El tercer y último debate entre los principales candidatos presidenciales representaba, según analistas de ambos lados, la mejor y última oportunidad para que el republicano John McCain revirtiera la tendencia que indica que su contrincante Barack Obama está por ganar estas elecciones. Fracasó, aunque fue su mejor actuación de los tres debates, y tal vez […]
El tercer y último debate entre los principales candidatos presidenciales representaba, según analistas de ambos lados, la mejor y última oportunidad para que el republicano John McCain revirtiera la tendencia que indica que su contrincante Barack Obama está por ganar estas elecciones.
Fracasó, aunque fue su mejor actuación de los tres debates, y tal vez sólo porque es demasiado tarde. El consenso instantáneo entre analistas es que McCain no logró cambiar la dinámica de esta competición.
Un 58% contra un 31% opinó que Obama ganó el debate, según la encuesta entre votantes de CNN, mientras una encuesta preliminar de CBS News entre indecisos indicó que para un 53% ganó Obama. Un 22% consideró que lo hizo McCain y un 24% declaró un empate.
«McCain necesitaba ganar, pero ni siquiera logró empatar», manifestó un veterano observador de las contiendas electorales a «La Jornada». El comentarista político conservador George Will señaló en ABC News que McCain tenía «una ventana de noventa minutos» para modificar la tendencia y «esta noche no logró cambiar la corriente».
Con las encuestas más recientes registrando una ventaja de entre nueve y catorce puntos para Obama, el gran drama fue qué táctica usaría McCain: si continuaría con el ataque personal contra el demócrata para provocar dudas sobre su credibilidad, o si buscaría proyectarse más bien como un líder con mano firme, experiencia y propuestas claras para encabezar este país en tiempos peligrosos.
Obama, gozando de márgenes cada vez más amplios de ventaja, no tenía más que hacer que evitar cometer algún error o caer en una trampa, permanecer en su propio carril que lo está encaminando hacia la Casa Blanca, y vincular, una vez más, al republicano con el actual inquilino de la Casa Blanca.
Iniciaron y concluyeron el debate presentándose como los agentes del cambio en el país. «EEUU necesita una nueva dirección», afirmó McCain, identificándose como un reformista independiente. Obama le replicó que «el riesgo más grande para el país es adoptar las mismas políticas fracasadas y manera de hacer política y esperar un resultado diferente; necesitamos un cambio fundamental».
Quizá la mejor frase de la noche fue de McCain al responder a Obama, quien dijo que representaba más de lo mismo: «Yo no soy George Bush. Si tú quieres competir contra Bush, haberte enfrentado a él en las elecciones hace cuatro años».
Pero la noche que empezó como un debate contrastando las posiciones y propuestas políticas, se deterioró en una serie de acusaciones personales de McCain contra Obama. El republicano echó en cara a Obama su relación con Bill Ayers, fundador del Weather Underground, un grupo radical antiguerra en los sesenta que perpetró algunos bombazos. «No me importa mucho lo de un fracasado terrorista, pero sí necesitamos saber el alcance de esa relación», dijo. Resaltó también que la campaña de Obama se lanzó desde «la sala de Bill Ayers» y que «todos los detalles se tienen que saber para que los estadounidenses hagan su propio juicio».
Obama respondió que tenía ocho años cuando Ayers cometió actos «deplorables» y que aunque lo conoce y participó con él en una fundación, «Ayers no es parte de mi campaña y no será parte de mi Casa Blanca».
Agregó que al pueblo estadounidense le interesa más saber cómo se abordarán dos guerras y la peor crisis económica desde la Gran Depresión que estas distracciones. Fue una apuesta que tal vez se pague mal, como indican las últimas encuestas, pero aparentemente que los estrategas de McCain decidieron jugar una vez más.
El TLC con Colombia
Tratando de mantener la ofensiva, McCain presentó a Obama como un demócrata clásico que sólo propone elevar el gasto federal y los impuestos. Tras calificarle de «ambientalista extremista», le acusó de promover «la lucha de clases» con sus propuestas económicas, citando una frase en la que Obama comentó que era momento de «distribuir la riqueza».
Ambos, una vez más, se presentaron como campeones de la clase media, aunque McCain dijo que su prioridad ante la crisis es recuperar el valor de la vivienda, mientras que Obama dijo que la suya es generar empleo. Compitieron sobre quién tenía la mejor propuesta fiscal, de la «avaricia y corrupción en Wall Street y Washington» (McCain) y de los resultados desastrosos de «ocho años de políticas fracasadas» (Obama).
América Latina se abordó en el contexto de la política energética y del libre comercio. Ambos identificaron como prioridad reducir la dependencia sobre «el petróleo de Medio Oriente y Venezuela». McCain criticó que Obama se opone a un tratado de libre comercio con Colombia, el principal aliado de EEUU en la lucha contra el narcotráfico. Añadió que mientras Obama «se opone al libre comercio (con Colombia), ha dicho que está dispuesto a sentarse sin precondiciones con Hugo Chávez, quien ha estado asistiendo a las FARC».
Obama respondió que se opone a ese acuerdo porque «líderes sindicales han sido objeto de asesinatos… tenemos que defender los derechos humanos, en particular contra trabajadores que sólo desean defender sus derechos», y recordó que apoyó el tratado comercial con Perú. McCain dijo que tal vez Obama debería viajar a América Latina, ya que «nunca ha viajado al sur de la frontera».
Con un formato en el que estaban sentados ante una mesa junto al moderador, en la Universidad Hofstra en Long Island, debatieron frente a una audiencia pronosticada entre 50 y 80 millones, la más grande antes de la elección. Al final, McCain no logró provocar que Obama cometiera un error grave, ni desquiciarlo. De hecho, éste mantuvo su calma y anuló efectivamente las maniobras ofensivas del «viejo soldado».
Sin embargo, no todo está perdido. Por un lado, nadie puede pronosticar qué impacto real tendrá el factor de la raza hasta el mismo día de los comicios, cuando se expresará en privado en cada casilla. Por otro lado, la historia electoral reciente indica que las encuestas en esta recta final no suelen pronosticar los resultados finales, indica el «Washington Post».
En 1992, Bill Clinton tenía una ventaja de 14 y hasta 19 puntos en la encuesta de ABC News/ «Washington Post» antes de la elección contra el entonces presidente George W. Bush padre y ganó por 6 puntos. En 1976, Jimmy Carter gozaba de un margen de hasta 13 puntos en la encuesta de Gallup, pero triunfó sobre Gerald Ford por 2 puntos. El «Post» señaló que superar un déficit de más de 10 puntos para ganar sería algo sin precedente en los tiempos modernos.
Dentro de 20 días, las encuestas cederán ante los resultados reales, tan reales como sea posible si no hay fraude y se logra contar bien los votos.