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Es hora ya de poner fin a la “hasbara”

Los medios de comunicación palestinos y la búsqueda de una historia común

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El mero hecho de poder disfrutar de la compañía de cientos de periodistas palestinos y otros profesionales de los medios de todo el mundo fue una experiencia alentadora. Durante muchos años, los medios de comunicación palestinos han estado a la defensiva, incapaces de articular un mensaje coherente, divididos en facciones e intentando desesperadamente defenderse de la campaña de los medios israelíes, con todas sus falsedades y su interminable propaganda o «hasbara«.

Es aún demasiado pronto para afirmar algún tipo de cambio paradigmático, pero la segunda Conferencia Tawasol en Estambul, que tuvo lugar los días 18 y 19 de mayo, sirvió de oportunidad para considerar el muy cambiante panorama de los medios de comunicación y poner de relieve los desafíos y oportunidades a que se enfrentan los palestinos en su ardua batalla.

Los palestinos no sólo pretender echar por tierra muchos años de desinformación israelí, predicada a partir de un fantasioso discurso histórico que se ha vendido al mundo como un hecho, sino también construir una lúcida narrativa propia liberada de los antojos de las facciones y de los beneficios personales.

No va a ser una tarea fácil, desde luego.

Mi mensaje en la Conferencia de «Palestina en los Medios de Comunicación», organizada por el Foro Internacional de Palestina para los Medios y Comunicación, fue que si al liderazgo político le resulta tan difícil conseguir la unidad política, al menos los intelectuales palestinos deben insistir en la unidad de su narrativa. Incluso el más comprometedor de los palestinos puede reconocer la crucial importancia de la Nakba, la limpieza étnica de Palestina y la destrucción de sus ciudades y pueblos en 1947-48.

Pueden -y deberían- ponerse también de acuerdo respecto al horror y violencia de la Ocupación, de la deshumanización de los controles militares; de los espacios cada vez más reducidos en Cisjordania como resultado de los asentamientos ilegales y de la colonización de lo que queda de Palestina; del sofocante acoso sobre la Jerusalén Ocupada (al-Quds); de la injusticia del asedio contra Gaza, y de las guerras unilaterales contra la Franja que han asesinado a más de 4.000 personas, en su mayoría civiles, en el curso de siete años, y tantas cosas más…

El profesor Nashaat Al-Aqtash, de la Universidad Birzeit, quizá de forma más realista, rebajó aún más las expectativas. «Si tan sólo pudiéramos ponernos de acuerdo en cómo presentar la narrativa sobre Al-Quds y los asentamientos ilegales, sería al menos ya un buen comienzo», dijo.

El hecho obvio es que los palestinos tienen más en común de lo que les gustaría admitir. Todos son víctimas de las mismas circunstancias, luchan contra la misma Ocupación, sufren las mismas violaciones de los derechos humanos y se enfrentan a las mismas futuras consecuencias fruto del mismo conflicto.

Sin embargo, muchos de ellos son extrañamente incapaces de desconectar de sus afiliaciones faccionales de orden tribal. Desde luego, no hay nada malo en tener determinadas inclinaciones ideológicas y apoyar a un partido sobre otro. Sin embargo, eso se convierte en una crisis moral cuando las afiliaciones de partido son algo más fuerte que la afiliación a la lucha nacional colectiva por la liberación. Lamentablemente, hay muchos que aún siguen atrapados en esa forma de pensar.

Pero las cosas están cambiando; siempre lo hacen. Después de dos décadas de fracasos del supuesto «proceso de paz» y del veloz incremento de la colonización de los Territorios Ocupados, además de la extremada violencia utilizada para conseguir estos fines, muchos palestinos están despertando ante tantos hechos dolorosos. No puede haber libertad para el pueblo palestino sin unidad y sin resistencia.

La resistencia no tiene siempre que significar una pistola o un cuchillo sino la utilización de las energías de una nación en casa y en la «shatat» (Diáspora), junto con el apoyo de las comunidades que luchan por la justicia y la paz en todo el mundo. Debe haber pronto un movimiento en el que los palestinos declaren una lucha global contra el apartheid que involucre a todos sus líderes, facciones, sociedad civil y comunidades por doquier. Deben hablar con una sola voz, declarar un objetivo y exponer las mismas demandas, una y otra vez.

Es desconcertante advertir que una nación que ha sido tan perjudicada durante tanto tiempo sea tan incomprendida, mientras que los que han hecho el daño sean en gran medida absueltos y considerados como las víctimas.

En algún momento de finales de la década de 1950, el primer ministro israelí David Ben-Gurion fue consciente de la necesidad de unificar la narrativa sionista israelí respecto a la conquista y limpieza étnica de Palestina. Según una revelación del periódico israelí Haaretz, a Ben-Gurion le preocupaba que la crisis de refugiados palestinos no fuera a desaparecer sin un mensaje consistente israelí de que los palestinos abandonaron su tierra a su suerte siguiendo las instrucciones de varios gobiernos árabes.

Desde luego que era una mentira, pero muchas supuestas verdades empiezan a menudo con una mentira absoluta. Delegó en varios académicos para que presentaran la historia más falseada, aunque coherente, sobre el éxodo de los palestinos. El resultado fue el Doc GL-18/17028 de 1961. Desde entonces, ese documento ha servido como piedra angular de la «hasbara» israelí respecto a la limpieza étnica de Palestina. El punto esencial del mensaje era que los palestinos habían huido, no se les había expulsado. Israel ha estado repitiendo esta falsedad durante 55 años y, desde luego, muchos se la han creído.

No fue sino hasta hace poco, gracias al esfuerzo de un grupo creciente de historiadores palestinos -y de valientes israelíes- que contrarrestaron la propaganda, que fue tomando forma la narrativa palestina, aunque queda mucho por hacer aún para compensar el daño que ya se ha producido. En realidad, que la verdad pueda llegar a vencer sólo se conseguirá cuando la narrativa palestina deje de verse como una «contranarrativa» y sea una historia soberana propia, libre de los confines de las actitudes defensivas y de la carga de una historia traspasada de mentiras y medias verdades.

La única vía que veo para poder conseguir eso es que los intelectuales palestinos inviertan más tiempo y esfuerzo en estudiar y narrar una «historia de la gente» de Palestina que pueda finalmente humanizar al pueblo palestino y enfrentar la polarizada percepción que de ellos se tiene como terroristas o víctimas perpetuas. Cuando el individuo normal y corriente llega a ser el centro de la historia, los resultados son más identificables, más eficaces y emotivos.

La misma lógica puede asimismo aplicarse al periodismo. Aparte de encontrar su historia común, los periodistas palestinos necesitan llegar a un mundo cada vez más amplio, no sólo a su entregado círculo tradicional de amigos y simpatizantes sino a la sociedad en general. Si la gente aprecia realmente la verdad, sobre todo desde una perspectiva humanista, no es posible que apoye el genocidio y la limpieza étnica.

Y por «mundo más amplio» apenas estoy refiriéndome a Londres, París y Nueva York, sino a África, Sudamérica, Asia y el Sur global. Las naciones de este hemisferio pueden comprender plenamente el dolor y la injusticia de la ocupación militar, de la colonización, del imperialismo y del apartheid. Me temo que el énfasis en la necesidad de contrarrestar la «hasbara» israelí en Occidente haya supuesto la asignación de una cantidad desproporcionada de recursos y energía a unos pocos lugares mientras se ignoraba al resto del mundo, cuyo apoyo viene siendo desde hace mucho tiempo la columna vertebral de la solidaridad internacional. Ese apoyo no debe darse por supuesto.

No obstante, la buena noticia es que los palestinos han estado dando grandes pasos en la dirección correcta, aunque no ha sido precisamente gracias a los líderes palestinos. La clave está ahora en ser capaces de unificar, racionalizar y construir a partir de los esfuerzos existentes para que esa solidaridad creciente se traduzca en un logro mayor a la hora de aumentar la conciencia global y lograr que Israel rinda cuentas por su Ocupación y violación de los derechos humanos.

El Dr. Ramzy Baroud lleva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es columnista internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Entre sus libros cabe destacar: «Searching Jenin», «The Second Palestinian Intifada», y el último publicado: » My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, London). Su página en Internet es: www.ramzybaroud.net.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2016/05/26/time-to-end-the-hasbara-palestinian-media-and-the-search-for-a-common-story/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.