Un par de días antes de las elecciones presidenciales norteamericanas declaró Hugo Chávez a propósito de Barack Obama: «Que asuma de verdad, que se mire el color de la piel, revise su historia y sienta el palpitar de la sangre negra africana que lleva por dentro, como también la llevamos nosotros». El consejo que da […]
Un par de días antes de las elecciones presidenciales norteamericanas declaró Hugo Chávez a propósito de Barack Obama: «Que asuma de verdad, que se mire el color de la piel, revise su historia y sienta el palpitar de la sangre negra africana que lleva por dentro, como también la llevamos nosotros». El consejo que da Hugo Chávez a Barack Obama muestra el inmenso olfato histórico del dirigente bolivariano. Sólo desde el punto de vista de un país como Venezuela, que lucha contra su pasado colonial y subalterno, puede verse que los Estados Unidos, esa potencia que se presenta como el summum del progreso mundial, como la adelantada de la economía, de la ciencia, de la potencia militar, es al igual que Venezuela, Colombia o Bolivia, un país americano: un país colonial. Colonial sin lugar a dudas es el estatuto de la población negra norteamericana. Sometida inicialmente a una esclavitud plenamente reconocida por la primera constitución de los Estados Unidos y, una vez liberados los esclavos, a regímenes de marginación y segregación como el del Jim Crow, la segregación o más recientemente al encarcelamiento masivo. Un enorme porcentaje de jóvenes negros norteamericanos pasa por la cárcel y el porcentaje de población penitenciaria negra es abrumadoramente superior al que corresponde a los demás grupos raciales.
La idea de raza, más precisamente la de una línea de raza (race line) que divide a la sociedad no está menos presente en la cultura norteamericana que en la boliviana. En términos de participación política, reducida a la elección de representantes como en las demás democracias capitalistas, la comunidad negra está excluida y marginada. En primer lugar como consecuencia del encarcelamiento masivo y del tratamiento penal de la cuestión negra, que tiene como consecuencia una muy importante pérdida de derechos electorales (disenfranchisement). En segundo lugar, por la propia marginación de una vida política y social que sigue siendo fundamentalmente blanca, incluso en los medios de izquierda.
La candidatura de Barack Obama ha supuesto una movilización sin precedentes de los que nunca votan, de los negros, los latinos y los integrantes de una clase obrera que buscó un sustituto de Estado de bienestar, de welfare, en el endeudamiento privado y se ve ahora arruinada y sin crédito a consecuencia de la crisis. Si bien las particularidades de cada país son importantes, se ha solido desatender, en cuanto a los Estados Unidos se refiere, su carácter americano, el hecho nada indiferente de que tengan su origen en una sociedad basada en una economía de plantación esencialmente esclavista. La sociedad oficial norteamericana, al igual que la venezolana o la boliviana ha procurado ocultar cuidadosamente la existencia de los esclavos y de sus descendientes. Jefferson, Adams y Washington defendieron la independencia de las colonias británicas de norteamérica en nombre de la lucha contra una esclavitud metafórica, la de quienes deben pagar tributos sin estar representados (taxation without representation), pero hicieron siempre la vista gorda sobre la esclavitud sin metáfora que era la base de la economía colonial, tanto en los Estados Unidos como en Santo Domingo, Cuba o Brasil.
Dentro de un marco rigurosamente liberal, la economía, y con ella la esclavitud, quedaban reducidas a la esfera privada. Esto suponía que la propiedad de los propietarios de esclavos quedaba protegida por el derecho general de propiedad. La liberación de los esclavos mantuvo la discriminación y la segregación como forma de gestión diferencial de la fuerza de trabajo. El racismo y la gestión «porosa» de la frontera meridional permiten al capitalismo norteamericano incluir o excluir en el mercado laboral sin garantías ni derechos a los trabajadores negros o latinos. Los negros son a este respecto una categoría particular. Los latinos tienen un país de origen donde conservan raíces y del que incluso han importado al Norte formas de orgnización política y social. Es ejemplar a este respecto el papel qu desempeñaron en la huelga del personal de limpieza californiano antiguos miembros de las organizaciones de izquierda e incluso de las guerrillas centroamericanas. Los negros, en cambio, son extranjeros en su país, pero, a diferencia de los latinos carecen además de un país de origen que sirva de centro de identificación nacional y cultural. Los múltiples intentos de aticular una identidad negra desde el Islam o desde el habla particular de las comunidades negras (ebonix) no han tenido éxito. La identidad negra es múltiple y desarticulada. Sólo de manera muy marginal se han integrado los trabajadores negros en el movimiento obrero oficial. La falta de referentes simbólicos políticos y sociales es asi, paradójicamente, una característica de los afroamericanos.
La candidatura de Barack Obama representa un acontecimiento sin precedentes. No porque Obama sea un peligroso izquierdista, sino por su color de piel y su origen. Nada comparable con la irrupción delos católicos del clan Kennedy en la vida pública y su accesión a la presidencia. Los irlandeses católicos estaban del mismo lado de la «línea racial» que los protestantes. Por primera vez con Obama un no blanco habrá accedido a la presidencia de los Estados Unidos. Con el apoyo masivo de la comunidad afroamericana y de numerosísimos latinos. Algo parecido, desde el punto de vista simbólico, aunque no en cuanto al programa político, a lo que supuso la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela o la de Evo Morales a la de Bolivia. En sí misma esa movilización, esa politización de un electorado que durante décadas ha alimentado la abstención, junto con la de la clase obrera blanca que sufre en sus propias carnes el fracaso del sucedáneo neoliberal de Estado del bienestar, es un dato importantísmo. Tanto si Barack Obama responde a sus expectativas como si no lo hace, un amplísimo sector social se ha puesto en marcha. Las autoridades lo saben y tienen previsto un amplio dispositivo de seguridad para reprimir los probables disturbios en caso de victoria de Mc Cain. Tropas norteamericanas se están replegando también de Iraq a la metrópoli en previsión de que la población americana se niegue a pagar la crisis del capitalismo neoliberal.
La irrupción en la escena política de los «parias de la tierra» es un elemento que va a determinar la política norteamericana y la mundial a largo plazo. Chávez consolidó su apoyo político y electoral mediante la inscripción en el censo de electores y de ciudadanos con derechos de unos 4 millones de personas de tez más oscura que los que salen en RCTV o en Globovisión. Los que detentaron la representación política de sus países desde la independencia han perdido el monopolio. Tanto en Venezuela como en los Estados Unidos se encuentran ahora enfrentados al desafío que define a toda democracia desde la antigüedad, el de la representación y la participación del «demos», de los que, por definición, son los excluidos. Tal vez los Estados Unidos tengan, como Venezuela o Bolivia, o como los hiciera Cuba hace 50 años, que proclamar una segunda independencia.