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En el 60º aniversario del alegato de Fidel Castro en el juicio tras el asalto al Moncada

Lecciones para la lucha en «La Historia me absolverá»

Fuentes: UyL/Rebelión

Que La Historia me absolverá es mucho más que un alegato de defensa jurídico no es decir nada nuevo. Que fue un discurso brillante, en su diseño y en su ejecución, tampoco. Lo fundamental de este texto, que empezó a formar parte de la herencia intelectual y política de Fidel Castro hace hoy 60 años […]

Que La Historia me absolverá es mucho más que un alegato de defensa jurídico no es decir nada nuevo. Que fue un discurso brillante, en su diseño y en su ejecución, tampoco. Lo fundamental de este texto, que empezó a formar parte de la herencia intelectual y política de Fidel Castro hace hoy 60 años es, precisamente lo que trasciende a sus argumentaciones, relatos y llamamientos. Lo que de él ha logrado superar la dura prueba del tiempo es el ejemplo y la coherencia militante del reo del Moncada con todos aquellos principios que brotan de las palabras. Ese es su valor esencial y lo que intentaremos mostrar aquí.

«(…) ¿Cómo considerar jurídicamente válida la traición de un tribunal cuya misión era defender nuestra Constitución?…Hay una razón que nos asiste más poderosa que todas las demás: somos cubanos y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es crimen y traición.

Matar prisioneros indefensos y después decir que fueron muertos en combate, esa es toda la capacidad militar de los generales del 10 de marzo (…)

Queda todavía a la Audiencia un problemas más grave: ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos (de asaltantes del Moncada), es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos. Si no recae sobre ellos el peso de la ley, la mancha sin precedentes caerá sobre el Poder Judicial (…)..» (1)

Con estas afirmaciones, recogidas en las últimas páginas de su alegato de defensa, pronunciado el 16 de octubre de 1953, Fidel Castro hacía suyo el principio de la denuncia sin vacilaciones ante la injusticia, a la vez que tendía su brazo a la solidaridad, que, empezando por lo que tenía más cerca, serviría de mástil a la bandera del internacionalismo encarnado por la Revolución que él mismo lideraría por más de medio siglo.

El 26 de julio de ese mismo año, Fidel, junto a otros 165 jóvenes revolucionarios, habían comenzado a alzar su tribuna en la senda marcada por la lucha de los pueblos. Asaltaron dos cuarteles militares, Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, con el objetivo de hacerse con las armas con las que enfrentar la lucha armada contra el ejército del dictador Fulgencio Batista, financiado por EEUU.

Fidel desgrana en su discurso, las razones de los combatientes y, al hacerlo, plasma negro sobre blanco, el análisis político de la realidad a la que los moncadistas confrontaron: (…) la espantosa tragedia que está viviendo el país, sumada a la más humillante opresión política.

El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas.

Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras.

Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados.

Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente.

Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba 200.000 bohíos y chozas; 400.000 familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud (…)»

Y pone especial énfasis en la educación y, en la infancia: » (…) Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior.

A escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?

De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos.

La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos (…)», a los que la Revolución convertiría en máxima prioridad desde el momento mismo del triunfo.

Descolgados algunos calendarios, no como presidente de Cuba, sino en representación de los Países No Alineados, Fidel dibuja ante la Asamblea General de la ONU, en 1979, la situación de miseria en la que vive la mayor parte del planeta (2): » (…) Se habla con frecuencia de los derechos humanos, pero hay que hablar también de los derechos de la Humanidad; ¿por qué unos pueblos han de andar descalzos para que otros viajen en lujosos automóviles…?; ¿por qué unos han de ser míseramente pobres para que otros sean exageradamente ricos? Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan (…)

Sin embargo, en «La historia me absolverá», Fidel no se limita a exponer los hechos sino que pone nombre, y apellido, a esa realidad («… ¡Pobre pueblo! Una mañana se despertó estremecido; a las sombras de la noche los espectros del pasado se habían conjurado mientras dormía, y ahora lo tenían agarrado por las manos, por los pies y por el cuello.

Aquellas garras eran conocidas, aquellas fauces, aquellas guadañas de muerte, aquellas botas… No; no era una pesadilla; se trataba de la triste y terrible realidad: un hombre llamado Fulgencio Batista acababa de cometer el horrible crimen que nadie esperaba -golpe de Estado, 10 marzo 1952-)», señalando la complicidad del poder que lo juzga, y enfrentándolo a sus espurias contradicciones: «Señores magistrados: Yo soy la persona que un día se presentó inútilmente ante los tribunales para pedirles que castigaran a los ambiciosos que violaron las leyes e hicieron trizas nuestras instituciones, pidiendo para Fulgencio Batista y sus 17 cómplices la sanción de 108 años de cárcel como ordenaba imponerle el Código de Defensa Social con todas las agravantes de reincidencia, alevosía y nocturnidad. Y ahora, cuando es a mí a quien se acusa de querer derrocar este régimen ilegal y restablecer la Constitución legítima de la República…un fiscal con el Código en la mano, muy solemnemente, pide para mí veintiséis años de cárcel (…)».

Este ha sido un denominador común en la conducta del líder revolucionario, quien sin vacilaciones, con igual brillantez y altura política, ha asumido siempre en primera persona la confrontación con el enemigo. En el mismo discurso en la ONU de 1979, Castro dice: «(…) No he venido a hablar de Cuba; no vengo a exponer en el seno de esta Asamblea la denuncia de las agresiones de que ha sido víctima nuestro pequeño pero digno paí, durante 20 años; no vengo tampoco a herir con adjetivos innecesarios al vecino poderosos en su propia casa (…)». (3)

El motor de la historia

Como parte indisociable de su pensamiento, en el alegato del Moncada Fidel recurre a episodios de lucha de la Historia cubana y los vincula a la rebeldía de un presente que se pretendía pulverizar en aquel juicio, celebrado sin público, sin prensa, y en la improvisada sala de un Hospital de Santiago de Cuba: » (…) El derecho de rebelión contra el despotismo, señores magistrados, ha sido reconocido, desde la más lejana antigüedad hasta el presente, por hombres de todas las doctrinas, de todas las ideas y todas las creencias. Parecía que el Apóstol (José Martí) iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas (…).

Casi treinta años más tarde, en 1980, en La Habana, Fidel se apoyaría nuevamente en el pasado heroico del pueblo cubano, cuando afirmara: «(…) porque después de un Zanjón, vino un Baraguá, el futuro de nuestra patria será un eterno Baraguá. Hoy aquí, en el 137 aniversario de su natalicio, juramos que seremos leales seguidores de Martí, leales seguidores de Maceo y con él decimos, que quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo, anegado en sangre de su suelo si no perece en la contienda». (4)

Y pasados más de 20 años de esta fecha, el 2 de junio de 2002, en un discurso que diera en la ciudad de Holguín, bajo una lluvia torrencial, Fidel estremecía a un auditorio que, sin moverse de su sitio, soportaba junto a él el aguacero, reviviendo la memoria de lucha del pueblo cubano, «el bloqueo criminal que nos promete endurecer (George W. Bush) multiplica el honor y la gloria de nuestro pueblo, contra el cual se estrellarán sus planes genocidas, se lo aseguro (…)». (5) 

Volviendo al alegato que pronunciara aquel 16 de octubre de 1953, en el esperpento de juicio al que lo sometieron tras el Moncada, Fidel, pese a denunciar la ilegitimidad del Gobierno al que buscó derrocar, no usó su discurso para pedir su libertad; al contrario: «…no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya ignominiosa prisión. Envíenme con ellos, a compartir su suerte…», se sirvió de él para invertir las tornas y que quien resultara juzgado y condenado fuera el dictador Batista, «…es concebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón».

Lecciones y aprendizajes

En definitiva, llegando hasta nuestros días, Fidel nos enseña a que en toda circunstancia, las mujeres y hombres que nos reclamamos militantes por la revolución hemos de aprovechar cualquier oportunidad para caracterizar la situación política y social de nuestro entorno y nuestro tiempo, y cómo ésta se refleja en otros pueblos del mundo; las diferencias de clase, la relación entre los distintos ámbitos de poder aliados en contra de las mayorías y, claro está, hacer un llamado a la lucha organizada que consiga invertir la rueda criminal del capitalismo, que lleve el poder a los oprimidos, a las y los trabajadores, a la clase obrera, en suma. Al final de todo, un mismo objetivo: la Justicia.

A esa Justicia, como principio y fin de la lucha de un hombre y de un pueblo, conmina Fidel en el párrafo último de su alegato. Ya entonces lo vislumbraba, el Moncada había fracasado, pero la conciencia, alentada por esta acción, en el pueblo cubano y en los pueblos todos del continente y del planeta ya no tenía vuelta a atrás: «sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la Historia me absolverá.»

Transcurridas más de cuatro décadas de este lance a las generaciones venideras y a la responsabilidad que debía comprometerlas con su pasado y su presente, Fidel volvía a proyectar la lucha hacia el futuro. Así, en su alocución del 17 de mayo de 2005, con motivo de la Marcha del Pueblo combatiente contra el Terrorismo, el revolucionario cubano sentenciaba:

«Una sociedad más justa es posible, no importan mentiras y calumnias; La historia lo reconocerá. ¡Viva el socialismo!». (6) 

Por mucho que hubiéramos querido resumir bien todo lo anterior, es el  propio Fidel Castro el que lo hace. En una carta que dirigió a las delegaciones internacionales asistentes los actos conmemorativos del 60 aniversario del Asalto al Moncada, el líder imprescindible de la Revolución cubana narra los hechos que fundamentaron su alegato y los proyecta hacia las luchas que otros y otras deberemos hacer nuestras, «(…) yo no he luchado para vivir, vivo para luchar». (7)

Notas:

(1) La edición del alegato que se ha consultado para el presente artículo es: La Historia me absolverá (con notas). Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1993

(2) Discurso e Fidel Castro en la ONU 1979 http://www.youtube.com/watch?v=9N1LGKNRzXs (Minuto 14.25 a minuto 18.45)

(3) Discurso e Fidel Castro en la ONU 1979 http://www.youtube.com/watch?v=9N1LGKNRzXs (Minuto 2:48 a minuto ·:20)

(4) Desafío. Documental de Roberto Chile.

http://www.youtube.com/watch?v=L7wpA1br6H4 (minuto 3:11 a minuto 4:20)

(5) Desafío (minuto 15:10 a minuto 15:27)

(6) Oda a la Revolución. Documental de Roberto Chile.

http://www.youtube.com/watch?v=VtH58pYf26w (minuto 16:11 a 16:36)

(7) Carta dirigida por Fidel Castro a las delegaciones internacionales durante la conmemoración del 60 aniversario del Asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes:

http://www.papelrevolucion.com/2013/07/fidel-castro-por-motivo-del-60.html

Artículo publicado en Unidad y Lucha (digital): http://www.unidadylucha.es/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.