El debate actual sobre las transformaciones económicas en Cuba incluye cuestionamientos al sector privado nacional, algunos justificados y otros que considero sin fundamento. Respecto a estos últimos, hay dos notas recientemente publicadas en blogs sobre los que conviene llamar la atención. El texto «¿Prosperará La Habana?» plantea que los negocios privados cubanos son subsidiados por […]
El debate actual sobre las transformaciones económicas en Cuba incluye cuestionamientos al sector privado nacional, algunos justificados y otros que considero sin fundamento. Respecto a estos últimos, hay dos notas recientemente publicadas en blogs sobre los que conviene llamar la atención. El texto «¿Prosperará La Habana?» plantea que los negocios privados cubanos son subsidiados por el Estado mediante una tasa de cambio infravalorada, mientras que el comentario «Nueva burguesía en Cuba» afirma que la existencia del sector privado hace que solo sea una cuestión de tiempo la restauración de un capitalismo de periferia en Cuba .
Pensemos en las implicaciones de lo que se ha dicho. Si las empresas privadas cubanas fuesen realmente parasitarias, entonces la actual política económica del gobierno cubano sería una monumental incongruencia, al insistir en la necesidad de reducir subsidios a las entidades estatales y otorgárselos, en cambio, a la empresa privada. Si los cuentapropistas son la fuerza política que ha iniciado el regreso a un capitalismo de periferia, entonces el Informe Central del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) habría incurrido en un error de juicio político al considerar que «las cooperativas, el trabajo por cuenta propia y la mediana, pequeña y microempresa privada, no son por su esencia anti-socialistas ni contrarrevolucionarias, y la enorme mayoría de quienes allí laboran son revolucionarios y patriotas».
No se trata de aspectos marginales del debate político sobre la reforma económica en Cuba. Son, por tanto, dos planteamientos que requieren que se aporte la evidencia concreta que los haga creíbles.
Es de agradecer que comentaristas como Iroel Sánchez y Yadira Escobar -los autores de esos textos- hayan abordado el tema del sector privado nacional. Sus reflexiones ofrecen una oportunidad para revisar algunos malentendidos que no deberían ser asumidos como válidos en el debate económico actual.
Me refiero específicamente a tres juicios que modestamente considero desacertados: a) la noción de que la tasa de cambio para las transacciones personales (la llamada tasa de CADECA) es un subsidio estatal a los negocios privados; b) la idea de que la empresa privada cubana es relativamente ineficiente y que lo que hace posible su viabilidad es una infravaloración de sus costos, incluyendo los laborales, gracias a la tasa de CADECA; y c) la proposición de que la existencia del sector privado apunta hacia una transformación apocalíptica del socialismo en Cuba.
Empresa privada y empresa estatal: dos caras de una moneda.
Desde la perspectiva de las formas de propiedad, queda claro que el componente clave de la reforma económica actual en Cuba es la transformación exitosa de la empresa estatal. Esa es la prioridad uno, la dos y la tres.
Habiendo aclarado lo anterior, considero que la falta de apoyo oficial al sector privado nacional debería recibir más atención en los debates actuales sobre la economía y la política. En el año transcurrido desde que el Informe Central del VII Congreso del PCC reconoció la existencia de empresas de capital privado nacional y de que alertó sobre la necesidad de adoptar un marco legal para que estas funcionen debidamente, casi nada concreto se ha realizado. En contraste, parecen proliferar las polémicas respecto al sector privado nacional.
Muchas de las críticas que se le hacen al sector privado son pertinentes y necesarias. Son también relevantes para asegurar que ese sector forme parte de procesos de redistribución de ingresos que sean compatibles con la justicia social. Las campañas educativas deben jugar un papel importante, pero frenar la ilegalidad debe ser una actividad sistemática y rigurosa, algo que es igualmente válido para el sector estatal, donde también se incurre en violaciones de la legalidad. Un país como Cuba no alcanzaría el desarrollo si llegase a prevalecer el «relajo» social, con independencia del sector de propiedad donde ello se originase.
Las críticas merecidas por el sector privado son absolutamente legítimas, pero también resulta muy preocupante constatar el insuficiente apoyo oficial al entorno que requiere el sector privado nacional para que pueda funcionar coherentemente dentro del sistema económico general en que se inserta. Esa desatención pudiera estar creando crecientes dificultades para la propia reforma de la empresa estatal, pues la dinamización de estas dos formas de propiedad son las caras de una misma moneda.
Reconocidos economistas cubanos como Juan Triana, Ricardo Torres, Omar Everleny Pérez y Pavel Vidal, por solo citar algunos casos, han llamado insistentemente la atención sobre el asunto.
El éxito de la reforma de la empresa estatal socialista cubana depende, en grado considerable, de la viabilidad de un sector privado nacional. Para empezar, el sector privado es hoy la única forma de propiedad con capacidad demostrada para la creación de empleo, en contraste con un sector estatal que destruye empleo neto.
Empresa privada y subsidios estatales: ¿estar en el pueblo y no ver las casas?
La noción expuesta en «¿Prosperará La Habana?» acerca de que la tasa de cambio de CADECA es un subsidio estatal a los negocios privados se remite a los planteamientos realizados por la economista Emily Morris en un trabajo titulado «Cuba inesperada» (Unexpected Cuba, New Left Review, No. 88, julio- agosto 2014).
En los análisis que he podido consultar sobre temas del sector privado nacional, Morris es la única especialista que considera que el Estado cubano subsidia al sector privado mediante la tasa de cambio de CADECA. No descarto la posibilidad de que pudiera existir algún especialista que compartiese el criterio de Emiliy Morris, pero no he podido ubicarlo. Revisé textos de 31 autores, de los cuales 28 trabajan en Cuba, incluyendo investigadores que realizan su labor en provincias, como son los casos de la Universidad de Guantánamo y la Universidad «Camilo Cienfuegos», de Matanzas (el listado de autores consultados puede revisarse al final de este artículo).
Aquí hay un primer problema con la proposición que se hace en «¿Prosperará La Habana?». En un tema tan complicado como este, hubiera sido aconsejable consultar la amplia, diversa y, sobre todo, excelente literatura disponible en Cuba sobre el tema. Por lo menos, habría «saltado la alarma» que hubiese permitido apreciar que la idea de que la tasa de CADECA es un subsidio estatal a los negocios privados parece ser una noción excéntrica en el contexto de la literatura disponible sobre el tema.
Al examinar el tema de la dualidad monetaria y cambiaria que existe en Cuba, Morris parte de la consideración correcta de que esta es una distorsión económica que impide la integración coherente de la economía cubana. Este es un punto que debe ser retenido: la dualidad monetaria y cambiaria distorsiona la totalidad del sistema económico nacional, con independencia del sector de propiedad que se analice.
También es compartido por muchos economistas el planteamiento de Morris de que el tipo de cambio oficial sobrevaluado peso-dólar-CUC («uno por uno») es una desventaja en términos de la competitividad de la empresa estatal cubana. Como apuntan Pavel Vidal y Omar Everleny Pérez, esto afecta especialmente a las empresas «del sector exportador y a todos los productores nacionales con potencialidades de competir con las importaciones».
Estando totalmente de acuerdo con que la dualidad monetaria y cambiaria es esencialmente una macro-distorsión económica, esa precisión inicial se diluye cuando Morris afirma que «el Estado cubano está subsidiando el nuevo sector no estatal a través de la tasa infravalorada de CADECA».
Cordialmente invitaría a una reflexión sobre el asunto pues, en los últimos años, el tema del sector no estatal cubano -incluidas todas sus formas- ha sido un vasto campo de estudio de economistas, sociólogos, antropólogos y juristas, que han producido cientos de textos sobre el tema. Es, para decirlo rápido, un tema con una gran densidad analítica.
Cuando se publicó «Cuba inesperada», a mediados de 2014, ya existían excelentes análisis sobre los dos temas que están presentes en la proposición de Morris (dualidad cambiaria y negocios privados). Sin embargo, la consideración de que la tasa de CADECA fuese un subsidio estatal no parece haber sido compartida por otros especialistas. Nada sobre ese asunto se refleja en el trabajo de autoras como Vilma Hidalgo y Yaima Doimeadiós, dos de las especialistas que más han analizado el tema de los desequilibrios macroeconómicos, incluidos los de tasa de cambio, ni en los textos de Pavel Vidal sobre dualidad monetaria, escritos antes de 2014, ni en los análisis producidos conjuntamente por Omar Everleny Pérez y Pavel Vidal sobre el trabajo por cuenta propia.
Con posterioridad a la publicación del trabajo de Morris, ha crecido considerablemente el número y diversidad de análisis sobre temas de dualidad monetaria, el sector no estatal, el trabajo por cuenta propia y la empresa privada. Entre otros especialistas, Vilma Hidalgo, Pavel Vidal, Omar Everleny Pérez, Juan Triana y Yailenis Mulet, han escrito sobre aspectos económicos y políticos relativos a la empresa privada,. Por otra parte, Narciso Cobo ha analizado aspectos jurídicos (1, 2) .
Además de esos análisis individuales, se dispone de un formidable texto colectivo como el volumen «Análisis del sector no estatal«, que forma parte de la serie «Miradas», del Centro de Estudios de Economía Cubana, de la Universidad de La Habana. El volumen, publicado en 2015, fue compilado por Omar Everleny Pérez y Ricardo Torres, cuenta con un excelente prólogo del Dr. Juan Valdez Paz, premio Nacional de Ciencias Sociales, e incluye 12 textos producidos por un valioso grupo de autores integrado por Juan Carlos Palacio, Camila Piñeiro Harnecker, Natacha Mesa, Jesús Cruz, José Luis Perelló, Mariuska Sarduy, Saira Pons, Maday Traba, Jessica León, David Pajón Espina, Daybel Pañellas, Luisa Iñiguez, Ileana Díaz y Dayma Echevarría. También se encuentra disponible el libro «Voces de cambio en el sector no estatal cubano» (2016), coordinado por Carmelo Mesa-Lago. La revista Temas ha publicado, igualmente, muy buenos artículos sobre este asunto, por ejemplo, en sus números 80 (octubre – diciembre 2014) y 84 (octubre- diciembre 2015).
En ninguno de estos textos recientes logro identificar que se haya considerado que la tasa de CADECA es un subsidio estatal a la empresa privada. De nuevo, quizás exista algún experto que comparta esa idea, pero no logro detectarlo.
Empresa privada y subsidios estatales: oro parece, plata no es
Además de existir un problema con la falta de diversidad de las fuentes consultadas, la propia utilización del término subsidio es problemática cuando intenta aplicarse a la realidad de la empresa privada cubana. Es cierto que, en general, se trata de un «concepto elusivo», sujeto a variadas definiciones, pero un subsidio estatal -sea directo o indirecto, visible u oculto- siempre expresa la intencionalidad de la política pública de beneficiar a actores económicos determinados.
Es, por tanto, muy distinto tratar la dualidad cambiaria que hoy existe en Cuba como una distorsión económica general (con efectos negativos localizados en el sector exportador y en la sustitución de importaciones), que tratarla como un subsidio. De hecho, lo que desde hace rato ha sido asumido como política estatal -pendiente de materialización- es la eliminación de esa dualidad y no el empleo de ella para otorgar subsidios.
La coexistencia de la tasa de CADECA para las transacciones particulares y de la tasa de «uno por uno» que se aplica en las transacciones de las empresas estatales es una aberración general del contexto económico de Cuba, con una afectación reconocida sobre la empresa estatal, pero no existe evidencia alguna -hasta donde puede conocerse de fuentes abiertas- de que sea un acto deliberado del gobierno cubano para beneficiar a la empresa privada cubana. Si esa evidencia de intencionalidad no existe, entonces se hace difícil tener argumentos para considerar que la tasa de CADECA es un subsidio.
No es un simple problema semántico. Tiene una implicación muy concreta para el debate político. Afirmar que la tasa de cambio de CADECA es un subsidio representa exactamente el tipo de opinión que tiende a complicar innecesariamente en Cuba el debate político sobre temas económicos. No refleja la realidad y dificulta la transformación de esta.
Empresa privada y eficiencia económica: contando las rayas del tigre
En el texto de Emily Morris, además de la noción que se reproduce en «¿Prosperará La Habana?» acerca de que la tasa de CADECA es un subsidio, se hace una aseveración adicional: la idea de que la empresa privada cubana es relativamente ineficiente y que lo que permite su viabilidad es una infravaloración de costos, incluyendo los laborales, gracias a la tasa de CADECA.
Respecto a esta proposición tampoco se ofrece evidencia ni queda muy claro de que se está hablando. En primer lugar, no se aporta dato alguno que permita justificar la consideración de que una de las características que tipifican a las empresas privadas en Cuba es que sean «relativamente ineficientes». No se nos dice con qué indicador se mide esa ineficiencia, ni se ofrece una pista respecto a la «relatividad» de la supuesta ineficiencia: ¿serían ineficientes en relación con qué?
Los economistas cubanos han estudiado el tema de la eficiencia de manera concienzuda, pero no queda claro cómo Morris ha medido la eficiencia de la empresa privada cubana. Convendría repasar muy rápidamente algunos estudios de casos realizados por especialistas del país que, con una información muy detallada, explican el funcionamiento de empresas privadas cubanas reales, y no simplemente empresas conjeturadas.
Uno de los trabajos más interesantes es el realizado por Ileana Díaz Fernández y Camila Piñeiro Harnecker, que revisan casos concretos -mediante entrevistas en profundidad- tanto de «éxitos» como de «fracasos», el estudio empírico realizado por Sara Romanó y Dayma Echevarría sobre movilidad social y cuentapropismo, la investigación de Daybel Pañellas sobre «nuevos ricos», el estudio de Marta Núñez Sarmiento sobre la cuestión del género en el cuentapropismo habanero, la investigación de Yailenis Mulet sobre las empresas privadas en el sector del calzado, y el análisis sobre eficacia y eficiencia de un restaurante privado en Varadero, realizado por un colectivo de investigadores de la Universidad de Matanzas (Liliana Ramos Iglesias, Alaín Segura Domínguez, Yaimí González Catalá, y Arianne Alonso Suárez).
En cualquier caso, lo que entiendo del trabajo de los economistas cubanos que han estudiado de cerca las dinámicas del trabajo por cuenta propia, y los problemas de empleo en ellas, es que las empresas privadas -a pesar del entorno desfavorable en que han debido funcionar- no se caracterizan precisamente por ser ineficientes, como promedio.
En realidad, existen estudios de casos específicos -como el del sector del calzado, realizado por Yalenis Mulet- que apuntan hacia conclusiones distintas a las de Morris: «Muchas de las unidades consideradas en el estudio han hecho una buena utilización de la alta calificación de los productores y han generado innovaciones en cuanto a diseño, servicios y modelos de negocio. Algunas han representado innovaciones sociales importantes».
Empresa privada: una «pelea» cuesta arriba
Las empresas privadas micro, pequeñas y medianas tienen, en cualquier lugar del mundo, tasas de «entrada» muy altas y también tasas de «salida» (fracaso) relativamente elevadas. En Cuba, que deben funcionar en un entorno nada propicio -al extremo de que todavía no se les reconoce legalmente- el asunto es más agudo, pero adjudicarle a la empresa privada cubana la ineficiencia como parte de su «identidad» es problemático. Requiere una medición que no se ha aportado.
En el texto de Emily Morris no se ofrece evidencia acerca de que la tasa de CADECA permita establecer una ventaja permanente en forma de menores costos de las empresas privadas. En realidad, lejos de tener una ventaja en materia de menores costos, el sector privado no dispone de un suministro estable a precios mayoristas y, por esa razón, están en desventaja no solamente respecto a las empresas estatales, sino también respecto a las cooperativas no agropecuarias.
Al explicar el entorno desfavorable en que debe funcionar el sector privado, Juan Triana ha destacado un factor clave que revela el tipo de «pelea» económica cuesta arriba que debe hacer cotidianamente el sector privado cubano debido a que operan con «agentes económicos que viven aun dentro de la incertidumbre de no ser «personas jurídicas». Que subsisten en el limbo de las interpretaciones personales de las reglas, y cuentan con escaso poder para llevar adelante cualquier reclamación». Triana agrega que «los negocios del «cuentapropismo» son, por lo general, entidades que compran de manera mayorista en un mercado de precios minoristas con altos márgenes para las empresas recaudadoras (estatales), negocios que no pueden comprar en los almacenes estatales, a precios de almacén, que no pueden importar ni a través de las compañías importadoras estatales y que no tienen cuenta bancaria a nombre del «negocio».
Pero los expertos cubanos no solamente han emitido sus conclusiones de forma individual, sino que también han podido identificar lo que sobre el tema piensan los propios actores económicos privados. Ese es el caso del estudio realizado por Pavel Vidal sobre la base de una encuesta aplicada a 120 negocios no estatales en el año 2015, la cual reveló que la falta de insumos fue identificada por el 74,8 por ciento de los encuestados como la principal barrera para el crecimiento de los negocios privados, lo que en opinión de Vidal «corrobora la importancia de abrir un mercado mayorista suficientemente abastecido y eliminar restricciones a las importaciones». Las otras dos barreras que le siguieron en importancia, con más de 40 por ciento cada una, fueron los altos impuestos y el exceso de regulaciones; lo cual, Vidal considera que «apunta hacia la política tributaria y los controles y sinsentidos del marco regulatorio existente».
Las investigaciones de Yailenis Mulet, una economista que ha hecho interesantes estudios de terreno sobre el sector privado cubano, confirman como un problema serio la existencia de «múltiples impedimentos para la formalización de la propiedad en el marco de la legislación actual» y revelan que «muchos de quienes aspiran a formalizar sus empresas no se han dedicado al trabajo por cuenta propia como el resultado de una preferencia sino como una cuestión de supervivencia. Esta necesidad los ha impulsado a la creatividad, el sacrificio y el esfuerzo para iniciar un negocio, pero sin contar con las condiciones de estabilidad». Los análisis de Yailenis Mulet también incluyen el peliagudo asunto de la ilegalidad, un fenómeno que debe ser entendido por la carencia del marco institucional adecuado, en la medida en que «el funcionamiento correcto de la formas institucionales es la base para alcanzar una cultura de legalidad».
Finalmente, el artículo de Morris tampoco brinda evidencia cuando se afirma que, para la empresa privada, el costo de la mano de obra en moneda nacional se encuentra «infravalorado» como resultado de la tasa de CADECA. De hecho, aunque no existen estadísticas oficiales completas sobre los salarios del sector privado, no resulta difícil comprobar que -en general- el sector privado paga salarios mayores que el sector estatal.
Empresa privada y Armagedón político
La nota «Nueva burguesía en Cuba» repite la visión no sustentada de que la empresa privada cubana es una entidad ineficiente y subsidiada por el Estado mediante la tasa de cambio de CADECA, lo que se explica porque reproduce el criterio expresado en «¿Prosperará La Habana?», pero agrega otros planteamientos, principalmente en el plano político.
Concuerdo con lo que se expresa en «Nueva burguesía en Cuba» respecto a una serie de disfuncionalidades conocidas del sector privado, pero no comparto una inferencia tan apresurada como la que se hace de que el sector privado nacional está fomentando «el surgimiento de mafias». Si por mafia se entiende una red de crimen organizado, entonces sería apropiado sustentar con evidencia específica esa imputación tan seria que está haciéndose contra una forma de organización económica (la actividad económica privada) que oficialmente el PCC reconoce que no es anti-socialista, ni contrarrevolucionaria.
Sin embargo, lo más llamativo de la nota es la afirmación de que «ya es cuestión de tiempo la restauración de un capitalismo de periferia lleno de injusticias que abrirá finalmente las puertas a la auto-denominada derecha de Miami». Como para que no queden dudas acerca de donde se ubica la causa de ese presumible proceso, se recalca que «quienes iniciaron el regreso a dicho capitalismo» son los cuentapropistas.
La pregunta lógica que habría que hacerse es la siguiente: ¿cuáles son los datos concretos que nos permitirían entender cómo los propietarios de restaurantes, los barberos, y los vendedores de maní, están en vías de montar un movimiento político contrarrevolucionario para «tomar el cielo por asalto»?
A falta de pruebas concretas, no habría que darle mucho crédito a ese tipo de profecía apocalíptica.
No se trata de que el surgimiento de una «nueva burguesía» o de «nuevos ricos» sea un proceso social que no tenga implicaciones serias para la renovación del socialismo en Cuba. Por supuesto que las tiene. Quienes han estudiado con rigor el tema reconocen que alrededor de los actores del sector privado «van solidificándose relaciones sociales cuyos patrones no son los defendidos ni deseados para nosotros en una sociedad socialista.»
No obstante, la comprensión precisa de un fenómeno social tan complejo como ese, que sería lo que facilitaría el diseño de políticas efectivas para enfrentarlo, no puede estar basada en la generalización de casos anecdóticos, ni en simple aversión ideológica y, mucho menos, en presentimientos. Lo que se necesita en el debate político sobre la reforma económica en Cuba es que se aproveche la abundante y excelente producción intelectual de los especialistas cubanos que han estudiado con seriedad estos temas. El conocimiento es una buena manera de evitar las ofuscaciones.
Empresa privada: una nota final
El interés por impulsar la actividad privada en Cuba no es, simplemente, una idea de individuos aislados, ni de economistas, ni de tecnócratas. Es una política de Estado orientada por el PCC. Proporcionar argumentos a favor del sector privado en Cuba no debería ser considerado, a priori, ni en general, como el resultado de ideas neoliberales ni otras lindezas por el estilo. Es parte de un intercambio de ideas que pudiera tener utilidad práctica para los funcionarios e instituciones que tienen la responsabilidad de implementar la política del Estado cubano.
La evidencia disponible actualmente permite afirmar -a la espera de datos que pudieran justificar una posible reconsideración- que:
1. Una gran mayoría de los especialistas que han estudiado el sector privado y la dualidad cambiaria en Cuba no consideran que la tasa de CADECA sea un subsidio estatal a los negocios privados.
2. No es posible ubicar en los análisis especializados sobre el sector privado nacional la conclusión de que la empresa privada es relativamente ineficiente y que subsiste gracias a la práctica parasitaria de infravalorar costos mediante el subsidio estatal proporcionado por la tasa de CADECA.
3. No hay datos objetivos que permitan afirmar que el cuentapropismo cubano ha logrado -o está a punto de hacerlo- iniciar una transición apocalíptica del socialismo cubano hacia un capitalismo de periferia.
Lista de autores consultados:
1. Juan Triana
2. Omar Everleny Pérez
3. Ricardo Torres
4. Vilma Hidalgo
5. Yaima Doimeadiós
6. Yailenis Mulet
7. Narciso Cobo
8. Camila Piñeiro Harnecker
9. Natacha Mesa
10. Jesús Cruz,
11. José Luis Perelló
12. Mariuska Sarduy
13. Saira Pons
14. Maday Traba
15. Jessica León
16. David Pajón Espina
17. Daybel Pañellas
18. Luisa Iñiguez
19. Ileana Díaz
20. Dayma Echevarría
21. Sara Romanò
22. Marta Núñez Sarmiento
23. Liliana Ramos Iglesias
24. Alaín Segura Domínguez
25. Yaimí González Catalá
26. Arianne Alonso Suárez
27. Marleovys Hodelín Dedín
28. Daylenis Libén Villalón
29. Pavel Vidal
30. Carmelo Mesa-Lago
31. Juan Carlos Palacio
Fuente: http://cubaposible.com/ofuscacion-sector-privado-cubano/