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Muros visibles e invisibles del Estado de Israel

Fuentes: Rebelión

Con la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos creyeron que cuando comenzase el nuevo siglo, el siglo XXI, los muros serían un elemento del pasado y que gracias a la economía globalizada y al fin del gran enemigo del capitalismo, la URSS, los muros desaparecerían del mapa. Por desgracia, los analistas que tuvieron […]

Con la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos creyeron que cuando comenzase el nuevo siglo, el siglo XXI, los muros serían un elemento del pasado y que gracias a la economía globalizada y al fin del gran enemigo del capitalismo, la URSS, los muros desaparecerían del mapa. Por desgracia, los analistas que tuvieron aquellos optimistas presagios se equivocaron; y si no que se lo pregunten a las palestinas y los palestinos que viven una realidad llena de muros, tanto visibles como invisibles. Hablar hoy de Israel es hablar de muros que tienen como objetivo imponer un apartheid a los palestinos y conseguir acabar con la población palestina que lleva 67 años resistiendo.

No hay mejor ejemplo de muro físico que el que atraviesa Cisjordania. Este territorio que con los años ha ido menguando y ha pasado de 11.800 km2 tras el Plan de Partición de 1947 aprobado en la Resolución 181 de la Asamblea de las Naciones Unidas, hasta la situación actual donde se calcula que Palestina cuenta con casi 3000 km2, es decir, un 25% de lo impuesto por la ONU hace 68 años. También supone un gran retroceso respecto a la marcada como «Línea Verde» tras el armisticio árabe-israelí de 1949 y tras la Guerra de los seis días que dejó a Cisjordania con un territorio de 5.400 km2. El caos de cifras de territorio es todavía mayor si se mira en un mapa. Actualmente, el mapa de esta región parece una piel de leopardo o un queso Gruyère debido a la cantidad de obstáculos que impiden una uniformidad continuada en el territorio palestino. He aquí el resultado de las políticas que tienen como grandes protagonistas el muro y las colonias, otra forma de establecer vallas en el territorio palestino.

El muro que atraviesa Cisjordania tiene una proyección de 700 kilómetros aproximadamente. Una gran longitud si se tiene en cuenta que es una región relativamente pequeña con 135 kilómetros de alto y 65 en su punto más ancho contando desde la Línea Verde hasta el Mar Muerto donde limita por el este, aunque ahora gran parte del valle del Jordán se encuentra bajo dominación total de Israel y los asentamientos. Los 700 kilómetros se explican debido a que el muro se va internando en el territorio palestino confiscando casas, terrenos y reservas de agua. De hecho, según stopthewall.org, un 11% de la población palestina fue separada de sus tierras cultivables debido al muro, un grave problema si se tiene en cuenta que la sociedad palestina es una sociedad que sigue siendo bastante dependiente de la agricultura en muchas pueblos como Bi’lin que perdió 130 hectáreas por la construcción del muro y de la colonia de Modei’in Illit. Como denuncia Amnistía Internacional, «el 80% del muro está construido dentro del territorio ocupado de Cisjordania, aislando entre sí a comunidades y familias y separando a los campesinos de sus tierras y a los palestinos de sus lugares de trabajo, centros educativos y de salud y otros servicios esenciales».

Esta «Barrera de seguridad» como se conoce en el lado israelí o «Muro de la Vergüenza» o «Muro del Apartheid», nombre que se le da entre los grupos pro-Derechos Humanos, tiene una parte que consiste en 8 metros de altura de bloques de hormigón además de una serie de torres de vigilancia que cruzan, entre otros puntos, la ciudad de Belén. Otras zonas, el muro toma forma de valla o de alambrada además de contar con zanjas de hasta 4 metros de profundidad, carreteras para el paso militar y, por supuesto, un sistema de unos 550 checkpoints repartidos por los territorios ocupados que impiden el paso libre de los palestinos provocando que algunos de estos puntos de control donde el ejército israelí tiene toda la potestad tengan tasas de natalidad y de mortalidad. Y en cada entrada del muro, en mitad de los territorios palestinos, asentamientos israelíes, colonias construidas por parte de Israel a partir de 1967 en los territorios ocupados de Cisjordania. Estos asentamientos albergan en la actualidad a más de medio millón de colonos, judíos de todas partes del mundo que emigran a Israel y por el hecho de ser judíos, el Estado les otorga la ciudadanía israelí y además les ayuda a su emplazamiento en estas colonias, terrenos que previamente, han sido robados a los palestinos. La Ley del retorno, aprobada en 1950 por el Parlamento israelí, establece que «todo judío tiene derecho a hacer la Aliá», es decir, que pueda obtener la residencia y la ciudadanía israelí por el mero hecho de ser judío, mientras que las declaraciones internacionales a favor de la vuelta de los refugiados palestinos siguen siendo ignoradas en el Knéset y por el gobierno israelí, otra de las muestras del trato legal discriminatorio que promulga Israel.

Las colonias, a su vez, son una de las grandes amenazas para conseguir la independencia y el autogobierno de un hipotético Estado palestino. Visto el mapa desde arriba de la actual Cisjordania recuerda a la de los bantustanes del apartheid sudafricano, reservas segregacionistas donde se llevaba a los habitantes no blancos de Sudáfrica y que carecían de soberanía propia y que hace imposible la independencia de cualquier futurible Estado. Cisjordania la vemos bacheada en diferentes zonas debido a la política colonizadora de Israel y a los Acuerdos de Oslo de 1995 que establecen tres zonas en Cisjordania, unas zonas A con control exclusivo de la Autoridad Nacional Palestina (un germen de un posible Estado palestino), las zonas B donde la ANP tiene exclusivamente competencias en los servicios sociales y civiles mientras que Israel se encarga de la seguridad y las zonas C o zonas de control exclusivo israelí que dificultan el paso y hacen imposible el autogobierno palestino. Estos acuerdos, como recordó Abás en la última Asamblea de las Naciones Unidas, «no son cumplidos por Israel», lo que los convierte en papel mojado y deja a Palestina «como una autoridad sin poderes reales».

Además, las colonias no solo suponen muros físicos donde los palestinos no pueden vivir pese a ser su tierra sino que son muros psicológicos basados en la indefensión jurídica al vivir bajo la tutela de una potencia que en cualquier momento puede robarle sus tierras y derribar sus casas para que otros se pongan a vivir en ella; y no cualquiera, justamente los colonos son las organizaciones que más crímenes cometen contra la población palestina, además de que si hay un asentamiento judío significa que el ejército deberá protegerlo. Esto es poner a tu posible asesino en las puertas de tu casa, una estrategia planeada y con el objetivo de conseguir reducir a los palestinos a tierras y espacios marginales con el objetivo del sionismo, como recuerda el historiador Jorge Ramos, de conseguir «el máximo territorio con el mínimo de población no judía posible» [1]. Para el periodista británico Ben White, conocedor del conflicto árabe-israelí, esta táctica de Israel del apartheid de la población palestina a partir del incremento de los asentamientos y la construcción del muro es «un ‘Plan B’: una forma de mantener la hegemonía y el control judío cuando las expulsiones en masa no son una opción factible» [2]. El movimiento stopthebantustans.org también compara el régimen sudafricano de apartheid del siglo XX con la limpieza étnica que actualmente lleva a cabo el gobierno israelí, una tesis defendida igualmente por el historiador valenciano Jorge Ramos Tolosa [3] y por Hendrik Verwoerd, primer ministro sudafricano de 1958 a 1966. [4]

Tanto las colonias como el «sistema de seguridad» que rodea los Territorios Palestinos han sido declarados ilegales por la comunidad internacional. La Corte Internacional de Justicia dictaminó en julio de 2004 en su Opinión Consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino ocupado una declaración consultiva que la valla/muro violaba el derecho internacional humanitario y de derechos humanos. Este es el principal órgano judicial de las Naciones Unidas quien señaló que la construcción del muro y la puesta en marcha de políticas que faciliten la creación de colonias «tienen como resultado la discriminación institucionalizada, la segregación y la violación sistemática y grave de derechos humanos de los palestinos» y se instó a Israel a desmantelar el muro y a compensar los daños provocados a la población palestina, puntos que no se han cumplido. Por otra parte, el Consejo de Seguridad de la ONU, el alto cargo ejecutor de las Naciones Unidas, a partir de la resolución 446 o la resolución 465 condena los asentamientos, los declara nulos e insta a su desmantelamiento. Ambas resoluciones son de 1979 y 1980 y las colonias en vez de haber menguado o llegado a su fin han continuado creciendo y aumentando la política de segregación hacia los palestinos. Por su parte, en una carta abierta para el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki Moon y a los Estados parte de los Convenios de Ginebra, 86 expertos y 32 redes legales de nivel internacional recuerdan a las empresas transnacionales y comerciales que «tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos» y que estas «se consideran portadoras de deberes bajo derecho penal internacional» pidiéndoles la colaboración para acabar con el apartheid terminando la financiación o apoyo a «los actores que permitan, apoyen o alienten la continuación de violaciones israelíes al derecho internacional» y que terminen «con todo el comercio de productos producidos parcial o totalmente en las colonias ilegales» [5].

Además de las colonias y el sistema de muros y checkpoints que provocan la división y la ‘bantustanización’ de Cisjordania, hay otra serie de medidas y elementos que tienen como objetivo la limpieza étnica y proseguir con el Estado de apartheid hacia los palestinos, otros muros que sin ser de hormigón también dificultan la vida diaria a los palestinos. Uno de estos muros son las tarjetas de identidad que Israel otorga a aquellas personas que viven en su territorio, considerando tanto Gaza como Cisjordania como territorio propio. El Estado israelí cuenta con cinco tipos de carnés de identidad para diferenciar a la población como muestra la organización VisualizingPalestine.org y que es un rasgo claro de ser un Estado de apartheid.

El primer tipo de ciudadanía, que corresponde a 5,9 millones de personas, es la que se le otorga a la población judía de Israel que les permite votar, ir al ejército de forma obligatoria excepto que se trate de los llamados ortodoxos que están exentos, y pueden vivir en todo Israel y en las zonas C de Cisjordania, es decir, en el 60% de este territorio; pero no pueden vivir ni en las zonas A y B ni en Gaza. Los siguientes tipos de identificación ya son para la población palestina. El segundo grupo de población o el primero de los palestinos es para los palestinos que viven en Israel porque no fueron expulsados durante 1948. Son aproximadamente 1,3 millones de personas, pueden votar pero ni van al ejército ni pueden vivir en un 68% de Israel por oposición de los comités de admisión, tampoco en Cisjordania ni en Gaza. Ese grupo de población sufre dentro de Israel una discriminación legal. El siguiente, los palestinos residentes en Jerusalén Este sufren una discriminación legal y una ocupación militar, igual que los de Cisjordania y los de Gaza. En Jerusalén viven 300.000 palestinos y pueden acceder a la mayoría de áreas palestinas pero pueden perder la «residencia permanente» en Jerusalén si viven fuera de la ciudad. Este grupo de personas no puede votar y no son considerados ciudadanos israelíes. Cruzando el muro encontramos a los palestinos que habitan en Cisjordania. Son aproximadamente 2,3 millones de personas que solo pueden vivir en el 40% de este territorio (zonas A y B y viven bajo el control militar y la colonización. Tras otros muros y bajo el bloqueo desde 2007, se encuentran los más de millón y medio de habitantes de Gaza que no pueden salir de la Franja excepto para trabajar si Israel les entrega el permiso de trabajo. Por último, encontramos a los 5,7 millones de refugiados que viven fuera de Palestina y que pese a la Resolución 194 de 1948 aprobada en la Asamblea de las Naciones Unidas y la resolución 3236 aprobada en el mismo lugar en 1974 que reafirma el «derecho inalienable de los palestinos a regresar a sus hogares y recuperar sus bienes desde donde quiera que se encuentren desplazados».

Este sistema de identificaciones, además de suponer una discriminación legal sufrida por los palestinos, supone dividir Palestina en dos zonas diferenciadas: Cisjordania y Gaza que apenas pueden tener relación entre sí. Si un palestino de Cisjordania se casa con una palestina de Gaza, deberá irse a vivir a Gaza. Igual que si una palestina de Jerusalén Este se enamora de un palestino de Cisjordania, deberá renunciar a su tarjeta de identidad en Jerusalén e irse a Cisjordania si quiere vivir con su futuro marido.

Jerusalén es otro de los puntos calientes donde el apartheid es visible. En 1980, el Parlamento israelí promulgó la «Ley Jerusalén» que proclamaba Jerusalén como «capital entera y unificada de Israel», algo que a partir de la resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU se anuló al considerar la ley «una violación del derecho internacional y no afecta a la continua aplicabilidad en Jerusalén del Convenio de Ginebra relativo a la protección de personas civiles en tiempo de guerra». Según una información de Euronews, Israel mandó construir otras 77 viviendas en Jerusalén Este en abril de 2015 donde ya viven 63.000 colonos, es decir, los asentamientos judíos siguen aumentando pese a las demandas internacionales. En este lugar, las tensiones son constantes con importantes enfrentamientos entre la población palestina que ve reducido su territorio y empeorando las condiciones de vida y la población israelí que va aumentando la colonización de Jerusalén. Ahmed Soboh, quien fuera subsecretario del Ministerio de Información de la ANP con Arafat y ahora Presidente de la Fundación Yasser Arafat, recuerda que pese a no existir una división exacta en Jerusalén se puede ver la discriminación a la hora del anochecer cuando «una zona de la ciudad está totalmente iluminada y otra permanece en la penumbra», una forma de mostrar que Israel, pese a tener jurisprudencia sobre toda la ciudad, discrimina ciertos servicios en determinados barrios porque es donde viven los palestinos. Este es otro de los muros que atraviesan en Israel y discrimina a palestinos e israelíes.

El apartheid se ve todavía más claro si nos fijamos en un elemento que la ONU declaró en 2010 «un derecho para todos los seres humanos por encima de cualquier discriminación racial»: el agua, algo que la periodista aragonesa pero residente en Gaza, Isabel Pérez, denomina como «el apartheid del agua» [6]. Según la organización israelí pro-Derechos Humanos B’tselem, el consumo de agua de la población palestina en Cisjordania es de 73 litros al día, por debajo de los 100 litros/persona/día recomendados por la Organización Mundial de la Salud; mientras que el de los israelíes es de 183 litros/persona/día, algo que muestra que el problema viene por la única empresa proveedora: Mekorot, la Compañía Israelí de Aguas. La situación es incluso peor en zonas del norte de Cisjordania con zonas, según datos de 2011, como la de Jenin donde el consumo era de 43 litros/persona/día, además de que alrededor de 71.700 palestinos no tienen acceso a una red de conexión de aguas y muchos pueblos sufren cortes eventuales del suministro [7]. EWASH, una asociación que estudia el problema del agua tanto a nivel sanitario como higiénico en los territorios ocupados, asegura que los palestinos solo pueden extraer el 20% del potencial estimado de los acuíferos que hay bajo Cisjordania mientras que el 80% restante los extrae Israel. Este hecho no se debe a que los israelíes tengan mejor tecnología para la extracción del agua (que también) [8], sino a una política premeditada donde coinciden en muchas ocasiones los límites del muro y las colonias con los acuíferos.

Y este problema no es por falta de agua. Según el hidrogeólogo alemán Clemens Messerschmid que lleva diecisiete años trabajando en los territorios ocupados, «Israel se acaba de convertir en una nación y una economía excedente de agua» debido a que desaliniza 650 millones m3/año. En su opinión, «las crueles restricciones impuestas a los palestinos portan la irracionalidad, la locura y el odio racista, no del todo explicable por intereses económicos» [9], ya que a los palestinos se les impone contadores en los pozos que pueden sacar agua y no se les permite la construcción o el mantenimiento de las infraestructuras hídricas. A su vez, para conseguirlo en las zonas que sí lo tienen permitido necesitan el permiso de una serie de autoridades israelíes que puede prorrogarse de 3 a 4 años. Esto deja datos escalofriantes como que los quinientos mil colonos que viven en Cisjordania usan seis veces más agua que los 2,6 millones de palestinos que habitan ese mismo territorio.

A este problema de los recursos hídricos, hay que añadirle que los palestinos en muchas ocasiones han de comprar agua a Israel. El Estado judío se la vende cuatro veces por encima del precio que pagan los israelíes. Pero el precio del agua no es un hecho aislado. Israel, al tener rodeados los territorios ocupados controla qué entra y qué sale de allí dificultando el comercio con el exterior y haciendo de la ocupación un negocio donde puede vender sus productos y obtener además mano de obra barata con una población que tiene ocho veces menos capacidad económica que la israelí [10]. Un muro difícilmente derribable que aboca a la pobreza, la marginación y la desesperanza que lleva a muchos palestinos a abrazar la radicalización como única salida viable para sus vidas.

Otros muros invisibles, los psicológicos, marginalizan a los palestinos frente a los israelíes. Uno de los más importantes es el «memoricidio», es decir, la eliminación física de los elementos identitarios del pueblo palestino, el intento de borrar su paso por la tierra y acabar con la memoria colectiva [11]. Para ello, se han utilizado diferentes herramientas como la supresión de los antiguos nombres palestinos de los lugares y su sustitución por una toponimia hebrea [12] o el uso de los libros de texto como forma de pervertir la historia y desarabizar Palestina. [13]

Todo lo analizado ha versado sobre Cisjordania puesto que el muro que se trataba era el Muro del apartheid que atraviesa estos territorios y los ‘otros muros’ que salen de este como tentáculos de un mismo pulpo. Gaza es la multiplicación de los problemas de Cisjordania. Es un territorio más pequeño, el más densamente poblado del mundo, una megacárcel al aire libre desde que en 2007 Israel anunciase un bloqueo económico y real a la Franja. Nadie sale de Gaza sin el permiso de Israel a no ser que Egipto abra sus fronteras por el paso de Rafah, algo que con Al Sisi es totalmente aleatorio y escaso. La Franja es tratada por Israel como un núcleo aparte, una especie de guetto independiente que de vez en cuando bombardea cuando ve que los movimientos internos son muy intensos. Por ello, el análisis ha ido centrado en el territorio palestino de Cisjordania y en su muro.

Concluyendo, cabe decir que pese a que algunos israelíes de la izquierda se alegrasen con la construcción del Muro en Cisjordania como cuenta el historiador Ilan Pappe porque creían que ese paso conduciría «a la creación de un Estado palestino independiente» [14], el muro tan solo ha servido para continuar la estrategia de apartheid israelí y la continua colonización de territorio palestino que va menguando cada día gracias a los muros, las ofensivas militares, la destrucción de casas palestinas y la construcción de nuevos asentamientos israelíes. Este muro, como los otros muros menos visibles (el agua, la discriminación legal, el racismo institucional, el memoricidio, etc,), provocan que la población palestina viva bajo una ocupación y un apartheid permanente. No, buenos muros no hacen buenos vecinos como diría el dicho, y menos en este caso cuando a un lado del muro, el palestino, la vida no vale nada y está casi totalmente subyugada a las intenciones de Israel en la región.

Cayó Sudáfrica pero el apartheid sigue presente en el mundo. Cayó el muro de Berlín pero hay lugares donde los muros siguen creciendo día a día. Si la injusticia tiene un ejemplo, ese es Palestina. Ya lo dijo Mandela: «Sabemos muy bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos» [15].

Notas

[1] Llopis, E. «Entrevista a Jorge Ramos Tolosa». Rebelión. 7 enero 2013 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161853  

[2] White, B. «Israel’s similarity to South Africa’s apartheid is more than skin-deep» The national. 20 julio 2013 http://www.thenational.ae/thenationalconversation/comment/israels-similarity-to-south-africas-apartheid-is-more-than-skin-deep#page2

[3] Ramos Tolosa, J. «Palestina 2014» Rebelión. 14 julio 2014 http://rebelion.org/noticia.php?id=187315

[4] Verwoerd, H. «Israel, like South Africa, is an apartheid state» Rand Daily Mail. 23 noviembre 1961 http://www.endtheoccupation.org/downloads/verwoerd.pdf

[5] https://www.stopthewall.org/sites/default/files/Legal%20Letter%20ICJ10%20es.pdf

[6] Pérez, I. «El apartheid del agua en Palestina». Eldiario.es. 1 abril 2014. http://www.eldiario.es/desalambre/Mekorot-apartheid-agua-Palestina_0_244976421.html

[7] http://www.btselem.org/water/statistics

[8] http://www.ewash.org/en/?view=79YOcy0nNs3Du69tjVnyyumIu1jfxPKNuunzXkRpKQN7Iw2MTDTG

[9] Pérez, I. «El apartheid del agua en Palestina». Eldiario.es. 1 abril 2014. http://www.eldiario.es/desalambre/Mekorot-apartheid-agua-Palestina_0_244976421.html

[10] «SOS por el agua en el conflicto judeo palestino» Nueva Tribuna. 11 agosto 2015 http://www.nuevatribuna.es/articulo/medio-ambiente/sos-agua-conflicto-judeo-palestino/20150811124437118997.html  

[11] Ramos Tolosa, J. «¿No hay eco? El memoricidio de la Nakba y sus resistencias».Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos. Junio 2015. http://reim.tallerteim.com/index.php/reim/article/view/319/276

[12] «Nakba» http://www.ed-bellaterra.com/uploads/pdfs/NAKBA.pdf  

[13] Peled-Elhanan, N. «Palestine in Israeli schoolbooks» https://www.youtube.com/watch?v=SUdWxaOOJCQ

[14] Pappe, I. «El muro en el corazón de Palestina». Revistas Estudios Árabes. 2005. file:///C:/Users/Jose/Downloads/32460-110028-1-PB.pdf

[15] Rodríguez, O. «Mandela, Israel y un apartheid actual». Eldiario.es. 11 diciembre 2013. http://www.eldiario.es/zonacritica/Mandela-Israel-apartheid-actual_6_206189380.html


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