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Madrid y el callejero de la vergüenza

Fuentes: La Haine/Madrid.indymedia.org

Madrid, la ciudad que quiso ser la tumba del fascismo, es hoy una ciudad sin memoria, o mejor dicho, una ciudad con una memoria muy selectiva. La dictadura seleccionó cuidadosamente lo que quería que se recordase y la restauración democrática practica el continuismo más repugnante. «Madrid, corazón de España,/late con pulsos de fiebre./ Si ayer […]

Madrid, la ciudad que quiso ser la tumba del fascismo, es hoy una ciudad sin memoria, o mejor dicho, una ciudad con una memoria muy selectiva. La dictadura seleccionó cuidadosamente lo que quería que se recordase y la restauración democrática practica el continuismo más repugnante.

«Madrid, corazón de España,/late con pulsos de fiebre./ Si ayer la sangre le hervía,/ hoy con más calor le hierve.»

(Rafael Alberti: Defensa de Madrid, Defensa de Cataluña)

Las cuatro décadas del franquismo doblegaron de forma expeditiva el espíritu de la ciudad que resistió durante tres años bombardeos diarios, la ciudad que se convirtió en símbolo mundial de lucha contra la barbarie, el Madrid antifascista, el Madrid obrero, el Madrid al que cantaron Neruda, Alberti y tantos otros poetas del pueblo. Ésta era esa una práctica común del fascismo. Allí donde mayor fue la resistencia, mayor fue también el castigo. Pero Madrid era un caso especial, era la capital del país. Había que golpear a la población que resistió, pero también había que asentar los fundamentos del nuevo Estado. Para ello, el fascismo desarrolló una política de imposición de una memoria sesgada que dura hasta nuestros días. Había que borrar cualquier recuerdo de los nueve años en los que el pueblo de Madrid y España entera soñaron con ser libres[1]. Esto se hizo por diversos métodos, el primero de ellos -y el más contundente- fue la brutal represión que se llevó a cabo desde el primer momento en que las tropas franquistas entraron en la ciudad. Otro medio -más sutil, pero muy efectivo- fue el de la simbología, que se expresó a tres niveles: arquitectónico-urbanístico, monumental y toponímico[2]. Aquí vamos a hablar principalmente del último de estos aspectos.

El fascismo triunfante no podía permitir que hubiese la más mínima alusión a la República, a políticos de izquierda y a los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad. Había que renombrar calles, plazas y avenidas, proceder a una «damnatio memoriae». Militares golpistas, jerarcas fascistas, sacerdotes y personalidades de diferentes ámbitos que dieron su apoyo al nuevo régimen vieron como su nombre pasaba al callejero. En el curso de la dictadura alguno de ellos fue alejándose gradualmente de las políticas del franquismo[3], pero no hay que olvidar que en un momento concreto apoyaron el golpe militar y la violencia y la represión que le siguieron, el que -por convicción o por oportunismo- se distanciasen más adelante del régimen no obvia su apoyo inicial, como tampoco obvia que el hecho de que se nominase una calle en su honor fuese debido a los servicios prestados a la causa franquista. Así, al mismo tiempo que cualquier oposición era ferozmente reprimida a sangre y fuego, se instauraba una memoria omnipresente del fascismo y de sus hazañas en las calles y plazas de España.

Y murió el tirano, en la cama de un hospital, de forma tan dantesca como lo fueron los cuarenta años de su feroz dictadura. Y llegó la transición pactada. Y se reestableció la monarquía en la persona del que fuera designado sucesor por el caudillo. Y vivimos en una democracia -o al menos eso dicen- en la que por la alcaldía de Madrid han pasado varios partidos de diferente signo. Y todo sigue igual. Atado y bien atado.

La mayoría de calles dedicadas a figuras de la dictadura continúan existiendo. Sólo algunas fueron retiradas al comienzo de la democracia[4]. Pero, la tónica general fue el continuismo. Los perdedores siguieron olvidados, mientras los que vencieron, los fascistas que encarcelaron y masacraron al pueblo durante cuarenta años y sus adláteres siguen instalados en las esquinas de nuestras calles, sólo hace falta levantar la vista un poco y allí les vemos, a los Millán Astray, Yagüe, Arrese, Pemán,… Sus «mártires» y caídos tienen calles y plazas, ¿dónde están los del otro bando[5]? Con los dedos de una mano se podrían contar las calles de Madrid dedicadas a personas asociadas a la izquierda durante la República y la Guerra Civil[6].

Es necesaria una reflexión profunda acerca de esta situación. ¿Por qué casi setenta años después de la guerra civil y tras casi treinta de la muerte del tirano continúa esta situación? ¿Podemos hablar de democracia cuando nuestros niños juegan en parques con nombres de criminales fascistas[7]? ¿Sería concebible que en Berlín hubiese una calle dedicada a Goebbels? En España, el fascismo sigue presente, recordándonos a cada paso que damos por nuestra ciudad que ellos fueron los vencedores, que si sacamos los pies del tiesto la historia se puede repetir, humillando a cualquier persona con un mínimo de dignidad y haciendo que muchos nos avergoncemos de la ciudad que nos vio nacer y que tanto queremos por otras mil razones.

Podríamos pedir que retirasen esos símbolos de la vergüenza -además del resto de símbolos: monumentos, placas, lápidas, cruces, esculturas,…-, iniciar campañas de presión, recoger firmas,… No servirá de nada. No lo harán. Sería negar la historia, nos dirían. Mentira. Hay otras razones. La existencia de ese callejero es un símbolo de que en este país no existe democracia, es una prueba del continuismo de la monarquía parlamentaria respecto al franquismo. ¿Pedirle la retirada de los símbolos fascistas a un alcalde que mientras fue presidente de la Comunidad de Madrid fue incapaz de erigir una pequeña placa en la sede de su gobierno en la que se recordase a las miles de personas que fueron torturadas en aquel edificio durante la dictadura[8]? Son hijos y nietos de los que torturaban y asesinaban -o mandaban torturar y asesinar- los que hoy que hoy nos gobiernan. No podemos pedirles que vayan contra sus progenitores.

Hoy, en Madrid, sigue existiendo una sola memoria, la de los vencedores. Los «Hijos del Pueblo» siguen ignorados, olvidados, vilipendiados. Pero ya es hora de que cambien las cosas, de recuperar la memoria de los que perdieron, la de los que lucharon por la libertad. Queremos calles dedicadas a Durruti, a Largo Caballero, a Nin, a Companys, a Besteiro, a El Campesino, a Federica Montseny, a Vicente Rojo, a Max Aub, a Mera, a las «Trece Rosas», a Cristino García,… Pero no como un mero gesto «políticamente correcto», sino como una acción de justicia, de reivindicación de su memoria y de su legado, lo que implica replantear las bases mismas de nuestra sociedad actual[9]. En este país no se puede hablar de democracia mientras continúe esta situación. Y si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña. Las estatuas ecuestres de los tiranos se ven muy bonitas pintadas con la tricolor… ¡Un spray y acción directa!


Notas

[1] La dictadura desarrolló desde sus primeros momentos una política de «cambio de imagen» para Madrid, esta política tenía tres objetivos: borrar de la memoria colectiva la imagen del Madrid republicano; definir las «características espirituales» del nuevo Madrid franquista; y crear o redefinir los lugares de la memoria ciudadana, Marcello Caprarella (1999): Madrid durante el Franquismo. Crecimiento Económico, Políticas de Imagen y Cambio Social, Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid, , p. 169

[2] Ibid. p. 175 y ss.

[3] El caso más representativo sería el de Dionisio Ridruejo

[4] Varios movimientos vecinales y sociales promovieron campañas que lograron la retirada de algunas de estas calles durante la alcaldía de Tierno Galván, Caprarella: Madrid durante el Franquismo, pp. 368-369

[5] Esto mismo se pregunta Alberto Reig Tapia (1999): Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu, Alianza, Madrid, que exige que: «si se quiere de verdad pasar página, suprímase de una vez del callejero nacional, de carreteras, cruces, pasos de montaña y fachadas de edificios toda alusión de una España que no hace sino herir y ofender la memoria de la otra España ignorada.», p. 26

[6] El único político republicano representado en el callejero de Madrid es Manuel Azaña, que da nombre a una avenida.

[7] Como el parque dedicado a Carlos Arias Navarro -alias «El Carnicero de Málaga»- reconocido represor en la posguerra que llegó a alcalde de Madrid.

[8] La Casa de Correos, actual sede del gobierno de la Comunidad de Madrid fue durante la dictadura la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS) por donde pasaron para ser torturadas miles de personas y donde dejó la vida en los brutales interrogatorios más de uno.

[9] Sin reconocimiento a estos «olvidados» no es posible construir un orden político nuevo, como bien pone de manifiesto Reyes Mate: «cualquier orden político basado en el olvido de ese pasado está tocado en su legitimidad», Reyes Mate (2003): Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política, Trotta, Madrid, p. 159.


Apéndice: El Callejero de la Vergüenza

La presente relación de calles dedicadas a personas relacionadas con la dictadura franquista no pretende ser completa, pero si es bastante representativa. Se trata de una modesta aproximación a la cuestión, esperemos que surjan más iniciativas que vengan a completarla y enmendar sus errores.

Este «Callejero de la Vergüenza» se ha dividido en tres grupos: militares, personas que ocuparon algún cargo político durante la dictadura y otros personajes asociados de una manera u otra a la dictadura.

Militares

Calle Almirante Francisco Moreno

Avenida Arco de la Victoria

Avenida Comandante Franco

Calle Batalla de Belchite

Calle Caídos de la División Azul

Calle Capitán Haya

Avenida Comandante Franco

Calle García Morato

Calle General Aranda

Calle General Asensio Cabanillas

Calle general Dávila

Avenida General Fanjul

Calle General García Escámez

Calle General García de la Herranz

Calle General Millán Astray

Pasaje General Mola

Calle General Moscardó

Calle General Orgaz

Calle General Saliquet

Calle General Varela

Calle General Yagüe

Calle Héroes del Alcázar

Paseo Muñoz Grandes

Calle Teniente Coronel Noreña

Políticos

Calle Alberto Martín Artajo

Calle Calvo Sotelo

Parque Carlos Arias Navarro

Calle Eduardo Aunós

Plaza Fernández Ladreda

Calle José Luis Arrese

Plaza Juan Antonio Suances

Calle Ministro Ibañez Martín

Plaza Teniente de Alcalde Pérez pillado

Otros

Calle Agustín de Foxá (escritor)

Calle Almagro Basch (arqueólogo)

Calle David Lara (falangista)

Calle Dionisio Ridruejo (escritor)

Calle Doctor Vallejo Nájera (psiquiatra)

Calle José María Pemán (escritor)

Plaza Luca de Tena (periodista)

Calle Martín Mora (falangista)

Calle Mártires Concepcionistas

Calle Mártires Maristas

Calle Mártires de Paracuellos

Avenida Padre Huidobro

Calle Pedro Muñoz Seca (escritor)

Calle Pilar Millán Astray (escritora)


NOTA:

Este texto fue escrito en junio del año 2004. Algunas cosas han cambiado desde entonces. La más notoria, la retirada de la estatua de Franco de Nuevos Ministerios. Ahora esperamos que el resto de calles, estatuas, placas y monumentos sean también retirados, pero no nos hacemos ilusiones, aquello sólo fue un gesto de cara a la galería.

La revisión de toda la toponimia de nuestras ciudades implicaría revisar nuestra historia reciente, hacer frente de una vez a ese pasado que intentan borrar, olvidar y tergiversar, y eso todavía causa pavor a los políticos, porque implicaría poner en cuestión su legimitidad, la que les otorgó el franquismo por medio de la transición pactada.

Revisar la historia supone sacarle los colores a más de uno. Por eso es mejor que todo siga tal y como está. Nos concederán de vez en cuando alguna satisfacción, alguna reivindicación, algún gesto, pero poco más. Queda mucho por hacer y no podemos esperar nada de aquellos que pactaron el olvido.

Madrid.indymedia.org