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Los poetas de las sombras de los cafés de Damasco viven la guerra a su modo

Fuentes: Al-Akhbar English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Tan solo unos pasos más allá de la Plaza Yusef al-Asma, en el centro de Damasco, se extiende un mundo diferente de callejones antiguos, cafés con terraza y una nueva y pujante generación de muzaqafin, intelectuales árabes.

Esos jóvenes artistas no son los poetas del establishment y pensadores de ayer garabateando en cuadernos por los rincones de los cafés.

Normalmente se refieren a ellos como «los poetas del Mercado Sarouja», pero Wael Qais, de 25 años, prefiere que les llamen «los poetas de las sombras».

«Venimos de las sombras de los barrios bajos, del desempleo y de la incertidumbre», dice Qais, que trabaja como distribuidor de libros para las editoriales.

Estos jóvenes no comparten las referencias de la generación de más edad de intelectuales de café. Se inspiran en el mundo digital. Leen y escriben pero apenas visitan las bibliotecas tradicionales. Se descargan libros gratis, citan a Muhammed al-Maghut, a Mahmud Darwish y a Ghada al-Samman (cuyas obras leen online) y coleccionan películas de arte en DVD pirateados que se venden en el cercano mercado de al-Bahsa, conocido a nivel local como «Sillicon Valley». Antes de la revolución, muchos asistían a talleres en el cercano «Trabajo y Arte», un estudio abierto fundado aquí por Muhannab Dib.

La zona no fue siempre el aguerrido enclave bohemio que es hoy. Los cafés empezaron a surgir cuando los extranjeros que estudiaban árabe en Damasco empezaron a trasladarse aquí, atraídos por los alquileres baratos y el encanto de los edificios antiguos. El Centro Cultural francés cercano también atrajo a los jóvenes que querían tomar clases o, en algunos casos, ligar con las chicas francesas. Cuando se cerró el Centro Cultural y los extranjeros se fueron, la zona fue tomada por jóvenes poetas, escritores, actores y artistas de toda clase y condición.

La Rouche Café es uno de los lugares favoritos de este grupo. Hace poco, una tarde, Al Akhbar visitó La Rouche y se encontró con docenas de jóvenes enzarzados en una acalorada discusión acerca de la crisis actual y sus posibles soluciones.

Los comentarios acerca de revolución, traición, controles y ataques se desvanecen pronto al llegar la noche y entonces se dedican a comentar romances clandestinos y a fumar algún porro.

Es posible que el levantamiento haya inyectado urgencia en su arte y conversación, pero la violencia y división ha acabado afectando también a la comunidad. Filiaciones políticas conflictivas provocan rupturas entre antiguos camaradas y muchos han tenido que huir del país, les han arrestado o han pasado a la clandestinidad.

Qais tiene que pasar a través de varios controles para llegar desde Rukn al-Din hasta Sarouja solo para pasar algún tiempo con los amigos que le quedan. Recita un poema inspirado por esta nueva realidad diaria.

Qais dice que está influido por el difunto poeta sirio Riad al-Saleh al-Hussein (1954-1982), pero que se basa en su propia experiencia y estilo para crear algo nuevo.

«Cuando telefoneo a un amigo y veo que su número ya no funciona, significa que le han arrestado, y eso tiene que pasar también a formar parte de mi obra», explica.

Husam Milhem, 26 años, camarero en La Roche, es también poeta y acaba de quedar libre tras cinco años encarcelado en la prisión de Saidnaya. Dice que no cree que uno pueda desconectarse de las experiencias pasadas de otros, pero que la elite cultural establecida le ha fallado a la calle.

Milhem describe a la juventud de los cafés de Sarouja como los niños del mundo virtual que se entierran a sí mismos online mientras sus experiencias reales de vida van desvaneciéndose.

«La mayoría de la gente que hay aquí no tiene nada que hacer más que charlar y charlar alrededor de las mesas esparcidas por aquí», dice.

Milhem dice que su generación ha recuperada algo del celo perdido para la movilización de masas, recordando cuando él y otros estudiantes universitarios lanzaron SHAMS (Jóvenes por Siria). Escribió un libro de poesía que había planeado publicar antes de que le arrestaran y continuó escribiendo desde la prisión.

Un joven de 21 años ansioso de incorporarse al grupo, recita una de sus propias obras, un poema algo incoherente que no consigue impresionar a la multitud reunida.

Qais, riendo y dando una calada a su cigarrillo dice: «Facebook ha convencido a muchos jóvenes de que son poetas, pero para eso hay que pasar por alto la falta de solidez, los errores gramaticales y de ortografía e incluso de puntuación; de otra manera, mejor borrarles de la lista».

Fuente: http://english.al-akhbar.com/node/12802