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Las víctimas olvidadas del franquismo

Fuentes: Rebelión

Agresiones sexuales, abortos forzados, robo de bebés, torturas y humillación. Estos son solo algunos de los crímenes del franquismo que buscan justicia en los tribunales argentinos. Diez años atrás, a más de diez mil kilómetros de distancia de España, comenzaba en Buenos Aires la querella sobre los crímenes cometidos por el régimen de Franco. La […]

Agresiones sexuales, abortos forzados, robo de bebés, torturas y humillación. Estos son solo algunos de los crímenes del franquismo que buscan justicia en los tribunales argentinos. Diez años atrás, a más de diez mil kilómetros de distancia de España, comenzaba en Buenos Aires la querella sobre los crímenes cometidos por el régimen de Franco. La única causa en el mundo en la que comenzaron a salir a la luz los duros testimonios que hasta entonces solo habían sido parte de la memoria de sus víctimas. Víctimas a las que ni siquiera se las puede llamar de esta forma, ya que los hechos aún no han sido reconocidos como crímenes. Hoy, diez años después, aún no se ha hecho justicia. Tal como lo explica Ana Messuti, abogada de las víctimas, “las fosas están tal cual, los desaparecidos siguen desaparecidos, los hechos siguen sin ser juzgados y las víctimas no han sido escuchadas». El desplazamiento geográfico de esta causa revela que son muchos los que en España quieren cerrar esta herida aún abierta, sin dejar rastros. A pesar de sus esfuerzos por tapar lo sucedido, muchos otros luchan por hacer valer la verdad, la memoria y la justicia.

El 14 de abril de 2010, dos víctimas de la dictadura franquista, Inés García Holgado y Darío Rivas, junto al Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez-Esquivel interpusieron una querella ante los juzgados de Buenos Aires, por genocidio y crímenes de lesa humanidad. En ese entonces, el abogado Carlos Slepoy, explicaba que “en España hubo un genocidio en cuanto que hubo el propósito por parte de quienes se alzaron contra la democracia y las instituciones de la República de eliminar de la sociedad española a grupos humanos, sociales, culturales, políticos, sindicales, agrarios, obreros, para crear una sociedad distinta, de recrear, de remodelar la sociedad española, como efectivamente consiguieron». Esa reconfiguración de la sociedad española de la que hablaba Slepoy, también contemplaba la condolidación de un nuevo rol para la mujer: el de madre y esposa, sumisa y devota. “El niño mirará al mundo, la niña mirará al hogar”, promulgaba la propaganda de la Falange Española.

«En la guerra se utilizó el cuerpo de la mujer como campo de batalla, como forma de castigar al enemigo». Así lo afirma Encarnación Barranquero, profesora titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Málaga (UMA) y así lo entendió también la jueza argentina María Romilda Servini. En 2018, Servini aprobó la ampliación de la investigación contra el franquismo a los delitos específicos cometidos contra las mujeres, tras la petición legal de la organización internacional Women’s Link Worldwide. Lo que resultó en la inclusión de casos concretos de agresión sexual, aborto forzado y robo de niños, que no habían sido juzgados. Un antes y un después en la historia, ya que por primera vez se dieron a conocer los testimonios de mujeres y los hechos aberrantes a los que fueron expuestas durante el franquismo.

“Ninguna causa que investigue las violaciones de derechos humanos puede estar completa, si no se contemplan los crímenes que se cometieron contra las mujeres por el hecho de serlo”, denunció Glenys de Jesús, directora internacional de Women’s Link al interponer la querella sobre los crímenes de género en 2016. Tal como lo explica la Organización de las Naciones Unidas, la violencia sexual y las violaciones son armas de guerra y de tortura que han sido utilizadas durante los conflictos armados a lo largo de la historia.

En algunos casos, estos actos se llevan a cabo de manera deliberada como parte de una estrategia como lo sucedido en Bosnia y Herzegovina y Ruanda. Otro ejemplo quizás menos conocido en Occidente es el de la violencia sexual perpetrada por las tropas surcoreanas contra miles de mujeres y niñas durante la Guerra de Vietnam. Más de 800 hijos nacidos como fruto de esas violaciones aún viven y luchan por conseguir justicia. Se los conoce como “Lai Dai Han” un término peyorativo que significa sangre mixta en vietnamita y tal como lo demuestra el programa “Fantasmas de la Guerra de Vietnam” de la BBC, aún viven en los márgenes de la sociedad. Muchos de ellos son analfabetos y tienen un acceso limitado a los servicios sociales y de salud. Hasta el momento, Corea del Sur no ha reconocido las acusaciones ni las ha investigado. Porque tal como lo afirma Amnistía Internacional, “en el caso de la violencia sexual como mecanismo de tortura, la tarea inconclusa es que el estado garantice la justicia”.

La falta de justicia es lo que une a estos hechos aberrantes, cometidos en distintas partes del mundo. Para Glenys de Jesús, la violencia contra las mujeres es “un tipo de violencia específica que tiene que ser analizada y castigada de forma específica”. Los hechos de violencia contra las mujeres registrados durante el franquismo no solo eran utilizados como un arma de terror, sino como una forma de castigar a las mujeres que no se amoldaban al estereotipo promovido por el régimen. Además de las torturas, también se aplicaban técnicas de adoctrinamiento para que las mujeres siguieran la línea de pensamiento del régimen.

“Enfrentarse al comportamiento inaceptable de las tropas es difícil para cualquier país. Sin embargo, descubrir la verdad no solo les da a las víctimas y a sus familias el cierre, sino que puede fortalecer una nación y sus valores «, explica el ex ministro del Interior británico y embajador del movimiento “Justice for Lai Dai Han”, Jack Straw. Porque si bien la tortura y los abusos son marcas indelebles para quienes las hayan sufrido, ninguna sociedad puede ser indiferente al sufrimiento. España aún no ha asumido esta postura y se ha inclinado por la desmemoria. Los crímenes contra la humanidad cometidos durante el franquismo y reconocidos como tales por la Organización de las Naciones Unidas y Amnistía Internacional, aún no han sido condenados. La única esperanza de las víctimas está a miles de kilómetros de España, en un momento en que las distancias se hacen más difíciles de superar. Pero aún confían en que sus historias no quedarán en el olvido y que algún día, serán reconocidas. Pronto, esperan, los actos serán calificados como crímenes y ellas, podrán ser llamadas víctimas.