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Muerte en el Parque Francés

Fuentes: Haaretz

Traducido para rebelión por Nadia Hasan

Era tarde, y cuatro jóvenes, todos ellos estudiantes de escuela secundaria, partieron a una caminata a las alturas del Monte Ebal en Nablus. Ellos subieron el camino rocoso en dirección hacia el «Parque Francés», un bosque pequeño ubicado cerca de la cima de la montaña, única área verde de Nablus, que sirve como lugar de picnic a la ciudad. Nadie se puede explicar por qué al lugar se le denomina el Parque Francés. Tampoco no es claro por qué los jóvenes fueron hasta allá. Quizás porque era una tarde tranquila o quizás porque era una actividad terrorista, como señalan las Fuerzas de Defensa Israelí.

Los jóvenes dicen que estaban armadas con una botella de agua tamaño familiar, ese era su único equipaje. El ejército señala que los cuatro muchachos eran una banda terrorista que se disponía a poner una bomba a la orilla de la carretera. Antes de que llegaran al Parque Francés se abrió fuego hacia los jóvenes: Mohammed Abu Salha, de 15 años, recibió un impacto en la cabeza y aparentemente murió en el lugar; Ala Shishtri, también de 15 años, recibió un disparo en el estómago y yace herido en su casa; Ramzi Saka, de 17, fue impactado en una pierna; y Ahmed al-Fahuri, de 17 años, resultó ileso luego de lograr escapar del lugar.

La crónica reportada en los periódicos al día siguiente fue rutinaria, típica, casi aburrida: «Un grupo de soldados pertenecientes al batallón de infantería Haruv, esperando en emboscada, notaron una banda de jóvenes intentando poner una bomba en la carretera que es utilizada por vehículos militares. Los soldados abrieron fuego e identificaron impactos en tres palestinos. Uno de ellos fue evacuado en una ambulancia y murió producto de las heridas, los demás huyeron».

Suponemos que no muchos lectores de esta lacónica noticia, que fue publicada en Haaretz basada en fuentes militares, dedicó mucho tiempo a leerla. La misma noticia destacó que horas antes, un comandante de la compañía paracaidística había resultado herido en una operación de arresto en el cercano Campo de Refugiados de Balata – hecho que no puede vincularse con el tiroteo. Pero en la asediada Nablus, ellos ven el contexto: Señalan que no había ninguna banda terrorista ni ninguna bomba, sólo soldados de rápidos dedos al gatillo – quizás como revancha por la bomba que hirió un poco al comandante de la compañía esa mañana, o quizás como medida de precaución por parte de los soldados. El ejército tiene una versión diferente.

¿Los estudiantes de escuela secundaria, Mohammed, Ali, Ramzi y Ahmed, eran miembros de una peligrosa banda terrorista, o eran un inocente grupo de excursionistas? ¿Merecía Mohammed morir? Y si efectivamente pretendían poner una bomba al lado de la carretera, como aseguran las FDI, ¿Cómo es que ninguno de los sobrevivientes fue arrestado? Después de todo, ellos han permanecido en sus hogares luego del incidente, y nosotros no tuvimos ningún problema para reunirnos con ellos esta semana. Ala yacía herido y desangrado en la ladera de la montaña cuando los soldados se le acercaron luego de dispararle, sin trasladarlo a un hospital o arrestarlo, incluso.

Surgieron inquietantes preguntas al pie del Monte Ebal. ¿Por qué Mohammed fue asesinado, por qué Ala resultó herido, por qué Ahmad fue liberado y por qué su tío Amjad fue arrestado el pasado viernes? ¿Qué pasó realmente?

Incluso en un día nublado, Nablus puede apreciarse desde la cima del Monte Ebal. Respirando pesadamente, subimos a pie hasta la cima de la montaña esta semana, hasta el lugar donde una pila de rocas bloquea la carretera, por orden de las FDI, lugar al que acuden los jóvenes de la ciudad, la más sitiada de los territorios, para poder respirar un poco de aire montañoso. Las docenas de botellas de cerveza vacías al lado de la carretera dan cuenta de las actividades nocturnas en aquel sitio. Las manchas de sangre que aún permanecen en el lugar nos dan cuenta de lo ocurrido el martes 8 de noviembre.

A las 4 p.m., se difundieron rumores por la ciudad de que un grupo de soldados disparaon a un grupo de jóvenes que paseaban por los alrededores. Mohammed Ayash, coordinador que presta ayuda a los voluntarios internacionales que viven en la ciudad, partió inmediatamente con sus «internacionales», cerca de una docena de jóvenes provenientes de todas partes del mundo, para explorar el área. Nativo de Balata, él es un apuesto y enérgico joven que habla un fluido inglés y cuenta con mucha experiencia en actividades de rescate en su asediada ciudad. En la calle Zablah, la última calle al borde de la montaña, escuchó que allí se encontraba una persona perdida, Mohammed Abu Salha, joven de 15 años de edad, al que su padre había enviado a ocupar su lugar como guardia de seguridad en un edificio que se estaba construyendo en la ladera de la montaña. Otros tres jóvenes lograron escapar de los disparos, escuchó, dos de los cuales resultaron heridos. Uno no volvió.

La noche empezaba a caer, la luz del día fue reemplazada por el crepúsculo, y Ayash junto con sus colegas del grupo de rescate buscaron al joven desaparecido alumbrándose con sus teléfonos celulares. Luego de aproximadamente 40 minutos, ellos encontraron a Abu Salha tendido en una roca, con su cabeza tendida en dirección de la cuesta empinada, con sangre en su rostro y su pecho. El joven estaba aparentemente muerto cuando lo encontraron; su cuerpo estaba frío. En ambos lados de su cabeza se encontraban heridas de bala. Ayash cargó el cuerpo del muchacho bajo la cuesta gritando pidiendo ayuda. Con él se encontraba el tío del joven, Amjad Abu Salah, quien se unió a la búsqueda. Los desesperados padres se encontraban esperando cerca de su casa, también en la ladera de la montaña.

Al principio fue el tío quien cargó el cuerpo de su sobrino, pero tropezó, por lo que Ayash fue quien finalmente trajo el cuerpo hasta la ambulancia palestina que esperaba abajo, frente a los horrorizados padres. El Dr. Samir Abu Zarur del Hospital de Rafidia en la ciudad declaró la muerte: «Un joven con camiseta blanca y jeans, con un reloj digital en su muñeca y con calcetines blancos», escribió el doctor. «Encontramos sangre en la cabeza y el rostro, restos de vómito en la boca, la entrada de la herida en el lado derecho de la cabeza, de medio centímetro de diámetro, y una salida de bala de tres centímetros, de una profundidad de ocho centímetros en su lado izquierdo. Las radiografías muestran huesos rotos y hemorragia en el cráneo». El Dr. Abu Zarur le señaló a Ayash y a sus amigos que, a la luz de la pequeña herida de entrada y de la relativa enormidad de la herida de salida, daba la impresión que al joven se le disparó de una corta distancia. Él no escribió estos antecedentes en el informe de defunción.

Hay una ladera rocosa en el lugar donde el cuerpo del joven fue hallado. En la roca en que éste yacía, flechas y señales en letras hebreas fueron pintadas tiempo atrás. Desde abajo, las ruinas de una antigua mezquita, Mezquita Iman al-Din, domina el lugar donde se encontró el cuerpo. En la cima de la montaña se encuentra un bosque en donde los soldados de la unidad anti-guerrilla Duvdevan y otras unidades especiales de las FDI se esconden cuando quieren comandar una vista de la ciudad. A veces resulta muy peligroso caminar allí. A pocos pasos de ahí, bajando por la ladera de la montaña, se encuentra la casa de la familia Abu Salha.

Es una casa diminuta, con dos pequeñas habitaciones. El sofá en el estrecho recibidor sirve de cuarto de niños de Mohammed, una patética maceta de flores en el alfeizar como decoración. El padre, Hamdi, y la madre, Rana, están bastante calmados para ser padres que perdieron a su hijo mayor sólo unos pocos días atrás. Nos dan la bienvenida con una amigable sonrisa, imposible de entender. Solamente el sonido del reloj de cuco emite un sonido extraño, como llanto, a cada hora. Había seis niños bien cuidados hasta hace unos días tras; ahora sólo quedan cinco. La abuela, Jihan, también orgullosa y calmada, y el pequeño hermano, Mahmoud, se unieron a la conversación de los padres del difunto.

Mohammed estaba en 10° grado, y soñaba con convertirse en doctor. Ellos cuentan que él quería hacer feliz a su padre. Su padre trabajó toda su vida como un empleado común y corriente y de noche como vigilante nocturno. Mientras tanto, Mohammed se encontraba ahorrando dinero para un teléfono celular con cámara, G2 o G3. El padre encontró trabajo en una construcción un par de meses atrás: Solía pasar las noches ahí. Esta semana Hamdi renunció a su trabajo; no pudo ir para allá nunca más, cerca del lugar donde su hijo encontró la muerte.

De vez en cuando, Hamdi solía llamar a su hijo Mohammed a la casa para pedirle que lo reemplazara en la construcción hasta el anochecer. Eso fue lo que pasó el último día de la vida de Mohammed. Ese día Mohammed regresó de la escuela a la 1 p.m.

» ¿Qué cocinaste? Estoy hambriento», le dijo a su madre, quien se disculpó de no haber preparado el almuerzo aún ya que se encontraba en el doctor con su hermana. Él se fue a hacer sus tareas escolares, recuerda su madre, una atractiva mujer con un pañuelo en el pelo, hasta que ella terminara de preparar la mujadra, un plato de lentejas con arroz, para él.

Cerca de las 3 p.m., su padre llamó desde la ciudad y le preguntó a su hijo si podía ir hasta la construcción y reemplazarlo. A diferencia de su comportamiento habitual, Mohammed salió de su casa sin pedirle permiso a su madre, quien estaba ocupada con la colada. Él sólo le dijo a su hermano que le dijera a ella que había salido. Solo unos momentos después, cuando Rana mandó a su hijo menor a la construcción para decirle a Mohammed que no volviera tarde a casa, Mohammed pidió que lo disculpara por su precipitada partida. Esto, en detalle, y sin lágrimas, es el recuerdo de la madre de las últimas horas de su hijo. «Se llevó una botella de agua con él» agregó su abuela, Jihan.

Alrededor de las 4 p.m., alguien llamó a la casa y dijo que hubo disparos desde abajo, y que Mohammed estaba en peligro: quizás fue arrestado, quizás herido o quizás asesinado.

Tres muchachos partieron. Ahmed al-Fahuri, un joven de 17 años, bastante grande para su edad, ahora nos dice que partió con sus dos amigos, Ala Shishtri y Ramzi Saka, en dirección al Parque Francés. En el camino se encontraron con Mohammed, sentado en la entrada de la construcción, y le sugirieron que se les uniera. Mohammed trajo una botella de agua con él. Cuando se acercaron al Parque Francés, de repente empezaron a recibir disparos, como recuerda Fahuri. Fahuri vive cerca de la familia Abu Salha; los otros dos jóvenes eran sus amigos. Los cuatro se dispersaron presos del pánico en todas direcciones al escuchar los disparos. Dos de ellos, Ramzi y Ahmed, corrieron cuesta abajo en dirección a las casas cercanas encontrando un lugar entre las rocas para esconderse; Ala y Mohammed escaparon hacia el este, en dirección a la mezquita Imad al-Din. Fahuri señala que los soldados les dispararon y les lanzaron granadas.

En su casa en la ciudad, Ala Shishtri reposa convaleciente de sus heridas. Sonriendo, con una larga cicatriz a lo largo de su estómago, un kaffiyeh rojo cubre su herida. Él también dice que empezaron a recibir disparados de repente cuando estaban llagando al Parque Francés. Él y Mohammed escaparon hacia el este y él escuchó que los soldados los llamaban por megáfonos en hebreo, incomprensible para él. Los soldados nos dispararon desde unos 20 metros. Ala cuenta que se calló producto de la bala que lo golpeó en su estómago, y notó que los soldados se le acercaban, lo revisaron por si es que llevaba un arma, y se fueron sin pronunciar palabra. Después, Ala logró ponerse de pie y correr herido hasta la primera casa. Mohammed quedó atrás, sangrando.

El portavoz del ejército dijo esta semana: «El martes 8 de noviembre, un soldado de las FDI encontró cuatro palestinos aparentemente confabulados para poner una bomba en la carretera que se encuentra a la subida de la montaña, con el fin de dañar a los vehículos militares en ella. Basándose en información de inteligencia, y en vista de que ellos estuvieron implicados en actividades similares el día anterior, las fuerzas iniciaron un «procedimiento de detención por sospecha» para poder arrestarlos. En el transcurso de los acontecimientos se abrió fuego sobre la parte inferior del cuerpo impactando a tres de ellos. Los cuatro, entre ellos el palestino que aparentemente no resultó herido, fue visto huyendo en dirección a la ciudad de Nablus. Por tanto, se denegó la posibilidad de detenerlos y prestarles atención médica».

La noche del pasado viernes, cerca de las 2 de la madrugada., los soldados golpearon la puerta de la familia del difunto. El padre, Hamdi, parece más alterado al recordar lo acontecido aquella noche que los recuerdos del día en que su hijo fue asesinado. Los soldados golpearon la puerta, amenazando con armas, revisando la casa bajo los ojos atemorizados de los niños, y ni siquiera se molestaron en dar explicaciones de por qué vinieron. Ellos sólo preguntaron, «¿Éste es su hijo?» al mirar el póster conmemorativo de Mohammed, hecho por Hamas, quien adoptó a Mohammed luego de su muerte.

Cada víctima tiene una organización adoptiva, pero Hamdi señala que su hijo no tuvo ninguna vinculación con Hamas. Sin embargo la bandera verde de la organización flamea ahora bajo la casa de la familia Abu Salha. Después, los soldados fueron hasta el apartamento en el subterráneo de la casa, donde vive Amjad, hermano de Hamdi, un soltero de 32 años. Este es el tío que, junto a los voluntarios internacionales, encontró el cuerpo de Mohammed. Al final de la inspección, en la que aparentemente no encontraron nada, los soldados arrestaron a Amjad. En la casa no han sabido nada de él desde ese momento.

¿Por qué Amjad fue arrestado?

El portavoz de la oficina del ejército israelí no respondió a la pregunta.

Desde su lecho de enfermo, Ala Shishtri jura que nunca, nunca más subirá la maldita montaña, el Monte Ebal, para visitar en su cúspide el Parque Francés.