Cuando se trata de ciertos asuntos políticos, no existe en la actualidad un grupo más vociferante que la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. Se apresuran a expresarse. Y se aseguran de que todos sepamos cuál es su posición. No hay duda. Acerca del aborto, los obispos católicos están en contra. Acerca de la homosexualidad, […]
Cuando se trata de ciertos asuntos políticos, no existe en la actualidad un grupo más vociferante que la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. Se apresuran a expresarse. Y se aseguran de que todos sepamos cuál es su posición.
No hay duda. Acerca del aborto, los obispos católicos están en contra. Acerca de la homosexualidad, los obispos católicos están en contra. Acerca del matrimonio del mismo sexo, los obispos católicos están en contra. Acerca de la anticoncepción, los obispos católicos están en contra. Y cabildean activamente en el Congreso para que se aprueben leyes que apoyen sus posiciones. Recientemente la Conferencia de Obispos llegó a identificar su más alta prioridad para 2012: persuadir al Congreso de que invalide la cobertura obligatoria del presidente Obama al control de la natalidad en todos los planes de atención médica. Hace dos años se opusieron a la aprobación de la Ley de Protección al Paciente y Atención Médica Asequible.
Ahora se comprende. Estas posiciones políticas reflejan las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. De muchas maneras, los obispos norteamericanos solo hacen lo que exige el Vaticano. Pero como católico, lo que quiero saber es lo siguiente: ¿por qué los obispos están tan apresurados y dispuestos a hacer declaraciones acerca de temas que tienen que ver con el sexo, pero permanecen en silencio acerca de tantas otras enseñanzas establecidas por la Iglesia?
La Iglesia Católica, por ejemplo, se opone oficialmente a la pena de muerte por ser un castigo cruel e inusual. Pero ¿cuándo fue la última vez que se escuchó a los obispos lamentarse de la aplicación de la pena de muerte? Según el Centro de Información de la Pena de Muerte, en octubre de 2011 había en Estados Unidos 3 199 personas en el corredor de la muerte. ¿No debiera ser esa una de las prioridades principales de los obispos? Sin embargo, que yo sepa los obispos nunca han negado la comunión a un político que haya votado a favor de la pena capital, aunque sí negaron los sacramentos a Geraldine Ferraro, John Kerry, Joe Biden, y otros católicos favorables al aborto.
Lo mismo con la guerra de Iraq, El Papa Juan Pablo II expresó claramente su oposición a la guerra del Golfo en 1991 y a la guerra de Iraq en 2003: «La guerra nunca es solo otro medio que se puede emplear para solucionar las diferencias entre naciones», declaró el papa en enero de 2003, dos meses después de la invasión a Iraq. Pero una vez más los obispos nunca presionaron al Congreso para que votara en contra de la guerra y nunca criticaron a los católicos miembros del Congreso que tan dispuestamente votaron a su favor.
¿Y qué me dicen de las familias trabajadoras? Ninguna institución ha hecho declaraciones tan fuertes a favor de la justicia social como la Iglesia Católica. En su gran encíclica Rerum Novarum, (1891), el papa León XIII reconoció los derechos de los trabajadores a organizarse en sindicatos, realizar negociaciones colectivas y ganar un salario justo -suficiente para mantener al trabajador, a su esposa y a su familia, y que queden unos pocos ahorros. Pero ¿cuándo fue la última vez que se escuchó a un obispo hablar acerca del «salario justo»?
En Rerum Novarum, León XIII afirmó también lo que los teólogos llaman la «opción preferencial (de la Iglesia) por los pobres». Al señalar que por regla general los ricos pueden cuidarse de sí mismos, el papa decretó: «Es por esta razón que a los asalariados, casi todos pertenecientes a la masa de los necesitados, se les debe cuidar y proteger especialmente por parte del gobierno». Y esa política de protección y preferencia a los pobres ha sido reforzada desde entonces por varios papas, hasta llegar a Benedicto XVI,
Qué vergüenza, entonces, que los obispos mantengan total silencio acerca del presupuesto republicano en la Cámara de Representantes cuyo autor es Paul Ryan. El presupuesto de Ryan, como el del pasado año, es justamente lo opuesto de lo que la Iglesia enseña, recortaría drásticamente los programas sociales que ayudan a los pobres, incluyendo la atención médica brindada a los pobres por medio de Medicaid. También amenazaría a la atención médica para la tercera edad al acabar con Medicaid tal como la conocemos -mientras mantendría las reducciones de impuestos para los ricos.
El plan Ryan, en otras palabras, no es de tratamiento preferencial para los pobres. Pero ¿qué han dicho los obispos católicos acerca del tema? Ni una palabra. Cero. Nada. Ni el año pasado ni este año, Es más, el pasado noviembre el arzobispo Charles Chaput dijo a Patrick Whelan, presidente de Demócratas Católicos, que los obispos no tenían tiempo suficiente en sus reuniones anuales para discutir acerca de la pobreza. Además, aclaró Chaput, él no creía que los obispos deban comentar acerca de complejos asuntos económicos. Eso no era lo que pensaba León XIII.
Cuando de niño fui criado como católico, las monjas tenían una frase para los que obedecían algunos principios de la Iglesia y no otros: «Católicos de Cafetería». En la actualidad, los mayores «Católicos de Cafetería» son obispos católicos.
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