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Entrevista a Brian Currin, Abogado sudafricano y coordinador de la Comisión de Revisión de Sentencias de Irlanda

«Me sorprendería que interrumpiesen definitivamente el diálogo con ETA»

Fuentes: Gara

El abogado sudafricano Brian Currin tiene gran experiencia en resolución de conflictos, empezando por el de su propio país o el de Irlanda. Recuerda el impacto del atentado de Londres que muchos equiparan al de Barajas y lo que costó «entender que aquello podía ser un catalizador». Pero subraya que no hay más vía que […]

El abogado sudafricano Brian Currin tiene gran experiencia en resolución de conflictos, empezando por el de su propio país o el de Irlanda. Recuerda el impacto del atentado de Londres que muchos equiparan al de Barajas y lo que costó «entender que aquello podía ser un catalizador». Pero subraya que no hay más vía que el diálogo incluyente. Brian Currin ha participado activamente en los procesos de paz de Sudáfrica e Irlanda. En su país de origen formó parte de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica y posteriormente ha sido coordinador de la Comisión de Revisión de Sentencias del Norte de Irlanda. Desde entonces Currin también ha trabajado en los procesos de paz de Sri Lanka, Ruanda y Oriente Próximo. Estos días está en Euskal Herria, y en esta entrevista concedida a GARA incide en la importancia de construir un proceso incluyente.

 

­¿Que situación ha encontrado en esta última visita a Euskal Herria y que le ha sorprendido más de lo que ha escuchado hasta ahora?

Lo que he encontrado creo que es una sensación de que el atentado que ETA realizó el 30 de diciembre ha creado dificultades en el proceso; pero al mismo tiempo, parece haber sido como un despertar. Hay una gran preocupación de que algo debe hacerse urgentemente para poner otra vez el proceso en la vía. Pero también creo que hay un deseo entre todas las partes, una sensación general de que el ambiente, las condicionas y las circunstancias están maduras para un proceso de éxito. Para resumirlo, por una parte hay una profunda preocupación, pero por otro lado hay una mayor motivación para que el proceso avance.

 

­Por su experiencia en otras resoluciones de conflictos, ¿cuáles cree usted que son las bases sobre las que debe desarro- llarse el proceso?

En primer lugar, un proceso de paz necesita ser incluyente. Eso significa que el Gobierno de Madrid tiene la responsabilidad de crear espacio y hacer posible que el mayor espectro posible, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, participe y haga suyo el proceso. En una situación típica donde hay un proceso de paz, siempre hay organizaciones y partidos ilegalizados, personas en prisión y gente que está en el exilio. Tienen que tomarse medidas para hacer posible que estas organizaciones, partidos e individuos participen en el proceso. Eso no significa necesariamente que tengan que abrir las puertas de las prisiones, pero significa que en la medida de que son voces influyentes necesitan ser oídas.

En el otro extremo, suele haber partidos que son escépticos con el proceso de paz. En este caso es el PP el que se opone al proceso. Su voz también tiene que ser oída. El Gobierno socialista tiene, en mi opinión, una obligación de trabajar con el PP para implicarlo, para entender sus necesidades, sus motivaciones y miedos y tratar de responder a ellos con la esperanza de que haciéndolo sean capaces de incluirles y lograr que el PP apoye el proceso. Aunque ello signifique que haya que hacer cambios en la estrategia para que el proceso de paz siga adelante.

Es muy importante que el proceso de paz y las negociaciones sean abiertas y transparentes. Esas son las mayores condiciones para que un proceso sea viable. Las posiciones que se tomen y las concesiones que se hagan se deben hacer con el conocimiento y el apoyo del electorado. No ayuda en nada ocultar a la población las decisiones.

En último lugar, los procesos de paz no pueden desarrollarse bajo la amenaza de la violencia, por tanto la violencia hay que dejarla completamente fuera de esta ecuación.

 

­El atentado de Barajas ha sido comparado unánimemente en Euskal Herria y en el Estado español con el del IRA en Canary Wharf. ¿Qué recuerda de él, en qué situación se produjo y qué supuso?

Cuando se produjo el atentado del IRA yo mismo estaba allí y por eso recuerdo el impacto creado. Fue un shock tremendo, el impacto inmediato fue muy negativo. Se tardó mucho tiempo en empezar a entender este atentado como un catalizador que podía mover el proceso hacia adelante.

 

­¿Cómo se salió de aquello?

La crisis fue resuelta porque había un proceso político, una vía política abierta entre el Gobierno británico y el IRA. Los canales ya existían y través de ellos se respondió a la situación. Aun y todo, cabe recordar que pasaron alrededor de dos años para alcanzar de nuevo el proceso de paz.

 

­Tras el atentado de Barajas, el Gobierno español y el PSOE han dado por roto el proceso y han interrumpido el diálogo. ¿Le parece una decisión lógica y correcta? ¿Y qué situación crea?

Yo puedo entender que políticamente sea una posición que un gobierno tome públicamente, pero estaría muy sorprendido si el Gobierno español interrumpiese definitivamente el dialogo con ETA y también me sorprendería que el diálogo entre las fuerzas políticas vascas no continuase por este hecho.

­¿Cómo cree que se puede construir la confianza necesaria para avanzar en este proceso?

Por una parte, en la declaración realizada por ETA tras el atentado de Barajas la organización afirma que continúa vigente el alto el fuego permanente puesto en marcha en marzo, pero del mismo modo ETA mantiene el derecho a responder si lo considera necesario. En mi opinión, debe clarificarse el significado de esa reserva. Creo que en estos momentos ETA tiene una responsabilidad a su espalda, debe de ser claro sobre su posiciones ante el alto el fuego y sobre la violencia en general.

Por otro lado, me gustaría ver un fuerte liderazgo por parte del Gobierno de Madrid. Por un lado, creando el ambiente necesario en Euskal Herria que haga posibles las discusiones y los acuerdos incluyentes. En segundo lugar, debe tratar de construir la confianza necesaria dentro de todo el espectro político del Estado español, de un modo que la gente pueda ver el proceso como algo positivo.

 

­Hoy en día hay numerosas iniciativas puestas en marcha por parte de la ciudadanía vasca. ¿Cuál cree que es la labor que puede hacer la sociedad para intentar empujar el proceso de resolución?

Considero que es muy importante que la sociedad civil trate de crear espacio y oportunidad para hablar sobre el proceso de paz. No sobre cuestiones sustanciales, ni sobre qué tipo de acuerdo, sino promoviendo la discusión para que a través de ella se pueda crear una nueva manera de pensar, un nuevo paradigma. La sociedad civil también tiene expectativas, y éstas también tienen que reflejarse y ser tenidas en cuenta a la hora de buscar una resolución acordada, que requiere compromisos más que soluciones forzadas. El debate debe ser amplio y que integre a todas las partes. En definitiva, se necesita un proceso educativo para todos.

Las víctimas son un ejemplo de ello. En cualquier conflicto hay víctimas en todo el espectro. A ellas también se les tiene que dar la oportunidad para pensar y hablar sobre un proceso de paz, pero desde un rol social mas que desde un rol político. He sido testigo en numerosas ocasiones de la utilización de las víctimas con objetivos políticos. Eso no da a las víctimas la oportunidad de participar de forma personal en el proceso.

 

­Conoce muy bien los procesos de revisión de condenas en Irlanda y Sudáfrica. ¿Cabe algo así en este país?

En cada proceso de paz se debe mantener la mente abierta. Uno nunca debería de decir que algo es imposible. Imaginaba que el Gobierno de Madrid tendría una mente abierta sobre la cuestión de los presos y que tratarían el tema dentro lo que permita la ley, pero en el contexto de una solución total del proceso de paz. No se puede nunca tratar el tema de los presos de una forma aislada. En Irlanda del Norte, por ejemplo, para tratar este asunto fue introducida legalmente una dispensa especial que hiciese posible que los presos fuesen liberados tempranamente, aunque sometidos a unas estrictas condiciones.

 

­En el caso irlandés, la situación de los presos fue afrontada desde el primer momento para colocarlos en una clara postura de apoyo al proceso de paz. ¿Qué influencia tuvo aquello?

La excarcelación de los presos fue la cuestión más candente y difícil para la población pero lo que más atrajo mi atención fue lo rápido que se acostumbró la sociedad a la liberación de los presos. En los primeros seis meses de ese proceso la mitad de prisioneros ya fueron liberados y no supuso ningún tipo de crisis en la sociedad. Aun y todo, quisiera recalcar el papel de liderazgo que mantuvieron los excarcelados en sus comunidades de origen. Tuvieron una actitud muy constructiva.