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Mirar para arriba

Fuentes: Progreso Semanal

Si algo mal me sabe, es la pelea del tiburón que enfrenta a la sardina. Y más, si la pelea parece arreglada a favor del tiburón. Así de incómoda es la sensación con que me dejaron varios reportajes recientes en los noticieros cubanos que reportan el enfrentamiento a la corrupción que campea en la geografía […]

Si algo mal me sabe, es la pelea del tiburón que enfrenta a la sardina. Y más, si la pelea parece arreglada a favor del tiburón. Así de incómoda es la sensación con que me dejaron varios reportajes recientes en los noticieros cubanos que reportan el enfrentamiento a la corrupción que campea en la geografía nacional.

A veces uno hasta siente pena por estos personajes de poca monta, aunque estén haciendo algo mal, porque se los ve acorralados frente a una cámara para dar explicaciones que ellos en realidad no tienen. Me explico: el dependiente de una tienda, que está para vender, no es responsable de si llega o no la mercancía. ¿Qué va a decir? O en el caso de la venta de combustible, cuando se ataca a los taxistas, aunque sepamos que muchos de ellos son unos especuladores, pero no hay entrevistas a la entidad de transporte responsable por el funcionamiento correcto del transporte público, por el recambio de piezas o por el propio abastecimiento y precio de los combustibles. La sensación es incómoda porque faltan respuestas, entrevistas a los más altos responsables.

Uno de los más recientes, realizado en la provincia de Cienfuegos, comienza por la evidencia detectada de que en las gasolineras los autos que consumen Diesel no compran más de medio litro al día. Eso, obviamente, echa a ver lo que es un secreto a voces, para decir algo, porque eso para nadie es un secreto: si no la mayoría, gran parte de los autos de este país circulan quemando combustible de trasmano.

Para comenzar, habría que preguntarse cómo la prensa obtuvo ese dato. Estoy casi seguro de que el dato no le llegó investigando. En principio, el periodista que lo hubiese intentado, no habría conseguido respuestas de los trabajadores de las gasolineras ni de los funcionarios a cargo, que solo abren la boca si tienen una orden «de arriba». De lo contrario, cualquier pregunta incómoda de la prensa será tomada como una intromisión en sus elevadas y secretísimas funciones.

No hay que olvidar que incluso, en muchas tiendas, advierten que está prohibido tomar fotos, como si con ellas uno pudiera estar robando información clasificada que de publicarse afectaría la seguridad nacional. Dejando eso en claro, puedo especular que hubo una reunión «con los factores» -factores de los cuales ninguno es periodista ni trabaja en la prensa-, que ilustraron el asunto con pelos y señales, y encomendaron la tarea. Luego, cuando tuvo listo el reportaje, volvieron los factores, a revisarlo, a editarlo, a ponerle y sobre todo a quitarle, hasta que al fin le dieron el visto bueno.

Pero eso ya se sabe. El hecho de que en nuestra prensa salgan estos reportajes donde los corruptos parecen ser únicamente los últimos eslabones de una larga y burocrática cadena alimenticia demuestra que existe un doloroso patrón.

En otro reportaje reciente la arremetida era contra de las panaderías estatales y su generalizado y pésimo servicio. A la mañana siguiente a la publicación, dos periodistas advertían ante las cámaras que el objetivo del reportaje no era dejar a nadie sin trabajo sino mostrar cómo la despreocupación de las administraciones era parte sustancial de la mala calidad de los servicios. El caso es que supieron que la dependiente de una panadería había sido despedida de su trabajo, en un amago de borrón y cuenta nueva. ¿Su pecado? Al vender el pan, lo manipulaba con las manos… como si esa no fuera la norma nunca establecida, como si ese no fuera el pan nuestro de cada día.

Antes fue el tema la anomalía del expendio de materiales de construcción en las afueras de los puntos oficiales de venta, donde a menudo falta lo que esos otros venden allá afuera. ¿Resultado más publicitado, el que más se repite en el boca a boca de la calle? Varios revendedores fueron puestos a disposición de los tribunales. Previsión a corto o mediano plazo: otros ocuparán su lugar, cuando las aguas se calmen. Los especuladores de turno pasaron ante las cámaras, pero los responsables últimos de los retrasos en la llegada de los materiales, que propician la aparición de esos especuladores, pocas veces son presentados.

Y así también con los agromercados, donde las pesas desde siempre pesan como se les da la gana, donde la carne duerme dulcemente la siesta al arrullo del zumbido de las moscas, donde… para qué seguir hablando. Y antes fueron los parqueadores, que cobran como les parece, sin que nadie les señale la tarifa.

¿Cuál es el factor común de todas esas denuncias periodísticas? Que los infractores, que lo son, están luchando, están a la vista de todo el mundo y no se esconden, afectan y lucran con el sudor de la gente, sí, pero ninguno tiene en las manos los destinos de la economía nacional. Apenas clasifican como ladrones de gallinas, gentuza que está al final, muy al final, de la lista de los que se benefician del descontrol y de la impunidad.

Luchar contra todo eso no está mal, esa es de hecho una tarea urgente de las autoridades. Lo que jota-o-de-e es que sean siempre los ladrones de gallinas los que tengan que aparecer, a todo color, esposados ante las cámaras.

Valdría la pena que en su reflejo de la corrupción y los males que genera, la prensa alguna vez levantara la vista y escalara un poco más en esa larga cadena alimenticia, y que lo hiciera por propia voluntad, no cumpliendo una orientación puntual y tutorada. El menudeo de la corrupción de los de abajo, por más que sea, probablemente sea nada, apenas un goteo -para usar una palabra que las propias autoridades han usado- frente al trapicheo de los de más arriba, no apunta a esos que la prensa no investiga por mano propia.

Allí, donde se mueve, se desvía y malbarata el dinero de todos, el dinero de verdad, el que cuenta, nuestra prensa no mete las narices. Esos casos han sido informados, sí, medianamente, pero nunca jamás de los jamases han sido el resultado de una investigación periodística que devele los entresijos, las componendas y los tejemanejes de los que han salido no pocas mansiones, piscinas, autos, restaurantes y otras manzanas podridas. Las más de las veces terminan en una breve nota en la esquinita de la página dos de los periódicos.

Todo esto ocurre también porque no existe aún una ley que obligue a los funcionarios públicos a rendir cuentas a la población y a dar respuestas a la prensa. Al periodista más investigador le saldrán hongos si espera a que un jefe responda una entrevista sin que lo manden.

Cuando la prensa conquiste su roll de contraparte, en un ecosistema que pueda convivir con esa independencia y no vea mal la información responsable y al servicio de la ciudadanía, y, sin dejar de mirar para la calle, comience a mirar también hacia las oficinas donde no se apagan los aires acondicionados; cuando los reportajes sobre la empresa equis o el ministerio zeta no sean solo para alabar los sobrecumplimientos sino para encontrar las causas últimas de los desastres, entonces esa será una prensa mucho más revolucionaria, la prensa que necesitamos y que ella misma desea ser.

Fuente: http://progresosemanal.us/20180628/mirar-para-arriba/