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Palestina 2014

Fuentes: Rebelión

Palestina en 2014 sigue siendo Gernika en 1937, Treblinka en 1942, Varsovia en 1943, Chuka en 1953, Alabama en 1955, My Lai en 1968, Soweto en 1976, Brixton en 1981, Srebrenica en 1995, Acteal en 1997 o Bagdad en 2003. Es, sin ser ninguna, todas a la vez. Palestina en 2014, en el (supuesto) Año […]

Palestina en 2014 sigue siendo Gernika en 1937, Treblinka en 1942, Varsovia en 1943, Chuka en 1953, Alabama en 1955, My Lai en 1968, Soweto en 1976, Brixton en 1981, Srebrenica en 1995, Acteal en 1997 o Bagdad en 2003. Es, sin ser ninguna, todas a la vez.

Palestina en 2014, en el (supuesto) Año Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino de la ONU, continúa siendo un símbolo interminable de las consecuencias del colonialismo, del supremacismo étnico y de la liquidación del diferente. Todo con la complicidad cercana de autoridades políticas y militares, de empresas, de figuras del mundo de la cultura o de instituciones como la Unión Europea, la Generalitat de Catalunya o diversas policías del Estado español que se entrenan en Israel [1]. Más de 130 años después de la llegada del movimiento sionista a Palestina y a 66 años de la Nakba (la limpieza étnica anterior y posterior a la creación del Estado de Israel), la tierra sigue estrechándose día a día para las palestinas y los palestinos.

Bajo sitio, la vida se torna tiempo. El pueblo palestino hace memoria del principio, y olvida el final. A veces, es una de las pocas cosas que quedan. Por ejemplo, recuerda cómo antes de la aparición de los colonos sionistas no había ningún problema con el «Viejo Yishuv», la pequeña comunidad judía que habitaba en el territorio. Recuerda cómo desde décadas antes de que estableciese el Estado israelí ya comenzaron en Palestina las prácticas de exclusividad étnica (un apartheid de facto) del Fondo Nacional Judío o del sindicato Histadrut, que impedían a las personas no judías acceder a determinadas tierras o esferas laborales [2]. Recuerda cómo inició la resistencia ante el colonialismo sionista y el británico (incluyendo también a mujeres feministas como Salma al-Husayni o Tarab Abdul Hadi [3], a las cuales se ha pretendido desahuciar de la historia) y cómo la resistencia popular sigue siendo un elemento central en la identidad palestina. Recuerda, a pesar del memoricidio israelí, cómo entre 418 y 531 municipios palestinos fueron borrados del mapa durante la Nakba y cómo en torno a 800.000 personas fueron expulsadas de sus casas. Recuerda, recientemente, cómo hace 10 años (en julio de 2004) la Corte Internacional de Justicia de La Haya declaró ilegal el Muro de Apartheid y solicitó su desmantelamiento, reclamación en la que la comunidad internacional tenía y tiene la responsabilidad de actuar para obligar a Israel a cumplir con la sentencia [4].

Hoy, entre los hierros forjados por las bombas, las palestinas y los palestinos intentan calcular con un sexto sentido la distancia entre su cuerpo y la nada. Las últimas masacres sobre Gaza son un episodio terrible más a añadir a lo que ocurre diariamente. A pesar de la atención que recibe estos días la otra orilla del Mediterráneo, cabe destacar que la ocupación sionista-israelí de Palestina y la opresión hacia su población no judía no es un hecho coyuntural, sino que se da en múltiples formas todos y cada uno de los días desde hace muchas décadas. Los últimos bombardeos son un capítulo más de una Nakba que nunca acaba y que se (des)vive cotidianamente entre muros (unos físicos y otros no), bantustanes, campos de concentración, bloqueos, prisiones con mayores y menores de edad sin garantías ni juicios previos, excavadoras, carreteras solo para personas judías, checkpoints, matrimonio no mixtos, cinco tipos de carnets de identidad, zanjas, centenares de miles de olivos arrancados o quemados, drones, dos sistemas jurídicos para judíos y no judíos, alambradas o estrechamientos de tierra y mar. Todo esto constituye un sistema de desposesión perfectamente trazado. Todo esto supone un sistema de apartheid, que ya fue reconocido hace más de cuatro décadas por primeros ministros de Sudáfrica y del Estado israelí. En este sentido, por citar solo dos ejemplos, ya en 1961 el primer ministro de la Sudáfrica del apartheid, Hendrik Verwoerd, declaró: «I agree with them. Israel, like South Africa, is an apartheid state» [5]. Después de la Guerra de Junio de 1967, David Ben-Gurion afirmó que a menos que Israel lograse «librarse de los territorios [ocupados] y de su población árabe», Israel se convertiría en un Estado de apartheid [6].

En Palestina/Israel quizá no sea tan fácil encontrar carteles del estilo de «Whites only», pero el sistema es incluso más perverso y sofisticado que el del país sudafricano [7]. Una de las diferencias centrales entre Sudáfrica y el Estado sionista es que en el primer país los blancos buscaban desposeer, controlar, discriminar, desplazar y explotar a la población autóctona, pero no expulsarla del país. Mientras tanto, el segundo sí tiene como objetivo último extenderse por el mayor territorio posible con el mínimo de población palestina. En otras palabras, en Sudáfrica los blancos necesitaban la tierra, pero también a sus habitantes. El Estado de Israel, por el contrario, necesita la tierra, pero no a su población autóctona. Además, entre otros elementos, a esto cabe sumar las matanzas contra el pueblo palestino como las que estamos viviendo estos días, que en numerosos ámbitos han sido calificadas de «genocidas». La vinculación entre las autoridades israelíes y el término «genocidio» no es casual; el pasado noviembre el Tribunal de Crímenes de Guerra de Kuala Lumpur (Malasia) declaró al Estado de Israel culpable de genocidio [8].

Según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, el apartheid es un crimen contra la humanidad. En Sudáfrica, la causa contra el racismo de Estado y la desposesión de la población autóctona se convirtió en una causa de la humanidad. Más allá de la instrumentalización de su figura, Nelson Mandela llegó a ser y es un referente de la humanidad. En las últimas décadas del siglo pasado, personas de todo el mundo se preguntaron cómo actuar desde sus países para acabar con el apartheid. La principal respuesta fue el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) [9], una manera de presión para que se cumpliese con la legalidad internacional y se preservasen los derechos fundamentales de la población sudafricana no blanca. El BDS contribuyó a que el régimen de apartheid cayese. En 2005, más de 170 organizaciones palestinas llamaron a la comunidad internacional para que, siguiendo el ejemplo de lo ocurrido en Sudáfrica, se aplicase el BDS a Israel. Desde entonces, se organiza desde numerosos territorios de todo el mundo y se aplica en diversos ámbitos: económico, institucional, sindical, cultural-deportivo y académico. La iniciativa tiene éxitos cada semana (hace varios días el principal sindicato del Reino Unido e Irlanda, Unite, se adhirió al BDS [10]) y crece rápidamente. Estrategias similares ya fueron puestas en práctica por otro referente humano fundamental: Mahatma Gandhi. Igualmente, en los últimos años el BDS a Israel ha sido respaldado por el científico Stephen Hawking, el Premio Nobel Desmond Tutu o el fallecido Stéphane Hessel, que participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humano después de haber sobrevivido al campo nazi de Buchenwald [11]. En la actualidad, puede considerarse que el BDS es la máxima esperanza internacional para el pueblo palestino, unido a la difusión de todo lo que le concierne y al que no sean silenciadas las voces de quienes se oponen a su desaparición.

Por último, conviene recordar las palabras del compañero Iván Prado, director del Festiclown y portavoz de Pallasos en Rebeldia, quien afirmó que «Palestina es hoy, más que nunca, el lugar del mundo donde la humanidad más se juega el poder seguir considerándose eso mismo, humanidad». Estos días, mientras las bombas caen sobre Gaza, podemos demostrar que seguimos siendo seres humanos.

Notas:

[1] «Mossos a Israel. Cursos de repressió. #TestedInCombat» (https://www.youtube.com/watch?v=IcmlclCUDiY); http://negocisocults.org/tested-in-combat, consultado el 14/07/2014.

[2] Ferran IZQUIERDO BRICHS: «Sionismo y separación étnica en Palestina durante el Mandato británico: la defensa del trabajo judío», Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 10 (2006), http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-227.htm; e ÍD.: «Las raíces del apartheid en Palestina: La judaización del territorio durante el Mandato británico», Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 11 (2007), http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-246.htm, consultado el 14/07/2014.

[3] Ellen L. FLEISCHMANN: «The Emergence of the Palestinian Women’s Movement, 1929-39», Journal of Palestine Studies, vol. XXIX, 3 (2000), pp. 16-32.

[4] http://boicotisrael.net/bds/1300-yonocomproapartheid-10-anos-la-haya-muro/, consultado el 14/07/2014.

[5] Citado por Andrew James CLARNO: The empire’s new walls: Sovereignty, neo-liberalism, and the production of space in post-apartheid South Africa and post-Oslo Palestine/Israel, Tesis doctoral, Universidad de Michigan, 2009, p. 66.

[6] Citado por Hirsh GOODMAN: Let me create a paradise, God said to himself: A Journey of Conscience from Johannesburg to Jerusalem, Cambridge (MA), Perseus Book Group, 2005, p. 78.

[7] Ben WHITE: Israeli Apartheid: A Beginner’s Guide, Londres-Nueva York, 2009, pp. 1-93.

[8] «Israel, culpable de genocidio», Rebelión, 27/11/2013, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177368, consultado el 14/07/2014.

[9] http://www.bdsmovement.net/, consultado el 14/07/2014.

[10] http://www.alternativenews.org/english/index.php/features/economy-of-the-occupation/8270-british-trade-union-unite-joins-bds-campaign, consultado el 14/07/2014.

[11] Luz GÓMEZ GARCÍA (ed.): BDS por Palestina: el boicot a la ocupación y el apartheid israelíes, Madrid, Editorial Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2014.

Jorge Ramos Tolosa es investigador del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València y especialista en Palestina e Israel.

@JorgeRTolosa

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.