Recomiendo:
0

Netanyahu está convirtiendo Israel en otra Sudáfrica

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.

No es por error que Netanyahu está llevando a Israel al rincón de los leprosos, lugar donde Sudáfrica solía estar. Precisamente por los mismos valores racistas, la Declaración de Independencia se está pisoteando en la Knesset.

Imaginemos a Shulamit Aloni, fundadora del partido Meretz como primera ministra de Israel. Una fantasía traviesa para algunos de nosotros. En ese caso, ¿sería razonable imaginar a Shas lanzando una campaña bajo el lema «Sólo la audacia va a ganar», pidiendo a Aloni que muestre su valor y transforme a Israel en una teocracia bajo la ley rabínica? En realidad, no.

¿Y es posible que en su «iniciativa de Zurich,» los líderes de los asentamientos sometieran a consideración de Aloni un práctico y detallado plan para la construcción de 500.000 apartamentos en los territorios colonizados, con el objetivo de perpetuar la ocupación? Esto tampoco es muy probable. Y no sólo en Israel. ¿Es posible imaginar a la derecha estadounidense en una campaña aconsejando al presidente Barack Obama que tenga el valor de revocar la legislación sobre seguros médicos o de presentarle un plan detallado para la total prohibición de abortos en los Estados Unidos? ¿Alguna vez la izquierda en los EE.UU. sugirió al presidente George W. Bush un plan para hacer del país un estado de bienestar o se molestó en instar a Nixon a estrecharse con las organizaciones por la paz durante la guerra de Vietnam?

A pesar de que las preguntas suenan retóricas, pertenecen a lo imaginario. Y esto, de manera extraña y excepcional, es exactamente cómo han estado operando en los últimos años los sectores que no son de derecha en Israel. En todas las democracias establecidas existe la tácita conciencia de que el rol de la alternativa es ser una alternativa. Tiene que desafiar al régimen y sus valores. No dar consejos al gobernante, sino mostrar la determinación de reemplazarlo. El rol de la alternativa consiste en deslegitimar el régimen, sus modos y sus valores, y tratar de obtener una mayoría para un conjunto diferente de valores.

Solamente en los países no democráticos el poder del jefe del Estado proviene de la consideración de irreemplazable, y sólo queda lugar para aconsejarlo. Esta es la manera que tenían los gobiernos de los países árabes hasta hace poco. Estas cosas simples están claras para todos en los sistemas democráticos. Para todos excepto para los sectores que no son de derecha en Israel. Sólo estas personas -desde lo que perciben como concepto de buenas intenciones y «responsabilidad»- parecen eunucos corriendo en un intento de dar consejos «desde dentro» a un régimen que ha elegido el camino opuesto.

Es imposible entender el corrimiento de la derecha hacia el mesianismo, el racismo y la antidemocracia, desde los márgenes hasta una posición dominante en el gobierno sin tener en cuenta la debilidad de los sectores considerados como no de derecha en Israel y su elección de una conducta política, para la cual no existe paralelismo. Esta extraña postura ha construido el poder de la derecha en muchas dimensiones. En primer lugar, esto que se describe como un «régimen», para lo cual no existe sustituto, y todo lo que queda fuera es para los asesores/eunucos que luchan por lo que les resulta familiar o cercano. En segundo lugar, esto faculta al gobernante de derecha para avanzar hacia el «centro» en la percepción del público. Así se entiende el éxito de Benjamín Netanyahu. Él es el líder de una derecha radical de múltiples facetas, desde las manifestaciones de incitación antes del asesinato de Yitzhak Rabin, hasta el daño intencional causado a los acuerdos de Oslo y la democracia -una perspectiva que debería ubicarlo en un lugar similar a la de un político marginal de la derecha estadounidense, más allá de Sarah Palin-. Su imagen, sin embargo, se ha convertido en la de alguien que se encuentra cerca del centro. Alguien que pronto resolverá entre el asesoramiento del miembro de la Knesset, el diputado Michael Ben Ari de la Unión Nacional y el consejo de la «Iniciativa de Paz de Ginebra.

No hay nada que distancie más al público de la alternativa que la arrogancia. Los errores políticos también irradian una tremenda arrogancia. Como si hubiera un camino «objetivamente» correcto, que la derecha y sus votantes en su estupidez no están en condiciones de entender. Si sólo lo explicamos bien -a la persona adecuad – y vendemos un plan correcto que sea válido para todos, entonces los que tienen dificultades podrán entender.

Pero la perspectiva de que Israel regrese a su Declaración de la Independencia y establezca un Estado democrático e igualitario dentro de las fronteras de 1967, no es bueno para todos. El mundo racista y mesiánico no va a disfrutar de este cambio. Sus valores son lo opuesto.

Evitar la batalla sobre los valores en este momento es equivalente a un escándalo existencial. Los palestinos se están acercando a una declaración de independencia. Israel, con su Declaración de la Independencia, debería ser el primero en apoyarlos.

No es por error que Netanyahu está llevando al país al rincón de los leprosos donde Sudáfrica solía estar. Precisamente por sus mismos valores racistas, la Declaración de Independencia se está pisoteando en el Parlamento israelí. No es un asesoramiento susurrado al oído del primer ministro lo que Israel necesita, sino más bien una alternativa clara para reemplazarlo por el bien de la democracia en Israel.

Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/netanyahu-is-turning-israel-into-another-south-africa-1.357519