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Los prisioneros palestinos

Podréis quitarme la vida pero no podéis ni rozar mi alma

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

La huelga de hambre de los prisioneros palestinos sigue su curso y en el momento de escribir estas líneas cumple ya dieciocho días [*]. El Ministro para Asuntos de los Prisioneros, Issa Qarage, describió las condiciones de los prisioneros como «desastrosas«, con varios de ellos sufriendo un «colapso total en su organismo». He tenido que luchar con la idea de escribir sobre este tema. ¿Cómo trasladar a la gente las observaciones, los análisis, los hechos, en un lenguaje adecuado y todo ello de forma cohesiva?

Se me han incrustado profundamente en el cerebro todas las estadísticas y los comentarios acerca de los prisioneros. Desde que en 1967 Israel ocupó Jerusalén Oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza, han detenido a unos 700.000 palestinos. Cada familia palestina ha tenido en algún momento encarcelado a un miembro u otro de su familia. Dos quintas partes de los hombres palestinos han pasado algún tiempo tras las rejas israelíes. Desde el año 2000, han detenido a 7.000 niños. Actualmente, hay quince miembros del Parlamento encarcelados. Las prisioneras palestinas que dan a luz en la cárcel lo hacen con los brazos y piernas atados. El 87% de los niños arrestados han sido objeto de torturas físicas. En el momento de la segunda Intifada, había alrededor de 11.000 detenidos. Un informe de las Naciones Unidas publicado en marzo de este año cifra el número de prisioneros en 6.000. Según el informe publicado este mes de octubre por el Servicio de Prisiones Israelí, los presos alcanzan la cifra de 5.503. Hay 270 detenidos a los que se mantiene en detención administrativa, un término que significa «que pueden retenerles indefinidamente sin que nadie conozca las razones». A la mayoría de los prisioneros se les ha negado un juicio justo y en cambio son sometidos a arbitrarios juicios militares donde el ocupante es el juez, el jurado y el verdugo.

Casi todos los artículos que se refieren a los presos en huelga de hambre tiene un párrafo que empieza con la siguiente frase: «El 27 de septiembre, los prisioneros afiliados al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) empezaron una huelga de hambre indefinida para protestar por las miserables condiciones de vida y la violación de sus derechos que constituyen su realidad diaria. En los días siguientes, cada vez más prisioneros de todas facciones se iban incorporando rápidamente a la huelga de hambre. El miércoles 12 de octubre se celebró un día global de solidaridad con los prisioneros palestinos que llevaban en huelga 16 días. Esta historia ha recibido escasa o nula cobertura por parte de los medios occidentales. Utilizando como arma los medios sociales, activistas y bloggers palestinos e internacionales lanzaron las palabras clave «tweepStrike» y «HS4Palestine» para intentar sensibilizar a la gente sobre la cuestión tweeteando una línea cientos de veces para que declararan su solidaridad a través de una huelga de hambre de 24 horas ese miércoles: «Mi nombres es… y el miércoles me pondré en huelga de hambre en solidaridad con los prisioneros palestinos».

Tengo tíos encarcelados en las dos ramas de la familia. Mi propio padre ha sido arrestado en tres ocasiones. Uno de mis tíos maternos, Bahjat Itayem (que Dios le conceda el descanso eterno) se convirtió en el prisionero más joven en Cisjordania y Gaza cuando le arrestaron en 1975 a los dieciséis años. Mahmud, el más joven de los hermanos de mi padre, tenía también dieciséis años cuando se lo llevaron. La primera Intifada surgió cuando los muchachos se pusieron a lanzar piedras contra los jeep blindados y los soldados israelíes. En una ocasión, los soldados cazaron a un grupo de jóvenes, Mahmud incluido. Cogió un camino equivocado hacia una carretera bloqueada con pedruscos de hormigón, una táctica segura del ejército israelí diseñada con el propósito mismo de atrapar a la gente y asegurarse de que no podían escapar. Los soldados en traje de faena militar arremetieron contra Mahmud hasta que nadie pudo reconocerle y le arrastraron hasta el jeep. Cuando me contaron esta historia años más tarde, un detalle terrible se destacó sobre el resto. Cuando la noticia del arresto de Mahmud le llegó a mi abuela, ésta se puso a vagar descalza por las estrechas calles del campo de refugiados, gritando y llorando el nombre de mi tío.

Ramallah, acorde con la burbuja que es, debería empezar a pensar en cambiar su nombre y llamarse Apatiallah. Quizá la gente se opondría a este término sacrílego. O quizá sientan también demasiado apateísmo como para preocuparse por eso. Una tienda de campaña simbólica se montó en la Plaza del Reloj desde el momento en que los prisioneros anunciaron la huelga de hambre. Pósteres y fotos de los prisioneros decoraban el escenario. En los edificios se colgaron banderas con eslóganes a favor de la libertad. Pocos días después, un grupo de jóvenes decidieron ponerse también en huelga de hambre en solidaridad con los prisioneros, ocupando la tienda. Delante del edificio de la Cruz Roja, situado en Al-Bireh, se montó otra tienda de campaña y quienes estaban en huelga de hambre se trasladaron allí. La primera tienda quedó ignorada y casi nadie la visitó ya. Al mediodía, en esa tienda levantada ante el edificio de la Cruz Roja podría haber cincuenta personas, en su mayoría camaradas del FPLP y familiares de los prisioneros. Los pósteres colocados eran en su mayoría del secretario general del FPLP, Ahmad Saadat, scondenado a treinta años de cárcel y que lleva confinado en solitario desde que se produjo su arresto hace tres años. Me acerqué en varias ocasiones a la tienda a última hora de la tarde, permaneciendo allí durante unas dos horas cada vez. Un puñado de camaradas o activistas se sentaban en corro, compartiendo las noticias acerca de la protesta del martes 11 en la prisión de Ofer, en la que los presos acabaron atacados con gases lacrimógenos, moviendo la cabeza con incredulidad ante la anciana madre de un prisionero que declaró que ella también iba a ponerse en huelga de hambre indefinida, fumando cigarrillo tras cigarrillo mientras confirmaban el número de prisioneros. No había presente ningún representante o simpatizante de otras facciones políticas.

Sin embargo, la cuestión de los prisioneros no es algo que se limite a una determinada facción política. Es una cuestión nacional muy importante que pone de relieve la dramática situación en la que se encuentran los palestinos que rechazaron las cadenas de la ocupación y la colonización israelí. Incluso antes de que eso sucediera, cuando los palestinos resistían frente a las cada vez más arbitrarias medidas del gobierno del Mandato Británico, tres prisioneros palestinos, Mohammad Yamyum, Fuad Hiyasi y Atta al-Sir fueron ahorcados durante la Revolución Buraq de 1929. Olviden la descripción ofrecida por Israel de esos mismos prisioneros como una entidad monolítica de terroristas y asesinos de niños. No está precisamente en la agenda israelí que puedan aparecer con una luz favorable o siquiera neutral. Los prisioneros son auténticos combatientes por la libertad que han sacrificado años y años de sus vidas en virtud de una convicción profundamente arraigada dentro de sus almas. Se negaron a vivir en su propia patria como si fueran una sucia raza inferior. Se negaron a reconocer la supuesta legitimidad de una encubierta ocupación que se apoyaba en una ideología racista que en su primera época se dedicó a asentar a una diminuta minoría blanca en las tierras originarias de los palestinos que llevaban allí viviendo cientos de años. A muchos les arrestaron sin razón alguna o les juzgaron considerándoles una amenaza a la seguridad o una amenaza existencialista para el pobre y asediado Estado de Israel. Delitos míseros como lanzar piedras o participar en una protesta o conocer a alguien que, según ellos, podía ser una persona peligrosa, eran razones más que suficientes para que te mandaran a prisión. Los presos se convirtieron en otro icono de la sumud, de la firmeza. Pero la injusticia no podrá mantenerse mucho tiempo. Los prisioneros, junto con los refugiados, se han convertido en otro de los pilares más firmes de la lucha palestina por la paz, la justicia y la igualdad.

El martes por la noche, el mismo día de la protesta de Ofer, se produjo la noticia de que Hamas había firmado un acuerdo con Israel que supondría la liberación de más de mil prisioneros a cambio de la liberación del soldado israelí Gilad Shalit, un cabo capturado en la frontera de Gaza hace cinco años. Me iba sintiendo cada vez más eufórica según iban llegando más noticias. Todas las mujeres y niños iban a ser liberados. Trescientos prisioneros con múltiples condenas de cadena perpetua iban a ser liberados. Y cientos de familias se reunirían gozosamente con sus hijos, maridos, padres, hermanos, esposas, hermanas, hijas, madres. Pero yo sigo todavía creyendo que al gobierno israelí no le importa Shalit. Podrían haber llegado a este acuerdo hace años. Considérenlo un intento de conseguir popularidad por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu. Piensen que Israel está teniendo por fin que ajustarse a los recientes cambios geopolíticos a su alrededor. Los mismos motivos podrían aplicarse a Hamas, un intento de aumentar su popularidad (cualquiera de ustedes: ¿el fracaso del intento de reconocimiento del Estado en la ONU o mil prisioneros libres?) tras la indecisión al prometer apoyo al gobierno sirio en el sangriento aplastamiento interno de su propio pueblo. Las escenas de Gaza fueron de fiestas y celebraciones, con varios de los gacetilleros de Hamas dando discursos definitivos llenos de votos y palabras de victoria, y hasta el primer ministro Ismail Haniyeh se puso, de hecho, a lanzar dulces a la multitud. En Ramallah parecía importar menos. Unas cuantas personas se acercaron a la Plaza Manara y allí se encontraron con las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, listas para aplastar cualquier iniciativa que no llevara la autoría de la AP. Ahora el escenario había dado un vuelco en otra dirección. Hace unas cuantas semanas, Ramallah rebosaba de autobuses de seguidores de Fatah de los pueblos y ciudades vecinos que iban en apoyo de la iniciativa de Mahmud Abbas en la ONU, mientras Ciudad de Gaza permanecía silenciosa.

Y se iban conociendo más detalles. La liberación tendría lugar en dos etapas, una la próxima semana, el lunes o el martes (477 prisioneros) y el resto después de dos meses. Marwan Barghouti iba a ser liberado. También, Ahmad Saadat. Esperen, no, ellos no. O Sí. No, no se ha confirmado. ¿Estáis seguros? ¡¿Barghouti y Saadad no van a ser liberados?! ¡¿Barghouti y Saadat no son parte del canje?! Mil veintisiete prisioneros van a ser liberados. Ellos no son los líderes de partidos políticos, sino que son sus iguales. No olvidemos eso. Cuarenta prisioneros tendrán que exiliarse a Egipto o a un tercer país desconocido. Esto va en violación directa del IV Convenio de Ginebra, que prohíbe que los prisioneros de una ocupación sean trasladados fuera del país. Alrededor de doscientos prisioneros originarios de Cisjordania tendrán que exiliarse en Gaza, el vertedero de las manzanas podridas. ¿Quién puede asegurar que Israel no va a arrestar a mil palestinos más en las semanas y meses venideros? El descontento levanta la cabeza: ¿Es por eso que los prisioneros afiliados a Hamas no se unieron a la huelga de hambre? ¿Estás contento de que vayan a liberar a mil prisioneros? ¿Qué pasa con los otros seiis mil? ¿Estás celebrando el hecho de un israelí valga mil palestinos? ¿Es que estamos tan deshumanizados? ¿Somos perros acaso? No, los perros están mejor que nosotros. ¡Este canje no merece la pena si mis hijos no salen fuera! ¿Cómo decidieron quién iba a quedar libre? Pero mis hijos no están en esa lista… ¡Ellos no son mejores que mis hijos! ¡Mis hijos! ¡Mis hijos! Tía, si Dios quiere sus hijos serán libres….

El miércoles me puse en huelga de hambre en solidaridad con los prisioneros. Fue muy alentador leer tantos tweets de gentes de todo el mundo declarando que ellos también iban a hacer huelga de hambre. ¿Cuánto tiempo se necesita para que uno muera de inanición? Escuché que tres semanas. ¿Qué ocurre si encima les han gaseado primero en sus celdas, golpeado, hacinado más allá de cualquier capacidad para soportarlo? ¿Qué ocurre si te tienen en confinamiento solitario y se les niega la más básica atención médica? Esa fue la reacción de la Administración de Prisiones Israelí ante los huelguistas, que no están pidiendo un arco iris para jugar a los bolos ni camas de agua de lujo ni cenas de cinco estrellas. Piden el final del confinamiento solitario. Piden su derecho a la educación y al acceso a los libros. Piden que sus familias puedan visitarles. Exigen que les traten como a seres humanos y no como a animales encadenados de manos y pies durante los encuentros con sus abogados. Exigen el derecho a poder abrazar a sus familias, para que sus niños no sufran el mismo destino que la niña de diez años Abir Eskafi, que murió como consecuencia del trauma sufrido al negarle el permiso para abrazar a su padre encarcelado.

El mundo sabe quién es Gilad Shalit: El Prisionero Más Importante del Mundo Entero. La discrepancia es obvia en el retrato que los medios occidentales hacen de este acuerdo de intercambio de prisioneros centrándose UNICAMENTE en Shalit, sin acordarse de los ocupados, de los inferiores. Saben la edad de Shalit, han visto sus fotos y se sienten familiarizados con sus padres. Han contado cada una de las lágrimas que su madre ha derramado. A los mil veintisiete prisioneros palestinos se les considera una mera estadística, carentes de cualquier significado que no sea un número. Pero ellos también tienen padres. Algunos han perdido a sus padres y madres mientras cumplían largos años de prisión y nunca tuvieron una oportunidad de decirles adiós. Ninguna vida israelí tiene más valor que una vida palestina. En Facebook se ha puesto en marcha una campaña titulada «Prisionero del Día«. Cada día irá dedicado a un prisionero palestino, personalizando su historia, compartiendo sus fotos, los mensajes de sus amigos, los hobbies que tenían en el pasado. El primer prisionero es Shadi al Shurafa, un hombre de 32 años de Jerusalén que fue condenado a veinticinco años de cárcel. Lleva cumplidos nueve. Shadi solía jugar en el equipo de baloncesto de DeLaSalle. También él es un ser humano. No era un soldado. Los soldados corren el riesgo de que les capturen. Los jugadores de baloncesto no.

La Batalla de los Estómagos Hambrientos continuará hasta que todas las demandas se cumplan. ¿Cuántos Bobby Sands necesitamos antes de que el mundo preste finalmente atención? La solidaridad y la conciencia son los ingredientes clave de cualquier causa justa.

El título de este artículo hace referencia a una canción del cantante de hip hop Lowkey que se titula «Mi alma«.

N. de la T.:

[*] 22 días en la fecha en que se publica esta traducción.

Fuente: http://electronicintifada.net/blog/linah-alsaafin/you-might-take-my-life-you-cant-take-my-soul

rCR