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Pasaporte para Sol

Fuentes: Rebelión

Hoy martes, 2 de agosto, una amiga me llama desde las inmediaciones de SOL, inquieta y preocupada. Como si en vez de haber intentado acceder a la famosa pastelería La Mallorquina, donde tenía cita con una amiga, se hubiese propuesto poco menos que saltar por encima del famoso muro de Berlín. Mi joven amiga no […]

Hoy martes, 2 de agosto, una amiga me llama desde las inmediaciones de SOL, inquieta y preocupada. Como si en vez de haber intentado acceder a la famosa pastelería La Mallorquina, donde tenía cita con una amiga, se hubiese propuesto poco menos que saltar por encima del famoso muro de Berlín.

Mi joven amiga no es ni tuerta, ni negra, ni judía como el cantante norteamericano Sammy Davis Junior que, pese a su celebridad, sufrió en varias ocasiones las consecuencias de esa extraña acumulación de handicaps. Es una joven y atractiva profesora, cuyo aspecto exterior no puede llamar en principio la atención de un policía en misión anti-15M.

Pero hoy, la Puerta del Sol se había convertido en una auténtica ratonera, prohibida no solo a los miembros de ese movimiento que querían protestar por los luctuosos sucesos, desalojos y persecuciones del día anterior, sino a los viandantes que, como cada día, acuden al centro de una ciudad que cierto escritor calificó un día de «poblachón manchego». Poblachón que ha conservado esa costumbre pueblerina y añeja de darse cita en el corazón mismo del la ciudad.

La fascinación que ejerce el famoso Punto cero localizado en SOL sobre los indignados y los simples ciudadanos de a pie es tal, que a la vista de las concentraciones y algaradas del día anterior, las autoridades creyeron conveniente prohibir su acceso. Desplegando hoy nada menos que 50 furgones de policía para defender tan codiciada plaza.

El ciudadano de a pie, inquieto a la vez por sus problemas personales y por la avalancha de noticias catastróficas que vehiculan los medios de comunicación, se habrá hecho seguramente la siguiente pregunta: ¿Es realmente necesario desplegar un dispositivo tan imponente (y costoso) para defender una plaza y un punto cero, por fuerte que sea su simbolismo y su carácter emblemático? Al parecer sí lo es. Con el riesgo de que el cordón policial (más bien cordón sanitario) que rodeaba esta noche la plaza, convierta SOL en una especie de lazareto, un espacio maldito al que solo podrán acercarse, debidamente descontaminados, los responsables que tomaron tal decisión.

Ante la situación creada por estas medidas (agravadas por la decisión de impedir la parada de los trenes en este importante nudo de comunicaciones de la capital), los especialistas en crisis urbanas y movimientos urbanos, han llegado a avanzar la hipótesis de si las instituciones y hasta la propia policía no podrían estar «infiltradas», Con un resultado inverso al que parecen perseguir estas medidas: la radicalización del movimiento en vez de su apaciguación y su integración progresiva en el sistema que afirman querer cambiar (a imagen y semejanza de los sindicatos mayoritarios).

La pregunta que todos nos podemos hacer es la siguiente: ¿quien están infiltrando a quién? Quién ha decidido tomar medidas como las de atravesar coches de la policía en las calles de acceso a SOL, pedir la documentación a los paseantes e impedirles el acceso a esta plaza «en función del aspecto y de la ropa» y de su presumible aspecto de «indignados».

Concluimos con un interrogante: ¿está preparada nuestra policía para lograr, de un simple vistazo, distinguir a un indignado de otro que no lo es? Y pueden pedir la documentación, en este mismo instante, al millar de manifestantes que se han dirigido hacia Cibeles y otros puntos del Centro como Callao. Sin contar los grupos de indignados que ocupaban hacia esa hora, las nueve de la noche, la calle Carretas, la calle Mayor, etc.

No se puede descartar, ante tamaño falta de tacto de las autoridades y ese renacimiento de la capacidad de movilización del 15M, que sea necesario tomar medidas más drásticas: o resignarse a devolver el punto cero de la Puerta del Sol, simbólicamente, a los indignados o instituir un pasaporte para tener acceso a SOL.

Y no hay tampoco que descartar que los propios comerciantes, anteriormente hostiles a ese movimiento, acaben pidiendo a la policía que deje circular libremente por SOL y aledaños a los indignados: ciertos días de la semana, durante las horas de apertura de sus establecimientos. Como garantía de que el pueblo madrileño pueda de nuevo disfrutar de la animación tradicional de esa Plaza, fraternice con los indignados y pueda acceder libremente, si tal es su deseo, a la Mallorquina, al Corte Inglés y al Abuelo. Entre otros.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.