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Palestina e Israel en la reconfiguración del sistema mundial

Fuentes: Rebelión

Ese paisaje, esa geografía, resulta controvertida para explicarla solo tomando una foto del presente. También resulta necesario preguntarse qué relación particular tienen con esta porción de territorio que es relativamente escueta, que no posee grandes yacimientos, o riquezas en materias primas, pero directas, el tema es encontrarse en un sitio nuclear a nivel geoestratégico y geopolítico.

¿Por qué la escalada de violencia? Esto es reflejo de la reconfiguración del sistema mundial. Por eso debemos realizar un enfoque sistémico desde el punto de vista geopolítico, económico y mediático por las múltiples formas que adquiere esta confrontación mundial. Tres factores del tablero global contextualizan este nuevo derramamiento de sangre. La influencia de EE.UU. y su declive relativo en Medio Oriente, más el desgaste del conflicto en Ucrania, a eso se suma el renovado poder de China y su alianza con Rusia. influencia de EE.UU. y su declive relativo en la región y en Medio Oriente. Por eso es crucial comprender la importancia de analizar el contexto regional y las implicaciones geopolíticas de esta cuestión.

En esta coyuntura, esta violencia si bien es cíclica muestra cómo cambió el mundo sobre todo desde 2013-2014. Estamos ante una crisis de largo plazo de Estados Unidos, un declive relativo en varios aspectos económicos, así como mantiene primacía financiera y en tecnología, está siendo puesta en cuestionamiento su hegemonía mundial. Se orienta con el “pivot asiático” desde Obama en 2011, previo al 2013 de la Franja y la Ruta, y al freno de Rusia y China a la inminente destrucción de Siria que hubiese sido el corolario de las destrucciones de Iraq (1991 y 2003), Afganistán (2001), Libia (2011). Entonces, retrocede en algunos lugares clave como Medio Oriente, donde China y Rusia avanzan.

Por lo cual Estados Unidos, en su estrategia de no ceder aún más su primacía, viene usando su expansión militar. En tres zonas de tensión principales y una cuarta, Europa del este con Ucrania-Rusia y el llamado Medio Oriente, Israel-Irán, y Taiwán en el Asia Pacífico con China, además la zona del Sahel muy revolucionada por movimientos emancipadores o de una “segunda oleada de independencias” podríamos catalogar, al menos en el África atlántica.

El esquema de violencia simbólica y material que maneja Estados Unidos a nivel mundial, desde 1945 sobre todo, se acrecentó en el 2001, con lo que ellos denominaron la “guerra contra el terrorismo”. Ahora se está tratando de renovar y en ese caso en esta reconfiguración del sistema mundial, con el ascenso del poder chino acompañado de la alianza estratégica con Rusia, a los que se suma Irán.

Ucrania como eje confrontativo está más erosionado. Estamos frente a un proceso de desdolarización incipiente por la planificación al respecto de los grandes poderes emergentes que buscan de esa manera equilibrar el poder mundial, y sortear el arma de las sanciones económicas estadounidenses como sucedió con Rusia o Irán, por ejemplo. La reconfiguración del sistema mundial se está realizando también por los diez años de las Nuevas Rutas de la Seda.

El ejército de Israel es un bastión del sistema imperial de Estados Unidos y la OTAN que posee armas nucleares y la tecnología destructiva más moderna, con las cuales enfrenta a una guerrilla y a una población civil. Si bien ambos pueblos sufren, la asimetría del poder entre los contendientes y la situación de avance colonial israelí, muestra quién debería frenar su postura bélica. Si no es así, los costos humanos serán terribles.

Y aquí tenemos dos ejes de tensión en dos de sus rutas. Por lo tanto, está relacionado con ese despliegue chino-ruso y la reconciliación entre Arabia Saudita e Irán. Por lo tanto, es un error analítico solo observar lo que sucede en ese territorio y disociarlo de su contexto regional y mundial.

El BRICS+ lo cambia todo, o casi

Además de las elecciones del año próximo en Estados Unidos, la clave de la reconfiguración actual la corrobora el BRICS+ y su ampliación a once países, cinco en la zona circundante a Israel-Palestina. Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán conforman un nuevo eje de acercamiento a Eurasia, de aumento de la producción del petróleo y los pasos geoestratégicos a nivel mundial que surcan la región como el Canal de Suez, los Estrechos de Bab el-Mandeb y el de Ormuz. Además de ser países a excepción de Rusia, colonizados o semicolonias de las potencias del G7 en los siglos recientes.

El ingreso de seis países al BRICS+ es el dato crucial, un cambio trascendental e histórico. Se abren nuevas posibilidades de relación, intercambio, a nivel simbólico, pero más que nada a nivel geoestratégico, geopolítico y geoeconómico. Con la posibilidad de equilibrar en varios sentidos el tablero mundial dado que con la unipolaridad. Con el mayor dominio occidental de las organizaciones internacionales, económicas y financieras, además de las militares, (OTAN, FMI, Banco Mundial, el uso del dólar) el escenario cambió al menos en ese sentido y un grupo de países defiende de manera organizada y conjunta.

La incorporación de estos seis países solidifica un cambio sistémico, “una explosión sistémica en el orden internacional” según Fiori. Genera expectativa no solo entre sus once miembros, sino en lo que contagia hacia el resto. Y muestra el camino del cambio en la organización de un grupo diferente al dominante hasta el momento, y cruza países que podían estar enfrentados hasta hace poco.

Además, adquiere un matiz planetario, por como el BRICS+ se ensambla con la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Pakistán, India e Irán), con la OPEP+ y la UEEA (Unión Económica Euroasiática). Así ya se tornan nuevos vínculos mundiales con una óptica propia que desafía a la Tríada, su orden unipolar, y muestra que el resurgimiento de Eurasia lidera la transición hacia un nuevo mapa de poder mundial.

Estos organismos multilaterales vendrían a socavar el poder hegemónico de aquellos entes internacionales fomentados desde y por Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial y Bretton Woods, como el FMI, Banco Mundial y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN 1949-continúa). Podrían gestarse así un abanico de posibilidades con más dimensiones y una oportunidad de unificar las políticas de Latinoamérica o Medio Oriente para tratar con las potencias, y por eso también es que Brasil celebra e incidió en la inclusión de Argentina.

También con miras a establecer un nuevo paradigma de transición energética (aún incipiente) hacia las renovables desde los mismos países que proveen actualmente de materias primas e hidrocarburos, con planes a mediano plazo de utilizar métodos más limpios como la energía solar o eólica. Pese a ello, sigue aumentando la desigualdad al interior de las sociedades tanto de los países al interior del BRICS+ como al exterior, y ese es el factor a modificar.

Desde 1945 han estado marcados por las prerrogativas del dominio estadounidense, luego en la implosión de la Unión Soviética y los países socialistas, con organismos que han beneficiado solamente al G7 y a las élites de los países. En las últimas tres décadas se pasó de un mundo pretendidamente unipolar a una mayor multipolaridad, abriendo nuevos escenarios para los países emergentes como Argentina y por supuesto los que iniciaron el BRICS, más las nuevas incorporaciones. Ya a primera vista una transformación sustancial y una serie de países que hasta hace pocas décadas fueron colonizados por varias potencias del G7.

La inminente incorporación de estos seis países al BRICS+ demuestra un acercamiento geoestratégico, geoeconómico y geopolítico. Implica la conformación de una faja de cuatro continentes que excluye la tríada: Europa occidental, Japón y Estados Unidos, que ejerció un dominio a través de la fuerza y el consentimiento de gran parte del mundo, sin embargo, esto parece comenzar con esfuerzos para frenarlo. Entre ello organizar formas que reemplacen el uso del dólar, y, por ende, una de las fortalezas del sistema imperial que controla Estados Unidos.

Una alianza de tal magnitud refleja los desplazamientos geoeconómicos y tectónicos que implican un rebalanceo hegemónico del sistema capitalista. Entre ellos la posibilidad de que no se tase o comercialicen el gas y el petróleo bajo la égida del dólar. Un cambio sistémico en aumento desde la crisis capitalista del 2008, luego con el anuncio de la BRI de 2013 del que se cumple su primer decenio. Las relaciones tanto culturales, económicas e incluso en tecnología, incluyendo la energía nuclear, serán favorecidas por sus incorporaciones en este proyecto multipolar.

El BRICS+ o BRICS 11 implica el rediseño de políticas económicas y financieras que abarcan varios continentes y por lo tanto adquieren una relevancia mundial. Las nuevas incorporaciones indican la sumatoria de recursos estratégicos en la actualidad energéticos, territoriales, de población y de ubicaciones geoestratégicas. Por lo cual la organización de estos países con una visión colectiva y establecer otro tipo de relaciones entre los países respecto a las que hemos presenciado sobre todo desde la caída del muro y el desarrollo del llamado neoliberalismo, genera una expectativa cierta de cambiar “el orden basado en reglas”. Y eso se evidencia, por ejemplo, en el pago de Argentina al FMI en yuanes, y en equiparar la dependencia del dólar en muchos otros países.

Palestina-Israel uno de los epicentros de la nueva guerra fría o híbrida

El Estado de Israel se sostiene gracias a su rol coimperial de acompañamiento al sistema imperial liderado por Estados Unidos, que en palabras del actual presidente Joe Biden en el Congreso de ese país, en 1986 afirmó:

“Israel es la mejor inversión de 3.000 millones de dólares anuales que hacemos. Si no existiera Israel, Estados Unidos tendría que inventar un Israel para proteger nuestros intereses en la región.”

La mayor ayuda militar exterior en una región convulsionada en buena medida por el nivel de injerencia de las potencias y por convertirse en un escenario de disputa que acelera o anticipa los cambios sistémicos a nivel mundial.

El pequeño país de la costa Mediterránea dirige tres políticas hacia Palestina. Primero, un Master Plan de judaización, de desarabización, de generar una mayoría de población judía por una cuestión de mayoría política y basados en un racismo estructural. Podemos diferenciar entre la forma utilizada en Jerusalén, declarada capital única, indivisible y eterna en 1980 de manera unilateral y con la intención de minar (hace cuarenta años) la posibilidad de que los palestinos logren su autodeterminación, su autogobierno. La Colonia Maale Adunim tiene como objetivo diseccionar a Cisjordania en dos, o lo que queda de ella.

El plan para el territorio se cumple en Al-Quds/Jerusalén de manera exponencial. Una ciudad que hubiese sido un “corpus separatum” para la injusta recomendación de partición de la Declaración 181 de 1947 de la recién nacida ONU, dada su condición de sacralidad para las tres religiones monoteístas que consideran con una misticidad particular a los emplazamientos como la Explanada de la Mezquita para los musulmanes –más de 1600 millones de creyentes–, el Muro de los Lamentos para los judíos –15 millones– y el Santo Sepulcro para los cristianos –alrededor de 2400 millones–.

Segundo, en Cisjordania, donde también se pretende una anexión territorial, que quiso legitimarse en 2020. La expulsión por goteo sucede a las deportaciones masivas de 1948 y 1967, y las de este año. Las colonias de asentamiento (colonialismo del siglo XXI), el órgano de conquista territorial israelí, crecieron al doble de la tasa de crecimiento de las demás zonas de Israel. Lo antedicho se complementa con la estrategia para la denominada “Judea y Samaria” (nombres de la Torá) Cisjordania, una serie de carreteras, puestos de control, colonos armados y preparados ideológicamente para avanzar contra sus vecinos palestinos, y una presencia cotidiana del ejército israelí a todo nivel, o sea, de un ocupante contra un pueblo impedido de ejercer su soberanía.

Tercero, Israel, único poseedor de armas nucleares en la región y de los más sofisticados armamentos, incursiona con asesinatos masivos sobre la Franja de Gaza en 2023, tras lo hecho en 2008-2009, 2012, 2014, 2021, 2021. Territorio bloqueado por tierra, mar y aire, una cárcel a cielo abierto. Bombardeos de poblaciones enteras y su infraestructura, que intentan resistir con lanzamientos de cohetes, cuyo poder es diametralmente opuesto. En síntesis, Israel pretende colonizar y arrebatar estas tierras y sus recursos, controlar exhaustivamente por las fuerzas militares de ocupación, el resultado es una serie de poblaciones inconexas o bantustanes al estilo sudafricano.

Terrorismo, apartheid, resistencia, BDS

Las microviolencias cotidianas se hacen menos perceptible para los medios, o más bien, estos eligen no mostrarlas. ¿Cuál es la intención detrás del término terrorismo? Se trata de un concepto polifónico, tergiversado hasta la pérdida de su posible significado, a la vez que usado con una intencionalidad acrítica, para luego incursionar contra un país en particular. Cuando no cabe duda alguna de que el capitalismo es el eje de todas las disyuntivas de los últimos cinco siglos, y sobre todo de estos los últimos dos, acentuada aún más por la caída del Muro de Berlín, símbolo de la disolución de la Unión Soviética. Promediando estas últimas tres décadas, la “Guerra Global contra el Terrorismo” (GWOT) fue virando hacia la “Competencia entre los Principales Poderes” (GPC). La GWOT, de hecho, es la denominación que se ha utilizado para ocultar el dispositivo de destrucción y reconfiguración del Medio Oriente, sobre todo diez años después de la disolución de la URSS.

Diferentes organizaciones han comprobado que Israel ha establecido un régimen del apartheid que oprime al pueblo palestino. En derechos humanos la israelí B’Tselem (2021) manifestó: “El régimen israelí promulga en todo el territorio que controla (territorio soberano de Israel, Jerusalén Este, Cisjordania y la Franja de Gaza) un régimen de apartheid. Las políticas israelíes pretenden perpetuar la supremacía de un grupo, los judíos, sobre otro, los palestinos. Rechaza la percepción de Israel como una democracia (dentro de la Línea Verde) que defiende una ocupación militar temporal (más allá)”. Además, concluyó: “… la divisoria para definir al régimen israelí como un régimen de apartheid se ha cumplido después de considerar la acumulación de políticas y leyes que Israel diseñó para afianzar su control sobre los palestinos.”

La Cuarta Convención de Ginebra prohíbe de manera explícita la transferencia de la población civil de la Potencia ocupante al territorio que invade.  Y tanto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como la Corte Internacional de Justicia (CIJ) decretaron la ilegalidad de los asentamientos israelíes

La Franja de Gaza como la prisión más grande del mundo, paradójicamente, esto fue beneficiado por recursos israelíes. En los inicios, a fines de los ´80, Israel apoyó a Hamas para dividir al movimiento palestino. La intención fue fragmentarlos como movimiento político, nacional, en lo geográfico y en la jugada estratégica de derribar los regímenes nacionalistas laicos de la región. Hamas es un movimiento político que tiene un brazo armado, las Brigadas Izzedin Al-Qassam, como Israel tiene un ejército, que por la disparidad de poder usan ambos formas diferentes pero criticables de violencia. El contraste es el contexto y la circunstancia previa, más allá de los resultados desiguales y de la manipulación mediática.

Existe resistencia palestina al apartheid, pacífica (como el Boicot, Desinversión y Sanciones BDS) y violenta como se observa esta vez, a través de los reclamos de los derechos humanos y de formas de resistencia armada. La situación de invasiones previas trastoca el escenario territorial y la población de ambos países paga las consecuencias, desiguales también, como todo lo que allí sucede.

La incursión palestina en territorio israelí está relacionada con un largo período de opresión previa y que sufren a diario los palestinos en general, tanto en Cisjordania como en Gaza. Aunque eso no la justifique, la contextualiza en las espirales de violencia de ese territorio. La Franja de Gaza es uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Tienen muy pocas horas de luz diaria y escasa disponibilidad de agua potable.

En las últimas tres décadas, mediante los Acuerdos de Oslo de 1993 buscaron no volver a sufrir intifadas –que si ocurrieron–, o que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) controlara a los palestinos más belicosos o revolucionarios. ¿En qué difiere esto de cualquier monopolio del ejercicio de la violencia de otros Estados? Los israelíes buscan conquistar más tierras y controlar el territorio, pero el dispositivo falla al no considerar una población palestina, si nos ceñimos al mapa completo de la Palestina del Mandato Británico (1922-1948). Israel continúa con sus planes de anexión y desde 1967 cada vez más, la población palestina queda engullida en una maraña de poblados israelíes, pero sin tener los derechos que le proporcionaría esa ciudadanía.

La disputa, desigual en la mayoría de los aspectos, se produce en aristas como la geográfica, la histórica, la lingüística, la arqueológica, la artística y uno que quiebra el balance, como es y ha sido la mediática. Sin embargo, el poderío tecnológico y militar israelí es garantizado por la máxima potencia histórica en ese sentido que le promete abiertamente una “ventaja militar cualitativa” en la región, el Pentágono, el gran maestro de las marionetas.

Martín Martinelli. Doctor en Ciencias Sociales, Historiador. Universidad Nacional de Luján (Argentina). Coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» (2019-2022) por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires). Director del Observatorio Geohistórico (UNLu). Autor del libro “Palestina (e Israel). Entre intifadas, revoluciones y resistencias (2022)”. https://www.researchgate.net/profile/Martin-Martinelli [email protected]

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