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Entrevista con Isabel Bueno y Marta González, maestras del colegio Núñez de El Pozo (Madrid), un colegio diferente

«Mamá, no tengo tiempo para estudiar porque estoy aprendiendo»

Fuentes: eldiario.es

por otra educación, pública y respetuosa con los niños.

Mi amiga Marta vive en Vallecas y anda buscando un colegio para sus dos niñas, junto con familias de la escuela infantil en la que están ahora. Y en esas se han encontrado con el colegio Manuel Núñez de Arenas, en El Pozo (Madrid). Ha sido, para algunas de ellas, amor a primera vista. Mi amiga me cuenta que es un colegio público y también respetuoso con las necesidades y los ritmos de los niños, que busca sobre todo estimular su deseo de aprender y leer el mundo, y no tanto abrumarles con contenidos infinitos, exámenes, deberes…

Recuerdo al hilo de su relato mi propia infancia y la tortura inútil de tantos exámenes y simpatizo inmediatamente. «¿Por qué no te vienes y entrevistas a las profes?», me propone Marta. «Ellas dicen siempre que la marea verde es cada día, es decir, piensan y practican esa política situada de lo cotidiano (y no tanto del poder o la coyuntura) que te interesa y vas persiguiendo en el blog. Y estaría bien que otros conozcan de primera mano lo que hacen».

Dicho y hecho, Marta, nuestra amiga común Miriam y yo aparecemos una mañana por el Núñez, allí nos reciben Isabel Bueno y Marta González, directora del colegio. Ambas hijas, madres y maestras en Vallecas. Primero, nos pasean por las aulas, escuchamos los ensayos de la increíble Orquesta de Materiales Reciclados (un proyecto patrocinado por ECOEMBES) y paseamos por sus amplios y hermosos jardines. Luego, nos sentamos a conversar largamente sobre el cotidiano de esta marea que pelea día a día por una escuela para todos y para todas, contra la estigmatización de los niños de etnia gitana que pueblan el colegio y la falta de recursos, por abrir un futuro allí donde sólo hay un muro.

1- Si os parece, vamos a empezar por la historia del colegio y del barrio que, imagino, irán muy pegadas, ¿no?

Marta: Es una historia larga, te la resumo mucho. El asentamiento de Entrevías-Pozo tiene unos cincuenta años, se forma sobre todo con la gente que viene de Extremadura y Andalucía a trabajar a Madrid. Lo cuenta muy bien Flores de luna, el documental de Juan Vicente Córdoba. Hay muchas parejas jóvenes y, claro, traen niños a porrillo. Entonces se construyen dos coles: el colegio Pozo del Tío Raimundo (que se conocía como «el de los babys blancos», porque era de niñas que iban así vestidas) y este nuestro que antes se llamaba Jesús Rubio, un ministro de educación del franquismo. Surgen ambos como colegios muy innovadores, punteros, con mucho apoyo institucional, por la zona donde están ubicados. Y evolucionan de forma natural con la población del barrio que, evidentemente, nunca ha sido de clase media-alta.

Hace como unos veinte años, los dos coles se funden en uno, en el que estamos, el Manuel Núñez de Arenas (como fue rebautizado en la Transición). Y justo por entonces se empieza a escolarizar aquí (y en otros colegios) a muchos niños del poblado chabolista de La Celsa y luego del de Santa Catalina. Es entonces cuando empieza el éxodo de los niños de la «población normalizada», como decimos nosotras, por distinguir y sin ninguna intención peyorativa. Nuestro colegio se convierte, como se suele decir en el barrio, en uno de «los coles de los gitanos». Más o menos hace diez años empieza el auge de los concertados, que arrastra también mucha de esa población normalizada de los públicos. Luego volvemos sobre eso más despacio.

Isabel: Es algo que pasa en muchos otros barrios de Madrid: la población disminuye y envejece, en los colegios públicos se quedan sobre todo los inmigrantes, la población de etnia, los pocos concienciados que prefieren la enseñanza pública y los que no pueden pagarse un concertado. Hay menos alumnado. Pero creo que ahora estamos en un momento de inflexión…

2- ¿Por qué veis ahora un momento propicio de cambio?

Marta: Por un lado, hay más variedad de población inmigrante, antes predominaban los latinos, ahora apreciamos un auge de niños ucranianos y chinos. Y los niños inmigrantes van a la educación pública. Por otro lado, aunque los concertados siguen tirando mucho, siento que, con todo el movimiento de la marea verde, ahora hay más gente que cree en lo público, que quiere apostar por lo público.

Isabel: Nos encontramos en un momento de renovación pedagógica maravilloso. Y los profesores de la escuela pública hemos sido pioneros. Llevamos años tratando de romper con la idea de enseñanza académica pura y dura, con la idea de éxito entendido como buenas notas, memorización de los libros de texto y superación de los exámenes. Es un proceso que viene de lejos y que no fue nada popular entre la gente de mi generación, que hemos sido competidores natos con la idea de que nuestros hijos debían serlo también. Pero creo que las familias se van dando cuenta poco a poco de que esos cambios son positivos, de que el niño que no va tirando adelante con los exámenes no es un «fracasado», de que hay otra manera de estar, de atender y de aprender.

Marta: Nosotros tenemos aquí una diversidad amplísima que no se encuentra en los colegios privados o concertados, socialmente muy homogéneos. A la fuerza, tenemos que aprender a trabajar de manera distinta para dar una respuesta tanto a la población normalizada como a estos niños que sólo se encuentran en la educación pública. Por eso, cualquier padre un poco consciente puede pensar: mi hijo, sea como sea, tenga el nivel académico que tenga, venga de la familia que venga, posea el carácter que posea, va a ser bien tratado en la pública seguro. Y creo que sí, que se va rompiendo de a poquito con la idea de que si tu hijo está en un aula con niños diferentes (de una determinada etnia, con dificultades de aprendizaje o una minusvalía) va a aprender menos.

Aprender no rima con estudiar

Isabel: La lucha que tenemos no es sólo por qué van a aprender los niños, sino también por el cómo. Y eso choca con la visión academicista aún imperante. La primera pregunta de muchos padres es: «¿sois bilingües?» Y no, no lo somos. No creemos en este tipo de bilingüismo. Sí creemos en que los niños aprendan inglés y amplíen sus conocimientos de mil maneras, pero no de la forma establecida. También hay quien piensa que los exámenes, los libros de texto y los deberes para casa son el centro de la educación. Nosotros consideramos que hay contenidos que los niños aprenden de otra manera, que no son resultados a corto, sino a largo plazo. La educación para nosotras es algo más que un examen aprobado.

Lo que garantizamos es que, desde nuestro colegio, los niños que no presenten dificultades de aprendizaje y se críen en un entorno social adecuado pueden llegar al instituto con las mismas garantías de éxito que cualquier otro alumno. En el caso de niños con dificultades, contamos con los medios necesarios para dar respuesta a sus necesidades y con una metodología adaptada para asegurar sus avances en función de sus capacidades e intereses. ¿Cuál es la diferencia entonces? La diferencia es que otros colegios se quedan sólo con la «población de éxito» y eso es lo que venden. Y nuestra preocupación no es la población de éxito, porque damos por hecho que toda nuestra población va a ser de éxito, saque las notas que saque. Ofrecemos a todos los mejor de nosotros a nivel profesional y humano, sea cual sea su situación socio-familiar.

3- Ahora volvemos más despacio sobre eso, pero explicadme primero en qué consiste ese «cómo» de que habláis. ¿Cuál es vuestra idea de educación, qué tipo de pedagogía se desarrolla en el Núñez?

Marta: Nuestro «cómo» es una planificación muy abierta, donde se combina la manera de trabajar de cada profesor y el todo del colegio. Trabajamos por proyectos y no con libros de texto. Los libros de texto se usan como apoyo en los ciclos superiores, para que los niños salgan sabiendo manejarlos, pero no es la herramienta a través de la que se aprende.

4- ¿Qué problema hay con los libros de texto?

Marta: Nuestra idea es que hay que partir de los niños, de sus intereses, sus mundos de vida, sus capacidades, sus ritmos, su curiosidad. Y nos parece que los libros de texto nos alejan de ellos. Ya desde algo muy básico: por ejemplo, si coges un libro de conocimiento del medio de primaria salen unas casas con unas habitaciones que nuestros niños no saben ni lo que son. «¿Pero qué me estás contando? ¡Si yo duermo en el sofá porque somos ocho y no cabemos en las habitaciones!» (risas) Los libros de texto, con sus ejemplos y sus historias, nos alejan de la realidad de muchos niños, desde luego de los nuestros ¡pero no sólo!

5- Pero hablar sólo a los niños de lo que conocen, de su realidad, puede ser también muy estrecho y limitador, ¿no creéis?

Marta: Tampoco es eso. Como te digo, nosotras trabajamos por proyectos, proyectos transversales en torno a los cuales se articulan los contenidos. Por ejemplo, uno de los proyectos en los que estamos trabajando ahora es el Antiguo Egipto. Como puedes imaginar, es algo que va más allá de la realidad concreta de nuestros niños (risas). Entonces hablamos del Antiguo Egipto, aprendemos la tabla de multiplicar a partir de los kilómetros que tiene el Nilo y de los papiros que escribió tal escriba, en lugar de recurrir a los ejemplos clásicos de los libros de texto sobre el tren que sale de Valladolid o los sacapuntas que le tiene que dejar Roberto a Martita. Introduces los contenidos pero a partir de otro sitio, desde una motivación y un apasionamiento, dando a los niños la posibilidad de investigar y explorar por sí mismos, y es impresionante lo que aprenden los niños así, ¡a partir de las momias y los faraones!

6- Aprender para vosotras es algo diferente a estudiar, entiendo.

Isabel: Exacto. La profesora María Acaso, que vino a darnos una conferencia, decía que había escuchado a un niño decirle a su madre: «mamá, no tengo tiempo de aprender porque estoy estudiando» (risas). Mi hijo va a un instituto donde hay que estudiar mucho para los exámenes y se decepciona cuando no alcanza el resultado esperado porque no se corresponde con el esfuerzo realizado. Yo estoy convencida de que mis alumnos terminan con el nivel de conocimientos suficiente para abordar la secundaria, del mismo modo que aquellos que invierten su «tiempo de niñez» absorbiendo un sinnúmero de contenidos memorísticos, temas que no llegan a interiorizar (pero que hay que dar porque viene en el libro) y deberes, posteriores a su «jornada laboral». Aquí enseñamos para la vida, no sólo para el trabajo.

Marta: Nosotras tenemos además otras virtudes: una capacidad para improvisar respuestas en lo cotidiano a partir de los retos que nos plantean nuestros niños, un gran equipo de trabajo que busca integrar en el colegio a los padres y a otros agentes sociales del barrio, etc. Con las familias hay mucha cercanía, son muy libres de venir, hay mucha confianza. Conocemos su vida, sus problemas, sus logros. Y tenemos abiertas las puertas del aula y del patio a los padres para que vean cómo se trabaja con los niños. ¿Que puede haber problemas con algún padre? Lo preferimos a mantenerlos alejados del colegio.

7- ¿Qué diferencia haces entre enseñar para la vida y para el trabajo, Isabel?

Isabel: La educación para el trabajo nos encierra en caminos prefabricados. A la población marginal le niegan el futuro. Y a la población normalizada se lo definen estrictamente. Nos educan para seguir una línea, no para la vida. Uno de mis objetivos es lograr que mis alumnos vean que tienen otras puertas. A los que se las niegan, que vean que existen. Y a los que se las definen, que vean que hay más y sepan elegir. En ese sentido, en este colegio caben todos, mientras que en otro tipo de educación sólo caben los que siguen un camino establecido. Eso es para mí enseñar para la vida: abrir el futuro.

8- ¿Qué otros aspectos conforman el «cómo» educativo del Núñez?

Isabel: Son muchos a destacar, pero como ejemplo podríamos mencionar el papel de la asamblea. El término sirve en otros colegios para designar el espacio de resolución de conflictos, pero nosotras pensamos la asamblea más como el lugar abierto donde los niños pueden hablar. Hay asambleas de aula, donde se combinan los puntos que los profesores quieren plantear y los que proponen los propios niños. Y reuniones de delegados. En estas últimas participan niños de primero hasta sexto y sirven para establecer puntos comunes de funcionamiento desde la responsabilidad y la implicación del alumnado.

En la primera que hicimos se presentaron los más pequeños (que estaban para comérselos con sus hojitas de reivindicaciones por escrito) y levantaron un revuelo tremendo porque se quejaron de que los mayores les sacan todo de sus cajas cuando van a sus aulas, las pulseritas, etc. Los mayores les respondieron con sus argumentos… y surge el diálogo, la toma de decisiones y los acuerdos. La asamblea no es el escenario donde dar la lección magistral del adulto, es el espacio comunicativo de los niños, donde la maestra solo ejerce como moderadora. Los niños aprenden a hablar con otros, y no sólo por ellos mismos, sino también por los demás, porque tu voz en ese momento es la voz del grupo. Es todo un aprendizaje.

Estigmas

9- Los niños que vienen al Núñez son niños estigmatizados, ¿cómo es este estigma? ¿Cómo lo trabajáis?

Isabel: Este barrio está muy dividido entre quien en su día accedió a la formación académica y varió su estatus social y quien no se formó. Los que consiguieron un cierto éxito socio-económico quieren lo mismo para sus hijos y de ahí el éxito de los centros privados-concertados. En los privados-concertados, los niños con «proyección de éxito» no se juntan con los otros ya que su ritmo de aprendizaje puede ralentizar los avances del resto. ¿Cómo lo trabajamos? Haciéndoles que ganen confianza en si mismos, en sus capacidades y en sus posibilidades de cambio. Ofreciéndoles la llave para que abran nuevas puertas. Saben que creemos en ellos.

10- Pero explicadme: el cálculo de la familia que saca al niño del colegio público y se lo lleva al concertado, ¿cuál es?

Marta: Se busca sobre todo el mejor nivel académico. Los concertados son colegios de éxito académico. Es cierto, pero ¿por qué? La política de los colegios concertados es de selección, mientras que la política de los públicos es de inclusión. A nosotros por ejemplo nos llegan en el mes de febrero niños que salen de los concertados porque no han pasado los exámenes o se han quedado sin beca. Es decir, los concertados son colegios de éxito ¡porque los niños que no tienen éxito van fuera! Bueno, siempre hay excepciones y en Vallecas conocemos algunos concertados cuya política no es esa, concertados con vocación de pública, pero, realmente, son una minoría.

Incluso hay orientadores de centro que aconsejan a las familias de los niños con dificultades de aprendizaje: «llévalo a un colegio público, allí tienen más recursos de apoyo y menos exigencias, estará más a gusto». Y cuando llega la prueba de 6º de primaria (11 y 12 años), los concertados tienen un aprobado del 98%. ¡Claro, los que suspenden ya no están allí! Al entrar en la página web del Ministerio de Educación, en el famoso buscador de centros, ese es el primer dato que aparece en el ranking de los colegios que se elabora ahora.

11- ¡Pero ese ranking es algo terrible!

Isabel: Cuando se implantó, hace unos cuantos años, se suponía que la prueba iba a ser algo completamente interno. La idea era que nos ayudaría a ver dónde fallábamos y qué recursos necesitábamos para mejorar. Pero nunca fue así. Las notas se publicaron enseguida en los periódicos, salieron en la televisión, la Comunidad de Madrid hizo un baremo y de pronto nos encontramos compitiendo (por alumnos y recursos) con los colegios privados y concertados. Una competencia desleal e imposible. Nos ponen en un mismo nivel, ¡como si los alumnos, los recursos, los contextos o los problemas fuesen equiparables!

12- Y ante eso ¿vosotras qué hacéis?

Marta: Yo llevo catorce años en el colegio y hemos pasado por distintas fases. Entré en el momento en que la población que económicamente se lo podía permitir comenzó a decantarse por los centros tradicionalmente académicos. Entonces había un 50% de niños gitanos, ahora es el 70%. Los profesores estábamos resignados: «se nos van los buenos, nos quedamos con los difíciles, hay que irse de aquí, pedir un traslado». Luego vino otra fase: «nos quedamos, pero hay que intentar que venga población normalizada, vamos a hacer esto y lo otro». ¡No pensábamos en los niños que teníamos enfrente, sino en los que queríamos que viniesen!

Desde hace cuatro o cinco años, la mentalidad ha cambiado: «esta es nuestra realidad, estos son nuestros niños y se merecen toda la calidad educativa que podamos darles». Trabajamos a tope para los niños que hay y no para los que puedan venir y esa es la mejor manera, paradójicamente, de que otros quieran venir. Porque salimos fuera, abrimos un blog para que se vean las cosas tan chulas que hacemos, lo que aprenden y lo felices que son nuestros alumnos, comunicamos lo que hacemos y eso atrae a otros.

Isabel: Queremos a nuestros niños, se merecen las mismas oportunidades y la misma calidad educativa que los alumnos de cualquier otro colegio, aunque sean niños muy movidos y unos revoleras con una impulsividad que resulta desesperante a veces (risas). Así es como entendemos el principio de equidad que se promulga en las leyes educativas y que garantiza el derecho igualitario a la educación recogido en la Constitución. Para ello es necesario que desde las Administraciones se entienda que no todos los colegios tienen las mismas necesidades y se atienda de forma prioritaria a aquellos que demandan ayudas específicas para dar respuesta a su población, en forma de dotaciones económicas equitativas y recursos humanos imprescindibles para una buena práctica docente.

13- Pero, ¿qué les pasa a los niños gitanos, cuáles son esas «dificultades» de aprendizaje específicas de las que habláis?

Isabel: Aquí entramos en un nivel de generalizaciones muy resbaladizo. Pero podemos decir que son niños que se mueven con códigos y en entornos que no son los empleados por el resto de la población. Tienen un lenguaje muy directo, dicen las cosas tal y como las sienten. Algunos no tienen la misma capacidad para gestionar las emociones que puedan tener niños de otros entornos. Su idiosincrasia y sus rasgos culturales pueden resultar chocantes para los alumnos de nueva incorporación y un hándicap a la hora de que las familias se planteen matricular a sus hijos en nuestro centro. La percepción social es que, por el hecho de tener mayoría gitana, la violencia es la pauta común, nada más lejos de la realidad. Al igual que en otras escuelas surgen conflictos, la diferencia es que nosotros llevamos varios cursos desarrollando un Plan de Convivencia enfocado no sólo a paliar los problemas cotidianos, sino también la manera de abordarlos en el futuro.

Respecto a las dificultades de aprendizaje, no son generales sino individuales y vienen potenciadas por el papel que se les ha asignado a los gitanos. Yo siempre les digo que nadie distingue a un gitano integrado en la sociedad (y son muchos), pero sí a aquellos que deciden vivir al margen de la misma. Muchos de ellos tienen interiorizado que ese es su lugar y se sienten incapaces de cambiar una realidad que para ellos ya está escrita. Ese es el tipo de dificultades de aprendizaje a las que nos referimos y ese es el «muro» que día a día nos empeñamos en derribar, no sólo los maestros, también muchas de nuestras familias gitanas que, al igual que cualquier otra, sueñan con un futuro mejor para sus hijos.

14- ¿Hay diferencias de códigos y una gran cantidad de estereotipos entonces?

Marta: A nivel de aprendizaje, y corriendo de nuevo el riesgo de generalizar, puede ser que nuestros niños tengan menos capacidad de atención que otros. Están menos habituados a quedarse quietos y escuchar un cuento, por ejemplo. Se mueven, interrumpen. Su vida, el entorno en el que se educan, es diferente. Los padres se buscan la vida día a día, trabajando en la venta ambulante sobre todo. Todo eso influye. Pero también aquí hay que matizar: hay familias que viven en una gran precariedad y con lo que tienen, otras están más estables, pero ninguna familia vive ya en chabola, todas viven en pisos. Y la gran mayoría de los niños vienen al colegio perfectamente lavados y comidos.

15- Todas estas diferencias, en las formas de vida y los códigos, ¿son sólo déficits a la hora de educar o también pueden aportar algo positivo?

Isabel: Yo tengo muy claro lo que mis niños pueden enseñarles a otros, libertad, espontaneidad, recursos personales, desparpajo y sencillez. Hoy hay una tendencia a criar niños probeta, sobreprotegidos y sobrecuidados, alejados completamente de la realidad. Los niños ya no juegan en la calle por miedo, les lavamos las manos mil veces, ninguno lleva el moco colgando y cuando lo hacen al minuto están vacunados y en la cama con un termómetro. Por el contrario, nuestros niños saben lo que es vivir en la calle (entendida como espacio social). Saben lo que son los árboles y las aceras, ensuciarse o enfrentarse a sus propias frustraciones. Hacerte mayor en la calle no es ser un macarra, sino saber abordar situaciones desde la experiencia personal, ese grado de madurez que los adultos de ahora aprendimos del mismo modo y que sin embargo, con nuestra forma de educar, evitamos para nuestros hijos.

Marta: Son generalmente niños muy divertidos, muy alegres y muy sinceros, para lo bueno y para lo malo (si te ven gorda, ¡te lo van a decir!). Muy afectivos y transparentes. Cuando se enfadan lo hacen con mucha rabia y cuando están felices se suben por las paredes. Y generosos, son muy generosos. Aquí hay muchas familias numerosas y es raro el niño que no tiene tres hermanos. No toleran que otro niño se quede sin comer teniendo ellos un bocadillo, por ejemplo. Enseguida le dicen: «ten, primo» y le dan la mitad. Están acostumbrados a que todo es de todos y hay que compartir.

Lo público y sus resquicios

16- Me gustaría preguntaros por vuestra relación con la administración de la educación pública.

Marta: El cambio de leyes educativas es un gran problema. Entra un gobierno, hace una ley. Entra otro gobierno, la quita. Un trasiego que además, últimamente, es cada vez a peor. Los profesores, para sobrevivir, nos preguntamos: ¿qué es lo que funciona, qué es lo que necesitan nuestros alumnos? Y para desarrollar nuestra pedagogía y nuestras prácticas, lo que nosotros decidimos sobre el terreno que los niños necesitan, buscamos los resquicios de la ley si es necesario. Trabajamos cómo creemos que hay que trabajar lo que nos dicen que hay que trabajar.

17- ¿Imagináis otras leyes y otra organización general de lo educativo, donde no haya que buscar los resquicios, sino que sea un marco que facilite vuestro hacer?

Isabel: El gran error es considerar que los profesores tienen que hacer su trabajo dónde y cómo les dicen y ajustarse a lo «estrictamente marcado» sin tener en cuenta el precepto de «curriculo abierto», que supone la adaptación de lo normativo al entorno educativo donde se va a aplicar. Una escuela son sus profesores y su filosofía pedagógica. Otro error, me parece, es partir del hecho de que hay sólo una escuela, de que hay sólo una educación, cuando hay muchas, como hay muchos mundos.

Marta: Me conformaría con que se permitiese que una persona que quiere trabajar en un colegio -por ejemplo, un interino que no ha aprobado su oposición pero que ha funcionado bien en un colegio y que el equipo docente garantiza- pueda hacerlo. Y lo contrario: que quien no quiera trabajar en un colegio se pueda ir.

Isabel: Que podamos enseñar sin presiones academicistas que influyen negativamente en el aprendizaje activo del educando y no garantizan su éxito, sino que fomentan la desigualdad y amplían el cupo del llamado «fracaso escolar», sobre todo en los sectores más débiles y con menos recursos.

Por otro lado, que faciliten a los centros públicos la configuración de equipos docentes estables: solo de este modo se puede proyectar, poner en práctica, reajustar, volver a poner en práctica… dar la posibilidad de crear un equipo educativo potente que de continuidad a una labor pedagógica conjunta y continuada. Es todo un reto establecer un proyecto consistente cuando el 50% de la plantilla cambia cada curso.

18- ¿Participasteis en la marea verde en defensa de la educación pública? ¿Qué supuso para vosotras?

Isabel: Participamos y nos quedó muchísimo. El trabajo de la marea verde es muy importante, aunque sus éxitos no hayan sido tal vez tan visibles como los de la blanca. Uno de los lemas más potentes fue: «resistir para transformar». Y en eso estamos, desde las plataformas que continúan, las reuniones quincenales y, sobre todo, en el día a día del colegio. No hay un antes y un después. La marea verde es la expresión social de ese movimiento de renovación pedagógica del que hablábamos antes. En el congreso internacional de educación celebrado en Bolonia (Italia 2014), los docentes mejicanos tenían un lema que nos presentaron a todos los maestros participantes «luchando también estamos enseñando».

19- Muchas gracias, Marta e Isabel, por vuestro tiempo y vuestras palabras. ¿Queréis añadir algo más, antes de cerrar la entrevista?

Marta e Isabel: ¿Qué pedimos en esta entrevista, qué os pedimos a vosotros? Queremos nuevos amigos. Gente que quiera compartir su tiempo y que nos apoye en la revitalización de nuestro cole y de la escuela pública en general. Creemos que nuestros niños se merecen tener nuevos amigos, amigos diferentes e iguales a ellos. Rozarse con otras experiencias de la vida. Eso, simplemente.

Posdata: Desde hace cuatro años, las maestras del Colegio Manuel Núñez de Arenas trabajan, junto con la Asociación PSII (Participación, Sostenibilidad, Innovación, Inclusión), por la revitalización de este colegio de El Pozo. Entre sus proyectos recientes, es importante citar «De la India al Pozo», donde los niños investigaron sobre el éxodo del pueblo gitano, el Proyecto Z_Oma, para el cual organizaron un crowdfounding, y la ya mencionada Orquesta de Instrumentos Reciclados, que enorgullece a sus familias.

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