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Entrevista a Diosdado Toledano, trabajador de Seat-Volkswagen en Martorell

«No se puede participar en el despido de compañeros»

Fuentes: Rebelión

Diosdado Toledano es miembro de la Presidencia Federal de Izquierda Unida y está presente en diversos foros de la izquierda. Hoy nos interesa que nos hable como trabajador, como trabajador despedido de SEAT, despido que un juez declaró recientemente nulo por lo que tendrá que ser readmitido en su puesto de trabajo. ¿Cómo comienza tu […]

Diosdado Toledano es miembro de la Presidencia Federal de Izquierda Unida y está presente en diversos foros de la izquierda. Hoy nos interesa que nos hable como trabajador, como trabajador despedido de SEAT, despido que un juez declaró recientemente nulo por lo que tendrá que ser readmitido en su puesto de trabajo.

¿Cómo comienza tu historial sindical? Empecé a trabajar en el año 71 en una empresa prestamista de SEAT y ya encabecé el sindicalismo de entonces para que los trabajadores de estas empresas pasaran a la plantilla de SEAT. Fui despedido pero tras la dictadura hubo una amnistía laboral y me contrataron como trabajador fijo.

¿Cómo te afectó el despido? Alguien que lucha constantemente por la revolución y el socialismo está expuesto no sólo a un despido sino a la represión o la cárcel. Y eso te hace estar más preparado mentalmente. Por eso me dolió más el despido de compañeras y compañeros jóvenes que no poseían esta forja interior para afrontarlo.

¿Cómo comienza el conflicto en SEAT? Hubo un acontecimiento que creo no se ha tratado de forma suficiente y es el hecho de que cuando la empresa mandó las cartas de despido los trabajadores se pusieron espontáneamente en huelga. Pero, atendiendo a la pregunta, en junio de 2005, la empresa ya despidió a 40 trabajadores por absentismo. La mayoría de ellos, después de un recurso, han conseguido una sentencia favorable. Pero ya en pleno conflicto, tras conocer las intenciones de SEAT, la primera acción es un paro de cuatro horas y el corte de la autovía. Para el turno de noche no se convocó a la huelga pero los trabajadores la hicieron de forma espontánea y eso provocó las primeras sanciones y despidos. En ese clima los paros se radicalizaron cada vez más, contra la empresa y contra los firmantes del Acuerdo, por los despidos y por la nula información hacia los trabajadores.

Tras los despidos se crea la Asamblea de despedidos, ¿con qué objeto? La CGT no había firmado el Acuerdo y, tras la vuelta de las vacaciones de Navidad convocó a una reunión para explicar la situación. El objetivo era que el máximo de trabajadores despedidos lucháramos juntos por la readmisión en unas condiciones dignas.

¿Qué está haciendo la Asamblea? Mantenemos el contacto con los compañeros de la fábrica informándoles de lo que estamos haciendo e impulsamos una campaña de boicot a los productos de importación Volkswagen. También tratamos de difundir el Acuerdo entre empresa y sindicatos mayoritarios, damos charlas, agrupando el Comité de Solidaridad. Por supuesto, una labor sindical informando a trabajadores de otras empresas y de otras comunidades autónomas.

Volkswagen justifica los despidos por la reducción de costes y conseguir competitividad en el mercado.

Volkswagen es una multinacional con grandes beneficios. Sus beneficios contables en 2005 fueron de más de 1.700 millones de euros, aunque SEAT anunció 60 millones de euros de pérdidas. Pero desde el 96 han acumulado beneficios de más de 220.000 millones de pesetas. Los beneficios reales son mayores ya que compra componentes a fábricas alemanas del mismo grupo y las continuas subvenciones de las administraciones.

¿Qué papel ha jugado la Administración? Su posición ha sido de abandono de responsabilidades. El gobierno tripartito podía haber torcido la voluntad de la empresa pero para muestra un botón: la dirección de la empresa solicitó una entrevista y le faltó tiempo al gobierno para reunirse con ella; a la petición de los trabajadores dejó pasar más de dos semanas.

El conflicto de SEAT ha mostrado las discrepancias sindicales. Sí, pero no la de los trabajadores. En huelgas previas la participación había sido masiva e incluso las bases de UGT las apoyaron. Pero en el proceso hubo una evidente teatralización de los dirigentes sindicales que cuando se anunció la necesidad de un ajuste de 800 puestos de trabajo se opusieron a la dirección. Las cúpulas sindicales no podían firmar un acuerdo en frío y tuvieron que hacer el paripé de la movilización. Entre una primera huelga y la siguiente hay tres semanas con una pérdida de tiempo deliberada para llegar la final del plazo que exigía a la Administración a resolver. Tras la manifestación del 4 de diciembre se comprometen a convocar un nuevo paro pero tras el puente de la Constitución y las vacaciones de Navidad nos encontramos con los expedientes de despido.

Tú has militado en Comisiones Obreras… Sí, pero ya no era afiliado aunque los del sector crítico me invitaron a una asamblea en la que nos plantearon que tanto UGT como CCOO les estaban chantajeando porque si el sector crítico no firmaba el Acuerdo, ellos tampoco lo harían y sería la Administración la que firmaría 1.627 despidos. Con la firma de los críticos se podía conseguir menos despidos. Mi intervención se centró en el hecho de tener que colaborar en la elaboración de la lista de despedidos y lo que suponía era la destrucción del sindicalismo. También en el sentido de que hay unas líneas rojas por las que no se puede participar en el despido de compañeros. A mí, en definitiva, no me parecía un marco regular para negociar y también sabía que el sector crítico a nivel estatal estaba en contra de estampar la firma. Por eso abandoné la Asamblea.

¿Cuáles son los términos del Acuerdo? En primer lugar que los despedidos pueden reingresar en la empresa. Pero no hay una garantía porque, tal y como está escrito, la empresa no está obligada. Ese reingreso tampoco exige que sea con un contrato indefinido. En el caso de las indemnizaciones el límite está en dos anualidades, algo que suena mucho a los intereses de la patronal y en el que los sindicatos apenas batallaron. Esto afecta, sobretodo, a aquellos trabajadores con más antigüedad, con más dificultad de recolocación y a los que habría que asegurar una mejor indemnización para subsistir hasta los 61 años.

¿Qué criterios se ha seguido para elaborar la lista de despedidos? Ha sido discriminatorio. De hecho, los propios sindicatos publicaron un comunicado el 10 de enero denunciando una lista que era discriminatoria. Pero ellos también han participado. Es evidente que la primera lista pasó por sus manos y salió con cambios e incluso hay una denuncia de un delegado de UGT contra el presidente del Comité de Empresa por este motivo. En la lista se discrimina a las mujeres ya que son el 14% de la plantilla y suponen el 20% de los despidos. Pero es que se despide a embarazadas, a compañeras de baja por maternidad o con horario reducido por atender cargas familiares. También se discrimina a disminuidos a los que no se les puede exigir la polivalencia que la empresa pide. Y hay una discriminación sindical porque UGT tiene 6.200 afiliados y 190 despedidos; CCOO cuenta con 3.500 afiliados y 120 despedidos; pero CGT, que tiene 550 afiliados ha sido castigado con 140 despedidos. Incluso a los díscolos dentro de organizaciones como UGT y CCOO se los han cargado.

¿Qué peligro corremos de que el modelo de despidos de SEAT se extienda a otras empresas? Este tipo de elaboración de listas significa una inflexión significativa porque quienes estén en el Comité podrán despedir a la minoría sindical con el resultado de una lucha de todos contra todos. El sistema no puede convertirse en el modelo de relaciones sindicales. Pero es evidente que SEAT es una empresa modelo para el resto y el modelo de expediente también puede ser un modelo para la patronal. Eso exige un esfuerzo de rearmarse y que esa inflexión se vuelva para atrás.

¿Y significa el entierro del sindicalismo tradicional? Bueno, habría que ver qué entendemos por el sindicalismo tradicional. Si es el que yo mamé a finales de la dictadura y comienzos de la transición, un sindicalismo combativo y asambleario… aquello es ahora más pertinente que nunca. Pero si nos referimos al sindicalismo actual, de conciliación, de colaboración… ese no tiene ningún futuro para los trabajadores y a los propios sindicatos los irá debilitando. Les da un poder aparente pero es un poder con pies de barro. El movimiento obrero se debe reconstruir sobre unas bases y una experiencia sindical que defiende a los trabajadores por igual y que entiende que la defensa a largo plazo de esos intereses implica confrontarse con el sistema capitalista. Y deben ser los propios trabajadores con su participación, el debate, la información los actores de la pelea.

¿Qué directrices debemos seguir para alcanzar ese nuevo modelo sindical? No sé, pero hay países donde las condiciones son peores que las nuestras y la gente se organiza. O Francia donde con una afiliación pequeña se han articulado los movimientos y hay sectores que son capaces de arrastrar al conjunto y enfrentarse a la patronal. Con las herramientas sindicales que tenemos debemos mantener la unidad de todos los que pensamos así. También la de aquellos afiliados a sindicatos vendidos al capital.Tal vez, quien lo haga mejor será quien marque las diferencias pero, mientras tanto, iremos acumulando unas relaciones de confianza que permitan esa unidad sindical que se refleje en una reorientación de algún sindicato mayoritario o en la construcción de una fuerza alternativa. Debemos mantener una relación más amplia con los movimientos sociales porque hay muchos aspectos de la lucha que pueden ser comprendidos y apoyados por otros sectores. Y en el plano político, los trabajadores no podemos ser neutrales y debemos reflexionar sobre la cuestión del poder del Estado para construir fuerzas que sean capaces de disfrutar en ese ámbito para ponerlo en cuestión y transformarlo.