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30 trabajadores mexicanos fueron explotados con ayuda de la policía texana

Nuevo esclavismo en el sur profundo de Estados Unidos

Fuentes: La Jornada

Un grupo de 30 trabajadores veracruzanos, soldadores de barcos por tradición, fueron vejados, explotados, perseguidos y humillados por contratistas de astilleros estadunidenses, con la ayuda de la policía texana y a pesar de tener una visa H2B, que los ampara bajo el programa de trabajadores huéspedes. En julio pasado, 30 trabajadores fueron contactados en el […]

Un grupo de 30 trabajadores veracruzanos, soldadores de barcos por tradición, fueron vejados, explotados, perseguidos y humillados por contratistas de astilleros estadunidenses, con la ayuda de la policía texana y a pesar de tener una visa H2B, que los ampara bajo el programa de trabajadores huéspedes.

En julio pasado, 30 trabajadores fueron contactados en el puerto de Veracruz por un agente de la compañía Logimex, quien los convenció de firmar un contrato para South West Ship Yard, un astillero localizado en el puerto de Channelview, cercano a Houston, Texas, donde algunos de ellos ya habían laborado.

La Alianza de Trabajadores Huéspedes por la Dignidad, de Nueva Orleáns, donde se hallan actualmente 23 de los 30 veracruzanos, contactó a este reportero y organizó una entrevista telefónica con un par de ellos, en la que se quejaron de haber sido explotados, vejados, humillados y perseguidos, a pesar de contar con una visa de trabajo.

Pagaron al enganchador de Logimex 250 dólares por tramitar las visas H2B para el programa de trabajadores huéspedes, que además le costaron a cada uno mil 150 dólares.

Con la visa en las manos, los migrantes soltaron otros cien dólares a Logimex. «Estábamos bien endeudados», dice Jesús Cristóbal Soriano vía telefónica desde Nueva Orleáns. Trataba de explicar la urgencia de su partida hacia «el otro lado». El viaje de dos días a Texas, por Matamoros, lo costearon ellos mismos. El martes 13 de julio ya estaban trabajando en el astillero texano.

Todo iba bien hasta que, de golpe, se dieron cuenta de cuáles eran las condiciones de trabajo. «Imagínate, entrar al barco nomás con una lámpara de mano o una antorcha, y que te manden a ti solo hasta un rincón completamente oscuro y sofocante, con una temperatura de casi 49 grados», cuenta Soriano.

El choque fue brutal. Corría la primera jornada cuando uno de ellos se electrocutó porque los cables que le dieron para laborar estaban viejos y rotos, y al entrar en contacto con la fuente de energía en una de esas soltaron una descarga que mandó al trabajador al hospital.

Menos de una semana después, el calor sofocó a otro soldador veracruzano, al cual, ya en la clínica, le dio un infarto. Estuvo cuatro días en terapia intensiva en un hospital de Houston. La otra descarga vino cuando ese hospital le pasó la cuenta: «Yo calculo que han de haber sido como unos 20 mil dólares», afirma Soriano.

Recuerda que él, personalmente, intercedió ante la empresa, cuyos enganchadores les habían prometido -en Veracruz- un seguro médico; pero la South West Ship Yard se negó a pagar la factura, con el argumento de que la compañía no había prometido dicha prestación. Alegó, en cambio, que el trabajador había venido afectado desde Veracruz, cuando en realidad había aprobado los exámenes físicos de rigor que se exigen para la contratación.

Las pésimas condiciones laborales y la discriminación que dicen haber sufrido a manos de los capataces llevaron a los trabajadores a buscar a un paisano en otro astillero. Tras ponerse de acuerdo, escaparon hacia el poblado de 8 Miles, en Alabama, para incorporarse a la compañía Black Hawk.

Ahí se enfrentaron de nuevo a la explotación y el maltrato. Para comenzar, los 23 que para entonces quedaban fueron abandonados a su suerte. «Ahí estábamos botados en un par de tráilas (casas móviles) en medio de la nada, con apenas un par de colchones para todos, llenos de liendres, garrapatas y cucarachas», recuerda Soriano.

Ahí estuvieron casi una semana a la espera de que fueran por ellos para comenzar a trabajar, y haciendo la coperacha todos esos días caminaban hasta 20 minutos para llegar a la gasolinera más cercana y único sitio del área para comprar algo de comer. «Pero te imaginas, ¿qué puede uno comprar para comer en una gasolinera?».

La promesa de trabajar de 70 a 80 horas a la semana con Black Hawk los mantuvo en pie. Les habían prometido también casa y comida. Finalmente comenzaron a trabajar, tras aprobar sus exámenes de destreza «y nos consideraron como mano de obra calificada», dice con un dejo de orgullo Francisco Espíndola, quien relevaba a Soriano en el teléfono. Las condiciones de esclavitud de ese nuevo trabajo no se hicieron esperar, y otra vez escaparon. En esta ocasión se fueron a Pascagoula, Mississippi, «con la compañía SCS… Le pagamos la gasolina a una persona de una iglesia y nos llevó a todos en una camioneta hasta allá», cuenta este soldador de barco. Allí la suerte parecía sonreírles por primera vez en su periplo por el sur profundo de Estados Unidos, donde suele ser un poco más visible el racismo. Contaron sus peripecias al nuevo patrón, pasaron los exámenes exigidos y comenzaron a trabajar ganando bien, «en unos apartamentos decentes».

Todo iba de maravilla. Pero este ligero atisbo del sueño americano tuvo casi la duración de un bostezo: una mañana, afuera del departamento donde se hospedaban, un señor identificado como Ken, del astillero Black Hawk, blandiendo un formulario de migración I-129, que se usa para tramitar la visa H2B de un trabajador huésped y que lo limita a sólo trabajar para el contratista que solicita dicha visa. Ken reclamaba a los trabajadores como suyos. «Decía que éramos de su propiedad». Iba resguardado por un oficial de la policía de Pascagoula, el capitán Tilman, «quien pistola en mano nos ordenó que debíamos irnos con Ken o si no llamaría a Migración para que nos deportaran». Vale anotar que quien tenía -en todo caso- cierto derecho a reclamar a estos trabajadores era únicamente South West Ship Yard, por haber sido esta compañía la que tramitó originalmente las visas; y que al llamar a Migración los trabajadores no debían temer, pues contaban con una visa de trabajo, es decir, no estaban indocumentados. «Pero al salir del departamento y ver varias patrullas, y al capitán Tilman con la pistola en la mano, y por no conocer las leyes de este país, pues la verdad es que nos asustamos», reconoce Soriano. «Además», agrega, bajando un poco la voz, «teníamos un montón de deudas en Veracruz, por todo lo que tuvimos que pedir prestado para venir». Así que regresaron a 8 Miles para -según ellos- no ser regresados a México.

La noche previa al 3 de septiembre habían ya planeado nuevamente su escape; con ayuda de Daniel Castellanos y otros miembros de la Alianza de Trabajadores Huéspedes por la Dignidad, lo concretaron. Fueron por ellos hasta 8 Miles, desde Nueva Orleáns, donde tienen su sede, y se los llevaron; los rescataron en unas camionetas. Allí permanecieron escondidos en la casa de un sacerdote vietnamita que simpatiza con el trabajo de base de grupos como la alianza, que han sido muy útiles a los trabajadores inmigrantes, particularmente a los indocumentados, por lo menos desde la tragedia del huracán Katrina. Precisamente desde entonces la alianza mantiene una estrecha relación de trabajo con agrupaciones como el National Immigration Law Center (Centro Nacional para las Leyes de Inmigración), quienes hicieron el primer contacto con quien esto escribe hace dos días. La abogadas Marielena Hincapié, de el referido centro legal en Los Angeles, sostiene que existen graves violaciones a los derechos civiles de los trabajadores veracruzanos, por lo que éstos podrían ejercitar una demanda legal contra las compañías que los explotaron y contra la policía de Pascagoula, Mississippi.

El pasado 14 de agosto los trabajadores se reunieron en el consulado general de México en Houston con Carlos García Delgado, cónsul alterno de Protección. El fue quien ofreció sus mejores oficios a los soldadores veracruzanos para interceder entre ellos y las agencias gubernamentales. Así fue que el Departamento del Trabajo y OSHA (Agencia de Ocupación, Seguridad y Salud) entrevistaron al grupo de trabajadores extensamente el día de ayer. Prometieron que tras revisar la información podrían iniciar una investigación oficial, según dijo Kenet Soni, de la referida Alianza de Trabajadores Huésped de Nueva Orleáns, y que los acompañó a la cita con el cónsul. El grupo de soldadores veracruzanos busca ahora la posibilidad de permanecer en este país, con otro empleador y sin abandonar Estados Unidos. Mónica Guisar, del referido Nacional Immigration Law Center afirmó que esto es muy posible.