La asunción de la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU por parte de Alemania no podía haber resultado más espectacular. Ha sido poner sobre la mesa un monto por valor de tres mil millones de euros y cerrarse un acuerdo de venta de armas que se materializará con el envío de 200 tanques […]
La asunción de la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU por parte de Alemania no podía haber resultado más espectacular. Ha sido poner sobre la mesa un monto por valor de tres mil millones de euros y cerrarse un acuerdo de venta de armas que se materializará con el envío de 200 tanques de combate a una región caracterizada por su inestabilidad. Por si esto no fuera suficientemente grave, de esta transferencia se beneficiará un régimen que no es precisamente sospechoso de profesar un enorme amor por la democracia. Riad ha conseguido, gracias a la industria bélica alemana, reforzar sus fuerzas armadas para reprimir la voluntad de reformas en su país e intimidar la misma búsqueda en los vecinos. El pasado mes de marzo, Arabia Saudí llegó a intervenir militarmente en Baréin para aplastar la revuelta de una mayoría chií contra la casa real suní. El gobierno alemán no parece tener nada que objetar y permite la exportación de armas para ayudar a combatir la insurrección del propio pueblo. Uno no puede más que maravillarse ante la lógica del embajador alemán en la ONU [Peter] Wittig, quien, como presidente de turno del Consejo de Seguridad, solicita una resolución contra Siria y simpatiza con coraje con la resistencia mientras en otros lugares del mundo árabe es Alemania quien ayuda a sofocarlas. La propia afirmación del político la CDU con miras a una Realpolitik con respecto a Irán resulta de una hipocresía demoledora. A Arabia Saudí bajo ningún concepto debe armársela como centinela contra la hegemonía de Irán en la región de Oriente Medio. La República Islámica no es ningún país árabe y, en consecuencia, no puede adoptar ningún rol dirigente en el mundo árabe. Por otra parte, la constitución de la teocracia iraní apenas permite una política exterior expansiva. Cabría aún preguntarse dónde están en este acuerdo de venta de armas las obligaciones de Alemania con respecto a Israel. Cierto: el rey saudí Abdulláh no aparece como un enemigo militante de Israel, pero tampoco es que derroche simpatía hacia el estado sionista. Arabia Saudí sigue estando dominada por un agresivo nacionalismo árabe que respeta el derecho a existir de Israel más en razón a la correlación de fuerzas que por convicción. A Merkel, la política realista, y a Westerwelle, apenas se les escapa todo esto. Una vez más han demostrado que, en lo que concierne a su política exterior, los derechos humanos y la moral son sólo una cuestión táctica.
Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero