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¿Podemos ganar?

Fuentes: Rebelión

Ahora mismo Podemos, además de un «método», una «polea», un «proceso sui generis» o un «proceso constituyente», es, sobre todo, una asignatura. Si Podemos entrara dentro de un plan de estudios probablemente estaría entre las asignaturas a las que más horas habría que dedicar. Quien quiera seguir con un mínimo de rigor el asunto se […]


Ahora mismo Podemos, además de un «método», una «polea», un «proceso sui generis» o un «proceso constituyente», es, sobre todo, una asignatura. Si Podemos entrara dentro de un plan de estudios probablemente estaría entre las asignaturas a las que más horas habría que dedicar. Quien quiera seguir con un mínimo de rigor el asunto se verá desbordado por cientos de preborradores, borradores, enmiendas y resoluciones. El estudio de todo este material podría ser la parte teórica. Pero, claro, tenemos también la parte práctica. Enumerando unas poquísimas tareas éstas tienen que ver con la coordinación de círculos, la asistencia a asambleas y las transacciones entre borradores. Como sabemos, el próximo fin de semana hay un examen que, de no aprobar, puede suponer, apenas habiéndolo comenzado, el final del curso. ¿Cómo se aprueba?

Creo que la respuesta a esta pregunta es dificilísima porque no es suficiente con un aprobado por los pelos. Hay que ir a por la máxima nota. Hace pocos días Santiago Alba Rico señalaba en un artículo tres peligros que amenazan a Podemos: el elitismo político, el elitismo mediático y el elitismo democrático. Por otra parte, Juan Domingo Sánchez Estop, del círculo Podemos Bélgica, también ha apuntado otras amenazas que rodean el proyecto: la «transformación del aparato mediático en mando», la «separación de la organización respecto de los movimientos sociales» y «la división de sus componentes». Evitar esos peligros me parece que es el mínimo necesario para no suspender el examen; las soluciones que ofrecen uno y otro -por ejemplo la propuesta de Sánchez Estop sobre la constitución de tendencias dentro de Podemos- son unos apuntes valiosos para alcanzar esa máxima nota. Esa máxima nota creo que la resumen muy bien Alba Rico al final de ese mismo artículo: «de lo que se trata es de construir [un partido] para poder ganar».

¿Por qué creo que Podemos tiene que ganar las próximas Elecciones Generales? Probablemente lo creo porque en las últimas décadas, en España, se han entreabierto muy pocas «ventanas de oportunidad» para introducir cambios y transformaciones en el campo institucional desde amplios sectores de la sociedad. De hecho, puede que en este nuevo siglo que ya hemos andado más de un decenio queden muchísimas menos. Puede, incluso, que no quede ninguna, pero como recordaba un maestro de maestros, Manuel Sacristán, «tal vez no sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas». Dicho de otra manera. En España -antes con el 15-M y ahora con Podemos- se han abierto a la intervención ciertos horizontes de lucha, principalmente institucionales, que estaban cerrados desde hace décadas. Esa sola posibilidad creo que es suficiente para intentar ganar las elecciones de 2016.

Probablemente también lo creo porque si Podemos las pierde se corre el riesgo de que todo el capital electoral que se está acumulando -y que se puede seguir acumulando- se desplace hacia la derecha. En un momento en el que los dos grandes partidos que se han tornado en el poder se encuentran en descomposición las alternativas que surgen son UPyD, Ciudadanos o VOX. Creo que nos encontramos ante una situación en la que, paradójicamente, para ser revolucionarios hay que ser, al mismo tiempo, reformistas. Quiero decir que para «poder ganar» es necesario presentar una candidatura que genere y que articule a una amplísima mayoría social; y que «ganar» es la única manera de abrir una dinámica de transformación real a partir de la confrontación que sólo una victoria puede generar.

Por tanto, construir una opción ganadora es una condición necesaria, pero no es una condición suficiente. Creo que es necesaria en tanto que es un elemento que compone lo que Íñigo Errejón ha denominado una dimensión ganadora. Pienso –también lo recordó Alba Rico hace unos meses– que otra condición necesaria para conseguir esa dimensión es que los círculos lleven a cabo una tarea de autoeducación, de desplazamiento del «sentido común», que hasta ahora ha sido limitada. Podría ocurrir, por ejemplo, que esa dimensión ganadora de la que habla Errejón sólo sea una dimensión electoralmente ganadora. Invirtiendo la fórmula de Luis Alegre podría suceder, en caso de un fuerte avance electoral, que «el voto fuera de izquierdas, pero el sentido común de derechas». Me parece que decir que el sentido común es de izquierdas es precipitado. Creo que ese sentido común tiene que estar en un proceso constante de autoformación para llegar a ser de izquierdas. Jorge Riechmann lo explica muy bien cuando dice que «el problema del humanismo es la autosatisfacción de dar por sentado que la humanidad es algo que ya se posee, en lugar de un proceso inacabado e inacabable que exige constante atención, compromiso, combate». Sólo por esto los círculos ya son imprescindibles.

Francisco Fernández, miembro de Podemos Túnez.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.