abu Toha, soy palestino de Gaza y exijo el fin de las matanzas constantes. Demando protección para mi pueblo. No quiero ver a mis familiares, a mis vecinos y a mis estudiantes asesinados y masacrados todos los días”. Así se presenta el poeta Mosab Abu Toha, premio American Book Award 2023, finalista del galardón del Círculo Nacional de Críticos Literarios en Estados Unidos y fundador de la Biblioteca pública Edward Said en Gaza, la primera de libros en inglés en la Franja.
Con 32 años de edad, Abu Toha ha tenido que reiniciar su vida. En noviembre de 2023 el Ejército israelí bombardeó su casa. Como tantas otras, quedó reducida a escombros. En su huida hacia el sur de la Franja, con su esposa y sus tres hijos pequeños, fue retenido en un control militar israelí.
“Yo estaba en una fila de gente sujetando a mi hijo pequeño y mostrando su pasaporte estadounidense, porque nació en EEUU. Varios soldados israelíes me ordenaron dejar al niño en el suelo”, relata durante la entrevista con este diario. “Me exigieron quitarme la ropa, me taparon los ojos, me esposaron, me sentaron en el suelo junto a otros detenidos y después me llevaron a otro sitio, creo que era una tienda de campaña”.
Allí fue interrogado: “Me golpearon en la cara y en el estómago. Después me trasladaron a un centro en el desierto del Neguev, una cárcel donde mantienen secuestrados a cientos de palestinos”.
Tras horas de espera sin recibir información sobre el paradero de Mosab, su esposa decidió proseguir su trayecto hacia el sur de la Franja de Gaza, con los tres niños. Una vez refugiados en una escuela, ella contactó de forma inmediata con editores y amigos de Estados Unidos. De ese modo, el arresto de Mosab se convirtió en noticia en medios internacionales.
“Si no hubiera sido por eso, si yo no publicara en revistas literarias extranjeras, si no tuviera un libro de poesía premiado en EEUU, probablemente ahora estaría muerto o pudriéndome en alguna prisión israelí, torturado”, confiesa en conversación con elDiario.es en la Casa Árabe de Madrid, donde acaba de presentar la traducción al castellano de su primer libro, “Cosas que tal vez halles en mi oído. Poemas desde Gaza” (Editorial Oriente y Mediterráneo).
Pregunta: ¿Cómo vivió el momento en el que las tropas israelíes le impidieron el paso y le separaron de su familia?
Respuesta: Supe que iba a ser víctima de un secuestro. Y digo secuestro porque de forma sistemática el Ejército israelí lleva años privando de libertad a gente palestina, sin presentar cargos ni celebrar juicio. Yo era un simple escritor, padre de familia, al que acusaban de ser de Hamás, como a tantos otros. Me interrogaron, me golpearon en la cara y en el estómago.
Si mi esposa no hubiera reaccionado de forma tan eficaz, si no se hubieran movilizado editores y organizaciones de escritores, quizá habría engrosado la cifra de muertos y desaparecidos en Gaza. Esa es la realidad. Tres días después me pusieron en libertad. Soy un privilegiado y puedo contarlo. Muchos otros, no.
¿Cómo es su vida ahora?
Pudimos salir de Gaza, Israel decide quién puede salir, quién no. Nos hemos instalado en EEUU. Pero nuestro vecinos y amigos siguen allí dentro, sin acceso a medicinas, alimentos, ropa.
Es muy doloroso saber que las matanzas continúan. Catorce meses después este horror sigue ocurriendo. No puedo pensar en otra cosa, me siento inútil porque no puedo proteger a nadie, ni a mis estudiantes, ni a mis vecinos. Los soldados israelíes han matado a 31 miembros de mi familia en un año, todas las semanas me entero de una nueva muerte de algún vecino o amigo.
Era amigo de Refaat Alareeer, profesor de Literatura Inglesa y poeta…
Refaat fue asesinado por el Ejército israelí en diciembre del año pasado. Fue cofundador de We Are Not Numbers, un proyecto que nos animaba a escribir y a contactar con editores extranjeros. Todavía recuerdo cómo en el verano de 2023 habíamos ido a recoger fruta juntos. Me ofreció dar clases en su departamento. Nunca pudo ser.
¿Cómo vive en Estados Unidos siendo un palestino que ha podido huir de Gaza?
Vivir todo esto desde el país que facilita y apoya el genocidio es muy frustrante. Hace tan solo unos días el Gobierno de Washington volvió a vetar un alto el fuego en Naciones Unidas, es la cuarta vez que lo hace. La comunidad internacional occidental afirma que Israel tiene derecho a defenderse, pero ningún gobierno dice nada sobre el derecho del pueblo palestino a defenderse de la ocupación, de la invasión, de las matanzas.
Hay racismo contra los palestinos y un proceso de deshumanización normalizado. Es devastador ver cómo relatan muchos medios. Algunos siguen dando credibilidad a las mentiras sobre bebés israelíes decapitados y metidos en hornos, pero no cuentan los asesinatos de bebés palestinos. No existimos ante su mirada.
¿Qué deberían hacer las naciones occidentales para detener el genocidio en curso y garantizar los derechos de la gente palestina?
Bastaría con que países como EEUU dejaran de facilitar el genocidio, el apartheid, la ocupación. Algunos gobiernos dicen que están preocupados por las muertes de civiles, de niños. ¿Y? ¡Hagan algo! Cuando se trata de Israel actúan, visitan el país, envían armamento, vetan resoluciones, facilitan apoyo.
El mundo tiene que imponer un embargo de armas ya, suspender relaciones comerciales e inversiones, impulsar un boicot contra las universidades y las empresas que apoyan la ocupación israelí. La gente tiene que pedir a sus gobernantes acción, reacción inmediata, presión para que este genocidio se detenga.
¿Qué hizo Occidente cuando un informe de la ONU alertó, hace años, de que si nada cambiaba Gaza sería un lugar inhabitable en 2020? ¿Qué se hizo para evitar más matanzas contra la Franja, las masacres de 2008, de 2014, de 2021?
Usted cuelga cada día en sus redes sociales informaciones que le llegan desde Gaza. ¿Qué sabe de su familia y su gente más cercana?
Mi abuelo murió recientemente, a los 72 años, en un colchón, en una tienda de refugiados, porque su casa fue bombardeada. No tuvo acceso a las medicinas que necesitaba, no hay doctores ni ambulancias en esa zona. Muchísimos pacientes con cáncer han muerto por no tener acceso al mínimo tratamiento, lo mismo ocurre con la gente que necesita diálisis u otras medicinas.
¿Por qué tantos gobiernos miran hacia otro lado y siguen diciendo que Israel tiene derecho a defenderse? Llaman derecho a defenderse a asesinar a decenas de miles de personas y provocar la muerte por inanición o por falta de medicinas de decenas de miles más, entre ellas mi abuelo.
Mi prima Sama, una niña, murió en un ataque israelí hace un mes, con otro catorce integrantes de su familia. Y así, todas las semanas.
De hecho usted anunció en sus redes sociales que Sama y sus padres estaban rodeados por el Ejército israelí, había disparos, alertó sobre ello
Y no pasó nada, al rato los mataron. Escribí: “Treinta personas están en esa casa, rodeadas de tanques y soldados, necesitan ser evacuadas”. Si salían, les disparaban. Veinte horas después, la casa fue bombardeada. Puedes pedirle al mundo entero que salve a una familia, que Israel irá y matará a esa familia.
¿Cómo creció y vivió en Gaza hasta su salida hace unos meses?
Más que vivir, diría que sobreviví. Vivir es poder hacer planes, ir a Cisjordania o a Amman [Jordania] a visitar familiares, recibir en tu casa amistades de fuera, viajar por tu propia tierra, algo que no pueden hacer los palestinos de Cisjordania.
Yo no viví mi infancia. La sobreviví, y fue muy corta. Tenía ocho años cuando vi un helicóptero israelí disparando contra el edificio de mis vecinos, a escasos metros de mí. Quedó reducido a escombros. Ocho años.
El 27 de diciembre de 2008 Israel mató a cuatrocientas personas en un solo día. Yo tenía quince años. Escribí un poema sobre ello, está incluido en el libro publicado en España. Se titula “Heridas”. Y cuando tenía dieciséis resulté herido, en el cuello. Me alcanzó un trozo de metralla de un disparo israelí.
Así que eso no fue una infancia. Tampoco la de mis hijos. Tuvieron que refugiarse en una escuela durante días, su casa fue destruida, vieron cómo apresaban a su padre. Y ahora no tienen posibilidad de regresar a su hogar, aunque solo sea para ver los escombros de lo que fue. Ahora Israel ocupa nuestra ciudad, Beit Lahiya.
¿Cómo se plantea su futuro?
No sabemos si algún día podremos volver. No sabemos si nuestros hijos podrán regresar y reconstruir nuestra casa. El mundo entero nos está fallando.
¿Se imagina que tras los ataques israelíes de 2008 contra Gaza, en los que murieron 1.400 palestinos, muchos de ellos niños, el mundo hubiera permitido matar durante catorce meses a decenas de miles de civiles israelíes, a mujeres, a más de 17.000 niños israelíes [es la cifra de niños muertos en Gaza], a destruir universidades? ¿Y que hubieran enviado armas de todo tipo para ello? Esto es lo que están haciendo con Israel.
¿Qué consecuencias tendrá todo lo que está ocurriendo?
Estamos asistiendo a la imposición de la ley de la selva en el mundo. Esa es la consecuencia. ¿Qué tipo de país puede hacer todo sin ser castigado, sin que nadie le presione realmente para que se detenga? Israel mató a siete miembros de la ONG internacional World Central Kitchen este año. No eran palestinos, y aún así no pasó nada.
El Ejército israelí mató a Hind Rajab, la niña que estaba en el coche con su hermana, en Gaza. Abrieron fuego contra ella, la niña lo estaba relatando todo por teléfono, en conversación con la Media Luna Roja, está grabado. Han pasado 300 días de aquel asesinato. EEUU, que envía balas, bombas y vehículos militares a Israel, dice que sigue investigando, mientras deja hacer.
¿Qué tipo de investigación dura 300 días? Tras el 7 de octubre de 2023 nadie dijo que había que esperar a conocer con detalle qué había ocurrido ese día, se dio luz verde al genocidio. Estados Unidos acaba de anunciar otro envío de armamento mientras seguimos viendo cadáveres de niños entre los escombros. Todo esto es la ley de la selva.
En algunos de sus poemas habla de la Nakba, la expulsión de más de 700.000 palestinos en 1948, entre ellos sus abuelos
Hay similitudes entre aquello y la actualidad. La diferencia es que en 1948 no había redes sociales, ni teléfonos móviles. Se repiten muchas cosas, aunque ahora la magnitud de la matanza es incomparable. Desde el propio Gobierno israelí algunos han llamado a esto Nakba 2.0.
Al igual que entonces, los soldados israelíes que asesinan o violan son bendecidos en su país, son héroes. Hasta se graban vídeos que cuelgan en sus redes, orgullosos. Los palestinos nacimos sin derechos. No es nuevo, lleva ocurriendo décadas.
¿Cuál es su relación con la poesía, con la escritura, tras todo lo vivido?
¿Hay suficientes palabras para esto? No creo que haya ningún verso o idioma que pueda expresar el horror del genocidio que está sufriendo mi pueblo. Lo intento, sin más. Uso las palabras que tengo. Intento dibujar diferentes imágenes con las palabras.
¿Recuerda la primera vez que escribió un verso?
Fue en 2014, durante y después de la masacre de ese año [entre julio y agosto de 2014 Israel mató a 2.200 palestinos en Gaza]. Intenté expresar la pérdida de tantos amigos, del futuro, del pasado, del presente. Lo hice en árabe y en inglés. Creo que una de las primeras cosas que escribí fue: “Todavía tengo sueños”.
¿Cuál es su idea de una Palestina libre?
Una tierra donde todos puedan vivir en libertad, independientemente de su religión, de su etnia, de su color, de su lengua. Un país donde todas las personas tengan derecho a existir, sean como sean. Que puedan practicar su religión, hablar su lengua, votar por sus representantes, tener aeropuertos y puertos, entrar y salir, visitar y regresar.
Un lugar que no sea ocupado ilegalmente, en el que no haya apartheid, discriminación, bloqueo, bombardeos. Llevamos mucho tiempo gritando al viento, diciendo que esto es injusto e insoportable, pero nadie escuchaba.
¿Puede recitar algún verso de alguno de sus poemas favoritos?
‘Lágrimas’. Lo escribí hace años, pero podría ser de ahora. Dice así:
“Caen lágrimas por mis mejillas silenciosas. Me siento avergonzado. No quiero molestarlas a ellas ni a ninguna parte de mi cuerpo (…) Ahora el cielo llora sobre nosotros y el polvo se instala sobre las piedras deformes, su tumba provisional, hasta el que el viento se lo lleve a un lugar más seguro, tal vez al vehículo de unos vips cruzando la frontera, fuera y para siempre”.