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Lo que ocurrió en Beit Hanun

Llamadlo por su nombre: masacre.

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB.

«¡Gracias a Dios por las elecciones usamericanas!», exclamaron aliviados nuestros ministros y políticos.

No se alegraban por la patada que el pueblo usamericano le propinó en el culo a George W. Bush esta semana. Al fin y al cabo, Bush les gusta.

Pero más importante que el rapapolvo recibido por Bush es el hecho de que las noticias procedentes de USA desplazaron las terribles informaciones sobre Beit Hanun. En lugar de ocupar los titulares fueron relegadas al pie de página.

Rosa Luxemburg dijo que el primer acto revolucionario consiste en llamar a las cosas por su verdadero nombre. Entonces, ¿qué es lo que pasó en Beit Hanun?

«Accidente», dijo una linda presentadora de un informativo televisado. «Tragedia», dijo su querida colega en otro canal. Una tercera, no menos linda, fluctuó entre «suceso», «error» e «incidente».

Ciertamente fue un accidente, una tragedia, un suceso y un incidente. Pero sobre todo fue una masacre. M-a-s-a-c-r-e.

La palabra «accidente» evoca la idea de algo de lo que nadie es culpable, como cuando a uno lo fulmina un rayo. Una tragedia es un suceso o situación triste, como la de los habitantes de Nueva Orleans tras el desastre. El suceso de Beit Hanun fue triste, desde luego, pero no fue un acto de Dios. Fue un acto decidido y ejecutado por seres humanos.

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Inmediatamente después de conocerse los hechos se activó febrilmente el habitual coro de apologetas profesionales, justificadores, plañideros y fabricaexcusas que permanece en permanente estado de alerta listo para intervenir en situaciones semejantes.

«Un desafortunado error. Puede pasar en las mejores familias. El mecanismo de un cañón puede fallar, las personas pueden cometer errores. Errare humanum est. Hemos lanzado decenas de miles de proyectiles de artillería y sólo se han producido tres accidentes de ese tipo (el 1º, durante la era Olmert-Peretz-Halutz, se produjo en Qana durante la segunda guerra libanesa. El 2º ocurrió en las playas de Gaza, donde una famiia entera fue pulverizada. Pero ¿acaso no pedimos disculpas? ¿Qué más quieren que hagamos?»

También se escucharon argumentos como los siguientes: «La culpa la tienen los propios palestinos». Como siempre, resulta que la culpa es de las víctimas. La solución más creativa la aportó el Viceminsitro de Defensa Ephraim Sneh. «La responsabilidad práctica es nuestra, pero la responsabilidad moral es de ellos«. Si ellos lanzan cohetes Kassam contra nosotros, ¿qué otra cosa podemos hacer salvo responder con proyectiles?

Ephraim Sneh acaba de ascender al puesto de Viceministro. El nombramiento fue la recompensa que recibió por haber aceptado incluir a Avigdor Liberman en el Gobierno (en hebreo bíblico a esa recompensa se la llamaría «el salario de la puta», Deuteronomio, 23.19). Ahora, tras sólo unos pocos días en el cargo, a Sneh le han brindado la oportunidad de expresar su agradecimiento.

(En la familia Sneh existe cierta tradición de justificar acciones infames. El brillante padre de Ephraim, Moshe Sneh, fue líder del Partido Comunista israelí y defendió todas las masacres cometidas por Stalin, no solamente el sistema del Gulag, sino también el asesinato de los comunistas judíos en la Unión Soviética y en sus países satélites, así como el «complot» de los doctores judíos).

Cualquier sugerencia tendente a equiparar los cohetes Kassam y los proyectiles de artillería israelíes -una homologación que ha sido adoptada incluso por algunos activistas del campo de la paz- es completamente falsa. No sólo porque no existe simetría posible entre ocupantes y ocupados. Los centenares de Kassams lanzados durante más de un año sólo han matado a un israelí. Los proyectiles, misiles y bombas israelíes se han llevado por delante ya a varios cientos de palestinos.

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¿Los proyectiles israelíes impactaron en los hogares de la gente de Beit Hanun deliberadamente? Sólo hay dos posibles respuestas para esa pregunta.

La versión extrema dice: Sí. La secuencia de los acontecimientos apunta en esa dirección. El ejército israelí, uno de los más modernos del mundo, carece de respuesta para los Kassam, una de las armas más primitivas. Este cohete no guiado de corto alcance (bautizado en honor a Izz-ad-Din al-Kassam, el primer combatiente palestino que murió en 1935 luchando contra las autoridades británicas de Palestina) es apenas algo más que un tubo relleno con explosivos de fabricación casera.

Esa circunstancia aumentó aún más la frustración de los generales israelíes. Ashkelon no es una remota y depauperada pequeña ciudad como Sderot, cuyos habitantes son en su mayoría de origen marroquí. En Ashkelon vive también una población elitista de origen europeo. Según esta versión, tras haber perdido su honor en el Líbano los jefes militares israelíes estaban ansiosos por dar a los palestinos una lección definitiva. Como reza el refrán israelí: si la fuerza no funciona, usa más fuerza.

La otra versión sostiene que realmente se trató de un error, de un desgraciado fallo técnico. Sin embargo, el comandante de un ejército sabe muy bien que cierta proporción de «fallos» es inevitable. Siempre hay cierto porcentaje de soldados que mueren en las maniobras, cierto porcentaje que caen bajo el «fuego amigo», cierto porcentaje de proyectiles que aterrizan lejos del objetivo. La munición empleada por los artilleros contra Beit Hanun -los mismos proyectiles de 155 milímetros que los israelíes usaron en Qana- es conocida por su poca precisión. Varios factores hicieron que los proyectiles desviaran su curso varias centenas de metros.

La persona que decidió utilizar este tipo de munición contra un objetivo situado junto a la población civil expuso conscientemente a ésta a un peligro mortal. Por consiguiente, en el fondo no existe ninguna diferencia entre ambas versiones.

¿Quién es el culpable? En primer lugar, el espíritu que ha ganado terreno en el ejército. Recientemente Gideon Levy reveló que un comandante de batallón había elogiado a sus soldados por haber matado a 12 palestinos con las siguientes palabras: «Hemos ganado 12 a 0«.

Culpables son, por descontado, los artilleros y sus comandantes, incluido el jefe de la batería. Y el general al mando del Comando Sur, Yoac Gallant (sic) (1), una persona que exhuda indiferencia y mojigatos tópicos a raudales. Y el Segundo Jefe de Estado Mayor. Y el Jefe de Estado Mayor, Dan Halutz, el general de aviación que a raíz de otro incidente similar declaró dormir sin problemas tras lanzar una superbomba de una tonelada de peso sobre un área residencial. Y, naturalmente, el ministro de Defensa, Amir Perets, que aprobó el uso de la artillería tras haberla prohibido en el pasado -dato que indica que era perfectamente consciente de las consecuencias previsibles de su uso.

Pero el mayor culpable de todos es el Gran Pedidor de Excusas: Ehud Olmert, el primer ministro.

Recientemente Olmert se jactó del astuto comportamiento de su Gobierno afirmando que «fuimos capaces de matar a cientos de terroristas sin que el mundo reaccionara«. Según Olmert, un «terrorista» es cualquier palestino armado, incluidas las decenas de millares de policías palestinos que portan armas por acuerdo con Israel. Ahora es posible disparar contra ellos sin restricciones. También son «terroristas» las mujeres y los niños que los israelíes matan en la calle y en sus casas (Hay quienes llegan a decirlo abiertamente: los niños crecen para hacerse terroristas, las mujeres paren niños que de mayores se convertirán en terroristas).

Según sus propias palabras, Olmert puede continuar por esa senda porque el mundo permanece callado. Hoy mismo los USA incluso vetaron una tibia resolución del Consejo de Seguridad contra el incidente. ¿Significa eso que los gobiernos de todo el mundo -USA, Europa, el mundo árabe- son cómplices del crimen de Beit Hanun? Quienes mejor pueden responder a esa pregunta son los propios ciudadanos de esos países.

***

El mundo no prestó mucha atención a la masacre porque se produjo justo el día de las elecciones en USA. Los resultados de las elecciones seguramente entristecerán a nuestros líderes más que la sangre y las lágrimas de las madres y los niños de la Franja de Gaza, pero están contentos de que la elecciones distrajeran la atención.

Un cínico podría decir: la democracia es maravillosa, permite al votante mandar a hacer gárgaras al imbécil que eligió la última vez y reemplazarlo por otro imbécil.

Pero no seamos demasiado cínicos. El hecho es que el pueblo usamericano ha elegido, al cabo de tres años y de decenas de millares de muertos, aquello que los partidarios de la paz de todo el mundo -incluidos nosotros aquí, en Israel- veníamos diciendo desde el primer día: que la guerra provocará un desastre, no solucionará ningún problema y tendrá de hecho el efecto contrario.

El cambio no será rápido ni dramático. Los USA son un enorme paquebote que para cambiar de rumbo describe un enorme círculo y necesita de mucho tiempo, a diferencia de Israel, una pequeña lancha rápida capaz de hacer una ciaboga prácticamente en el acto. En cualquier caso, la orientación del cambio de rumbo parece clara.

Por supuesto, en las dos nuevas cámaras del Congreso, el lobby proisraelí (léase: los partidarios de la derecha israelí) tienen una enorme influencia, tal vez incluso mayor que la que tenían en las cámaras precedentes. Pero el ejército usamericano tendrá que comenzar a salir de Irak. El riesgo de otra aventura militar en Irán y/o Siria ha disminuido considerablemente. Los desquiciados neoconservadores, la mayoría de ellos judíos partidarios de la extrema derecha israelí, están perdiendo poder gradualmente, y lo mismo les ocurre a sus aliados, los desquiciados fundamentalistas cristianos.

Como dijo en una ocasión el antiguo primer ministro israelí Levy Eshkol: cuando USA estornuda Israel se resfría. Cuando USA comienza a recuperarse quizá haya también esperanza para nosotros.

NOTA:

(1) Con el signo (sic) Avnery subraya irónicamente la paradója de que la persona responsable de tan cobarde masacre se apellide Gallant (‘noble’, ‘valiente’ en inglés).

Texto original: http://www.counterpunch.org/avnery11132006.html