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Neoliberalismo y universidad

Fuentes: Rebelión

El 26 de enero, en un artículo de opinión publicado en el periódico «El Mundo», Esperanza Aguirre remarcaba la crisis en la que estaba inmersa la Universidad española. No se refería a la precariedad laboral de muchos trabajadores de la Universidad, ni a la intensa subida de las tasas de matrícula durante los últimos años, […]

El 26 de enero, en un artículo de opinión publicado en el periódico «El Mundo», Esperanza Aguirre remarcaba la crisis en la que estaba inmersa la Universidad española. No se refería a la precariedad laboral de muchos trabajadores de la Universidad, ni a la intensa subida de las tasas de matrícula durante los últimos años, ni a las nefastas políticas de I+D+i (que incluso han tenido hueco en la sección Policy Forum de la prestigiosa revista Science). Se refería esencialmente a la supuesta manipulación ideológica que se llevaba a cabo en las Universidades españolas: «Estamos descubriendo que, amparados en la libertad de cátedra, algunos profesores han convertido sus facultades en centros de adoctrinamiento ideológico, cuando no en activos think tanks de determinados partidos, en este caso, de Podemos.»

Esta afirmación me resulta sorprendente fundamentalmente por dos motivos.

El primero de ellos está relacionado con el hecho de que, según mi opinión, sólo un necio puede asumir que las Universidades (o los medios de comunicación, o los expertos, técnicos o investigadores pertenecientes a cualquier disciplina) son, o deben ser, seres asexuados, neutrales y apolíticos. Por supuesto que las Universidades son centros de creación, debate y difusión de ideas, ¿sino de qué estamos hablando? ¿Cuál sería su principal función y utilidad en caso contrario?

La segunda reflexión está relacionada con el uso que de las palabras hace la señora Aguirre, pues da a entender que personas como Íñigo Errejón, Pablo Iglesias Turrión o Juan Carlos Monedero aprovechan su posición para adoctrinar ideológicamente. Es decir, sacar ventaja de su lugar en la Universidad para colonizar la mente de los estudiantes, y de la sociedad por extensión, con su propaganda «de extrema izquierda». Curioso que afirme estas cuestiones una de las neoliberales más notorias de España (liberal a su manera, por supuesto), dado que si hay alguna propuesta socio-político-económica que se ha caracterizado por manipular la realidad y adoctrinar a la ciudadanía durante los últimos 40 años ha sido el neoliberalismo.

La anterior frase no es una ocurrencia del que esto escribe, sino una constatación de lo que a lo largo de estas décadas han ido demostrando y defendiendo numerosísimos intelectuales y estudiosos: desde Vicenç Navarro (uno de los científicos sociales españoles más citados) a Dean Baker (co-director del Center for Economic and Policy Research de Washington) pasando por David Harvey (Distinguished Professor of Anthropology and Geography en el Graduate Center of the City University of New York) o Noam Chomsky (Profesor Emérito en el Massachusetts Institute of Technology), sólo por citar cuatro nombres. Incluso, el movimiento post-autista surgido en Francia en 2004 reclamaba mayor pluralidad en los planes de estudio (dominados por la teoría económica neoclásica), una comprensión de la economía más cercana a la realidad social y un uso más adecuado de las matemáticas. En palabras de Alberto Garzón Espinosa: «Del dominio de la ortodoxia nacen los planes de estudio universitarios que llevan a que la mayoría de estudiantes de económicas desconozcan por completo la simple existencia de teorías económicas alternativas a la oficial (lo que les lleva a asumir como verdad absoluta y única el conjunto de modelos que pivotan alrededor de la teoría económica neoclásica)«. Por no mencionar que la teoría económica académicamente dominante no sólo es voraz, en lo que se refiere a aniquilar teorías rivales o alternativas, sino también en buena medida inútil: no pudo prevenir, ni a día de hoy remediar, el colapso financiero que explotó en 2008. De hecho, 2.500 economistas de todo el mundo votaron en 2010 los investigadores que primero y con mejores argumentos advirtieron la crisis, y economistas no pertenecientes a la ortodoxia como Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Dean Baker, Nouriel Roubini o Steve Keen fueron votados entre los 10 primeros. Es importante recordar aquí lo que decía John Kenneth Galbraith acerca de que cualquier idea original que se apartase de la sabiduría convencional sería inevitablemente considerada una herejía o un disparate, y es por esto que «es mucho más seguro estar equivocado con la mayoría que estar en lo correcto solo».

Otro buen ejemplo de adoctrinamiento al que, por supuesto, no hace referencia la señora Aguirre, se puede encontrar en los mal llamados Premios Nobel de Economía. Dichos premios transmiten la sensación de que la «verdad económica» se encuentra reflejada en las teorías e ideas de los poseedores de dicho galardón, a pesar de que, como decía James Galbraith (catedrático de Economía de la Lyndon B. Johnson School and Public Affaire de la Universidad de Texas), «tales premios se han caracterizado por su sesgo ideológico liberal, su excesiva preocupación con econometría, y con problemas que preocupan al capital financiero, ignorando temas como las desigualdades sociales, la pobreza o el ambiente«. Dejemos a un lado, por el momento, las ocasiones en que la estrategia neoliberal ha sido mucho más agresiva, sacando partido a distintas crisis para demoler el Estado de Bienestar.

Pablo Mesejo. Doctor en Tecnologías de la Información e Investigador postdoctoral en el Instituto Nacional de Investigación en Informática y Automática (INRIA). Francia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.