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Manifiesto en favor del aborto, contra la muerte

Fuentes: Rebelión

En los últimos meses, venimos siendo testigos de una agresiva campaña por parte de la Iglesia y los principales sectores reaccionarios, junto con un sector conservador de la intelectualidad y las clases medias profesionales, a fin de criminalizar el aborto. Del día 20 de marzo al día 2 de abril, un periódico de Huelva, de […]

En los últimos meses, venimos siendo testigos de una agresiva campaña por parte de la Iglesia y los principales sectores reaccionarios, junto con un sector conservador de la intelectualidad y las clases medias profesionales, a fin de criminalizar el aborto.

Del día 20 de marzo al día 2 de abril, un periódico de Huelva, de tirada semanal, titulado El Condado Información, publicaba un tal «Manifiesto en favor de la vida y contra el aborto», a cargo de la Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Ntra. Sra. del Rocío, de Almonte. En él afirman que «el aborto provocado es un crimen abominable e injustificable, un acto intrínsecamente malo que viola muy gravemente la dignidad de un ser humano inocente, quitándole la vida, y también de quienes lo cometen, sin que ninguna circunstancia, por dramática que sea, pueda justificarlo».

En nuestro sistema económico, existen leyes que van en contra de la vida. Existen desahucios. Hay ancianos que, cobrando una miseria de pensión, no pueden pagar el alojamiento, al igual que padres de familia que pierden su empleo y quedan en paro, y son echados a la calle. Hay muchachos que malviven entre escombros y vertederos. Y mujeres que, en su desesperación económica, recurren a la prostitución, como salida.

Estos señores, que dirigen romerías que siempre han sido organizadas por el alto clero y los señoritos, con sus vasallos, se atreven a dar lecciones sobre la vida, el crimen y la dignidad a todas estas personas que viven en la miseria. Es así como la Iglesia arremete contra estas personas, cuya única forma de soliviantar su propia miseria es recurrir al control de natalidad, esto es, no traer al mundo más vidas de las que sean capaces de mantener con sus limitados recursos, tachando esta acción de crimen y equiparando a unos criminales a quienes por necesidad recurren a ella.

Y sin embargo, la Iglesia no protesta en contra de estas injusticias, o lo quiere hacer sin buscar culpables. Y es que éstos no son un feto, son personas que rebuscan entre los contenedores como único medio de subsistencia. Personas que llevan la muerte en la espalda.

Mientras que estos cofrades, en cuyas fiestas rocieras rueda el jamón por las calles, tachan de crimen la acción de mujeres pobres o sin recursos que deciden no traer un hijo más a la miseria, son miles los niños sin techo que mueren todos los días en la calle, y esto también es un crimen, que es consentido o velado por todas estas instituciones eclesiásticas.

Para muchas mujeres, un embarazo no deseado es una tragedia, por cuanto no disponen de medios económicos para garantizar el sustento a una nueva vida, ni a su vez a sí mismas.

Mientras exista la desigualdad, y se genere tanta miseria en el mundo, no todo el mundo tendrá el acceso a anticonceptivos o a la educación sexual para usarlos. Y habrá familias que no tengan por más que abortar, antes que incrementar su propia miseria y la de su prole.

Las leyes contra el aborto matan mujeres en nombre de la vida. En los países donde el aborto se considera ilegal, mueren 10.000 mujeres al año, 28 por día, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, por tener que recurrir a clínicas clandestinas privadas. Clínicas inseguras, que a menudo cuentan con el beneplácito de las autoridades locales, que participan del beneficio de dicho negocio. Las mismas autoridades que aprueban leyes para prohibir el derecho a aborto y criminalizarlo. La restricción del derecho a aborto es un negocio que sale muy caro.

Estos hermanos rocieros, que tienen mozos para limpiar sus caballos, tan sólo tienen como argumento preceptos morales y dogmas de fe impuestos por sus creencias de tipo religioso, y por la doble moral de quienes no tachan de crimen el mal, sino su triste remedio.

Argumentan que las células de un embrión en los primeros meses de gestación, ya son una vida. Pero por esa regla de tres, una gota de semen, es también una vida. Y extendiendo más la extraña vara de medir, incluso el preservativo es un atentado contra la vida.

Y sin embargo, cuántos de estos señoritos no habrán llevado a abortar a algún ligue de turno a estas clínicas ilegales, a fin de no verse comprometidos, ni estropear sus futuros planes, sus alianzas matrimoniales.

Todos estos problemas son consecuencia de una economía de mercado. Los que especulan con la vivienda, son accionistas. Los que abaratan el desempleo, son accionistas. Los bancos que cobran los intereses de las hipotecas y embargan al que no puede seguir pagando -acaso porque ha perdido su empleo o la pensión no le llega-, son accionistas. Los que fabrican preservativos, son accionistas y, por supuesto, aquellos que montan clínicas ilegales privadas, son accionistas. E incluso me atrevería a pensar que la Iglesia tiene también acciones en estas fábricas de anticonceptivos.

En el sistema de economía de mercado, el derecho a la propiedad es la restricción de dicho derecho para las nueve décimas partes de la población, y condena a miles de seres humanos al desempleo, el desarraigo, la precariedad y hasta la miseria; a rebuscar por los contenedores, o hasta a morir por la calle; esto es, a ser muertos en vida.

En plena época de la ciencia y del desarrollo, hay quienes aún se dejan llevar por supersticiones y dogmas de fe heredados desde el medievo, y aún más, pretenden basar en eso sus leyes, para velar por un orden social injusto en favor de sus privilegios, y pretender que todo está en orden. Pero incluso durante el medievo, no eran pocos los juristas canónicos que consideraban al embrión como ser «non nato», carente de vida, .

Es de una enorme contradicción que estas hermandades digan que están por la vida, cuando hay personas que se mueren por la calle, y en lugar de darles medios para el control de natalidad, los desarman, equiparando el aborto a un crimen.

Cualquiera diría que han olvidado las sabias palabras de su mentor, cuando decía: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Si no, que se lo pregunten a Eça Queirós, con su célebre Crimen del Padre Amaro.