El pueblo yezidí de Irak se repuso a las masacres cometidas por ISIS y apostó en construir una sociedad que respete la diversidad étnica y religiosa. Pero este proyecto ahora está en peligro.
¿A quién le importa el pueblo yezidí? O mejor dicho: ¿quiénes se conmueven frente a este grupo humano y social, que vive en el corazón de Medio Oriente y que, en su larga historia, ya sufrió 72 genocidios? Las mentes brillantes de la geopolítica mundial piensan –como siempre lo hacen- que los yezidíes son apenas un daño colateral de la “gran guerra” para “estabilizar” Irak. Tal vez, y de forma más simple, es posible intuir que los hombres y las mujeres que conformar la diezmada nación yezidí –personas que, desde hace décadas, llevan como un castigo sobre sus espaldas la denominación de “adoradores del diablo”- son un grupo religioso pre-islámico, con costumbres particulares, tradiciones ancestrales y una historia propia, que convivió con otros pueblos en medio de las tempestades desatadas por los imperios que intentaron controlar Medio Oriente.
El nuevo derrotero del pueblo yezidí –conformado por entre 50 mil y 500 mil personas, según fuentes diversas-, que habita en su mayoría el norte de Irak –aunque también tiene presencia en el sudeste de Turquía y el norte de Siria-, comenzó el 9 de octubre de 2020, cuando el Ejecutivo iraquí y el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) firmaron un acuerdo sobre la región de Shengal (Sinjar o Sinyar). Con el respaldo de Naciones Unidas y el visto bueno de Turquía y Estados Unidos, ambas partes decretaron que el gobierno de Bagdad se encargaría del control de Shengal y, sobre todo, tendría la responsabilidad de desarmar a las milicias que operan en la zona.
Buena parte de los y las yezidíes rechazaron este acuerdo, principalmente porque no fueron consultados en ningún momento. Desde hace siete años, Shengal atraviesa un proceso de autonomía y autogobierno luego de sufrir los azotes del Estado Islámico (ISIS), que invadió la región en 2014. Cuando ISIS llegó a Shengal, tanto Bagdad como el GRK –que representa al nacionalismo kurdo de derecha- ordenaron retirar sus tropas de la zona. Esta medida permitió que ISIS llevara a cabo una masacre de yezidíes, además de secuestrar a miles de mujeres y niñas, de las cuales casi 3.000 continúan en poder del grupo terrorista. Los y las yezidíes, una minoría religiosa mayormente kurda, quedaron en total desamparo.
Ante esta situación, las Fuerzas de Defensa del Pueblo (HPG, brazo armado del Partido de los Trabajadores de Kurdistán -PKK-) se movilizaron desde las zonas que controlan en el norte de Irak con el objetivo de abrir un corredor humanitario para que los yezidíes pudieran escapar. Aunque en un principio a Shengal llegaron apenas nueve guerrilleros de las HPG, fue suficiente la resistencia que desplegaron para detener las matanzas que cometía ISIS. Cientos de yezidíes pudieron escapar hacia las montañas, mientras la guerrilla combatía al Estado Islámico, el gobierno de Bagdad y el GRK miraban el desastre del que eran responsables, y Turquía se relamía de placer al ver una nueva masacre contra los kurdos.
Liberado Shengal y con las pulsiones latentes de la Revolución de Rojava al otro lado de la frontera, una parte considerable del pueblo yezidí de Irak declaró la autonomía de su tierra, inició el proceso de crear entidades e instituciones de autogobierno, y conformó las Unidades de Protección de Shengal (YBS, Yekîneyên Berxwedana Şengalê) y las Unidades de Mujeres Yezidíes (YJE, Yekinêyen Jinên Êzidxan), similares a las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) en Rojava. Los procesos políticos que avanzan en el Kurdistán sirio y en Shengal tienen similitudes y abrazan los conceptos del confederalismo democrático, paradigma impulsado desde el Movimiento de Liberación de Kurdistán y teorizado por Abdullah Öcalan, el líder kurdo encarcelado en Turquía desde 1999.
El “desarme” que estipula el acuerdo no sólo está dirigido contra las YBS/YJE, sino también apuntan a las Al-Hashd Al-Sha’abi (Unidades de Movilización Popular, UMP), el conglomerado de milicias iraquíes que responden a Irán y se encuentran en la mira de Estados Unidos debido a su poder creciente en el país. El 11 de marzo pasado, una delegación compuesta por integrantes de la Asamblea de Shengal, del Movimiento por la Libertad de las Mujeres Yezidíes, y del Partido de la Libertad y la Democracia Yezidí (PADÊ), mantuvieron una reunión con militares iraquíes de la región. En ese encuentro, realizado luego de una movilización masiva en defensa del territorio, la delegación reiteró su pedido de respetar las decisiones del pueblo yezidí y de resolver las diferencias de forma pacífica. Antes de esta reunión, el vicepresidente de la Asamblea Autónoma Democrática de Shengal, Heso Birahim, declaró: “No estamos en contra de las leyes iraquíes. También queremos nuestros derechos dentro del marco de las leyes del Estado iraquí. Tenemos derecho a la descentralización de acuerdo con la Constitución iraquí. Además, las amenazas de genocidio también nos dan derecho a la autonomía”.
En los últimos días, las presiones de Bagdad y del GRK contra el pueblo yezidí fueron en aumento. Desde Shengal, saben muy bien que la intención final es despejar el territorio para que Turquía –en el marco de sus planes de ocupación territorial- lance una invasión y tome el control de la zona, como lo intentó hace meses atrás con las regiones kurdas de Heftanîn y Garê, donde la guerrilla le dio duros reveses a las fuerzas armadas turcas. Además, el acuerdo tiene el fin de cortar la línea fronteriza que une Rojava con el Kurdistán iraquí (Bashur), algo que Turquía, a través de sus aliados del GRK, intenta hacer desde que comenzó el proceso revolucionario en el norte de Siria.
Ante los peligros que sobrevuelan al pueblo yezidí, decenas de organizaciones e instituciones de Kurdistán se pronunciaron en solidaridad con los y las pobladoras de Shengal, y demandaron la intervención de Naciones Unidas para que detuviera las presiones emanadas desde Bagdad y el GRK. El temor latente de los yezidíes es que, con el desarme de sus fuerzas de autodefensa, queden otra vez a merced de un nuevo ataque de ISIS –que nunca dejó de tener presencia en Irak- o de los bombardeos masivos ordenados por el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan. Tanto en Kurdistán como en Europa, la semana pasada se realizaron movilizaciones y acciones en solidaridad con el pueblo yezidí, mientras que la Oficina de Relaciones de las Mujeres Kurdas (REPAK) lanzó una campaña internacional de recolección de firmas para una petición que será enviada al presidente de Irak, Barham Salih, y al primer ministro del país, Mustafa Al-Kadhimi.
En el texto, se explicó que el genocidio cometido de ISIS contra los yezidíes se basó en los femicidios, ya que el grupo terrorista tiene “una visión del mundo extremadamente misógina”. “Si tenemos en cuenta el papel de las mujeres en la protección y preservación de la cultura y la identidad de los pueblos amenazados, parece claro que ISIS pretendía aniquilar la creencia yezidí, que considera un culto al diablo, mediante el feminicidio”, remarcaron desde REPAK.
A continuación, en la petición, se apuntó que “es fascinante ver cómo el pueblo yezidí, y especialmente las mujeres yezidíes de Shengal, respondieron al genocidio y al feminicidio. Intentaron curar su herida encontrando una forma de acabar con la historia de masacres y genocidios. Para el pueblo yezidí, la respuesta fue autoorganizarse. Basándose en la idea de la coexistencia pacífica, el pluralismo democrático, la igualdad de derechos y la autodeterminación política, los yezidíes construyeron una administración autónoma, consejos de mujeres autónomos y fuerzas de autoprotección”.
En otro fragmento de la declaración, se detalló que “Irak, como Estado multiétnico, ha estado plagado de años de conflictos étnicos y sectarios. Apoyar la participación de las comunidades locales en la toma de decisiones políticas, prestar atención a su voluntad colectiva y desarrollar, de esta manera, una relación democrática entre el gobierno central y las comunidades locales es esencial para superar estos conflictos”.
El REPAK remarcó que, con el acuerdo firmado entre Bagdad y el GRK, “los yezidíes de Shengal volvieron a sentirse profundamente heridos porque no se los reconoce como sujetos políticos, sino como objetos, cuyo futuro es debatido y decidido por terceros”.
*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: Virginia Benedetto