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Netanyahu: licencia para matar

Fuentes: TeleSur

Con la complicidad y el apoyo logístico y satelital de Estados Unidos y de la mayoría de los gobiernos europeos, el régimen de apartheid israelí ha podido aniquilar a numerosos líderes y gobernantes de países del Medio Oriente —mínimo una veintena según diversas fuentes—, incluyendo notables científicos en el caso de Irán.

Para ello apeló a sus “misiles inteligentes”, que no sólo acaban con la vida de la víctima preseleccionada sino —casi siempre— con la de sus familiares, amigos, colaboradores, todas ellas víctimas “colaterales” de las hazañas de la criminal Wehrmacht israelí.

Lo acaba de hacer nuevamente en Yemen, y el aparato comunicacional del imperio —una formidable red de agentes de propaganda operada por un ejército de pseudo-periodistas— repite ad nauseam la versión oficial de Tel Aviv y Washington y jamás emitió una palabra de condena, ni ahora ni en los casos anteriores.

Las víctimas son demonizadas, la encarnación del mal y por lo tanto merecedoras de su trágico final. Son invariablemente calificados como “terroristas” y ni una palabra se dice de sus viudas, sus hijos, sus madres, sus abuelos, sus parientes, que en más de una ocasión también perecieron en el ataque. La deshumanización de quienes se oponen a la limpieza étnica que practica el estado de Israel es total.

Son múltiples los indicios que revelan el insanable proceso de putrefacción del “orden mundial” de posguerra. El genocidio de los palestinos, transmitido como nunca en tiempo real, es consentido y hasta promovido por algunos gobiernos del Occidente colectivo. Un asesino serial de niños y mujeres como Benjamin Netanyahu anda suelto por el mundo pese a la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional.

En un gesto obsceno que ratifica su tradicional inmoralidad, el Departamento de Estado norteamericano acaba de prohibir el ingreso de representantes palestinos a la Asamblea General de la ONU, lo que configura un imperdonable negacionismo del genocidio que hoy padecen los palestinos, con diversas estrategias de aniquilación: por inanición, por mortales disparos contra quienes forman fila para conseguir algo para comer, por bombardeos indiscriminados en donde las víctimas son casi siempre civiles, mujeres y niños, a diferencia de lo que ocurre en Ucrania en donde la gran mayoría de los caídos son militares.

En tanto, un Trump acorralado por un rosario de frustraciones en la arena internacional recrea aquella mentira de las “armas de destrucción masiva” que supuestamente tenía Irak —pero ahora con un hollywoodense sabor latinoamericano— saca de su galera imperial el fantasma de un espectral “Cartel de los Soles” —¡no mencionado en el listado de los más recientes informes de la DEA!— para justificar su agresión contra la Venezuela bolivariana.

Un elocuente indicio de la desesperación de Washington por apoderarse del petróleo venezolano es la exorbitante recompensa prometida a quien informe sobre el archiconocido paradero del presidente Nicolás Maduro: 50 millones de dólares, el doble de lo que la Casa Blanca en su momento ofreciera por la captura de Osama bin Laden, acusado de haber concebido el atentado del 11-S.

Recordemos además que el derrumbe del supuesto “orden mundial basado en reglas” se manifiesta también en la impune y sistemática violación por parte de Estados Unidos de la Carta de las Naciones Unidas, que explícitamente prohíbe “emplear la fuerza armada contra la integridad territorial o la independencia política de otro Estado, salvo en defensa propia o cuando el Consejo de Seguridad lo autorice”.

Ese documento también establece que “Ningún Estado o la ONU misma puede intervenir en cuestiones que son de jurisdicción interna de un país” y que se debe reconocer el principio de la “autodeterminación de los pueblos, así como el derecho de los pueblos a decidir libremente su estatus político y a perseguir su desarrollo económico, social y cultural”.

El bloqueo estadounidense en contra de Cuba y las múltiples medidas coercitivas unilaterales aplicadas en contra de este país y Venezuela, aparte de Rusia, Irán y la República Popular de Corea, entre otros, constituyen flagrantes violaciones a la Carta de las Naciones Unidas, lo que hace que Estados Unidos al igual que Israel deban ser técnicamente caracterizados como “estados canallas” y como entidades peligrosas para la paz mundial.

Volviendo al caso del líder yemení, perturba profundamente admitir que en este pseudo “orden mundial” el asesinato ha dejado de ser un crimen y es aplaudido por los líderes de las “democracias occidentales”, que barren bajo la alfombra cualquier consideración de carácter moral o humanitario.

Recordando aquel refrán de origen bíblico que reza “quien a hierro mata a hierro muere”, no sería raro que un día de estos el criminal de guerra que hoy gobierna Israel sea, él también, víctima de su propia medicina.

Fuente: https://www.telesurtv.net/blogs/netanyahu-licencia-para-matar/