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Catástrofe medioambiental en Gaza

«Me siento como si viviera en una fosa séptica»

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Caminando entre la basura por un vertedero de Rafah, al sur de la Franja de Gaza, buscando residuos reciclables y otros artículos con la esperanza de poder venderlos. 16 de abril de 2015 (AFP)

 A medida que pasan los días, la situación humanitaria y medioambiental en Gaza es cada vez más desesperada.

El 14 de julio, los aviones de combate israelí estuvieron machacando zonas de la Franja de Gaza en la serie más grave de ataques sobre el asediado territorio desde 2014.

Al menos murieron dos palestinos y varios resultaron heridos. Los israelíes dicen que el ataque fue una respuesta a los morteros y otros artefactos incendiarios disparados desde el otro lado de la valla levantada frente a Gaza.

Desastre medioambiental

Gaza se está enfrentando no sólo a otra ronda de asesinatos y a la destrucción de más edificios e infraestructuras, sino también a un desastre medio ambiental. Con dos millones de seres apiñados en un área terrestre de sólo 41 kms de largo por 10 kms de ancho, la Franja está literalmente a punto de reventar.

En el apogeo de las protestas y disparos frente a la valla israelí de principios de año, cuando las fuerzas de ocupación israelíes asesinaron a más de 100 manifestantes palestinos, hiriendo a varios miles más, un alto mando del ejército israelí escribió una carta al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El teniente general Yoav Mordechai, coordinador de la rama burocrática del ejército israelí (COGAT, por sus siglas en inglés), pretendía llamar la atención de la OMS sobre la cuestión de la quema masiva de neumáticos por parte de los manifestantes gazatíes, pasando por alto los asesinatos perpetrados por sus tropas.

«Se trata de un problema ambiental grave que afectará a la salud de los residentes y creará una contaminación del aire sin precedentes», decía Mordechai. «Le emplazo, como director de una organización internacional cuyo objetivo es promover la salud y proteger los recursos naturales y medio ambientales, a hacer cuanto esté en su poder para advertir públicamente contra esta catástrofe ecológica y protestar ante la conducta irresponsable de Hamas.»

Para algunos, las advertencias de Mordechai sobre el medio ambiente podrían parecer irrelevantes, incluso insensibles. Después de todo, cuando se está matando a tiros a la gente, ¿a quién le preocupa realmente el fuego y la calidad del aire? Sin embargo, Gaza es, efectivamente, un desastre medioambiental, pero lo que está arrasando con todo no son las toxinas y el humo negro procedente de la quema de miles de neumáticos por parte de los manifestantes.

Hay problemas muchísimo más graves que, si no se abordan, amenazan con hacer que la vida en ese territorio sea insostenible en un futuro que cada vez es más cercano.

El problema medioambiental más grave es el del agua y el saneamiento. Más del 50% de los palestinos en Gaza no tienen acceso al agua corriente. El acuífero que se corre por debajo de Gaza, que también se extiende por Israel, está prácticamente agotado, debido principalmente a la sobreexplotación.

La escasez de lluvia y el cambio climático también están contribuyendo a la desaparición del acuífero. Los expertos del agua dicen que el acuífero recibe menos de la mitad de los 218 millones de metros cúbicos del agua necesaria para que pueda recargarse cada año.

Una crisis perpetua

En julio de 2017, la ONU publicó un detallado informe sobre Gaza y su medio ambiente. Sus conclusiones, que describían el territorio como en crisis perpetua, eran sombrías.

«Sobre el terreno, la vida es cada vez más miserable para un palestino medio de Gaza», decía el informe. «Un/a niño/a de once años no ha disfrutado nunca de más de doce horas de electricidad en un solo día de su vida. Nadie recuerda una época reciente en la que el agua potable brotara de un grifo».

El informe predecía que los recursos hídricos del acuífero estarán completamente agotados a finales de 2018. Mientras tanto, el agua que queda está gravemente contaminada por el agua salada del mar y por los vertidos de aguas residuales porque las las plantas de tratamiento no funcionan. La mayor parte de la gente tiene que comprar el agua a camiones cisterna de propiedad privada; esto hace que sea no sólo cara sino que los controles de calidad de estos suministros son a menudo poco estrictos.

La administración de Hamas, su incompetencia y las constantes disputas políticas y financieras con la Autoridad Palestina (AP) deben asumir una parte de la culpa por las terribles condiciones de vida que los palestinos tienen que soportar a diario. Pero las campañas de bombardeos israelíes, más las continuadas restricciones a la importación de equipamiento vital y materiales de construcción son los que están causando los daños más duraderos.

Muerte y enfermedad

La disponibilidad de agua, el tratamiento de aguas residuales y el suministro de electricidad están interconectados. Las centrales eléctricas y otras infraestructuras se vieron afectadas durante la campaña de bombardeos israelíes de 2014. Como consecuencia, la energía sigue pasando por una situación de escasez crónica no sólo para los residentes, sino también respecto a la necesaria para el funcionamiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales y otras instalaciones.

Según las Naciones Unidas, los apagones en 2017 para la mayoría de los hogares del territorio llegaron a durar hasta veinte horas diarias. La falta de energía para operar las pequeñas instalaciones de alcantarillado de Gaza implica que estén vertiéndose en el Mediterráneo grandes cantidades de aguas residuales, el equivalente a 43 piscinas olímpicas llenas todos los días.

Las playas están contaminadas. El olor a aguas fecales persiste en el aire. «Me siento como si viviera en una fosa séptica», manifestaba un gazatí. Se ha advertido a los niños para que no jueguen en las playas ni vayan a nadar al mar. Los habitantes de Gaza están preocupados por la contaminación de los peces obtenidos dentro del límite de pesca de las seis millas impuesto por los israelíes frente a las costas de la Franja.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés) dice que las tasas de mortalidad infantil en Gaza no han disminuido en estos últimos años, a diferencia de lo sucedido en otras zonas del mundo.

Los expertos en salud dicen que las enfermedades relacionadas con el agua son responsables de un gran número de muertes. El medioambiente no respeta las fronteras, tampoco al bloqueo israelí. Las aguas residuales que van a parar al mar se desplazan hacia el norte impulsadas por el viento y las corrientes.

Las playas israelíes tuvieron que cerrarse durante un tiempo el año pasado, y una planta desalinizadora israelí -una de las más avanzadas del mundo-, situada en la costa a 48 kilómetros al norte de Gaza se vio obligada a cerrar debido a que sus filtros estaban atascados por las floraciones de algas causadas por el aumento de los niveles de aguas residuales en el agua.

Ha habido algunas mejoras recientemente. En los últimos meses, Israel ha aumentado los suministros de agua, pagados por la AP, en el territorio. El pasado año, pudo ponerse en marcha una planta desalinizadora al sur de la Franja de Gaza, suministrando agua potable a 75.000 personas en Jan Yunis y Rafah.

Miles de manifestantes palestinos han resultado alcanzados por fuego real, muchos de ellos en los miembros inferiores (MEE/Mohammed al-Hajjar)

La planta, construida con ayuda de UNICEF, con un coste de 10 millones de euros procedentes de la financiación de la Unión Europea, está parcialmente alimentada por energía solar. Se está intentando duplicar su capacidad, el objetivo es que llegue finalmente a suministrar agua potable a unas 150.000 personas.

Revertiendo el desarrollo en Gaza

La Autoridad Palestina para el Agua (PWA, por sus siglas en inglés) dice que los planes para otra planta desalinizadora mayor, que también estará ubicada en la Franja de Gaza, están entrando en una nueva fase, aunque la PWA expone que hay problemas con la financiación e interrogantes de que los israelíes vayan a permitir la importación de los materiales necesarios para las instalaciones.

Tras más de diez años de retrasos a causa de las guerras y el bloqueo, la planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Emergencia para el Norte de Gaza, que atenderá las necesidades de saneamiento de más de 400.000 personas, inició por fin las operaciones pre paratorias a principios de este año.

El proyecto, por un valor de 75 millones de dólares, que será financiado por el Banco Mundial, la Unión Europea y otros países donantes, se enfrenta aún a considerables dificultades, especialmente en lo que respecta al suministro de su energía. El Banco Mundial dice que es necesario dedicar una línea de suministro directo de energía desde Israel a la planta.

Hasta la fecha, Israel se ha comprometido con algunos acuerdos energéticos preliminares, aunque aún no está claro si la nueva planta tendrá un suministro garantizado a largo plazo.

El informe de la ONU de 2017 hablaba de la «reversión del desarrollo» económico de Gaza y las condiciones ambientales que, según dijo, harían inhabitable el territorio en 2020. Explicaba que debían producirse movimientos inmediatos hacia la paz para que los gazatíes pudieran vivir «existencias dignas, saludables y productivas».

Lamentablemente, está sucediendo lo contrario. A medida que pasan los días, la situación humanitaria y ambiental en Gaza se vuelve cada vez más desesperada.

Kieran Cooke ha sido corresponsal en el extranjero de la BBC y el Financial Times, aunque continúa colaborando con la BBC, así como con periódicos internacionales y redes de radio.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/environmental-meltdown-gaza-1274132937

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.