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«Piel negra, máscaras blancas»

Fuentes: La Jornada

El libro: La «caída de la máscara» -impuesta por la sociedad, pero mantenida también por él mismo-, un inesperado y traumático incidente marca un claro antes y un después para Frantz Fanon (1925-1961). Aunque consciente de la dominante jerarquía racial -con los blancos y sus descendientes arriba, los árabes y los africanos abajo y los […]

El libro: La «caída de la máscara» -impuesta por la sociedad, pero mantenida también por él mismo-, un inesperado y traumático incidente marca un claro antes y un después para Frantz Fanon (1925-1961). Aunque consciente de la dominante jerarquía racial -con los blancos y sus descendientes arriba, los árabes y los africanos abajo y los antillanos como él ocupando un ambiguo lugar intermedio- Fanon por mucho tiempo se considera sólo un francés (o sea: «más blanco que negro»). Aunque conoce bien el racismo de la sociedad colonial de su Martinica natal, su virulenta «cepa continental» traída por los marinos de Vichy y su versión institucionalizada en el ejército de De Gaulle donde se enlista, el tema al principio no lo ocupa tanto. Incluso estudiando ya la siquiatría en Lyon, a finales de los años 40, se mueve más en los círculos blancos y así básicamente es tratado. Pero cuando un día en la calle un niño viéndolo pasar grita: «¡Mamá, un negro! ¡Me da miedo!», nada vuelve a ser igual (A. Shatz, LRB, Vol. 39, No. 2, 19/2/17).

Esta experiencia inspira y abre su primer libro: Piel negra, máscaras blancas (1952, http://lahaine.org/sZ5). Allí Fanon deconstruye el hecho de ser un negro como una fantasmagoría blanca y analiza los impactos sicológicos del racismo también en relación con formas más amplias de dominación política y socioeconómica. Así, para él, el colonialismo es literalmente causa de trastornos mentales. De este diagnóstico clínico – Piel… con el título Un ensayo sobre la desalienación del hombre negro es pensado originalmente como su tesis de doctorado- desprende luego su trabajo político/revolucionario por la independencia de Argelia.

El filme: El paso de «máscara negra que cubre la piel blanca» [Lord Vader, interpretado por tres actores: el inglés D. Prowse; el afroestadunidense J. E. Jones, que da la voz, y otro inglés S. Shaw, que al final da la cara] en partes IV-VI, a máscara blanca que cubre a piel negra [stormtrooper FN-2187/’Finn’, interpretado por el británico-nigeriano J. Boyega] en la parte VII de Star Wars (2015) es un hecho significante, pero a la vez sintomático para la idea mainstream del empoderamiento. La película es alabada por hacer la franquicia menos blanca, por ser «el primer Star Wars de la época #BlackLivesMatter» (sic), incluso por ofrecer -mediante ‘Finn’- «una representación literal de las consecuencias sicológicas del racismo descritas por Fanon en Piel negra…» (The Guardian, 29/12/15).

Pero si todo esto podía haber hecho más diferencia hace unos años, hoy en el mundo pos-Ferguson, donde cada 28 horas un afroamericano desarmado acaba acribillado por las fuerzas del orden [en EEUU] ya es insuficiente. Más bien apunta a una brecha entre la realidad y lo imaginario, o a un particular [y engañoso] trueque: sí, puede haber empoderamiento de los marginados, pero sólo en la pantalla [y/o en la galaxia muy, muy lejana], no en las calles. Además, lo que ofrece Hollywood aquí es más bien la versión liberal del «reconocimiento» (concepto ajeno a Fanon, quien prefiere hablar de cómo el «sujeto debe llegar a ser mediante la lucha por su propia liberación», véase: P. Hudis, F. F.: philosopher of the barricades, 2015, p. 41-52). Al final es la misma celebración de la diversidad neoliberal -a.k.a. el cambio de máscaras- que conocemos del mundo real: podemos tener a un presidente negro (o una mujer), pero sin tocar las básicas coordenadas del sistema. Igual en Star Wars: puede haber personajes «más diversos», pero sin tocar el sistema edificado en esclavitud y racismo, contra el cual nadie -¡ni los Jedi!- está dispuesto a hacer algo.

El país: Cuando los estadunidenses se despiertan, tras un par de décadas de escuchar cuentos sobre las bondades del multiculturalismo y el «poder emancipatorio» de la movilidad económica, el racismo sigue allí. A. Kundnani analizando su centralidad para el proyecto político de Trump -y el déficit del mainstream de entender que el racismo es algo sistémico, no reducible a actitudes individuales- cita a Fanon: «Una sociedad es racista o no lo es» [Piel…, p. 85] (Truthout, 13/12/16). Véase la estadunidense (y no es sólo cosa de una clase o una región particular). El papel de la raza detrás de las elecciones -«el apoyo masivo de la clase trabajadora blanca»- acaba muchas veces exagerado (Kim Moody, http://goo.gl/y8rQj2) y la realidad detrás parece más bien un entrelazamiento dialéctico entre raza y clase (G. Cicciariello-Maher, http://goo.gl/91FGlK), pero la línea de color (W. E. Dubois) opera intacta.

Con Trump se cae la máscara. Una parte de ella es -de hecho- negra. Se llama «Obamamanía», que por años tapa cómo la continuidad del neoliberalismo clintoniano (y la expansión de su sistema carcelario «racializado») junto con el abandono de la justicia social y racial por Obama (véase: K.-Y. Taylor, From #BlackLivesMatter to black liberation, 2016, 288pp.) va abonando paulatinamente a la situación de hoy. Y [nuevamente] no miren las pantallas por la salvación/inspiración: «Rogue One» (2016) «el primer Star Wars de la época de #Resistencia contra Trump», con el Imperio (re)bautizado como la organización supremacista blanca (The Jacobin, 17/12/16), está lleno de las mismas frases huecas sobre esperanza («hope!») que escuchamos por años de la boca del «primer presidente ‘posracial'» (¡sic!).

Coda: Fanon nunca prestó mucha atención a EEUU [una vez solo lo tachó de una nación de linchadores], pero murió allí -al ir [por primera y única vez] a recibir el tratamiento por leucemia- y hoy es la realidad estadunidense la que quizás mejor confirma la actualidad de sus teorías políticas/sicoanalíticas del racismo como experiencia vivida, algo reflejado en la necesidad de:

* Más izquierda anticolonial/fanoniana capaz de contrarrestar a los esencialismos en boga (raciales, nacionales y religiosos).

* Más acciones reales en defensa de derechos y contra matanzas, deportaciones o despidos (frente a meros reconocimientos virtuales).

* Más solidaridad interracial, combinación de luchas raza/clase y humanismo (véase: P. Hudis, http://goo.gl/0gHCrU).

Si el trumpismo recargó las baterías de la supremacía blanca, la solución fanoniana no es recargarlas desde lo negro o lo latino -el autor de Piel… rechazaba estos retornos a sí mismo como otro tipo de máscara-, sino organizar una respuesta desde lo político.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/03/24/opinion/028a2pol