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PAN, Aznar y España

Fuentes: La Jornada

La monarquía en España, por medio de la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega, en decisión firme protege una institución clave para su credibilidad: la presidencia de gobierno. Así, el desaguisado de Aznar con su desprecio a las leyes mexicanas se transforma en política de Estado. El Partiso Socialista Obrero Español (PSOE) tiende […]

La monarquía en España, por medio de la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de la Vega, en decisión firme protege una institución clave para su credibilidad: la presidencia de gobierno. Así, el desaguisado de Aznar con su desprecio a las leyes mexicanas se transforma en política de Estado. El Partiso Socialista Obrero Español (PSOE) tiende un cable al Partido Popular (PP), el mal hacer del personaje y sus declaraciones pueden ser una transacción de favores en tiempos de crisis. Un arte de estrategia del PSOE que saca a relucir el límite del compromiso con América Latina cuando se trata de alcanzar acuerdos caseros. El respeto hacia la región, gobierne quien gobierne, es una cuestión de quinto orden, si se busca lavar prendas íntimas. La declaración oficial es contundente: «el gobierno de España defiende y apoyará al señor Aznar». El Partido Popular debe sentirse satisfecho. ¿Será el famoso talante? La institución se salvaguarda a pesar de la metedura de pata de quien está obligado a conocer las leyes de México y posteriormente respetarlas, aunque sólo fuese en su condición de político activo que se precia de «experto en América Latina». Pero José María Aznar se supera a sí mismo. El PAN comete un error de hondo calado al ignorar el porte político y la talla éticomoral del invitado. Factores que desaconsejaban de antemano la condición de anfitrión para validar la campaña electoral, mas allá de infringir una ley constitucional. Su propio partido, el Popular, desestima y evita su aparición en debates públicos de importancia. Es un handicap. Mejor lejos, en el exterior y en viajes de turismo político. Supone un lastre para Rajoy y su proyecto. En ocasiones puntuales le es permitido aparecer. Actos contra la política antiterrorista del gobierno, apoyar a Bush, lanzar diatribas contra Rodríguez Zapatero y vociferar el peligro de ruptura de España. Así apoya a sus amigos Acebes y Zaplana, cancerberos del orden «aznariano» en el PP, y mantiene viva la idea de que los atentados de Atocha, ocurridos el 11 de marzo de 2003, fueron obra de ETA, haciendo ilegítimo el gobierno actual del PSOE.

Aznar es un servidor de los grupos económicos a los cuales satisface como meretriz de la política. En España ofrece su actividad por medio de su fundación FAES, creada gracias a la aportación de Telefónica, Endesa, BBVA, Santander, Respol Caja Madrid y Argentaria, entre otras, así como fondos públicos de última hora, aprobados antes de abandonar su cargo. Sin olvidar empresas privadas ávidas de participar lavando dinero bajo aportación cultural sin ánimo de lucro. Así, organiza seminarios y mantiene asesores para discutir sobre el populismo latinoamericano y el peligro de la marea roja. Entre otros, Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze, Jorge G. Castañeda, Carlos Alberto Montaner, Hernando de Soto, Sergio de Castro, Luis Piñera o Samuel Huntington. Algunos con historial de muerte, ministros de tiranías, acusados de terrorismo internacional, a quien Aznar prologa libros. Todos se hacen favores recompensados con grandes sumas de dinero. En esta lógica, la asesoría de mexicanos «ilustres» se desluce. El que calla otorga. Amparan al delincuente, participando de sus crímenes.

Ahora bien, reducir el incidente de Aznar a la violación del artículo 33 es minimizar el problema, dejamos sin valorar el problema de fondo. ¿Quién invitó para la campaña electoral a un individuo que de funcionar bien el Tribunal Penal Internacional estaría sentado como imputado de crímenes de lesa humanidad y por violar la legislación internacional?

Es un insulto al espíritu democrático del PAN, si como partido político cree tenerlo, hacer partícipe de su ideario e invitar a la campaña a un político que puso en riesgo a todo un país, a sus representantes institucionales, a Naciones Unidas y a la comunidad internacional en beneficio propio. Es decir, un crápula sin honor que mantiene viva la tesis de ilegitimidad del gobierno de España, y hoy apoya a los generales golpistas si se aprueba el estatuto catalán. Sin olvidar que ayer se identificó con el No a la constitución de 1978, en alianza con la ultraderecha franquista. Asimismo, insiste en que Irak es más libre y goza de una democracia estable, y el mundo es más seguro en su lucha antiterrorista. Omite el genocidio y la tortura continua contra la población reclusa y olvida el expolio que merma el patrimonio cultural de la humanidad con la quema de libros y el bombardeo de bibliotecas, blancos de las tropas «liberadoras». El daño es irreversible. Gracias al señor Aznar, la primera edición de Las mil y una noches se transformó en cenizas, entre otras obras de arte e incunables. Este individuo es uno de los criminales de la cultura más importantes del comienzo del siglo XXI. Por ello, si el PAN lo considera su mejor referente para pedir el voto de sus conciudadanos, ha perdido el rumbo, tiene pésimos asesores políticos o, lo que es peor, comparte los principios ideológicos del susodicho. Si es lo último, ha quedado al descubierto. No midió las consecuencias. Flaco favor se hizo el PAN al pedir al señor Aznar que solicitara el voto para Felipe Calderón. Puso al descubierto no sólo el ideario del ex jefe del gobierno español, sino el propio. Así, los agraviados son todos los mexicanos bien nacidos que luchan por la democracia. No se trata de la violación del artículo 33, problema menor, sino de algo más profundo, la constatación de ser el blanquiazul un partido cuyo proyecto político no camina por los cauces democráticos ¿Pero alguna vez buscó este sendero? Gracias por invitar a Aznar.

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